América descubierta (El teatro de la historia)

Primera entrega de una serie en la que ofrecemos reflexiones históricas haciendo uso de imágenes. Comenzamos con “América”, un grabado de Jan van der Straet, que nos invita a pensar sobre la problemática idea del descubrimiento europeo del Nuevo Mundo.

Mauricio Nieto* -mnieto@uniandes.edu.co
27 de enero de 2024 - 02:00 p. m.
En el grabado "América" se representan los grandes logros del mundo moderno: la imprenta, la brújula, la pólvora, las técnicas de navegación y la alquimia. Fueron invenciones clave para la historia de Europa Cristiana, pero la mayoría tiene sus orígenes en el mundo oriental o árabe.
En el grabado "América" se representan los grandes logros del mundo moderno: la imprenta, la brújula, la pólvora, las técnicas de navegación y la alquimia. Fueron invenciones clave para la historia de Europa Cristiana, pero la mayoría tiene sus orígenes en el mundo oriental o árabe.
Foto: Tomada de wiki commons.
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Este grabado del siglo XVII narra un acontecimiento que cambió la historia del mundo: el encuentro de Europa con el Nuevo Mundo. América se presenta aquí como uno de los grandes descubrimientos europeos y la imagen celebra la hazaña cristiana de la conquista del Nuevo Mundo.

En el colegio todos aprendimos y seguimos repitiendo que América fue descubierta por Cristóbal Colón el 12 de octubre de 1492. Una idea absurda y llena de problemas. Para empezar, el “nuevo mundo” era en el siglo XV un continente habitado por complejas culturas desde mucho tiempo antes del arribo de los primeros europeos. En 1492, Tenochtitlán, en México, tenía una población similar a la de las grandes capitales europeas, y las complejas culturas americanas, sobra decirlo, conocían mejor que nadie la naturaleza y la geografía del territorio americano. Además, seguramente los nórdicos —otros han argumentado que también los chinos— llegaron a América antes de Colón; sin embargo, más relevante que entrar en debates sobre cuándo y quiénes fueron los primeros no americanos que llegaron al continente, es entender las implicaciones de la tradicional narración del gran descubrimiento de América.

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En el grabado sobresale la figura masculina de Américo Vespucio, quien encarna la Europa cristiana. Cubierto en exceso para un clima tropical con trajes a la usanza europea, en su mano izquierda lleva un astrolabio, el poder de la tecnología y el conocimiento de los europeos; en la derecha, una bandera con la cruz cristiana, emblema de la única y verdadera religión.

América, por su parte, está representada por una figura femenina, pasiva y desnuda, que, sobre una hamaca, tal vez se ofrece y le da una cordial bienvenida al conquistador. La superioridad europea es también advertida con las poderosas naves de complejo velamen que acompañan al navegante. En la bandera que exhibe Vespucio se aprecian cuatro estrellas en los extremos de una cruz que representan la Cruz del Sur, un referente astronómico solo visible para quienes han cruzado el Ecuador terrestre y se convierten en pioneros testigos del sur de la esfera celeste. Se trata entonces de un estandarte que celebra la conquista cristiana del globo. Tanto las naves en la costa como el astrolabio en la mano izquierda de Vespucio contrastan con un rudimentario remo que reposa sobre el árbol a la derecha. No sobra recordar que el astrolabio es un instrumento astronómico de origen árabe y sin el cual difícilmente Europa habría podido cruzar los grandes mares. Tampoco olvidemos que tanto la hamaca, el remo, las canoas y los conocimientos de navegación fluvial y de la geografía de los americanos fueron definitivos e hicieron posible la penetración cristiana del continente americano. No obstante, el grabado poco nos dice sobre la compleja diversidad de culturas americanas, más bien se trata de una parodia que exalta el contraste entre la civilización europea y la desnudez, la ausencia de cultura de los nativos. Aunque lejana, es imposible ignorar la escena del fondo en la que podemos apreciar un festín de carne humana. El canibalismo es una contundente señal de barbarie, un lugar común en las representaciones de los nativos americanos, que realza su estado de salvajismo y, por lo tanto, supone una justificación más del imperioso llamado a la civilización y al dominio de los cristianos sobre el resto del mundo.

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Los animales que allí aparecen, un oso perezoso y un tapir, son señales de letargo y monstruosidad, de una naturaleza errante, dispersa y carente de orden y belleza. Todos estos motivos aparecen con menos claridad y protagonismo que los elementos que representan al descubridor y sus instrumentos —el astrolabio, la bandera, la cruz, las carabelas—. Américo Vespucio, alegoría de la Europa cristiana, es el protagonista de esta épica historia. La idea central del grabado está en el encuentro y la contraposición entre la cultura y la naturaleza, entre Europa y América. Es una pintura que, con contundencia, refleja la autopercepción cristiana que celebra su dominio del nuevo mundo y declara su hegemonía y centralidad en la historia.

La tradicional idea de descubrimiento con la que solemos explicar lo ocurrido en 1492 implica una gesta heroica, un logro individual en el cual alguien, en un momento específico, ve o encuentra algo que nadie ha visto antes. Tal noción de descubrimiento ha sido fundamental en la consolidación de la Europa occidental como el centro y la fuerza rectora de la historia del mundo moderno. Los descubrimientos, en particular los geográficos, son presentados como mecanismos de apropiación en los cuales los descubridores reclaman derechos de posesión y dominio sobre los lugares, bienes y pueblos encontrados. La idea de descubrimiento supone un proceso unidireccional y asimétrico, en el cual los lugares no europeos, su naturaleza y sus habitantes son reducidos a un objeto cuya realidad depende de un logro europeo. América, en este caso, parece entrar en la historia en 1492, solo cuando Europa reconoce su existencia y acepta su realidad. La realidad de un otro que les permite a los europeos afirmar su identidad como el centro de la civilización en contraposición a la barbarie y la inocencia del nuevo mundo. Esta imagen, como las tradicionales narraciones del descubrimiento, nos enseñan sobre Europa y su percepción de la historia, la cual guarda un ensordecedor silencio sobre la compleja realidad del mundo americano.

Profesor Titular del departamento de historia y geografía de la Universidad de los Andes*

Por Mauricio Nieto* -mnieto@uniandes.edu.co

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