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El trasfondo de El Bogotazo, según la investigación de Pierre Gilhodes

El recién fallecido pensador francés publicó “El 9 de abril y su contexto internacional”, libro editado por la Universidad Nacional de Colombia, del cual reproducimos un fragmento en el que revela la influencia de los Estados Unidos y la injerencia hasta de espías británicos. Homenaje a su obra académica.

Pierre Gilhodes * / Especial para El Espectador
08 de diciembre de 2022 - 03:00 p. m.
El tranvía que recorría parte de Bogotá fue incendiado por la multitud enardecida, como lo registra esta foto de Manuel H. Rodríguez.
El tranvía que recorría parte de Bogotá fue incendiado por la multitud enardecida, como lo registra esta foto de Manuel H. Rodríguez.
Foto: Manuel H. Rodríguez
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Se produce el asesinato de Gaitán el 9 de abril y empieza el Bogotazo. Muy documentado ya en sus episodios internos. A las 3 de la tarde el embajador Beaulac manda el siguiente cable a Washington: “El Jefe del Partido liberal Jorge Gaitán ha sido baleado y matado sobre la 1:15 p.m. hoy en la carrera séptima con Jiménez de Quezada en el centro de Bogotá. El populacho cogió y mató al asesino, tiró el cadáver frente al Palacio Presidencial y lo colgó en la calle; las turbas invadieron el capitolio, sede de la Conferencia Panamericana saqueando el edificio y procurando poner fuego por lo menos a un ala del Palacio. Una hora después del asesinato de Gaitán, individuos armados y bandas empezaron a saquear las tiendas, atacando particularmente las ferreterías para conseguir armas, inclusive machetes, tubos metálicos, escopetas... una bomba fue lanzada contra el primer piso del Edificio Americano donde en el séptimo piso se aloja la Delegación Norteamericana”. (Recomendamos: Perfil de Pierre Gilhoides, un colambianista de verdad).

En la tarde del 9 de abril el presidente Mariano Ospina recibió una delegación del partido liberal llamada a Palacio por el Secretario General de la Conferencia, Camilo de Brigard, quien aparentemente tomó esta iniciativa sin haber consultado previamente con el Presidente. Teniendo en cuenta la calidad de Secretario General de la Conferencia Panamericana de Camilo de Brigard y un texto explícito algo posterior, queda pendiente para futuras investigaciones averiguar si la llamada telefónica no fue acaso sugerida a Camilo de Brigard por la Delegación norteamericana con la que estaba en contacto permanente. Después, como se sabe, se presentó una delegación de militares y surgió la propuesta, rechazada por Mariano Ospina de formar un Gobierno de Unión Nacional con Darío Echandía como Ministro de Gobierno. (Recomendamos: Recorrido por las obras literarias inspiradas en El Bogotazo).

Ahora bien, y a este respecto, el 19 de abril de 1949 Dean Acheson recibió en el Departamento de Estado al ministro colombiano de Relaciones Exteriores Alberto Zuleta Ángel acompañado por el ministro de Guerra General Ocampo y el embajador de Colombia en Washington, Gonzalo Restrepo Jaramillo. Entre otras cosas pedían armas para “mantener el orden interno, no para usar contra otros países. El ejército es importante para la defensa continental así como para mantener el orden interno”.

Zuleta subrayó que el 9 de abril el General Ocampo sólo tenía una fuerza de 8.000 hombres y que “había sido un milagro que la amenaza comunista hubiera sido repelida”. Según él existían en el mundo dos presiones soviéticas provenientes del ejército soviético en Europa y de la quinta columna comunista en las Américas y era difícil decidir cuál de las dos era la más fuerte. Es entonces cuando Zuleta añade que después de conversar con el General Marshall y con Mac Armour en el año anterior, se había formado un gobierno de seis conservadores, seis liberales y el General Ocampo.

En este contexto es posible deducir que la formación del gobierno el 10 de abril obedeció a una sugerencia de los Estados Unidos. Dicha posición es coherente con documentos posteriores, de noviembre de 1949 en adelante, de los diplomáticos norteamericanos, de Beaulac en particular, quienes preconizaron siempre la reconstitución de un gobierno bipartidista en Colombia.

Como hipótesis coherente —al no disponer de elementos que la confirmen— se acepta la posibilidad de que el alejamiento de Laureano Gómez del Gobierno también le fue sugerido a Mariano Ospina por la delegación norteamericana. Como se sabe, se aseguró entonces que se le había ofrecido un Ministerio a Laureano Gómez quien lo habría rechazado. Por su parte, Alberto Dangond recoge un testimonio de Laureano Gómez, según el cual nunca se le hizo dicho ofrecimiento.

El Gobierno de los Estados Unidos aún después de la elección de Laureano Gómez siempre le tuvo desconfianza y lo consideró como un extremista pro-nazi y pro-falangista. La Delegación norteamericana aprovechó ampliamente los acontecimientos de estos días para sacar partido de ellos. Una Comisión norteamericana llegó hasta donde la viuda de Gaitán para conversar con ella las condiciones del entierro de su esposo.

Volvamos al Bogotazo propiamente dicho. El 10 de abril el general Marshall puntualizó el carácter comunista de la rebelión: “los hechos trascienden los límites de Colombia. Es el mismo patrón de hechos que provocó huelgas en Francia e Italia y que está tratando de perjudicar la situación en Italia en donde las elecciones tendrán lugar el 18 de abril”.

Mariano Ospina Pérez en su discurso por radio del 11 de abril recogió esta tesis: “Estamos ante un movimiento de inspiración y prácticas comunistas”'; no faltó la denuncia de “indeseables elementos extranjeros”. Repitió esta tesis el 19 de abril, luego el 27 de abril en un mensaje a las Fuerzas Armadas: “un movimiento de visibles conexiones internacionales” promovido por “enemigos de la democracia y de la patria” en el que se jugó “el destino del mismo continente”.

Los británicos hicieron un análisis similar. Según el Daily Mail el comunismo no era un partido o movimiento sino “una conspiración mundial para derribar el capitalismo y la democracia. La quinta columna de Hitler era bastante formidable. Pero por ser racional en su concepción era limitada en su efectividad. El comunismo lo abriga todo y lo invade todo”.

Esta atribución al comunismo internacional de los acontecimientos de Bogotá fue motivo de una investigación de un sub-comité de la Cámara de Representantes délos Estados Unidos reunido en abril; oyó entre otros al Amirante Hiloenkoetter Jefe de la CIA y al señor Lincoln White, jefe de Prensa del Departamento de Estado. Se discutió mucho para saber si se habían tomado todas las precauciones del caso para asegurar la seguridad de la Delegación norteamericana en Bogotá.

El Almirante produjo entre otros una información con fecha del 2 de enero, procedente de Bogotá la cual anunciaba una campaña “antiimperialista” que tendría lugar durante la Conferencia Panamericana; también un profesor colombiano próximo a Gaitán habría anunciado la necesidad de una revolución armada; por fin un hombre encargado de esbozar la política comunista en Colombia había hecho circular un plan para “bloquear el progreso de la Conferencia”.

El Almirante consideraba a Gaitán como un liberal “muy próximo a los comunistas, y por lo menos a sus doctrinas parecido al Señor Henry Wallae en el país”. Lo que se sabe menos es que agentes británicos murieron durante la rebelión. Para Gran Bretaña en el Bogotazo había todo un aspecto petrolero así como una visión estratégica para instalar bases aéreas soviéticas a dos horas de vuelo del Canal de Panamá.

Gran Bretaña también tenía un interés para impedir que se tratara en la Novena Conferencia los temas de las Malvinas planteado por la Argentina y de Belice planteado en particular por Guatemala. Esto motivó el viaje a Bogotá de los detectives de Scotland Yard, Peter Beveridge y H. Tansell. Estos viajaron a petición del Jefe de los Servicios Británicos, el M.I.5, sir Percy Sillitoe, entonces en Washington en donde se concertaba con sus homólogos norteamericanos. También estuvo en Bogotá sir Norman Smith identificado como uno de los más famosos detectives británicos (había sido jefe de la Oficina del buró de inteligencia para la India). El diario inglés Daily Mail escribió entonces: “Colombia ha venido a ser un centro de intriga sin paralelo desde las conspiraciones del tiempo de la guerra en Lisboa y en Casablanca”.

En lo que respecta a la interpretación de la existencia de un complot comunista en Colombia, en los Estados Unidos surgieron varias dudas, lo cual puede entenderse de diversas maneras. Ya en el diario francés Le Monde del 12 de abril el corresponsal Maurice Ferro generalmente bien informado mandaba un largo cable desde Washington. Para él el Gobierno norteamericano creía que no debía sobrestimar la amenaza comunista en América Latina: “Se atribuye generalmente el malestar suramericano a la ‘infiltración comunista’. Hay quienes ya hablan de un complot fomentado en beneficio de la propaganda del Kominform. Por cierto, los marxistas han podido sacar partido de la situación pero parece aventurado cargarlo apriori con todos los pecados de Israel... En realidad como lo anotan muchos observadores bien enterados de los problemas suramericanos es a la fuente verdadera —la estructura económica y social de esos países— a la que hay que llegar para encontrar la causa de los movimientos sediciosos. Las repúblicas latinas reflejan en el hemisferio occidental la imagen del Medio Oriente: las mismas élites que viven en la opulencia, las mismas masas ignorantes y miserables. La revolución colombiana, como las últimas huelgas egipcias, es una explosión de ira de la pobre gente que busca su camino... La interpretación tendenciosa de los acontecimientos de Bogotá podría tal vez impresionar un congreso que todavía no ha ‘apropiado’ los fondos requeridos para la ejecución de 1 E.R.P.”

No olvidemos que estábamos en el primer año del Plan Marshall, en inglés European Relief Plan. La duda en los Estados Unidos la expresó el famoso cronista Walter Lippman al analizar el Bogotazo en el New York Herald Tribune del 23 de abril de 1948 en su columna “Today and Tomorrow”. Señala Lippman que a pesar de ciertas advertencias de la CÍA hubiera sido difícil preveer el bogotazo sobre todo “en razón de la propensión humana a hacer que los hechos confirmen los preconceptos estereotipados de uno, en este caso, tratar una revolución suramericana como una fase de la revolución rusa y entonces suponer que todas las condiciones revolucionarias mundiales empiezan y terminan en Moscú y que si no fuera por Moscú no habría revoluciones”.

Un poco más tarde apareció en Le Monde (21 de abril) una carta de Paul Rivet, buen conocedor de la realidad colombiana que declaraba su temor por las interpretaciones que daba la prensa de los acontecimientos de Bogotá. En ella el antropólogo francés explicaba la realidad de los dos partidos colombianos y su lucha desde 1930, la emergencia de la violencia entre 1946 y 1948 y para concluir afirmaba: “El conflicto que se produjo es la propia consecuencia del profundo sentimiento democrático que anima al pueblo colombiano. Es lamentable que haya estallado en el momento en que la Conferencia Panamericana está reunida en Bogotá pero es inexacto establecer cualquier relación entre los dos acontecimientos. Es insensato para quien conoce a Colombia interpretar los hechos como una actuación comunista oculta... Esta es la situación analizada en toda objetividad, ya son bastante inquietantes los mal entendidos existentes en el mundo, por eso no hace falta añadir otro nuevo con una interpretación apasionada de acontecimientos cuyo origen es puramente local”.

El Embajador de Colombia en París, Fernando Londoño Londoño, mandó entonces una carta al director del diario francés, carta publicada el 3 de mayo donde asegura que tanto Darío Echandía como el Designado Eduardo Santos han atribuido los acontecimientos al comunismo internacional. Paul Rivet escribe de nuevo una carta que fue publicada el 1° de junio de 1948. El Director del Museo del Hombre llegó de Bogotá y declaró que ni Echandía ni Eduardo Santos se pronunciaron en este sentido, que quien lo hizo fue Enrique Santos, Caliban, y no Eduardo.

Paul Rivet insistió en dos factores explicativos del bogotazo que identificó como la barbarie y la miseria: la violencia de un pueblo, la miseria de las clases obreras y de las poblaciones campesinas. Señalaba como en el saqueo del centro de la ciudad sólo la capilla del Hospicio se quemó con toda la manzana en la que estaba situada, mientras que ningún banco, museo, fábrica, o embajada (con excepción de la Nunciatura) fueron asaltados. En cambio, si fueron incendiados el Palacio Arzobispal, varios conventos y el Colegio de la Salle. El Capitolio sede de la Conferencia, apenas sí fue amenazado.

Se podrían multiplicar semejantes testimonios que pasaron casi desapercibidos frente a la versión difundida por el Gobierno colombiano, la Delegación norteamericana, etc. Esta versión sirvió en Bogotá para presionar una Conferencia en la que se multiplicaban las declaraciones de reticencia frente a los documentos anticomunistas propuestos. A estos opositores el bogotazo dio la oportunidad de una última maniobra; en efecto propusieron en seguida la disolución o la postergación de la Conferencia a lo que evidentemente se opusieron los Estados Unidos.

Concluida la Conferencia, desapareció de los documentos del Departamento de Estado la versión —manejada en forma oportunista— del complot comunista del 9 de abril.

* Gilhodes, P. (1986). “El 9 de abril y su contexto internacional. Universidad Nacional de Colombia. Anuario Colombiano de Historia Social y de Cultura”. En la Universidad Externado publicó el libro “Cuarente años en Colombia” y trabajó en la Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales, donde fue el creador del Centro de Investigaciones y Proyectos Especiales, CIPE. Su trabajo de estudio, enseñanza e investigación se centró en ciencias políticas y relaciones internacionales, así como en la historia y el desarrollo económico de Colombia y de América.

Por Pierre Gilhodes * / Especial para El Espectador

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