“El teatro clásico siempre ha hecho una radiografía certera de su momento”
En la producción “Hamlet”, del Teatro Libre, Diego Barragán, además de encarnar al personaje principal, también fue el encargado de adaptar el texto original para esta versión que se presentará hasta el 25 de febrero.
Andrea Jaramillo Caro
Esta es una adaptación de la obra de Shakespeare, ¿por qué es importante hacer estas reescrituras?
Creo que hay algo importante con el problema de los clásicos en Colombia y es que muchas veces son traducidos por españoles, mexicanos o argentinos. Muchas veces, además, son traducciones demasiado literales y resulta que al traducir a Shakespeare de ese inglés tan antiguo al español que hablamos aquí diariamente algo se pierde. Las versiones, que fue lo que hice con el texto de “Hamlet”, sirven para que el público no sienta que tiene que esforzarse demasiado en entender. Lo que he hecho con las versiones de “Romeo y Julieta”, “Hamlet” y otras obras que he trabajado de Shakespeare para la escuela del Teatro Libre, es hacer que la obra le hable al espectador de aquí, con sus palabras, sin complejizar las imágenes que usa Shakespeare, simplificando todo. No se trata de hacerlo escueto y sin la poesía con la que Shakespeare siempre juega en sus textos, sino que se trata de hacerlo más cercano, menos literario, menos retórico, más entendible para el público en una sola oída.
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Para usted, ¿qué representan los clásicos y qué nos pueden decir en la actualidad?
Decidí trabajar en el Teatro Libre precisamente porque era un teatro que buscaba el trabajo con textos de autor y es lo que estamos celebrando ahora, cuando estamos cumpliendo 50 años. Para mí el teatro clásico, lo que la gente llama un clásico, es algo que siempre ha hecho una radiografía muy certera de su momento, tan certera que esa visión permanece en el tiempo, durante siglos y sigue siendo importante para el público. Porque sus temas, sus personajes, sus discursos, todo lo que hablan en estas obras clásicas, no van a lo superficial, sino a lo clave, a lo que está, a lo que es el corazón de las relaciones humanas, de las preguntas básicas del ser humano y de la experiencia humana, que no ha variado mucho por lo que vemos. Entonces esa visión es lo que hace que los clásicos se entiendan en una época y en otra, y que sean claves, además, para distanciar al público de su realidad y decirle algo nuevo acerca de esa realidad, pero en otra época, como si fuera un cuentico.
¿Cómo cree que el teatro, a lo largo de la historia, nos ha ayudado a mantener o forjar las relaciones humanas?
El teatro ha tratado de retratar, de poner en escena todo lo que es el entramado de la sociedad. El teatro en sí es un acto político, es algo que está lleno de relaciones sociales, de relaciones económicas, de intereses... Mucha gente piensa que el teatro son solo textos bonitos y cosas complicadas de entender, pero lo que hay detrás de una obra de teatro es todo el entramado de una sociedad. Una buena obra de teatro siempre va a presentar un fragmento de lo que es la sociedad en el mundo que está tratando. Por eso forja esas relaciones entre las personas, y por eso muchas veces la sociedad se ha basado en el teatro para analizarse. No en vano, muchos de los personajes del teatro son tomados como ejemplos para el psicoanálisis, el análisis de las leyes o para analizarlo desde lo político. La imaginación del dramaturgo no solamente es la de aquel que crea mundos, sino que esos mundos están basados en una sociedad, y al representar esa sociedad frente al mundo real, estamos forjando más lazos dentro de esa sociedad.
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¿Cómo fue el proceso de adaptar este texto clásico a un lenguaje moderno?
Para esta adaptación trabajé con las cinco traducciones más serias que hay en español, además del texto original, que está escrito en el inglés de la época de Shakespeare, que es un poquito complicado de leer. Por lo tanto, trabajé con una versión adicional que convertía el texto de Shakespeare del inglés clásico al inglés más coloquial. También era ese ejercicio de ver cómo los ingleses hacen esa traslación de las expresiones de Shakespeare a algo más entendible para su público en este momento. Viendo esos textos lo que hice fue empezar a escribir una versión que la gente pudiera oír una sola vez y entenderlo. Primero tuve que despojarme algunas palabras que no se reconocían rápidamente. Luego, simplificar las expresiones, buscar gramaticalmente la construcción sencilla de las oraciones y de las ideas. Si tuviera que definir esta obra en una palabra, sería claridad.
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Para usted, ¿qué representa el personaje de Hamlet?
Para mí ha sido un reto, un reto, además de una complejidad enorme. Soy literato y me enseñaron a analizar Hamlet, teniendo en cuenta al personaje y sus acciones, sus movimientos y cómo va cambiando a lo largo de la escena. Entonces en mi cabeza tengo una estructura, hay un Hamlet construido, el Hamlet como el análisis literario, pero tengo que decir que a la hora interpretarlo, me he chocado de frente con muchas de esas ideas de ese análisis literario, experimentando con el camino de Hamlet hacia la venganza por la muerte de su padre, haciéndolo yo algo vivo. Me he encontrado con momentos donde hay fin y salidas que no sé a veces cómo resuelvo el personaje. Esas respuestas uno las encuentra a lo largo de la función y van apareciendo y se van dando con la relación con los otros y con lo que él va diciendo y con lo que va experimentando como personaje. Para mí Hamlet ha significado un reto muy complejo porque no es un personaje claro, no es un personaje que uno pueda decir: él es un ángel o es un demonio. Hay límites que no he podido definir tan claramente porque el personaje se sale de la esfera, para mí Hamlet se sale de la palabra personaje y se convierte en un ser humano que toca representar sobre el escenario. Y ponerse ese traje todas las noches para la función es un ejercicio que educa mucho a un actor, pero es un ejercicio difícil porque Hamlet se mueve en una cama de sentimientos, de sensaciones, de visiones muy amplia, muy colorida, adentro de Hamlet hay una polifonía y hay que darle eso al público con el cuerpo y la voz.
Esta es una adaptación de la obra de Shakespeare, ¿por qué es importante hacer estas reescrituras?
Creo que hay algo importante con el problema de los clásicos en Colombia y es que muchas veces son traducidos por españoles, mexicanos o argentinos. Muchas veces, además, son traducciones demasiado literales y resulta que al traducir a Shakespeare de ese inglés tan antiguo al español que hablamos aquí diariamente algo se pierde. Las versiones, que fue lo que hice con el texto de “Hamlet”, sirven para que el público no sienta que tiene que esforzarse demasiado en entender. Lo que he hecho con las versiones de “Romeo y Julieta”, “Hamlet” y otras obras que he trabajado de Shakespeare para la escuela del Teatro Libre, es hacer que la obra le hable al espectador de aquí, con sus palabras, sin complejizar las imágenes que usa Shakespeare, simplificando todo. No se trata de hacerlo escueto y sin la poesía con la que Shakespeare siempre juega en sus textos, sino que se trata de hacerlo más cercano, menos literario, menos retórico, más entendible para el público en una sola oída.
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Para usted, ¿qué representan los clásicos y qué nos pueden decir en la actualidad?
Decidí trabajar en el Teatro Libre precisamente porque era un teatro que buscaba el trabajo con textos de autor y es lo que estamos celebrando ahora, cuando estamos cumpliendo 50 años. Para mí el teatro clásico, lo que la gente llama un clásico, es algo que siempre ha hecho una radiografía muy certera de su momento, tan certera que esa visión permanece en el tiempo, durante siglos y sigue siendo importante para el público. Porque sus temas, sus personajes, sus discursos, todo lo que hablan en estas obras clásicas, no van a lo superficial, sino a lo clave, a lo que está, a lo que es el corazón de las relaciones humanas, de las preguntas básicas del ser humano y de la experiencia humana, que no ha variado mucho por lo que vemos. Entonces esa visión es lo que hace que los clásicos se entiendan en una época y en otra, y que sean claves, además, para distanciar al público de su realidad y decirle algo nuevo acerca de esa realidad, pero en otra época, como si fuera un cuentico.
¿Cómo cree que el teatro, a lo largo de la historia, nos ha ayudado a mantener o forjar las relaciones humanas?
El teatro ha tratado de retratar, de poner en escena todo lo que es el entramado de la sociedad. El teatro en sí es un acto político, es algo que está lleno de relaciones sociales, de relaciones económicas, de intereses... Mucha gente piensa que el teatro son solo textos bonitos y cosas complicadas de entender, pero lo que hay detrás de una obra de teatro es todo el entramado de una sociedad. Una buena obra de teatro siempre va a presentar un fragmento de lo que es la sociedad en el mundo que está tratando. Por eso forja esas relaciones entre las personas, y por eso muchas veces la sociedad se ha basado en el teatro para analizarse. No en vano, muchos de los personajes del teatro son tomados como ejemplos para el psicoanálisis, el análisis de las leyes o para analizarlo desde lo político. La imaginación del dramaturgo no solamente es la de aquel que crea mundos, sino que esos mundos están basados en una sociedad, y al representar esa sociedad frente al mundo real, estamos forjando más lazos dentro de esa sociedad.
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¿Cómo fue el proceso de adaptar este texto clásico a un lenguaje moderno?
Para esta adaptación trabajé con las cinco traducciones más serias que hay en español, además del texto original, que está escrito en el inglés de la época de Shakespeare, que es un poquito complicado de leer. Por lo tanto, trabajé con una versión adicional que convertía el texto de Shakespeare del inglés clásico al inglés más coloquial. También era ese ejercicio de ver cómo los ingleses hacen esa traslación de las expresiones de Shakespeare a algo más entendible para su público en este momento. Viendo esos textos lo que hice fue empezar a escribir una versión que la gente pudiera oír una sola vez y entenderlo. Primero tuve que despojarme algunas palabras que no se reconocían rápidamente. Luego, simplificar las expresiones, buscar gramaticalmente la construcción sencilla de las oraciones y de las ideas. Si tuviera que definir esta obra en una palabra, sería claridad.
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