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Las letras no solo acompañaron a Maya Angelou a lo largo de su vida, porque a pesar de haber escrito diversos libros de poesía y siete autobiografías -”I know Why the Caged Bird Sings” la primera de ellas y en donde llegó a abordar temas relacionados con la segregación racial que presenció durante su infancia y adolescencia-, también se desempeñó en diferentes oficios y áreas; exploró la actuación, el canto, el baile, la cocina, y hasta ejerció como periodista en dos países africanos, Egipto y Ghana, durante la descolonización del continente.
Se interesó por un movimiento pacífico que abogaba una causa: que a los afroamericanos se les concedieran un acceso pleno y real de sus derechos civiles, y alcanzaran un trato igualitario y justo ante la ley. Ese mismo movimiento que es recordado por actos simbólicos, pero que llegaron a repercutir en la sociedad estadounidense de mediados de la década de los cincuenta hasta finales de los sesenta. Aquel que inició por una conducta que se oponía a la ley de ese momento. Una mujer “negra” llamada Rosa Parks se negó a levantarse de su asiento en el autobús y cedérselo a un hombre “blanco”. Tras aquel incidente fue arrestada y sentenciada porque por esos tiempos hasta en el transporte público el color de piel era determinante. Ese suceso despertó la indignación en la comunidad afroamericana, quienes reaccionaron armando un boicot en los autobuses como una forma de protestar por lo acontecido, pero sobre todo para pedir la abolición de la ley de segregación racial en Montgomery, Alabama. Luego de 381 días lograron su objetivo.
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De ese movimiento también hizo parte aquel que más tarde moriría por alcanzar un sueño: un mundo en donde ser “negro” o “blanco” no marcara la diferencia; en donde sin importar el color de piel todos tuvieran los mismos derechos, pero, en particular, una sociedad en donde ambos pudieran coexistir pacíficamente; por algo el 28 de agosto de 1963, en el Monumento a Lincoln, Martin Luther King lo proclamó como un sueño. Maya Angelou se hizo muy cercana a él y de paso a Malcolm X, otro activista por lo derechos civiles.
Angelou nació bajo el seno de un hogar que unos años después se fracturó. A sus tres años sus padres se separaron y terminó emprendiendo un viaje en tren junto a su hermano mayor, Bailey J, con rumbo a la casa de su abuela paterna; Annie Henderson, a quien ella solía llamarla Momma, y a quien le guardaba un profundo afecto. Pero los momentos de “felicidad” se fueron convirtiendo en amargos recuerdos. Cuatro años después el padre de Angelou se presentó en aquella casa y se la llevó a ella y a su hermano a vivir con su madre. En ese nuevo hogar ocurriría un suceso que la dejaría literalmente sin habla durante cinco años. El novio de su madre abusó de ella; en ese entonces Angelou apenas tenía ocho años. En su primer libro autobiográfico describió aquel momento que la dejó muda por un tiempo “Creí que mi voz lo había matado; yo maté a ese hombre, porque dije su nombre. Y después pensé que nunca volvería a hablar, porque mi voz podría matar a cualquiera...”.
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Pero su sufrimiento la llevó a interesarse por la literatura y a desarrollar una mayor sensibilidad por lo que veía a su alrededor, a emprender una lucha que defendió a lo largo de vida; porque quizá ella más que cualquiera entendía que había cosas absurdas que acontecían a diario, pero que eran necesario cambiarlas, o al menos intentarlo.
Y entonces el dolor que sentía lo regaló al mundo. Con diecisiete años asistió a la Escuela de Labor Social de California, en donde se desempeñó, entre otras cosas como conductora de tranvía, logrando convertirse en la primera mujer negra en desempeñar esa labor en San Francisco. Y luego en 1950, ya con un hijo y un matrimonio “fracasado”, conoció al novelista James Baldwin, el responsable de haberla encaminado hacía la defensa de los derechos civiles. A mediados de los años sesenta emprendió la tarea de contar su vida con su propio puño y letra. En su última autobiografía- la séptima- titulada “Mom & Me & Mom” se centró en la relación con su madre. Quiso escribir más sobre ella- tal vez porque quería dejar sus memorias al mundo y porque aquello era casi como una terapia- pero no pudo porque el 28 de mayo de 2014 todo acabó. Falleció.
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Cuatro años antes, en 2010, había donado 340 cajas con las notas escritas que empleó para su primera autobiografía, así como su correspondencia personal, profesional y aquella que provenía de sus fans, al Centro Schomburg para la Investigación de la Cultura Negra en Harlem. Y a pesar de que lleva casi ocho años ausente, gracias a aquel lugar y a sus libros sus memorias permanecen intactas.