El río de la memoria, el remedio contra el olvido
La Biblioteca Nacional de Colombia inauguró la exposición “Arturo Alape. El río de la memoria” el pasado 19 de junio. Una muestra que celebra al intelectual caleño, destacado por su papel como militante guerrillero, artista e investigador. Se ofrece un acceso a su archivo de manuscritos, correspondencia y su obra pictórica, junto con audios y entrevistas que evidencian las luchas sociales y políticas del siglo XX en Colombia y América Latina.
Jorge Danilo Bravo Reina
El hombre detrás de la memoria
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El hombre detrás de la memoria
Escritor, pintor, revolucionario... no se dejaba encasillar en una sola etiqueta, pues saltaba de una cosa a la otra, siempre inquieto. Carlos Arturo Ruiz nació hace casi cien años en Cali. De origen humilde y de formación empírica, dedicó su vida a navegar por las venas de un país que tiene una memoria borrosa y que tiende a olvidar. Es recordado por su labor investigativa que dejó a manera de textos, donde excavó en los testimonios de aquellos que vivieron el conflicto armado en primera persona y con cuyos recuerdos era posible reconstruir la historia de una Colombia fragmentada.
Su oficio siempre fue empírico, por eso mismo su capacidad de narrar fue tan orgánica. Desde su labor como cronista hizo aportes a diversos medios de comunicación y escribió varios textos para El Espectador. Las descripciones eran sencillas, pero detalladas, tanto que se podía crear una imagen mental de la escena que estaba escrita en pocas palabras. Hablaba de temas polémicos, de sangre, de muertos, de injusticia, pero lo hacía con picardía. Su voz era fluida: había escuchado muchos testimonios y no los contaba, los narraba. Parecía saber bien lo que quería transmitir.
Durante los años 50, Alape estudió pintura gracias a una beca en el Instituto Popular de Cultura de Cali, donde, gracias a unos compañeros, supo del comunismo. Sin embargo, para inicios de los años 60 decidió dejar las artes para convertirse en dirigente de la Juventud Comunista Colombiana (JUCO). A propósito de este nuevo camino, viajó a la Unión Soviética para estudiar. A su regreso a Colombia y a la cabeza del periódico comunista, empezó su interés en la escritura.
Después de un periodo vinculado con la guerrilla de las FARC, Alape sintió la urgencia de contar las vivencias y realidades que había presenciado en el campo. A finales de la década de 1960, se dedicó a los clásicos de la literatura del Boom latinoamericano, lo que representó un nuevo cambio en su vida.
Decidió dejar la política por la literatura. Se dedicó a una tarea sencilla: abrir los oídos para las historias de las personas, lo cotidiano, lo que se da por hecho, pero no se cuenta. Empezó a “escuchar ese transcurrir de la memoria”, y posteriormente, de forma muy intuitiva, nació en él una necesidad de escribir. Por su militancia política, tuvo que resguardarse de manera clandestina. Durante ese encierro, Alape ocupó su tiempo a una prolífica escritura que cada vez le fluyó más como el agua, como el río.
Su búsqueda lo llevó a reconstruir hechos importantes en Colombia, donde según él “la historia individual estaba entrelazada con la colectiva”. Su metodología, inicialmente, fue criticada por los académicos más puritanos, pero hoy en día, su legado es una pieza fundamental para comprender las formas de reconstrucción histórica y existen ejemplos donde los testimonios tienen un efecto social y político, como es el caso de la Comisión de la Verdad y el Centro Nacional de Memoria.
De la metáfora a la materia: río de memoria
En sus años de trabajo en campo, Alape recogió archivos con testimonios, entrevistas, fotografías, audios y correspondencia personal. Tiempo después, ese material pasó por un proceso de organización y clasificación que se extendió desde 2015 hasta 2018, cuando se hizo una donación del archivo a la Biblioteca Nacional. Este trabajo lo realizó el historiador Oscar Iván Calvo de la Universidad Nacional.
El pasado 19 de junio abrió la exposición “Arturo Alape. El río de la memoria”, un recorrido histórico, social, artístico y político por la vida y obra de “uno de los principales intelectuales de izquierda del país en el siglo XX”. Estará abierta hasta septiembre y en ella es posible reconstruir los viajes y encuentros que tuvo Alape con las historias de muchos colombianos durante su vida.
Para el historiador y cineasta Manuel Ruiz, hijo de Alape, la motivación detrás de la donación del archivo fue tanto académica como personal: “Como hijo y también como alguien preocupado por el futuro de Colombia, entendí el valor del trabajo de investigación de mi padre”. Según Ruiz, su legado encuentra su espacio en el contexto moderno, donde cobra relevancia la importancia de contar historias que logren conectar y emocionar al lector. “Con esta exposición también se pretende honrar su memoria y seguir el camino que él trazó”.
Para la construcción de la muestra se tuvo en cuenta una visión que reflejara la versatilidad y el impacto de su obra como creador e investigador. La curaduría estuvo a cargo de Natalia Tejada y Óscar Iván Calvo, quienes se enfocaron en mostrar documentos, testimonios y las diversas formas en las que Alape abordó temas sociopolíticos y culturales.
“La organización de los archivos para la exposición fue un desafío debido a la diversidad y cantidad de materiales disponibles”, dijo Tejada, quien tiene experiencia con proyectos expositivos relacionados con la historia del conflicto armado en Colombia. Se organizaron más de 2000 archivos que incluyen transcripciones de entrevistas y reflexiones metodológicas. Por otro lado, hay una extensa correspondencia que revela aspectos íntimos de su vida personal, como cartas de familiares y amigos, así como fotos que capturan sus viajes e investigaciones, junto con muestras de su obra pictórica.
La curaduría de la exposición se centró en destacar tres aspectos fundamentales del legado de Alape. En primer lugar, se exploró su legado metodológico e histórico mediante archivos académicos. En segundo lugar, se abordó su faceta creativa y literaria por medio de sus exploraciones artísticas y su producción literaria, que abarca desde novelas hasta guiones teatrales y crónicas. Finalmente, se resaltó su legado político, que incluye investigaciones sobre eventos clave como el rigen de las guerrillas y el Bogotazo, contextualizados con materiales de archivos externos como fotos de periódicos y revistas de la época.
Alape recurrió frecuentemente a metáforas en su obra para explorar temas complejos y sensibles. Por ejemplo, habló del “río de los rumores” y “la cofradía de las memorias” para revelar historias silenciadas. En la exposición, estas metáforas se tomaron para diseñar un ambiente que evoca un curso de río, invitando a los visitantes a explorar los archivos como si estuvieran siguiendo las ondas del agua. Los muros están decorados con brochazos que reflejan la “intensidad y la libertad de su obra pictórica”. Además, se instalaron campanas donde se pueden escuchar voces como susurros, evocando los rumores que tanto inspiraron al autor.
La museografía fue diseñada por Antonio Yemail en colaboración con la diseñadora Camila Cardeñosa, quienes se encargaron de la presentación visual y estética de la exposición. El objetivo fue crear un espacio que transmitiera la profundidad y el alcance del trabajo de Alape como artista. También rinde homenaje a la capacidad del autor para reflexionar sobre la historia a través de diversas formas de expresión.
Un archivo al servicio de la memoria
El archivo del Fondo Arturo Alape está abierto al público en general. Es una colección variada que incluye documentos sobre eventos históricos como el Bogotazo, la biografía de Marulanda y los manuscritos del diario de El cadáver insepulto, su última novela. Además, contiene correspondencia privada, tres mil fotografías históricas y cuatrocientos casetes de audio que Alape utilizó en sus entrevistas e investigaciones sobre las guerrillas desde los años 50. Este archivo es fundamental para investigadores interesados en la historia política del siglo XX en Colombia.
Para Manuel Ruiz, en su revisión previa del archivo, lo que más le impactó fue la correspondencia de su padre, donde expresaba sus pensamientos más profundos y personales: “Me permitió conocerlo no solo como un académico y escritor, sino también como un ser humano apasionado y comprometido con su trabajo y su país”.
Leer la obra de Alape es sumergirse en una versión del país narrada desde las perspectivas más íntimas y personales, conformando así una memoria colectiva que enriquece y alimenta el debate sobre este presente y el futuro como nación. En el contexto actual, donde la verdad histórica y la reconciliación son fundamentales para avanzar hacia una paz duradera y una sociedad más justa, rescatar y estudiar el legado del autor caleño cobra una relevancia especial: la memoria como remedio para la construcción de nuevas posibilidades sociales y para las generaciones futuras.