El patrimonio cultural afgano: una historia en vilo constante
El país asiático ha sido un punto de encuentro de diferentes culturas y religiones que han dejado sus marcas arqueológicas en el territorio.
Andrea Jaramillo Caro
El Museo Nacional de Afganistán, en Kabul, es el hogar 80.000 artefactos que cuentan aproximadamente 50.000 años de historia y cuya seguridad preocupa a la comunidad internacional debido a la situación que vive el país. La institución creada en 1919 constituye hoy el museo con más artefactos del país y, además de su vasta colección, también tiene una historia marcada por los cambios gubernamentales que ha atravesado la nación en el último siglo. En 1979 el inventario del museo sumaba cerca de 100.000 piezas y debido a los numerosos saqueos ocurridos durante el primer régimen talibán, el 70 % de su colección desapareció al ser vendida en el mercado del arte o destruida.
“La colección del Museo Nacional no solo es la mejor del país, también es importante para la historia del mundo, ya que refleja las interacciones del mundo antiguo”, afirma Mohammad Fahid Rahimi, director del museo. El edificio fue blanco de ataques aéreos en 1993 y tomado como base militar en 1994. Gran parte de la estructura no sobrevivió, incluyendo un mural del siglo IV. Omar Khan Massoudi, exdirector del museo, estimó que el talibán destruyó unas 2.500 obras de arte, incluyendo los Budas de Bamiyan, que fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2003. Cientos de los artefactos robados durante este período fueron encontrados luego en Inglaterra, Japón, Estados Unidos y Alemania.
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El 19 de agosto, la Unesco se pronunció respecto al peligro que enfrenta el patrimonio cultural afgano con la toma del poder por parte del talibán. Audrey Azoulay, directora general de la Unesco, pide “que se preserve en toda su diversidad, respetando plenamente el derecho internacional, y que se tomen todas las precauciones necesarias para proteger ese patrimonio cultural de los daños y los saqueos”.
A esta preocupación se une también el Consejo Internacional de Museos (ICOM por sus siglas en inglés), que en un comunicado de prensa pide a las autoridades que “sigan cumpliendo sus obligaciones internacionales de protección del patrimonio del Estado como parte de la Convención de La Haya de 1954 para la protección de los bienes culturales y sus protocolos, y de la Convención de la Unesco de 1970 sobre las medidas que se deben adoptar para prohibir la importación, exportación y transferencia de propiedades ilícitas de bienes culturales”.
Según un reporte del New York Times, el director del museo se reunió con oficiales del talibán y asignaron a un grupo de hombres armados a la entrada del edificio para prevenir saqueos. “Hemos logrado preservar nuestra colección, durante los últimos días, de varios grupos criminales que han querido saquearla”, mencionó Rahimi en una conversación vía WhatsApp. A pesar de que su preocupación por los empleados del museo y su colección no cesa, esta muestra por parte del régimen se alinea con una declaración hecha en febrero de este año en la que prometieron proteger y preservar artefactos antiguos. El actual director del museo espera que esta promesa se cumpla, “pero esto solo se puede probar con el tiempo. Es difícil de predecir en este momento”.
La recuperación del museo comenzó en 2002. Desde entonces ha sobrellevado un largo proceso de restauración que aún está en desarrollo. “Hemos tenido muchas exhibiciones y recolectado 35.000 objetos, de los cuales 15.000 han sido devueltos por otros países. Activamos nuevos departamentos y elevado nuestras capacidades”, menciona Rahimi sobre el desarrollo del museo. Entre 2007 y 2012, los esfuerzos conjuntos de la Unesco y la Interpol lograron recuperar 8.000 piezas robadas. Dos de las más importantes fueron regresadas a su hogar en 2012 desde Alemania e Inglaterra.
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En 2012, en Múnich, descubrieron una estatua de treinta centímetros tallada en piedra caliza que data del siglo II, en el antiguo reino de Gandhara, y se cree que las ocho figuras mirando hacia la izquierda observaban a Buda en su trono, cuyo regreso a Afganistán fue visto por Massoudi como esperanzador para seguir recuperando piezas. Ese mismo año el Museo Británico devolvió 843 artefactos al museo afgano luego de que las autoridades los recuperaran antes de una posible venta en el mercado negro. Entre los objetos retornados hubo tallas de la edad de bronce, monedas islámicas medievales y los mármoles de Begram, pieza que data del siglo I y representa a Buda. La reconstrucción del museo se completó en 2013 y su colección siguió en expansión hasta abril de este año, cuando Estados Unidos reenvió 33 obras, avaluadas en US$1,8 millones. Los planes de desarrollo de la institución incluyen la construcción de un nuevo edificio que estaba en la etapa de diseño cuando Kabul fue tomada por los talibanes, afirmó Rahimi.
El Museo Nacional de Afganistán no es el único patrimonio cultural que genera preocupación entre la comunidad. El país tiene registrados dos lugares como Patrimonio de la Humanidad ante la Unesco: el Minarete de Jam y el Valle de Bamiyan, inscritos en 2002 y 2003, respectivamente, además de otros cuatro sitios que figuran en la lista tentativa de la división de las Naciones Unidas. En esta lista figuran: Bagh-e Babur, el único jardín sobreviviente del imperio timúrida; la ciudadela histórica de Herat; la ciudad de Balkh, centro espiritual del zoroastrismo, luego del budismo y luego de la religión musulmana en el siglo VIII; y finalmente, el parque nacional Band-e Amir, reconocido por sus formaciones geológicas y lagos.
De estos lugares, el que más ha sufrido es el Valle de Bamiyan. Talladas en los bordes de los acantilados de este valle, dos estatuas de Buda, de 55 y 38 metros de alto, vigilaron el terreno desde el siglo VI hasta marzo de 2001. El 27 de febrero de hace veinte años, el régimen talibán ordenó su completa destrucción, argumentando que eran imágenes blasfemas de ídolos. Luego de repetidos intentos, que se iniciaron el 2 de marzo, por eliminar las estatuas con armas y artillería, lograron su cometido con minas y explosivos. Mizra Hussain fue uno de los hombres obligados a ayudar a los talibanes en lograr su objetivo y en una entrevista con la BBC, en 2015, recordó que cuando terminó la destrucción de los Budas finalmente, luego de 25 días, los combatientes celebraron bailando y haciendo tiros al aire.
Ha habido esfuerzos de reconstrucción de las estatuas. En 2011, la Unesco trabajó con la rama alemana del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (Icomos por sus siglas en inglés) para reforzar la cueva donde se encontraba la estatua. Sin embargo, este trabajo fue detenido por el gobierno afgano cuando en 2013 descubrió que en el sitio habían construido unos pilares que parecían pies, y cualquier intento de reconstrucción sin permiso oficial puede traer como consecuencia la pérdida del reconocimiento de Patrimonio de la Humanidad.
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El Valle de Bamiyan figura en la lista de Patrimonio en Peligro de la Unesco por el frágil estado de conservación en el que se encuentra, riesgo de colapso de las cuevas, excavación ilegal, saqueos y la presencia de minas antipersonales. En un comunicado, emitido en marzo de este año, Ernesto Ottone, subdirector de cultura en la Unesco, afirmó que se han invertido US$27 millones en la conservación y estabilización del sitio y que luego de quince años de trabajo se logró la consolidación de la cueva oriental y, previo a la caída de Kabul, habían comenzado el trabajo por salvaguardar la cueva occidental.
La conservación del patrimonio cultural de Afganistán bajo la situación actual implica un desafío para los profesionales que están en el país y han arriesgado su vida por la seguridad de objetos y lugares históricos. Las alarmas alrededor del mundo ya están encendidas y curadores en el país comparten la opinión de Rahimi con respecto a si el talibán cumplirá su promesa con el patrimonio cultural. Según el director del Museo Nacional de Afganistán, “en este momento es necesario que organizaciones culturales, agencias, gobiernos internacionales e individuos alcen su voz para asegurarse de que el talibán proteja el patrimonio. Además, debería existir una campaña a gran escala para detener el saqueo de antigüedades en Afganistán y su comercio en otros países”.
El Museo Nacional de Afganistán, en Kabul, es el hogar 80.000 artefactos que cuentan aproximadamente 50.000 años de historia y cuya seguridad preocupa a la comunidad internacional debido a la situación que vive el país. La institución creada en 1919 constituye hoy el museo con más artefactos del país y, además de su vasta colección, también tiene una historia marcada por los cambios gubernamentales que ha atravesado la nación en el último siglo. En 1979 el inventario del museo sumaba cerca de 100.000 piezas y debido a los numerosos saqueos ocurridos durante el primer régimen talibán, el 70 % de su colección desapareció al ser vendida en el mercado del arte o destruida.
“La colección del Museo Nacional no solo es la mejor del país, también es importante para la historia del mundo, ya que refleja las interacciones del mundo antiguo”, afirma Mohammad Fahid Rahimi, director del museo. El edificio fue blanco de ataques aéreos en 1993 y tomado como base militar en 1994. Gran parte de la estructura no sobrevivió, incluyendo un mural del siglo IV. Omar Khan Massoudi, exdirector del museo, estimó que el talibán destruyó unas 2.500 obras de arte, incluyendo los Budas de Bamiyan, que fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2003. Cientos de los artefactos robados durante este período fueron encontrados luego en Inglaterra, Japón, Estados Unidos y Alemania.
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El 19 de agosto, la Unesco se pronunció respecto al peligro que enfrenta el patrimonio cultural afgano con la toma del poder por parte del talibán. Audrey Azoulay, directora general de la Unesco, pide “que se preserve en toda su diversidad, respetando plenamente el derecho internacional, y que se tomen todas las precauciones necesarias para proteger ese patrimonio cultural de los daños y los saqueos”.
A esta preocupación se une también el Consejo Internacional de Museos (ICOM por sus siglas en inglés), que en un comunicado de prensa pide a las autoridades que “sigan cumpliendo sus obligaciones internacionales de protección del patrimonio del Estado como parte de la Convención de La Haya de 1954 para la protección de los bienes culturales y sus protocolos, y de la Convención de la Unesco de 1970 sobre las medidas que se deben adoptar para prohibir la importación, exportación y transferencia de propiedades ilícitas de bienes culturales”.
Según un reporte del New York Times, el director del museo se reunió con oficiales del talibán y asignaron a un grupo de hombres armados a la entrada del edificio para prevenir saqueos. “Hemos logrado preservar nuestra colección, durante los últimos días, de varios grupos criminales que han querido saquearla”, mencionó Rahimi en una conversación vía WhatsApp. A pesar de que su preocupación por los empleados del museo y su colección no cesa, esta muestra por parte del régimen se alinea con una declaración hecha en febrero de este año en la que prometieron proteger y preservar artefactos antiguos. El actual director del museo espera que esta promesa se cumpla, “pero esto solo se puede probar con el tiempo. Es difícil de predecir en este momento”.
La recuperación del museo comenzó en 2002. Desde entonces ha sobrellevado un largo proceso de restauración que aún está en desarrollo. “Hemos tenido muchas exhibiciones y recolectado 35.000 objetos, de los cuales 15.000 han sido devueltos por otros países. Activamos nuevos departamentos y elevado nuestras capacidades”, menciona Rahimi sobre el desarrollo del museo. Entre 2007 y 2012, los esfuerzos conjuntos de la Unesco y la Interpol lograron recuperar 8.000 piezas robadas. Dos de las más importantes fueron regresadas a su hogar en 2012 desde Alemania e Inglaterra.
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En 2012, en Múnich, descubrieron una estatua de treinta centímetros tallada en piedra caliza que data del siglo II, en el antiguo reino de Gandhara, y se cree que las ocho figuras mirando hacia la izquierda observaban a Buda en su trono, cuyo regreso a Afganistán fue visto por Massoudi como esperanzador para seguir recuperando piezas. Ese mismo año el Museo Británico devolvió 843 artefactos al museo afgano luego de que las autoridades los recuperaran antes de una posible venta en el mercado negro. Entre los objetos retornados hubo tallas de la edad de bronce, monedas islámicas medievales y los mármoles de Begram, pieza que data del siglo I y representa a Buda. La reconstrucción del museo se completó en 2013 y su colección siguió en expansión hasta abril de este año, cuando Estados Unidos reenvió 33 obras, avaluadas en US$1,8 millones. Los planes de desarrollo de la institución incluyen la construcción de un nuevo edificio que estaba en la etapa de diseño cuando Kabul fue tomada por los talibanes, afirmó Rahimi.
El Museo Nacional de Afganistán no es el único patrimonio cultural que genera preocupación entre la comunidad. El país tiene registrados dos lugares como Patrimonio de la Humanidad ante la Unesco: el Minarete de Jam y el Valle de Bamiyan, inscritos en 2002 y 2003, respectivamente, además de otros cuatro sitios que figuran en la lista tentativa de la división de las Naciones Unidas. En esta lista figuran: Bagh-e Babur, el único jardín sobreviviente del imperio timúrida; la ciudadela histórica de Herat; la ciudad de Balkh, centro espiritual del zoroastrismo, luego del budismo y luego de la religión musulmana en el siglo VIII; y finalmente, el parque nacional Band-e Amir, reconocido por sus formaciones geológicas y lagos.
De estos lugares, el que más ha sufrido es el Valle de Bamiyan. Talladas en los bordes de los acantilados de este valle, dos estatuas de Buda, de 55 y 38 metros de alto, vigilaron el terreno desde el siglo VI hasta marzo de 2001. El 27 de febrero de hace veinte años, el régimen talibán ordenó su completa destrucción, argumentando que eran imágenes blasfemas de ídolos. Luego de repetidos intentos, que se iniciaron el 2 de marzo, por eliminar las estatuas con armas y artillería, lograron su cometido con minas y explosivos. Mizra Hussain fue uno de los hombres obligados a ayudar a los talibanes en lograr su objetivo y en una entrevista con la BBC, en 2015, recordó que cuando terminó la destrucción de los Budas finalmente, luego de 25 días, los combatientes celebraron bailando y haciendo tiros al aire.
Ha habido esfuerzos de reconstrucción de las estatuas. En 2011, la Unesco trabajó con la rama alemana del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (Icomos por sus siglas en inglés) para reforzar la cueva donde se encontraba la estatua. Sin embargo, este trabajo fue detenido por el gobierno afgano cuando en 2013 descubrió que en el sitio habían construido unos pilares que parecían pies, y cualquier intento de reconstrucción sin permiso oficial puede traer como consecuencia la pérdida del reconocimiento de Patrimonio de la Humanidad.
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El Valle de Bamiyan figura en la lista de Patrimonio en Peligro de la Unesco por el frágil estado de conservación en el que se encuentra, riesgo de colapso de las cuevas, excavación ilegal, saqueos y la presencia de minas antipersonales. En un comunicado, emitido en marzo de este año, Ernesto Ottone, subdirector de cultura en la Unesco, afirmó que se han invertido US$27 millones en la conservación y estabilización del sitio y que luego de quince años de trabajo se logró la consolidación de la cueva oriental y, previo a la caída de Kabul, habían comenzado el trabajo por salvaguardar la cueva occidental.
La conservación del patrimonio cultural de Afganistán bajo la situación actual implica un desafío para los profesionales que están en el país y han arriesgado su vida por la seguridad de objetos y lugares históricos. Las alarmas alrededor del mundo ya están encendidas y curadores en el país comparten la opinión de Rahimi con respecto a si el talibán cumplirá su promesa con el patrimonio cultural. Según el director del Museo Nacional de Afganistán, “en este momento es necesario que organizaciones culturales, agencias, gobiernos internacionales e individuos alcen su voz para asegurarse de que el talibán proteja el patrimonio. Además, debería existir una campaña a gran escala para detener el saqueo de antigüedades en Afganistán y su comercio en otros países”.