El teatro Faenza, 100 años de un faro cultural en Bogotá
El teatro, que fue el primero en proyectar películas en Colombia, reabrirá tras años de restauración a manos de la Universidad Central. El 3 de abril se cumplen 100 años desde su inauguración.
Andrea Jaramillo Caro
En el corazón de Bogotá se alzó un edificio cuyo objetivo fue presentar películas. Con su apertura, el 3 de abril de 1924, se convirtió en el primer teatro de proyección de cine de Colombia. El teatro Faenza abrió sus puertas para que los capitalinos pudieran acercarse a las imágenes en movimiento que se habían vuelto tan populares. El barrio Las Nieves se convirtió en su hogar y donde antes hubo una fábrica de lozas finas, que le regaló su nombre, se erigió el recinto que hoy cumple 100 años.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
En el corazón de Bogotá se alzó un edificio cuyo objetivo fue presentar películas. Con su apertura, el 3 de abril de 1924, se convirtió en el primer teatro de proyección de cine de Colombia. El teatro Faenza abrió sus puertas para que los capitalinos pudieran acercarse a las imágenes en movimiento que se habían vuelto tan populares. El barrio Las Nieves se convirtió en su hogar y donde antes hubo una fábrica de lozas finas, que le regaló su nombre, se erigió el recinto que hoy cumple 100 años.
Más allá de su objetivo y de convertirse en un ejemplo para que nacieran otros lugares como él, el Faenza resaltó entre la arquitectura bogotana de 1924 por su estilo exterior e interior. El art nouveau de su fachada, con la herradura que la recorrió del piso al techo y la misma tipografía con la que quedó grabado en piedra su nombre en la parte superior, ahora dan cuenta de un tiempo pasado y una admiración por los estilos europeos que llegaron a estas tierras. Al entrar se activa una cápsula del tiempo que trae la era del art déco al presente. El ícono bogotano se transformó en una mezcla de vanguardias que fue el escenario perfecto para que comenzaran a presentarse las películas europeas que llegaron al país.
“En Colombia hubo una industria cinematográfica que fue manejada por dos familias: los Acevedo y los Di Domenico, quienes emigraron de Italia y se radicaron en Colombia. Lo primero que hubo en el Faenza fueron películas silentes. Como era un espacio tan grande en el que cabían más de 1.300 sillas y que tenía balcones, después se realizaron otro tipo de eventos, como reuniones sociales y hasta reinados. Hay historias que dicen que allí se tomó la decisión sobre el voto femenino”, contó Eddie Luna, coordinador de teatros de la Universidad Central.
Desde hace 20 años esta institución educativa se ha ocupado de la restauración del Faenza que, para la rectora de la universidad, Paula López, fue pensado primero como un lugar de proyección de películas y de encuentro. “Con el tiempo se consolidó como un sitio de esparcimiento abierto para la ciudad. Desafortunadamente, el lugar físico y la zona donde se construyó sufrieron un declive”, afirmó.
Ese deterioro fue el detonante para que el teatro atravesara altos y bajos en su historia. Mucho se ha especulado sobre lo que pasaba en su interior, mientras que el ambiente de la zona que lo rodeaba cambiaba. Múltiples leyendas urbanas se crearon alrededor del Faenza y su estado. Algunos dijeron que se encontraron en el sótano manchas de sangre y otros no vieron estos sucesos como una muestra de decadencia, sino como un cambio cultural acelerado por el Bogotazo, en 1948.
Mientras que la época dorada de los bailes, las flappers, las reuniones de intelectuales y el cine se desvanecía, el Faenza se mantenía como un faro que replicaba el dicho: “Todo tiempo pasado fue mejor”. “Se convirtió en un teatro de barrio con un carácter más popular. Había que sostenerlo porque las élites del sector habían migrado hacia el norte de la ciudad”, le explicó el historiador y antropólogo Enrique Bautista a El Tiempo.
Luna aseguró que desde la Universidad Central se enfocaron en rescatar el legado más importante de este teatro: el cine, la arquitectura y el patrimonio. El coordinador recordó que el cine comercial, que tuvo tanto éxito en Las Nieves en los años 50 y 70, se desplazó por innovaciones como el VHS y los teatros de este barrio se comenzaron a deteriorar.
“La gente ya no quería venir a estos lugares tan gigantes y comenzaron a darse fenómenos normales en la sociedad. Había teatros que proyectaban películas triple x, un comercio desmedido de estupefacientes y casi que la zona de tolerancia era Las Nieves. Había muchos bares y casinos. Los teatros en decadencia optaron por proyectar las películas rotativas, que rodaban durante todo el día, y muchas personas se reunían allí, no necesariamente a ver cine”, afirmó el coordinador de teatros.
Aunque el teatro fue declarado Monumento Nacional en 1975, en 2002 fue abandonado y dos años más tarde fue adquirido por la universidad, que reveló la restauración de su fachada en 2007. Luna contó que, más allá de los desafíos económicos para regresar el Faenza a su antigua gloria, también se enfrentaron a la escasez de personal calificado para la restauración de un bien inmueble como este. Claudia Hernández y Alberto Saldarriaga fueron parte del proceso de investigación sobre el teatro y la sociedad que lo visitaba, además de la reparación de los elementos y la estructura que lo constituían.
Entre las capas de historia que se entretejen en el Faenza hay secretos y objetos enterrados que añaden más aristas a la historia de este teatro. “Siempre destacamos que se construyó sobre lo que antes era una fábrica. En una excavación que se está llevando a cabo para construir un edificio de residencias universitarias cerca del teatro, encontraron lo que fue la base de esa fábrica de lozas. Me sorprende que cada vez encontramos más cosas. En una limpieza hallaron una cantidad de carticas que se mandaban entre las personas del aseo y los proyeccionistas, que se han convertido en documentos históricos. Hay que imaginar en ese momento a un proyeccionista que guardaba las cartas que le enviaba su enamorada entre los ladrillos de su cabina de proyección”, contó Luna.
El teatro Faenza no solo se convirtió en un faro cultural de la capital desde su inauguración en 1924, sino que también ha servido como testigo del tiempo. Entre sus muros aún hay secretos e historias de quienes lo conocieron en su época dorada, durante sus años populares. Ahora resguardará las de sus futuros visitantes en un centenario cargado de aires de renacimiento.