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Pescar tal vez sea conservar la esperanza viva al tiempo que se desea atrapar lo esquivo. Las historias que se pasean por la mente, el silencio y la soledad son imprescindibles: fortifican la sobriedad.
Paciencia, paciencia. Admirable paciencia. El pescador a veces deja que se desborden sus monólogos cotidianos. Quizá sus nostalgias harán que se olvide por un rato del ruido de la rutina. O quizá deje sus penas secándose al sol. De pronto sus alegrías bailen con el paisaje.
La red no solo recoge pescados, también comprende los silencios y monólogos del pescador. Suspendida en el aire, es más imponente que el hombre, pero es su cómplice, su honesta compañera.
La espera trae agotamiento y ganas de regresar a casa, al pueblo, para cocinar o vender el fruto de las largas horas en que los ojos se aferraron al agua.
Cuando la faena no es provechosa, el pescador regresa a la orilla diciendo “Traje cansancio”.