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                                                                                                                                “El pasajero”, la novela con que regresó el gran Cormac McCarthy

                                                                                                                                Después de 16 años de ausencia, fragmento de la obra que publicó el afamado escritor estadounidense, recordado por “La carretera”, con la que ganó el Premio Pulitzer.

                                                                                                                                Cormac McCarthy * / Especial para El Espectador

                                                                                                                                Cormac McCarthy es uno de los escritores estadounidenses candidatizados al Premio Nobel de Literatura. Novelas suyas, como "Suttree", ambientadas en un Sur gótico y violento, han sido comparadas con la obra de clásicos como William Faulkner y Flannery O’Connor.
                                                                                                                                Foto: Foto cortesía Penguin Random House - Beowulf Sheehan
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO

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                                                                                                                                Foto: Foto cortesía Penguin Random House - Beowulf Sheehan
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Foto: Cortesía Penguin
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Así pues, esto era Chicago en el invierno del último año de su vida. Al cabo de una semana volvería a Stella Maris y de allí se encaminaría hacia los lóbregos bosques de Wisconsin. El Chico Talidomida la encontró en una pensión de Clark Street. Cerca del North Side. Llamó a la puerta con los nudillos. Cosa insólita en él. Ella supo quién era, cómo no. Le estaba esperando. Y tampoco fue un toc, toc. Sonó más bien como un manotazo.

                                                                                                                                El Chico se puso a andar de un lado para otro al extremo de la cama. Se detuvo como si fuera a decir algo, pero lo pensó mejor y rea­nudó su deambular, amasándose las manos cual villano de película muda. Solo que, claro está, no eran tales manos. Simples aletas. Un poco como las de foca. Con el mentón apoyado en la izquierda de sus aletas, se la quedó mirando. A ella. Heme aquí a petición popular, dijo. En carne y hueso.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Ya. Los semáforos nos tenían manía.

                                                                                                                                ¿Cómo has sabido qué habitación era?

                                                                                                                                Muy fácil. La 4-C. Me lo veía venir. ¿Cómo andas de dinero?

                                                                                                                                Todavía tengo.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                El Chico miró en derredor. Me gusta cómo has decorado esto. Podríamos echar un vistazo al jardín después del té. ¿Qué planes tienes?

                                                                                                                                Creo que ya sabes cuáles son.

                                                                                                                                Sí. La cosa no pinta muy prometedora, ¿verdad?

                                                                                                                                Nada es para siempre.

                                                                                                                                ¿Piensas dejar una nota?

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                                                                                                                                Apuesto a que es un resumen invernal.

                                                                                                                                El Chico estaba ahora junto a la ventana, contemplando el frío atroz. El parque pintado de nieve y al fondo el lago helado. Bueno, dijo. La vida. ¿Qué se puede decir? No es para todo el mundo. Joder, los inviernos no lo dejan a uno ni moverse.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Si es todo el qué.

                                                                                                                                ¿Es todo lo que tienes que decir?

                                                                                                                                Estoy pensando.

                                                                                                                                Había reanudado sus idas y venidas. Luego se detuvo. Oye, ¿y si hacemos la maleta y nos largamos pitando?

                                                                                                                                Eso no cambiaría nada.

                                                                                                                                ¿Y si nos quedáramos?

                                                                                                                                ¿Qué, ocho años más de ti y tus colegas de novela barata?

                                                                                                                                Nueve, doña Mates.

                                                                                                                                Vale. Nueve.

                                                                                                                                ¿Y por qué no?

                                                                                                                                Porque no.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                El Chico echó a caminar de nuevo. Frotando despacio las cicatrices de su pequeña cabeza. Parecía que lo hubieran sacado del vientre de su madre con unas pinzas para hielo. Volvió a detenerse junto a la ventana. Nos echarás de menos, dijo. Hemos hecho un largo viaje juntos.

                                                                                                                                Desde luego, dijo ella. Ha sido maravilloso. Oye, mira. Esto no tiene nada que ver. Nadie va a echar de menos a nadie.

                                                                                                                                Ni siquiera teníamos por qué venir, sabes.

                                                                                                                                Y a mí qué me cuentas. No estoy versada en tus obligaciones. Nunca lo estuve. Y ahora me da igual.

                                                                                                                                Sí, claro. Tú siempre pensaste lo peor.

                                                                                                                                Y raras veces me sentí decepcionada.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                No todas las alucinaciones ectromélicas que aparecen en tu tocador el día de tu cumpleaños van a por ti. Nosotros intentábamos aportar un rayito de sol a un mundo turbulento. ¿Eso qué tiene de malo?

                                                                                                                                No es mi cumpleaños. Y creo que los dos sabemos qué clase de ra­yito era ese. Da igual, no conseguirás caerme en gracia, o sea que olvídalo.

                                                                                                                                Gracia es lo que a ti te falta. Estás acabada.

                                                                                                                                Tanto mejor.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                El Chico estaba paseando la mirada por la habitación. Joder, dijo. Qué asco de sitio. ¿Has visto lo que acaba de pasar por el suelo? ¿Es que no nos queda ni pizca de Zyklon B? Tú nunca has sido lo que se dice un ejemplo de pequeña ama de casa, pero creo que aquí te has superado. Antes ni loca habrías permitido que te encontraran muerta en un cuchitril así. ¿Ya te lavas?

                                                                                                                                Eso no es asunto tuyo.

                                                                                                                                Una más en la larga lista de promesas no cumplidas. Vale, pues muy bien. Tú no sabes lo que hay a la vuelta de la esquina, ¿verdad? Y perdona el juego de palabras. ¿Nunca has pensado en tomar los hábitos? Está bien. Pensé que debía preguntártelo.

                                                                                                                                Oye, ¿por qué no hacemos las paces si es que hay que hacerlas y pasamos de lo demás? No empeores las cosas.

                                                                                                                                Sí sí claro claro.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Sabías que esto iba a pasar. A ti te gusta fingir que conozco secretos tuyos.

                                                                                                                                Y conoces algunos, sí. Mierda, qué frío hace aquí dentro. Parece la puta cámara donde guardan la carne. Me llamaste operador espectral.

                                                                                                                                ¿Que yo qué…?

                                                                                                                                Me llamaste operador espectral.

                                                                                                                                ¿Yo? En mi vida te he llamado eso. Es un término matemático.

                                                                                                                                Porque tú lo digas.

                                                                                                                                Búscalo y verás.

                                                                                                                                Siempre dices lo mismo.

                                                                                                                                Y tú no lo haces.

                                                                                                                                Vale, bueno. Es agua pasada.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                ¿Eso es lo que piensas? ¿Qué pasa, tienes miedo de que te pongan mala nota en tu expediente laboral?

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                * Se publica con autorización de Penguin Random House Grupo Editorial. Cormac McCarthy nació en 1933 en Rhode Island, aunque pasó la mayor parte de su niñez cerca de Knoxville, Tennessee, donde se desarrollan sus primerascuatro novelas. En 1965 llamó la atención de la crítica internacional con su trabajo El guardián del vergel, que ganó el premio Faulkner a la primera novela. Más tarde aparecerían La oscuridad exterior, Hijo de Dios y Suttree, ambientadas en un Sur gótico y violento, y que han sido comparadas con la obra de William Faulkner y Flannery O’Connor. En 1981, Cormac McCarthy recibió el premio MacArthur Fellowship, el reputado Genius Grant, y escribió Meridiano de sangre. En 1992 publicó Todos los hermosos caballos,el primer volumen de su trilogía, que cosechó el aplauso de la crítica y un gran número de lectores. Finalmente, el libro fue galardonado con el premio literario más importante de Estados Unidos, el National Book Award. Completan la trilogía En la frontera y Ciudades de la llanura. En 2006 apareció No es país para viejos. Con La carretera, su última novela, ganó el premio Pulitzer en 2007. Cormac McCarthy es también autor de la obra de teatro El Sunset Limited y del guion El consejero.

                                                                                                                                Por Cormac McCarthy * / Especial para El Espectador

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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