“El teatro colombiano goza de cabal salud y nos representa con un altísimo nivel”
Del 20 al 28 de octubre regresa el Festival Internacional de Teatro de Manizales en su edición 55, con Galicia como invitado especial y propuestas nacionales e internacionales en su programación.
¿Qué lecciones deja este festival, con 55 años de historia?
El Festival de Manizales es el más antiguo del continente americano y ha tratado de ser testigo de su tiempo y comprometerse con eso. Cuando preguntas por lecciones aprendidas es una referencia muy importante para nosotros tenerlo en nuestra mente, porque hemos vivido crisis, sobre todo de carácter económico y adicionalmente con la irrupción de otros eventos. Quiero recordar que el festival era el único en Latinoamérica hasta finales de la década de los 80 y luego aparecieron una serie de festivales y, en particular, grandes festivales en toda Latinoamérica que, por su dimensión económica, aparentemente apabullarían a un festival como el de Manizales, en una ciudad intermedia y con solo su historia como estandarte para proseguir adelante. La primera lección fue mantener la coherencia, mantenerse en sus sellos de identidad, que era el teatro latinoamericano como guía y el tema de las dramaturgias actuales, el encontrar una escena emergente y vibrante en los países que pudiera apostar por el futuro de una relación del continente con su escena y, sobre todo, el mantener fija la idea del espacio de encuentro para los teatristas. Desde esa perspectiva de no convertirnos en un mero receptor de espectáculos, sino mantener la coherencia como espacio de encuentro, conservar la posibilidad de la reflexión y acompañar como testigo de su tiempo a la escena latinoamericana es lo que ha permitido que el festival se mantenga durante 55 años.
Galicia es el invitado especial de este año, ¿qué motivó esa decisión?
Hay una relación histórica de Galicia con Latinoamérica en general. A los españoles que habitan en el sur del continente los llaman gallegos genéricamente. Luego, en particular, en el departamento de Caldas hay un convenio con Caldas de Reis, que es una ciudad destacada en Galicia; de hecho, viene una compañía allá y hemos tenido y establecido en los últimos años una relación de ida y vuelta de compañías gallegas que visitan a Colombia y a partir de ahí se establece un diálogo con el Festival de Narón, que es otro pueblo destacado de Galicia y un centro cultural, y con el respaldo de la Agencia Gallega de las Industrias Culturales (Agadic), decidimos que sería muy importante tener una representación gallega en Colombia y en particular en Manizales, y digo en Colombia porque el festival hará extensiones en Bogotá, y trabaja articuladamente con el Festival de Teatro Alegnacio de Medellín. Hemos conseguido que Galicia, como invitado especial, tenga una presencia destacada y que la escena gallega, que es actual, muy importante y vibrante en el territorio español, tenga su presencia en Colombia.
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¿Cómo han visto la evolución del teatro nacional en el festival?
Como testigo de su tiempo, el festival ha vivido todas las etapas del teatro colombiano, la destacadísima y muy importante mundialmente, referencia mundial que era el teatro de creación colectiva, el teatro del grupo y todo este nuevo teatro en Colombia creado en los años 60 y con una efervescencia muy larga, hasta las formas diversas de concebir la relación creativa y la producción escénica, en particular por compañías contemporáneas. Antes, la relación tenía una carga muy potente, muy importante. La relación política-teatro hoy es plural y diversa. Existe teatro en cada rincón del país y desde la perspectiva de la producción de calidad hay muchas compañías. El teatro colombiano goza de cabal salud y nos representa con un altísimo nivel internacionalmente.
¿Cómo cree que el festival y el teatro han ayudado al desarrollo de Manizales?
En realidad, el festival se tornó una referencia que se incorporó al ADN de la ciudad, entonces la ciudad empezó a identificarse como una ciudad universitaria, que lo es en la medida en que tiene y ha mantenido esa tradición de espacios universitarios, tiene 8 o 9 instituciones universitarias y tiene una población estudiantil muy alta y, adicionalmente, el habernos identificado como ciudad cultural tiene como referencia al propio festival. El festival convocaba a mucho público nacional y extranjero a ver y a vivir el festival, entonces con el paso del tiempo y la eclosión de múltiples festivales en Colombia y en Latinoamérica, ya no somos los únicos, pero seguimos siendo una referencia importante y participamos de los procesos de desarrollo cultural, regional y local. Desde esa perspectiva, el festival ha contribuido a que la ciudad mantenga esa identificación con la cultura y las artes y con la actividad estudiantil que es como la enseña de Manizales.
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¿Para usted qué es lo más valioso que le otorga el teatro a una sociedad?
El teatro cuestiona, el teatro interroga, el teatro hace que mires con otros ojos y desde las emociones, desde las perspectivas de lo emocional compartido en una sala entre un espectador y un actor y un producto artístico ese compartir hace que nunca salgas indemne de una representación teatral porque estás viviendo una experiencia que o bien te divierte mucho, pero te hace pensar o bien te sacude frente a la visión de realidad, te hace formularte preguntas que antes no tenías en mente o que las tenías y de repente dices ellos están diciendo lo que yo estoy pensando. Esa potencia del teatro que alguien decía como un poco en broma, que es ese arte efímero que todo el mundo decía que muy pronto se iba a acabar desde hace dos mil años, sigue teniendo vigencia y sigue interrogando al mundo, sigue mirándolo con ojos de asombro y haciendo que el encuentro en un espacio teatral se convierta en un ritual compartido que no deja a nadie tal como él lo sacude en su realidad.
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Hablemos sobre la escena contemporánea que quieren resaltar este año...
Estamos tratando la escena contemporánea latinoamericana porque de todas maneras hay una cosa, hay una macrotendencia y si ves los festivales europeos y, en general, no solo los festivales de teatro, sino los festivales de arte, están haciendo cuestionamientos muy importantes desde la perspectiva de lo periférico, desde la perspectiva de lo local, desde la perspectiva de los territorios, desde la perspectiva de los marginados. Eso ha sido muy interesante porque hay una reflexión global que trata de incluir los excluidos. Nuestro territorio no ha estado en el centro de las propuestas escénicas globales, salvo algunos casos excepcionales. Resulta que hoy las estéticas renovadoras están siendo de gran interés mucho y no solamente desde la perspectiva euro centrista de un teatro o desde la perspectiva del norte global de un teatro que entonces acude a las nuevas tecnologías, sino que acude a los relatos, acude a las historias, a las memorias. Desde esa perspectiva se está construyendo una nueva visión teatral que trata de encontrar en ese estado híbrido de la dramaturgia que beben las raíces de cada nación y que beben la fuente de la diversidad.
¿Qué lecciones deja este festival, con 55 años de historia?
El Festival de Manizales es el más antiguo del continente americano y ha tratado de ser testigo de su tiempo y comprometerse con eso. Cuando preguntas por lecciones aprendidas es una referencia muy importante para nosotros tenerlo en nuestra mente, porque hemos vivido crisis, sobre todo de carácter económico y adicionalmente con la irrupción de otros eventos. Quiero recordar que el festival era el único en Latinoamérica hasta finales de la década de los 80 y luego aparecieron una serie de festivales y, en particular, grandes festivales en toda Latinoamérica que, por su dimensión económica, aparentemente apabullarían a un festival como el de Manizales, en una ciudad intermedia y con solo su historia como estandarte para proseguir adelante. La primera lección fue mantener la coherencia, mantenerse en sus sellos de identidad, que era el teatro latinoamericano como guía y el tema de las dramaturgias actuales, el encontrar una escena emergente y vibrante en los países que pudiera apostar por el futuro de una relación del continente con su escena y, sobre todo, el mantener fija la idea del espacio de encuentro para los teatristas. Desde esa perspectiva de no convertirnos en un mero receptor de espectáculos, sino mantener la coherencia como espacio de encuentro, conservar la posibilidad de la reflexión y acompañar como testigo de su tiempo a la escena latinoamericana es lo que ha permitido que el festival se mantenga durante 55 años.
Galicia es el invitado especial de este año, ¿qué motivó esa decisión?
Hay una relación histórica de Galicia con Latinoamérica en general. A los españoles que habitan en el sur del continente los llaman gallegos genéricamente. Luego, en particular, en el departamento de Caldas hay un convenio con Caldas de Reis, que es una ciudad destacada en Galicia; de hecho, viene una compañía allá y hemos tenido y establecido en los últimos años una relación de ida y vuelta de compañías gallegas que visitan a Colombia y a partir de ahí se establece un diálogo con el Festival de Narón, que es otro pueblo destacado de Galicia y un centro cultural, y con el respaldo de la Agencia Gallega de las Industrias Culturales (Agadic), decidimos que sería muy importante tener una representación gallega en Colombia y en particular en Manizales, y digo en Colombia porque el festival hará extensiones en Bogotá, y trabaja articuladamente con el Festival de Teatro Alegnacio de Medellín. Hemos conseguido que Galicia, como invitado especial, tenga una presencia destacada y que la escena gallega, que es actual, muy importante y vibrante en el territorio español, tenga su presencia en Colombia.
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¿Cómo han visto la evolución del teatro nacional en el festival?
Como testigo de su tiempo, el festival ha vivido todas las etapas del teatro colombiano, la destacadísima y muy importante mundialmente, referencia mundial que era el teatro de creación colectiva, el teatro del grupo y todo este nuevo teatro en Colombia creado en los años 60 y con una efervescencia muy larga, hasta las formas diversas de concebir la relación creativa y la producción escénica, en particular por compañías contemporáneas. Antes, la relación tenía una carga muy potente, muy importante. La relación política-teatro hoy es plural y diversa. Existe teatro en cada rincón del país y desde la perspectiva de la producción de calidad hay muchas compañías. El teatro colombiano goza de cabal salud y nos representa con un altísimo nivel internacionalmente.
¿Cómo cree que el festival y el teatro han ayudado al desarrollo de Manizales?
En realidad, el festival se tornó una referencia que se incorporó al ADN de la ciudad, entonces la ciudad empezó a identificarse como una ciudad universitaria, que lo es en la medida en que tiene y ha mantenido esa tradición de espacios universitarios, tiene 8 o 9 instituciones universitarias y tiene una población estudiantil muy alta y, adicionalmente, el habernos identificado como ciudad cultural tiene como referencia al propio festival. El festival convocaba a mucho público nacional y extranjero a ver y a vivir el festival, entonces con el paso del tiempo y la eclosión de múltiples festivales en Colombia y en Latinoamérica, ya no somos los únicos, pero seguimos siendo una referencia importante y participamos de los procesos de desarrollo cultural, regional y local. Desde esa perspectiva, el festival ha contribuido a que la ciudad mantenga esa identificación con la cultura y las artes y con la actividad estudiantil que es como la enseña de Manizales.
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El teatro cuestiona, el teatro interroga, el teatro hace que mires con otros ojos y desde las emociones, desde las perspectivas de lo emocional compartido en una sala entre un espectador y un actor y un producto artístico ese compartir hace que nunca salgas indemne de una representación teatral porque estás viviendo una experiencia que o bien te divierte mucho, pero te hace pensar o bien te sacude frente a la visión de realidad, te hace formularte preguntas que antes no tenías en mente o que las tenías y de repente dices ellos están diciendo lo que yo estoy pensando. Esa potencia del teatro que alguien decía como un poco en broma, que es ese arte efímero que todo el mundo decía que muy pronto se iba a acabar desde hace dos mil años, sigue teniendo vigencia y sigue interrogando al mundo, sigue mirándolo con ojos de asombro y haciendo que el encuentro en un espacio teatral se convierta en un ritual compartido que no deja a nadie tal como él lo sacude en su realidad.
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Estamos tratando la escena contemporánea latinoamericana porque de todas maneras hay una cosa, hay una macrotendencia y si ves los festivales europeos y, en general, no solo los festivales de teatro, sino los festivales de arte, están haciendo cuestionamientos muy importantes desde la perspectiva de lo periférico, desde la perspectiva de lo local, desde la perspectiva de los territorios, desde la perspectiva de los marginados. Eso ha sido muy interesante porque hay una reflexión global que trata de incluir los excluidos. Nuestro territorio no ha estado en el centro de las propuestas escénicas globales, salvo algunos casos excepcionales. Resulta que hoy las estéticas renovadoras están siendo de gran interés mucho y no solamente desde la perspectiva euro centrista de un teatro o desde la perspectiva del norte global de un teatro que entonces acude a las nuevas tecnologías, sino que acude a los relatos, acude a las historias, a las memorias. Desde esa perspectiva se está construyendo una nueva visión teatral que trata de encontrar en ese estado híbrido de la dramaturgia que beben las raíces de cada nación y que beben la fuente de la diversidad.