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                                                                                                                                Contenido Patrocinado
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                                                                                                                                Y Mahoma fue a la montaña

                                                                                                                                Tras presenciar varias apariciones del arcángel Gabriel, Mahoma fue creando una nueva religión, cuya historia presentamos a continuación en esta, la sexta entrega de El origen de los dioses.

                                                                                                                                Fernando Araújo Vélez

                                                                                                                                Editor de Cultura
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                                                                                                                                Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Por los últimos años de ese mismo siglo, según el calendario cristiano, nació en La Meca un niño de la tribu Quraysh a quien llamaron Mahoma, y quien, de acuerdo con la leyenda y los diversos escritos de la época, fue prácticamente huérfano desde que nació. Desde niño, fue enviado en varias oportunidades a estar con los beduinos, en territorios que con el tiempo serían lo que hoy se llama Arabia Saudita. Como era una costumbre de los Quraysh, los niños eran mandados con sus ayas o protectoras para aprender de las tribus del desierto su sabiduría, su honradez y sus sanas costumbres, y allí, con sus amigos de infancia y su niñera como testigos, vivió el primer milagro de su vida y empezó a vislumbrar que estaba destinado para guiar a un pueblo, a su pueblo.

                                                                                                                                Le sugerimos: Jesucristo, según los evangelios

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Pero de pronto, como cuando era muy niño, comenzó a transformarse y empezó a recibir diversas revelaciones por parte del arcángel Gabriel. El más importante, según Lucía Appugliese, de la RevistAcrópolis, “ocurrió un lunes por la noche, que se denominó ‘la noche del gran poder’, en uno de los retiros espirituales que solía realizar cerca de La Meca. Según la tradición, a Mahoma se le presentó un ángel y le dijo: “¡La bendición sea contigo, oh Mahoma!”, ante esta situación él, asustado, creyó haberse vuelto loco y se dirigió hasta la cima de la montaña para quitarse la vida arrojándose desde allí. Pero el ángel lo tomó con sus alas evitando que lo hiciera y volvió a hablarle: “¡Oh, Mahoma, no temas, porque tú eres el profeta de Dios, y yo soy Gabriel, el ángel de Dios!”.

                                                                                                                                Le recomendamos: Yahveh, entre la bondad y la furia

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                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Desde aquel día, al amanecer o al atardecer, por las noches o en las madrugadas, el arcángel Gabriel le fue dictando a Mahoma el Corán, que en su idioma se decía Qur’an y se derivaba del verbo qara’a, que significaba leer en voz alta, proclamar o recitar. El profeta repetía lo que el ángel le decía, la mayoría de las veces como si estuviera poseído, y solía hacerlo cuando estaba rodeado de gente. Sus oyentes más versados escribían sus palabras, para después interpretarlas e irlas ordenando. De cuando en cuando, desaparecía. Pasaban semanas y meses sin que se supiera de él. Al regresar, volvía a contar lo que el ángel Gabriel le había dictado, y relataba algunas de sus vivencias, como el viaje que hizo la noche del 26 y 27 del Rajab, el mes del respeto y de la abstinencia.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Podría interesarle: El dios del metal

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Le sugerimos: Zaratustra y la invención del bien y el mal

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                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Ese mundo todopoderoso, antes de Mahoma, eran los oasis y las rocas, y en algunos lugares, Hubal, una mítica deidad de forma semihumana que según la leyenda fue llevada a la península arábiga desde Babilonia. En La Meca, uno de los principales centros religiosos de su historia, cuyo nombre precisamente proviene de Makuraba (“santuario”), los árabes adoraban a al-ilah, allah, “el Dios”, desde el siglo V antes de Cristo, pero en general, con el tiempo y luego de la aparición de Mahoma, los musulmanes enterraron su prehistoria religiosa, o en el menos grave de los casos, denominaron ese período como “la época de la ignorancia”, un tiempo de muchas divinidades, figuras, ídolos y leyendas, pero de poca unión.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Le puede interesar: Y en un principio fueron diosas

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                                                                                                                                Por Fernando Araújo Vélez

                                                                                                                                De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com
                                                                                                                                Ver todas las noticias
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