El Teatro de la peste
El nuevo espectáculo “Tetralogía de la peste”, cuatro retratos del verdadero virus de Colombia, dirigido por Rodrigo Rodríguez, es una reflexión sobre los verdaderos males que han afectado a la sociedad colombiana antes, durante y después de la pandemia se está presentando en el Teatro Ditirambo.
Carlos Moisés Ballesteros
Recién inicia el año y, como ya se ha vuelto costumbre en los últimos tiempos, la zozobra producida por los confinamientos y los innumerables obstáculos a causa de la pandemia ha llevado a que cada nuevo gesto sobre la escena sea digno de celebrar. Parece que vamos saliendo y sin embargo la amenaza de nuevas variantes de esta misma historia nos hacen sentir en total incertidumbre. Las salas y los grupos, a pesar de todo pronóstico, continúan trabajando y prometen, si lo permite el panorama, volver a deleitarnos con diferentes experiencias. Algunas de estas producciones que podremos ver cuentan con la característica de haber sido creadas en medio del encierro. Uno de estos casos es el de la nueva producción del Teatro Ditirambo que, dirigido por Rodrigo Rodríguez, recién estrena la Tetralogía de la peste, un espectáculo que se compone de cuatro historias que son reflexión en torno a la que, según Rodríguez, es la verdadera peste de nuestro pueblo.
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Recién inicia el año y, como ya se ha vuelto costumbre en los últimos tiempos, la zozobra producida por los confinamientos y los innumerables obstáculos a causa de la pandemia ha llevado a que cada nuevo gesto sobre la escena sea digno de celebrar. Parece que vamos saliendo y sin embargo la amenaza de nuevas variantes de esta misma historia nos hacen sentir en total incertidumbre. Las salas y los grupos, a pesar de todo pronóstico, continúan trabajando y prometen, si lo permite el panorama, volver a deleitarnos con diferentes experiencias. Algunas de estas producciones que podremos ver cuentan con la característica de haber sido creadas en medio del encierro. Uno de estos casos es el de la nueva producción del Teatro Ditirambo que, dirigido por Rodrigo Rodríguez, recién estrena la Tetralogía de la peste, un espectáculo que se compone de cuatro historias que son reflexión en torno a la que, según Rodríguez, es la verdadera peste de nuestro pueblo.
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La obra, que se está presentando en el Teatro Ditirambo, sede Galerías, desde el pasado 20 de enero y que irá por dos semanas, es un proyecto de escritura que recoge cuatro reflexiones sobre la pandemia en Colombia. Rodríguez, dramaturgo que nos ha acostumbrado a un teatro de gran riqueza estilística, con un sello propio y una investigación muy arraigada a las costumbres y modos colombianos, propone en el espacio cuatro pequeñas piezas: Tapabocas, el cual enumera en el espacio la larga lista de lideres sociales asesinados mientras los actores, en el lobby del teatro, desarrollan una serie de gestos que amplifican el concepto detrás de los verdaderos actos que atacan la realidad social. Como espectadores, somos invitados a encender las luces de nuestros teléfonos para iluminar la escena y paradójicamente, sucede que no parece que iluminemos el espacio sino que lo grabamos en un acto voyerista digno de cualquier episodio trágico patrio, en donde unos sufren y otros asistimos como espectadores de la realidad; sin embargo, resulta problemático que la enumeración de los nombres en vez de permitir la posibilidad de dar identidad la quite, debido al número enorme de víctimas.
El segundo de los cuadros es Servicios digitales, que trata, desde una perspectiva singular, el problema económico producido en los últimos años, el cual, según Rodríguez, ha llevado a muchas mujeres a trabajar como webcams; es decir, el desempleo, otra peste que arruina los hogares colombianos. Lavado de manos, el tercero de los cuadros, quizás el más hermético de todos, propone una escena más o menos surreal, la cual combina en una conversación onírica las voces del virus, el agua, el jabón y la de ambas manos que se lavan; una conversación que es plataforma para reflexionar sobre el devenir de la humanidad en la actualidad.
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Por último cuadro, contamos con el que quizás es el más inquietante de todos: Agorafobia, una escena de gran valor, en la que una mujer sufre de agorafobia, a causa de los encierros y los protocolos de limpieza. Esta situación es contada en un escenario de un metro cuadrado, que sirve como metáfora de su apartamento. En este cuadro, una serie de acontecimientos llenos de divertimento, desparpajo y vértigo dan al espectador una mirada muy entretenida acerca de episodios posibles que se pudieron vivir en el territorio nacional en los momentos más álgidos del confinamiento. La interpretación de la actriz principal está a la altura de la situación y nos lleva en un viaje de altibajos que no permite dejar de poner en tensión nuestra mirada. Sin lugar a dudas, este cuadro final marca una pauta muy fina en la escritura de la pospandemia, recoge las experiencias, las transforma en ficción y, a través de esta, nos regala una obra de un valor estético alto.
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El teatro está volviendo, las vacaciones van terminando y las salas siguen ansiosas de ver regresar a los mejores cómplices de toda esta quimera. Ir al teatro es un propósito necesario para la sociedad colombiana en este año que inicia.