El secreto en la magia de Oz
El clásico de la literatura de L. Frank Baum lleva consigo un mensaje más allá de ser una fábula infantil. Invita a los lectores a buscar dentro de sí mismos la fuerza interior ante cada adversidad.
Jefferson Echeverría
Empecemos por decir que la novela de L. Frank Baum, El maravilloso mago de Oz, puede gozar de toda clase de prestigio, menos que su mensaje solamente transmite una fábula trillada de esas que suelen reflejar una enseñanza ejemplar.
Sí, puede que en su ambiente fantástico se interpongan lugares colmados de una rareza propia de un mundo inventado que, ante los ojos de nuestra realidad, resulta imposible creer. También se entiende que, dentro de cualquier escenario ficcional, resulta imposible dudar de la valentía de un león, o de la astucia de un espantapájaros al ahuyentar la amenaza de las aves en un cultivo, o de la sensibilidad que cualquier leñador puede inspirar si todavía conserva su corazón. Pero no olvidemos que en la literatura muchas veces se permiten ciertos conjuros para aludir en símbolos aquello que en un relato común parece evidente, y es ahí donde podemos descubrir que la riqueza humana de una novela tan próspera y ligera como la de Baum es capaz de abordar todas las virtudes ocultas en cada mensaje y así enseñarnos hasta dónde podemos llegar si vencemos nuestros límites.
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Antes de revelar la verdadera magia que concentra esta obra, hablemos de cuál es el origen de su grandeza. Dorothy, una niña que vive con sus tíos en un rancho ubicado en Kansas, es arrastrada por un ciclón junto con su leal amigo Toto. Ante la conmoción, los familiares de la niña, los habitantes del pueblo y, -¿por qué no?-, hasta los lectores más incrédulos, asumen incrédulos el imposible retorno al saber los estragos terribles que ha causado la furia imparable del ciclón.
Sin embargo, la magia narrativa, esa misma que siempre ha quebrantado las barreras de la desesperanza, protege de manera increíble el bienestar de estas dos almas puras y, posteriormente, los sitúa en un accidental heroísmo. Sujetos a la complicidad de lo inesperado, Dorothy y su amigo de cuatro patas, tras un largo y complicado sueño, despiertan aún sin saber si la catástrofe ha sido producto de una terrible pesadilla. Aunque se hallan en el calor del mismo hogar, el panorama exterior les produce una extraña sensación. La absoluta paz que solo los lugares lejanos suelen acoger a los espíritus nobles, aparece con una luz refulgente que los inunda de vagos presentimientos. Apenas salen del hogar, el mundo extraño y azulino se ofrece ante sus ojos como un espejismo abrumador.
Los habitantes que surgen al instante, diminutos, con expresiones entre perplejas y eufóricas, no se comparan con los vecinos de su pueblo azotado por la sequía. Prontamente la preocupada Dorothy y el ingenuo Toto se ven confusos y envueltos en una grave encrucijada. Deben buscar cuanto antes la manera de regresar a Kansas y reencontrarse con su familia que, aunque sumida en la pobreza, no quieren abandonarla en medio de una profunda angustia. Por esta razón, los seres extraños les manifiestan la única solución infalible: llegar a la Ciudad Esmeralda, donde gobierna un hombre poderoso, cuyas cualidades excepcionales ha ensanchado un prestigio incuestionable en todos los confines de aquel universo, y seguramente no le será nada difícil ingeniar un conjuro mágico para regresarlos en un santiamén a su lugar de origen. Dicho hombre, tal como lo cuentan los habitantes de todos los reinos, tiene un poder tan grande como su misteriosa apariencia. Se trata nada menos que del temible Mago de Oz, y para llegar a ese lugar primero deben superar múltiples peligros.
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Los seres extraños de aquel lugar quieren recompensar a los dos aventureros como un gesto de gratitud por el accidental heroísmo ocasionado por su casa, por eso, entre comidas y agasajos, tanto Dorothy como Toto descansan con la incertidumbre de saber a qué se enfrentarán cuando emprendan la marcha.
Durante su recorrido, los valientes aventureros empiezan a conocer valiosos seres que luego se convertirán en sus nuevos amigos. El primero de ellos, el Espantapájaros, quien es rescatado por la misma Dorothy, sufre un problema muy grave que siempre lo ha agolpado en su corta existencia: no tiene un cerebro y por eso no se considera lo suficientemente listo como para pensar de manera razonable ante los problemas más sencillos de la vida. El segundo encuentro, tras una situación de peligro, es con el Leñador de Hojalata, un hombre hechizado por una bruja malvada quien padece de una rara enfermedad de melancolía y, ante su carencia de sentimientos, no le pide otra cosa a la vida más que un corazón para sentir de nuevo las emociones de antaño y despertar los impulsos comunes conjugados por la emoción, la euforia, el llanto o el deseo. Finalmente, en medio de una confrontación estrepitosa con Toto, se une a la pandilla de aventureros el León Cobarde. A pesar de su alta presencia y robusta apariencia, en el fondo reconoce su falta de valentía y, ante las creencias más remotas, esta condición es imperdonable para alguien que se considera el rey de la selva; por lo tanto, para evitar dicha vergüenza, su deseo más ferviente es recuperar el valor que siempre se ha creado hacia él por tradición.
Como podemos ver, cada personaje tiene una necesidad particular que bien puede relacionarse con una utopía distinta al momento de representarla mediante ese deseo íntimo de llegar a la presencia sagrada del Mago de Oz y creer fervientemente en su magia infinita. Los sucesos que aparecen de manera imprevista ponen en riesgo esos sueños y por momentos parece que se perciben lejanos en medio de tantas penurias.
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Lo que los lectores deberán preguntarse al momento de recorrer cada peripecia presente en nuestros nobles aventureros es si vale la pena luchar por esos anhelos íntimos y aparentemente abstractos ante los múltiples peligros que están al acecho. Porque no es fácil seguir adelante, sobre todo cuando los hechizos propiciados por brujas crueles, las calamidades interponiéndose constantemente en el camino y la muerte intentando doblegar a los tres seres que no son inmortales y desamparar a las otras dos almas eternas, pero sin facultades excepcionales, por momentos trata de disminuir el impulso inicial en sus espíritus llenos de nobleza.
Aun así, el verdadero secreto que esconde esta historia va más allá de un truco mágico, que tiene que ver con el reconocimiento interior de sentirnos capaces de adquirir nuevas habilidades cuando nos enfrentamos a tiempos difíciles. En esta etapa única nuestros espíritus suelen acoger fuerzas donde muchas veces parecen extintas y la osadía de superar las barreras del horror suelen derrumbar a los demonios de la desconfianza, cuyas voces inquietantes están siempre reduciéndonos y subestimando nuestro conjuro interior por encontrar el verdadero camino a esa Ciudad Esmeralda y de esta forma renacer en medio de nuestras ruinas.
Con la traducción de Carolina Abello Onofre e ilustraciones de Mónica Peña Herrera, las letras doradas que decoran esta edición hecha por Panamericana Editorial, la obra El maravilloso mago de Oz nos revela la magia que se esconde dentro de las virtudes más profundas justo cuando aparecen momentos confusos e inesperados.
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Empecemos por decir que la novela de L. Frank Baum, El maravilloso mago de Oz, puede gozar de toda clase de prestigio, menos que su mensaje solamente transmite una fábula trillada de esas que suelen reflejar una enseñanza ejemplar.
Sí, puede que en su ambiente fantástico se interpongan lugares colmados de una rareza propia de un mundo inventado que, ante los ojos de nuestra realidad, resulta imposible creer. También se entiende que, dentro de cualquier escenario ficcional, resulta imposible dudar de la valentía de un león, o de la astucia de un espantapájaros al ahuyentar la amenaza de las aves en un cultivo, o de la sensibilidad que cualquier leñador puede inspirar si todavía conserva su corazón. Pero no olvidemos que en la literatura muchas veces se permiten ciertos conjuros para aludir en símbolos aquello que en un relato común parece evidente, y es ahí donde podemos descubrir que la riqueza humana de una novela tan próspera y ligera como la de Baum es capaz de abordar todas las virtudes ocultas en cada mensaje y así enseñarnos hasta dónde podemos llegar si vencemos nuestros límites.
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Sin embargo, la magia narrativa, esa misma que siempre ha quebrantado las barreras de la desesperanza, protege de manera increíble el bienestar de estas dos almas puras y, posteriormente, los sitúa en un accidental heroísmo. Sujetos a la complicidad de lo inesperado, Dorothy y su amigo de cuatro patas, tras un largo y complicado sueño, despiertan aún sin saber si la catástrofe ha sido producto de una terrible pesadilla. Aunque se hallan en el calor del mismo hogar, el panorama exterior les produce una extraña sensación. La absoluta paz que solo los lugares lejanos suelen acoger a los espíritus nobles, aparece con una luz refulgente que los inunda de vagos presentimientos. Apenas salen del hogar, el mundo extraño y azulino se ofrece ante sus ojos como un espejismo abrumador.
Los habitantes que surgen al instante, diminutos, con expresiones entre perplejas y eufóricas, no se comparan con los vecinos de su pueblo azotado por la sequía. Prontamente la preocupada Dorothy y el ingenuo Toto se ven confusos y envueltos en una grave encrucijada. Deben buscar cuanto antes la manera de regresar a Kansas y reencontrarse con su familia que, aunque sumida en la pobreza, no quieren abandonarla en medio de una profunda angustia. Por esta razón, los seres extraños les manifiestan la única solución infalible: llegar a la Ciudad Esmeralda, donde gobierna un hombre poderoso, cuyas cualidades excepcionales ha ensanchado un prestigio incuestionable en todos los confines de aquel universo, y seguramente no le será nada difícil ingeniar un conjuro mágico para regresarlos en un santiamén a su lugar de origen. Dicho hombre, tal como lo cuentan los habitantes de todos los reinos, tiene un poder tan grande como su misteriosa apariencia. Se trata nada menos que del temible Mago de Oz, y para llegar a ese lugar primero deben superar múltiples peligros.
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Durante su recorrido, los valientes aventureros empiezan a conocer valiosos seres que luego se convertirán en sus nuevos amigos. El primero de ellos, el Espantapájaros, quien es rescatado por la misma Dorothy, sufre un problema muy grave que siempre lo ha agolpado en su corta existencia: no tiene un cerebro y por eso no se considera lo suficientemente listo como para pensar de manera razonable ante los problemas más sencillos de la vida. El segundo encuentro, tras una situación de peligro, es con el Leñador de Hojalata, un hombre hechizado por una bruja malvada quien padece de una rara enfermedad de melancolía y, ante su carencia de sentimientos, no le pide otra cosa a la vida más que un corazón para sentir de nuevo las emociones de antaño y despertar los impulsos comunes conjugados por la emoción, la euforia, el llanto o el deseo. Finalmente, en medio de una confrontación estrepitosa con Toto, se une a la pandilla de aventureros el León Cobarde. A pesar de su alta presencia y robusta apariencia, en el fondo reconoce su falta de valentía y, ante las creencias más remotas, esta condición es imperdonable para alguien que se considera el rey de la selva; por lo tanto, para evitar dicha vergüenza, su deseo más ferviente es recuperar el valor que siempre se ha creado hacia él por tradición.
Como podemos ver, cada personaje tiene una necesidad particular que bien puede relacionarse con una utopía distinta al momento de representarla mediante ese deseo íntimo de llegar a la presencia sagrada del Mago de Oz y creer fervientemente en su magia infinita. Los sucesos que aparecen de manera imprevista ponen en riesgo esos sueños y por momentos parece que se perciben lejanos en medio de tantas penurias.
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Lo que los lectores deberán preguntarse al momento de recorrer cada peripecia presente en nuestros nobles aventureros es si vale la pena luchar por esos anhelos íntimos y aparentemente abstractos ante los múltiples peligros que están al acecho. Porque no es fácil seguir adelante, sobre todo cuando los hechizos propiciados por brujas crueles, las calamidades interponiéndose constantemente en el camino y la muerte intentando doblegar a los tres seres que no son inmortales y desamparar a las otras dos almas eternas, pero sin facultades excepcionales, por momentos trata de disminuir el impulso inicial en sus espíritus llenos de nobleza.
Aun así, el verdadero secreto que esconde esta historia va más allá de un truco mágico, que tiene que ver con el reconocimiento interior de sentirnos capaces de adquirir nuevas habilidades cuando nos enfrentamos a tiempos difíciles. En esta etapa única nuestros espíritus suelen acoger fuerzas donde muchas veces parecen extintas y la osadía de superar las barreras del horror suelen derrumbar a los demonios de la desconfianza, cuyas voces inquietantes están siempre reduciéndonos y subestimando nuestro conjuro interior por encontrar el verdadero camino a esa Ciudad Esmeralda y de esta forma renacer en medio de nuestras ruinas.
Con la traducción de Carolina Abello Onofre e ilustraciones de Mónica Peña Herrera, las letras doradas que decoran esta edición hecha por Panamericana Editorial, la obra El maravilloso mago de Oz nos revela la magia que se esconde dentro de las virtudes más profundas justo cuando aparecen momentos confusos e inesperados.
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