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                                                                                                                                  El parto humanizado, la medicina en Colombia, la escritura y el dolor

                                                                                                                                  Valentina Serna escribió un libro sobre maternidad y medicina. Sobre ser mujer, madre y esposa antes de parir. Renacer fue la forma que encontró para su obsesión más grande: humanizar la medicina.

                                                                                                                                  Laura Camila Arévalo Domínguez

                                                                                                                                  Editora de El Magazín cultural
                                                                                                                                  Valentina Serna tiene tres hijas y es médica graduada de la Universidad de los Andes.
                                                                                                                                  Foto: Cortesía Valentina Serna
                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Gracias por ser nuestro usuario. Apreciado lector, te invitamos a suscribirte a uno de nuestros planes para continuar disfrutando de este contenido exclusivo.El Espectador, el valor de la información.

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                                                                                                                                  Foto: Cortesía Valentina Serna
                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!
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                                                                                                                                  Hay un dibujo de Serna en su casa. No recuerda cuando lo hizo, pero en el papel había un paciente en una camilla. También se pintó a sí misma atendiendo a esa persona recostada. Alguien escribió: ¿Qué quiero ser cuando sea grande?”. Siendo una niña de tres años, pintó su sueño más temprano y nunca lo cambió. Y a pesar de que no dudó sobre su profesión, durante su época universitaria se encontró con desafíos que bajaron del pedestal esa bata blanca que, para ella, otorgaba una responsabilidad tan grande que nadie nunca podría ignorar. “Tenía idealizada a la medicina”, contó. Reconoció el lugar “frío”, la jerarquía de los médicos con respecto a los pacientes y entendió que eso, justamente, era lo que no quería: un servicio de urgencias donde no hubiese escucha ni atención plena. Una consulta automática. Quedó embarazada y, durante su primer parto, confirmó que, ni de paciente ni de médica, se sumaría a esta forma generalizada de ejercer la medicina.

                                                                                                                                  Read more!
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                                                                                                                                  Podría interesarle leer: “Las cartas del Boom”: cuando García Márquez y Vargas Llosa se tuteaban

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                                                                                                                                  Descubrió el parto humanizado. Recordó una experiencia pasada (embarazo gemelar) que no quería repetir. Se decidió por hacerlo en casa. Idealizó la experiencia. Se encontró con una realidad totalmente distinta a la que había imaginado. Rugió de dolor. Tuvo a su hija.

                                                                                                                                  Después de sentirse ahogada durante mucho tiempo, comenzó a escribir sobre este parto en casa que le desató un mar de preguntas y emociones. Libretas y libretas. La sugerencia fue de su esposo: ¿por qué no haces un libro con eso que ya tienes escrito? Y después de dudarlo por inexperta, se decidió. Fue detallada. Al principio, no se guardó el llanto ni la sangre de aquel día en el que su tercera hija salió de su vientre. Escribió sobre la rabia y la soledad que muy pocas personas se atreven a describir. Ahí puso la frustración de querer y no poder hacer tantísimas cosas que no se le permitían por convertirse en madre. Después de que la leyeran otras personas más (su hermana, su mejor amigo, una tía), aceptó recomendaciones y, sin modificar la esencia, plasmó lo que contribuía a su obsesión: hablar de la medicina y dejarles un regalo a sus hijas.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Le sugerimos leer: El día que conocí a Rubén Blades

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                                                                                                                                  “Yo sentía, a decir verdad, un fuego encendido junto a la sensación de desgarro. Volví a tocar la cabeza del bebé, no con amor, sino con miedo. Me dolían las piernas, tenía calambres en los glúteos y sentía que en cualquier momento, por el dolor y el cansancio, me iba a desmayar. Pero no fue así”, escribió Serna hablando de uno de los momentos más dolorosos que atravesó viviendo un parto así, en su casa, y con la atención de un grupo de profesionales que ella eligió cuidadosamente para el día: un médico ginecobstetra, una médica de familiar, su profesora de yoga prenatal y una fisioterapeuta.

                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  Podría interesarle leer: Juan David Correa y su llegada al Ministerio de Cultura: entrevista

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                                                                                                                                  En su libro, que le recomendó a todo aquel que simplemente haya pasado por un momento difícil, habló de la convicción que más le ayudó: hay que atravesar el dolor. Su tránsito desde el primer día en el que supo que sería madre, hasta hoy, la condujeron a pensar y pensar y escribir y escribir para concluir que, sin dolor, no hay calma. Y que, además de su padecimiento físico, lo que debió desenredar con más ahínco, insistencia, pero sobre todo paciencia, fue su mente.

                                                                                                                                  Por Laura Camila Arévalo Domínguez

                                                                                                                                  Periodista en el Magazín Cultural de El Espectador desde 2018 y editora de la sección desde 2023. Autora de "El refugio de los tocados", el pódcast de literatura de este periódico.@lauracamilaadlarevalo@elespectador.com
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