El teatro en Colombia vive y resiste
En el marco del Día Mundial del Teatro, voces del sector de Colombia hablan sobre el oficio y este arte que, según algunos, está muriendo, pero que realmente vive, crece y se transforma.
Samuel Sosa Velandia
La existencia del teatro en Colombia se ha registrado como la crónica de una muerte anunciada. Varias veces se ha hablado de las crisis de este sector y de la falta de apoyo estatal para su supervivencia. Sin embargo, dicen sus hacedores que su extinción es una idea que ni siquiera pasa por su cabeza y que, a pesar de las dificultades que puedan enfrentar, este seguirá presente.
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La existencia del teatro en Colombia se ha registrado como la crónica de una muerte anunciada. Varias veces se ha hablado de las crisis de este sector y de la falta de apoyo estatal para su supervivencia. Sin embargo, dicen sus hacedores que su extinción es una idea que ni siquiera pasa por su cabeza y que, a pesar de las dificultades que puedan enfrentar, este seguirá presente.
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El dramaturgo y guionista estadounidense Arthur Miller tenía la convicción de que el teatro no podía desaparecer porque era el único arte en el que la humanidad se enfrentaba a sí misma. Bajo esa idea, Álvaro Rodríguez, actor y director de la agrupación de teatro Casa TEA, argumentó que este oficio no se va a acabar porque nace con los humanos. Que no es solo un sustantivo, sino un verbo, porque está en constante acción.
“El arte es inherente al ser humano, nace de su corazón y su mente. La cultura es cotidiana, siempre se está haciendo y se está arriesgando. Quien se dedica a esto nació para buscar hasta el último suspiro”.
Liliana Escobar, actriz e integrante del teatro Petra, coincide con Rodríguez. Incluso para ella, luego de la pandemia, en la que este sector tuvo que bajar su telón y parar sus actividades, se revitalizó su acción, pues aseguró que la asistencia a los escenarios aumentara y se diversificaron las propuestas. “Las funciones se convirtieron en una especie de ritual. Cuando las personas ven ante sus ojos una obra se crea una conexión y empiezan a reflexionar o imaginar sobre lo que está frente a ellos”.
Por eso Rodríguez aseveró que el fracaso que se dice que vive el teatro está siendo visto desde un paradigma del éxito equivocado, pues manifestó que se quiere que el arte sea “mercantilizado” y que los buenos resultados se midan únicamente en una alta asistencia, lo que ignora el trabajo que hay detrás de escena y del impacto que se tiene fuera de ella. De hecho, esa fue una de las razones por las que se instauró un Día Mundial del Teatro. La Unesco proclamó que esta práctica artística era un vehículo para el entendimiento y la paz entre las personas. Algo que Jon Fosse, el dramaturgo encargado de firmar la carta que se escribe anualmente en el marco de esta fecha, destacó.
El escritor noruego habló de la identidad: la que nos diferencia del otro, pero también la que nos define como parte de un colectivo. Dijo que somos diferentes, pero también iguales, y que ha sido lo artístico lo que ha permitido simplificar esa paradoja que se desprende de la condición humana.
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“El arte es exactamente el enfoque inverso al de los conflictos violentos que vemos a menudo en el mundo, que alimentan la tentación destructiva de aniquilar todo lo extraño, todo lo único y diferente, comúnmente utilizando los inventos más inhumanos que la tecnología ha puesto a nuestra disposición”, escribió.
Para Érika Ortega, directora de La Ventana Abierta, esto se logra porque el teatro no juzga. Para ella, en la dramaturgia se cree que el mundo no es blanco o negro, sino que está pintado por muchos colores. “Lo que hace el teatro es despertar el pensamiento. Analizamos y discernimos sobre nuestro entorno, por eso tiene una fuerza a nivel comunitario, porque tratamos de ponernos en los zapatos del otro, no sentenciamos, en su lugar, imaginamos y abrimos diferentes caminos. En el escenario analizamos situaciones o realidades de un contexto amplio, en donde lo que piensa el otro me importa y lo que creo no es una verdad absoluta”, expresó.
Una vida que resiste
“El teatro no se está muriendo, por el contrario, está más vivo que nunca, lo que está falleciendo es la mirada del Estado hacia las artes escénicas”, manifestó Milena Forero, directora general de Teatro de juguete, una productora que se especializa en la realización de espectáculos tanto teatrales como audiovisuales. Desde hace tiempo este sector ha reclamado mayor presencia estatal y medidas fiscales que permitan sostener estos proyectos.
Por su parte, Álvaro Rodríguez reconoció los esfuerzos del actual Gobierno, que aumentó y descentralizó los recursos para la cultura; por ejemplo, el Portafolio del Programa Nacional de Estímulos 2024 contó con un presupuesto de $33.390.282.000, el mayor en sus 25 años de historia. No obstante, señaló que se necesita más. “La política de gobierno quiere hacer un cubrimiento a nivel nacional que me parece de mucha importancia para cubrir las regiones marginales. Pero entonces el presupuesto tiene que aumentarse para realmente cubrir esas necesidades”.
De igual manera, Milena Forero y Érika Ortega afirmaron que carecen de espacios de divulgación y que la baja asistencia a la que algunos se refieren no solo es un asunto de falta de interés del público.
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“En Colombia nos falta tener contacto con las artes desde que estamos en el vientre. Necesitamos tener una política pública que se encargue de darle acceso a toda la ciudadanía a que goce el arte y que no siga siendo solo para la gente que puede pagarlo, porque no es un lujo, es un derecho. El Gobierno Nacional tiene que hacer una apuesta no de becas o de convocatorias que no pongan a pelear a los artistas para ver quién gana, sino que sean programas para que la humanidad pueda vivir del arte y reflexionar a partir de él”, reflexionó Ortega, quien como sus colegas coincide con que el teatro es inmortal, que siempre ha logrado resistir y no sucumbir, porque su existencia depende de algo más que una condición material.