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                                                                                                                                Yahveh, entre la bondad y la furia

                                                                                                                                Presentamos la cuarta entrega de la serie El origen de los dioses, que se publica los lunes en estas páginas, y cuyo protagonista en la entrega actual es Yahveh, citado en numerosas ocasiones en la Biblia.

                                                                                                                                Fernando Araújo Vélez

                                                                                                                                Editor de Cultura
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                                                                                                                                Foto: Eder Leandro Rodriguez Corredor
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO

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                                                                                                                                Foto: Eder Leandro Rodriguez Corredor
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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Entre discusiones y disputas, algún robo o la simple y compleja envidia, aparecieron las peleas, y de las peleas surgieron luego el odio y las guerras. “El peculiar logro de Israel es el haber desarrollado a Dios”, reseñó el ensayista Peter Watson en su libro Ideas, Historia intelectual de la humanidad, citando a Grant Allen. “En el caso de Israel, esta evolución resulta especialmente clara”, añadió, para aclarar más adelante que “el nombre del dios judío, Yahveh, el cual le fue revelado a Moisés, parece ser originario de Mesopotamia. Eso es algo que sabemos hace relativamente poco tiempo, desde el descubrimiento, en el decenio de 1930, de un conjunto de textos en arcilla en Nuku, un yacimiento situado entre la moderna Bagdad y Nimrud, en Irak. Escritos en el siglo XV o XIV a. C., estos textos no se refieren a ningún individuo bíblico por su nombre pero sí esbozan una serie de leyes y describen una sociedad en la que es posible reconocer aquella a la que huyó Jacob, el hijo de Isaac, tras haber engañado a su padre para que le bendijera en lugar de a su hermano Esaú (una sociedad que la Biblia sitúa en Mesopotamia)”.

                                                                                                                                Abraham anduvo un tiempo por la ciudad de Haran, al norte de Mesopotamia, un territorio con varios poblados en los que se habían asentado los arameos, los amoritas y los hurritas. Diversas menciones de Yahveh aparecían una y otra vez entre los distintos nombres de los amoritas, en ocasiones como habitante de alguna de aquellas regiones, en otras, como poderoso señor, y en unas más como dios piedra o dios roca. En aquellos tiempos, los israelitas creían y veneraban a muchos dioses, propios o ajenos, o como piedras o maderos o en forma de animales. De acuerdo con Peter Watson, “en la Biblia hay muchas referencias a estos dioses. Por ejemplo, cuando Jacob huye de Labán, nos enteramos de que Raquel roba los teraphin de su padre: cuando el enfurecido jefe finalmente atrapa a los fugitivos, una de sus primeras preguntas es por qué han robado sus dioses”. Oseas se refería a los teraphim como maderos, o los consideraba así, mientras que para Zacarías eran falsos ídolos que le decían mentiras a la gente y la llevaban indefectiblemente al pecado. Más allá de una u otra interpretación, eran objetos sagrados que cuidaban los hogares y a los que se adoraba.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Su transformación comenzó a darse por motivos de guerra, de protección. Israel era una tribu pequeña, rodeada de enemigos. Iba de lucha en lucha, y padecía múltiples amenazas. Cada vez que entraba en una confrontación, el ejército llevaba un arca que presidía su andar, en la que se encontraba Yahveh. Como escribió Watson, “el arca de Yahveh (el altar portátil), en su estancia en Shiloh, parece haber servido como punto de encuentro del patriotismo hebreo. Con el becerro de oro (es decir, el toro) en su interior, el arca iba siempre delante del ejército hebreo. Por tanto, había un solo dios en el arca, y aunque Salomón (siglo X a. C.) construyó templos dedicados a otros dioses hebreos, que existieron durante siglos, Yahveh se convirtió de este modo en la deidad principal”. Tanta batalla, tanto conflicto, tanta sangre, muerte, derrota, preparación y pequeña victoria, y tanto temor, con los años erosionaron a los israelitas y fortalecieron a los grandes imperios de aquellas épocas, el de Mesopotamia y el de Egipto. En el siglo VIII a. C., los hebreos fueron vencidos por los asirios en primera instancia, y por los babilonios después.

                                                                                                                                Le sugerimos leer: El dios del metal

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Por Fernando Araújo Vélez

                                                                                                                                De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com
                                                                                                                                Ver todas las noticias
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