Los códigos sicilianos en “El padrino”
En este 2022 se conmemoran 50 años del estreno de “El padrino”. La productora Paramount Pictures anunció, a partir del 25 de febrero, el regreso del largometraje a las salas de cine.
Danelys Vega Cardozo
Un matrimonio es el comienzo de todo. De los favores que más tarde deberán ser devueltos. De la lealtad que tarde o temprano será puesta a prueba. El principio, pero también el final. La familia en el centro. Todos reunidos bajo una misma ceremonia. Todos deben estar. Incluso en las fotos. Por la familia se mata, pero por ella también se muere. Algunos se venden como amigos. Algunos solo están interesados en favores. En nombre de la “justicia”, alega uno. “La fama”, dice otro. “Por la felicidad de su hija”, aduce alguien más. Los tres que acuden a requerir una ayuda saben que sus deseos tendrán un precio y están dispuesto a pagar por ello. “Los sicilianos no niegan favores el día de la boda de su hija”. La familia: el punto débil. Y en medio de todo, un hombre se acerca solo a expresar sus felicitaciones. No todos quieren algo, aunque de todos haya que dudar. Eso bien lo sabe Vito Corleone: uno de los protagonistas de El padrino.
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Un matrimonio es el comienzo de todo. De los favores que más tarde deberán ser devueltos. De la lealtad que tarde o temprano será puesta a prueba. El principio, pero también el final. La familia en el centro. Todos reunidos bajo una misma ceremonia. Todos deben estar. Incluso en las fotos. Por la familia se mata, pero por ella también se muere. Algunos se venden como amigos. Algunos solo están interesados en favores. En nombre de la “justicia”, alega uno. “La fama”, dice otro. “Por la felicidad de su hija”, aduce alguien más. Los tres que acuden a requerir una ayuda saben que sus deseos tendrán un precio y están dispuesto a pagar por ello. “Los sicilianos no niegan favores el día de la boda de su hija”. La familia: el punto débil. Y en medio de todo, un hombre se acerca solo a expresar sus felicitaciones. No todos quieren algo, aunque de todos haya que dudar. Eso bien lo sabe Vito Corleone: uno de los protagonistas de El padrino.
Los juegos del azar: el negocio de una familia de mafiosos ítalo-estadounidense. Sin embargo, el negocio nunca está por encima. La familia prima sobre todas las cosas. “Un hombre que no pasa tiempo con su familia, nunca será un hombre completo”, diría Vito Corleone. En la mesa de aquella familia no se habla de negocios. Ellos pueden esperar. Quien hace daño a uno de los miembros recibe su merecido. Como Carlo, quien le pegó a su esposa, Connie, una de los Corleone. Una llamada bastó para que Sonny, el hermano de Connie, fuera a darle un recordatorio a Carlo: un Corleone nunca está solo y quien se atreve a agredir a uno, jamás sale ileso. Al menos una paliza recibe. Pero el recado no es entendido. O, mejor dicho, el punto débil es aprovechado. Una nueva llamada. Otra vez una mujer, una hermana, es golpeada. No importan los escoltas. La sangre “hierve”. La cabeza está “caliente”. La familia: el lazo que mata. Sonny es acribillado mientras está en camino a defender a su hermana. El plan de Barzini, el líder de otra familia de la mafia italiana, es completado.
Los mensajes que no requieren palabras están presentes. Porque todos hablan un mismo idioma. Se mueven bajo el mismo código. Entre mafiosos se entienden. Y también entre ellos y la gente del “común”. Por algo Johnny alcanza su papel actoral. Porque lo que la charla no lo logró, sí lo hizo la cabeza de un caballo. Aquella que fue arrojada a la cama de su “dueño”. Ese que quedó cubierto bajo la sangre de su amado animal. Los Corleone envían mensajes, pero también reciben devuelta. Luca Brasi, guardaespaldas de Vito Corleone, es asesinado en el club de la familia Tatagglia. Luego de aquel suceso, un mensaje cifrado es enviado. Unos peces llegan a la casa de los Corleone. Todo queda claro entre sicilianos. Luca ahora descansa en el río.
Las ausencias y las manos “hablan”. Cuando Michael va a visitar al hospital a Vito Corleone -su padre- se da cuenta de que no hay policías que lo protejan. Entiende que lo han dejado solo con un fin claro: matarlo. Por eso, aunque la enfermera no comprende nada, ya que no comparten el mismo lenguaje, ayuda a Michael a trasladar a su padre a otra habitación. Luego él ve entrar a un hombre quien lleva flores en sus manos. El señor dice que son para Vito Corleone. Michael sabe lo que se avecina y le pide al hombre que por su seguridad abandone aquel lugar. Pero él no acepta y dice estar dispuesto a hacer lo que sea por el líder de los Corleone. El agradecimiento resurge, nace sin que nadie tenga que pedirlo. Y entonces Michael espera a las afueras del hospital, en compañía del otro hombre, que suceda lo que había previsto. Le pide a su acompañante que ponga las manos dentro de su chaqueta como si tuviera un arma, lo mismo hace él. Pasa un carro con algunos hombres a bordo. El automóvil se detiene por un momento. Los pasajeros observan las manos. El carro sigue su trayecto.
Los silencios y las miradas también comunican. Michael se traslada por un tiempo a Sicilia, después del doble asesinato que comete. Allí conoce a una chica de la que se enamora. Va a un sitio en compañía de dos hombres a tomarse algo. Afuera del lugar, uno de los hombres habla sobre la mujer con el dueño de aquel negocio. Comienza a describirla físicamente. El señor se enfurece y prefiere entrarse al local. Todo se entiende. Aquella mujer no es cualquiera para él. Aquella es su hija. Michael comienza a salir con aquella mujer bajo la autorización de su padre. Tiempo después se casan. Pero el matrimonio no dura mucho. La muerte lo arrebata todo. “Los negocios” involucran a la familia. “A los inocentes”. La venganza todo lo justifica. Y los lazos de confianza son aprovechados. “Judas” caminaba a su lado. Una bomba es puesta en un auto. Una mujer acude a su muerte. Un hombre va feliz a buscar a su amada. Se encuentra con quien debía estar acompañando a la mujer en el carro. Le cuestiona por qué está ahí y no allá con ella. Ambos se miran. No hay nada más que decir. Solo un grito sale disparado: el de Michael. Trata de advertirle a su esposa, pero ya es demasiado tarde. La bomba estalla.
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Y el mensaje final que no puede faltar. Ese con el que finaliza el filme. La charla entre Michael y su nueva esposa, Kay. La mujer intenta saber si es cierto que él ha asesinado a Carlo, el esposo de Conny, y a unos cuantos más. Aunque al principio Michael se rehúsa a contestarle, diciéndole que “no se meta en sus negocios”, al final termina accediendo a ello. Le niega a su cónyuge ser el responsable de aquellas muertes.
La cara de ella cambia de inmediato. La verdad mata, así que se opta por la mentira, aquella que apacigua. Pero Kay se va a servir unos tragos. Mientras lo hace unos hombres entran al estudio donde se encuentra Michael y le besan la mano. “Don Corleone”, le dice a Michael uno de ellos. Porque Vito ha muerto y su hijo ha quedado a cargos de los negocios. El rostro de Kay nuevamente se transforma. Ella ahora también es una Corleone. Ella también sabe descifrar los códigos sicilianos.
Más sobre El Padrino
El largometraje estuvo amenazado de no ser rodado debido a diversos problemas. Uno de ellos fue la elección de su director. Varios cineastas, entre ellos Sergio Leone y Peter Bogdanovich, rechazaron la propuesta de Paramount, la productora del filme. Al final optaron por Francis Ford Coppola, a pesar de que no estaban convencidos de que fuera la “mejor opción”, dado el resultado en taquilla que habían tenido las últimas películas dirigidas por el cineasta.
Durante el rodaje, Coppola y Paramount tuvieron varios desacuerdos, hasta el punto de que el director de cine creyó que en algún momento lo iban a despedir. Sin embargo, el cineasta contó con el apoyo de Marlon Brando, Vito Corleone en El padrino, quien llegó a asegurar que se retiraría del proyecto si Coppola era despedido.
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Brando tampoco fue la primera “opción” de Paramount. La productora de cine se negaba a darle el papel por la mala fama que gozaba el actor en cuanto a su carácter. Sin embargo, Coppola se rehúso a seguir las órdenes y abogó por Brando. Pero lo que lo hizo merecedor del protagónico fue su audición. En ella, el actor se puso algodones en sus mejillas para alterar las facciones de su rostro, peinó su cabello hacía atrás y se lo tiñó para parecer canoso, y entonó los diálogos con una voz cascada.
La cinta se basó en la novela de Mario Puzo que lleva el mismo nombre. La obra logró permanecer, por 67 semanas, en la lista Best- Seller del New York Times. El guion fue adaptado por Coppola y Robert Towne. El largometraje cuenta con dos secuelas: “El padrino II” (1974) y “El padrino III” (1990).