El rinoceronte de Durero y el poder de la imprenta (El teatro de la historia)
Sin haber visto nunca un rinoceronte, Alberto Durero elaboró un detallado grabado del curioso animal y, gracias al poder multiplicador de la imprenta, su imagen circuló dentro y fuera de Europa.
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Alberto Durero, con razón, merece un lugar destacado en la historia del arte por su talento para representar con asombrosa fidelidad la naturaleza. Sus grabados, pinturas, retratos y autorretratos dan la sensación de una copia fiel del mundo natural fruto de lo que nos sugiere una experiencia directa del artista con sus modelos. Acuarelas como la Liebre, la Gran hierba o el Ala de una carraca son deliberadas expresiones del virtuosismo y delicado oficio que dan la sensación al observador de estar en el campo frente a un trozo de hierba o al lado de una liebre real.
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A pesar de que es evidente, sobre todo hoy, la versión del rinoceronte de Durero tiene una alta dosis de interpretación e imaginación. Como sus otras pinturas de la naturaleza, es un grabado de manufactura detallada y de cierta manera realista. El rinoceronte hace evidentes el virtuosismo y las habilidades técnicas del artista, y cada una de sus partes está hecha con tal esmero y detalle, que dan al grabado la apariencia de ser una copia directa de la naturaleza, como si el animal hubiera posado frente al artista.
El rinoceronte real que motivó esta pintura fue conocido como “Ganda” (rinoceronte en la lengua guyaratí del oeste de India), el cual se hizo célebre dentro y fuera de Europa gracias al talento de Durero y la magia de la imprenta moderna de producir numerosas copias idénticas de textos o grabados. A pesar de que el artista nunca vio de forma directa un rinoceronte, y que realizó una representación a partir de las descripciones, testimonios, rumores y algunos esbozos de otros testigos, su grabado hecho en 1515 se convirtió en la imagen que muchos europeos tuvieron del animal por siglos.
Aunque ha sido narrada muchas veces, la historia de “Ganda” no deja de ser entretenida y nos deja lecciones sobre el papel de las artes visuales en el mundo de la historia natural y de la ciencia en general. Las naves que llegaban con cierta regularidad a Lisboa desde India traían valiosos, vistosos y aromáticos cargamentos de objetos orientales, tejidos de vivos colores y especias como canela, mirto o té. Pero esta vez la nave Nostra Senhora da Ajuda arribó en 1515 al puerto de Lisboa con una mercancía extraordinaria: un robusto animal del tamaño de un elefante de patas cortas, cubierto con una corteza como de tortuga, con un gran cuerno en la nariz y un hedor que seguramente contrastaba con el aroma de las especias. La criatura viajó medio mundo, siendo un suntuoso presente que pasó de mano en mano: del sultán Muzaffar II al gobernador portugués en India, Alfonso de Albuquerque, quien a su vez lo remitió al rey Don Manuel de Portugal. El animal desembarcó al pie de la Torre de Belém, todavía en construcción en 1515, y el acontecimiento se recuerda aún hoy en día con una gárgola en forma de rinoceronte que decora la emblemática edificación lusitana. En la capital portuguesa vivió una temporada en el zoológico del palacio de Ribeira, donde se convirtió en una celebridad visitada por curiosos y viajeros. Incluso se organizaron espectáculos en los cuales se quiso exhibir y corroborar las tesis de Plinio sobre la rivalidad natural entre rinocerontes y elefantes. Pero la historia y los periplos de “Ganda” no terminan en Lisboa, el rey Manuel quiso honrar al papa León X con un especial regalo y decidió embarcar hacia Roma la fantástica criatura vestida de gala con adornos que seguramente aportaron más al aturdimiento que a la vanidad del ya muy trajinado animal. En una escala que hizo el barco en una isla cerca de Marsella, “Ganda” fue visitado por el rey de Francia, Francisco I, y tuvo la mala fortuna de que en su última travesía hacia Roma, en las tranquilas aguas del Mediterráneo, la nave y su famoso pasajero naufragaron en la costa italiana. Nunca llegó a Roma, pero su triste destino contribuyó a su transformación como una celebridad impresa.
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El rinoceronte ya era conspicuo en la literatura europea medieval. Plinio se había referido a este animal y se le atribuían algunas propiedades medicinales. Su fama en el Renacimiento no se debía solo a su tamaño, su fuerza o las supuestas virtudes curativas de su cuerno, ni tampoco a sus periplos reales, sino en buena medida a su imagen grabada por Alberto Durero. Un animal apenas conocido para los europeos se convirtió en un referente destacado en el mundo de la historia natural. En 1544 apareció en la Cosmografía de Sebastian Münster y en la Historiae animalium de Conrad Gessner de 1551, dos obras de amplia difusión en Europa. Copias similares se encuentran impresas a lo largo del siglo XVI y podemos decir que el rinoceronte de Durero se convirtió en el único rinoceronte de un público creciente. Con repetidas ediciones y espléndidas ventas, su fama no se limitó al Viejo Continente: “Ganda” viajó medio mundo y cruzó grandes océanos, pero aún más lejos llegaron las diversas copias de su imagen. Como ejemplo cercano a nuestros lectores, actualmente podemos ver imágenes de rinocerontes similares en pinturas murales de la ciudad de Tunja.
Este es un claro ejemplo del impacto de las nuevas técnicas de representación e impresión y su capacidad de multiplicar y difundir imágenes idénticas de los objetos de la naturaleza. Ello ocurrió, por supuesto, en el contexto de una demanda creciente por el arte sobre el mundo natural de lugares remotos.
Como ya lo hemos señalado en otras entregas de El teatro de la historia, el arte y la ciencia en el Renacimiento tuvieron fronteras difusas, en parte porque el realismo y la fidelidad en la representación visual fueron propósitos comunes a la historia natural, la anatomía, la pintura y el grabado.
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La imprenta moderna tuvo un impacto profundo tanto sobre el mundo del arte como del conocimiento, algunos incluso han argumentado que la ciencia moderna es una directa consecuencia de los nuevos medios de comunicación que permitieron la amplia difusión de información estandarizada. Sin ignorar las obvias y enormes diferencias, la revolución digital de nuestros días y la llegada de internet nos enfrenta con posibilidades y riesgos no tan distintos a los que vivió Europa en tiempos de Gutenberg sobre la abundancia de información y la validez de esta.
*Profesor titular del Departamento de Historia y Geografía de la Universidad de los Andes.
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