La exposición establece un vínculo inédito entre el realismo mágico y los Juegos Olímpicos, destacando la conexión entre la imaginación y el espíritu de superación.
Foto: Diego Ballestas
Gracias a las obras de arte, hoy en día es posible enterarse de las vivencias del pasado: la forma en la que la gente pensaba, los temores que tenían o las cosas que adoraban. También se puede recrear la memoria visual de la geografía o arquitectura de algunos lugares que ya no existen. El arte ayuda a recordar. Una suerte de sueño inconsciente que recreamos a la hora de contemplar lo que otros, ciudadanos de su tiempo, nos legaron.
Por Jorge Danilo Bravo Reina
Comunicador con formación humana dirigida al trabajo con comunidades. Interesado por la investigación del sector cultural y la fotografía digital y análoga.jbravo@elespectador.com