El tsunami de canas
El economista jefe y director de investigación en el Banco Africano de Exportación e Importación (Afreximbank) explica la relación entre tasas globales de fertilidad y migraciones.
Hippolyte Fofack * EL CAIRO. ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR
Desde 2011 las ventas de pañales para adultos en Japón han superado a las de pañales para niños, lo que refleja una caída en la tasa de fertilidad del país (los nacimientos con vida por mujer) de 3,66 en 1950 a alrededor de 1,5 a comienzos de los años 1990. Desde entonces la fertilidad japonesa se ha mantenido atascada muy por debajo de la “tasa de reemplazo” (2,1), y representaba apenas 1,3 en 2021.
Pero Japón no es el único país geriátrico. Las tasas de fertilidad también han caído por debajo de la tasa de reemplazo en todos los países de la Eurozona, y son sorprendentemente bajas en Hong Kong, Macao, Singapur, Corea del Sur y Taiwán -las cinco economías más ricas del este de Asia, dejando de lado China-. Las tasas de fertilidad en 2021 de 0,81 y 1,38 de Corea del Sur y Hong Kong, respectivamente, están entre las más bajas del mundo.
Asimismo, China probablemente registre una caída absoluta de su población en 2023. Si bien en 2016 el gobierno puso fin a su política de un solo hijo vigente desde hacía 35 años, la tasa de fertilidad de China se mantuvo en solo 1,16 en 2021, por debajo del registro de 6,3 apenas en 1968. Las Naciones Unidas han revisado a la baja su proyección del tamaño de la población en edad laboral de China (personas entre 15 y 64 años) en 2100 en la sorprendente cifra de 201 millones, de 579 millones a 378 millones. Esta tendencia plantea un gran problema para la economía china. “Hoy, 100 chinos en edad laboral solventan a 20 jubilados”, escribió recientemente la historiadora de Oxford Rana Mitter en The Spectator. “Si las tendencias continúan, para comienzos del siglo próximo 100 trabajadores tendrán que solventar a 120 jubilados”.
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Por su parte, la tasa de fertilidad en Estados Unidos se ha reducido a menos de la mitad desde 1960, con una caída de 3,7 a 1,66 en 2021. E incluso India, una potencia entre los mercados emergentes, está experimentando una caída demográfica, con tasas de fertilidad de 2,03 en 2021 y 2,05 el año antes, la primera vez que el país había caído por debajo de la tasa de reemplazo.
Según el informe “Perspectivas de la población mundial 2022”, de las Naciones Unidas (“WPP2022”), la tasa de fertilidad global, que se mantuvo en un 2,3 general en 2021, alcanzará el punto crítico demográfico de 2,1 en 2050, debido a una caída sincronizada a nivel global de las tasas de natalidad, incluso en África y América Latina.
La caída de las tasas de fertilidad ya ha hecho subir la distribución etaria de la población en muchas economías. Según el informe “WPP2022”, “a escala mundial, las personas de 65 años o más superaron a los niños de menos de cinco años por primera vez en 2018”. A mediados de este siglo habrá el doble de ciudadanos mayores que de gente de menos de cinco años, y más o menos la misma cantidad que el total de personas de menos de 12 años.
Las consecuencias serán inmensas, particularmente en las economías de altos ingresos. Además de sobrecargar los sistemas de pensiones y de atención médica, las bajas tasas de natalidad -a falta de más inmigración- achicarán la población en edad de trabajar, reduciendo a su vez el consumo de los hogares y el crecimiento económico. Una cantidad menor de trabajadores también derivará en una inflación salarial, que podrían agudizar la incertidumbre y la volatilidad en la economía global. Históricamente, el crecimiento de la producción per cápita ha representado alrededor de la mitad del crecimiento económico anual promedio a nivel mundial, y la otra mitad surge del crecimiento demográfico. Pero el envejecimiento de la población amenaza con desestabilizar este equilibrio.
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A medida que las bajas tasas de fertilidad se vuelven cada vez más arraigadas, muchos países pueden adoptar políticas agresivas a favor de la natalidad. Siguiendo el modelo de comportamiento de los hogares y planificación familiar del economista y premio Nobel Gary Becker -que sugiere que la demanda de hijos responde a cambios en el precio del “hijo marginal”-, esas políticas tienden a enfatizar los incentivos financieros, como licencias de maternidad pagas, “bonos” para las parejas que tienen hijos, subsidios mensuales para las madres que se toman licencias para criar a un tercer hijo y deducciones impositivas personales para cubrir los gastos del cuidado infantil.
Sin embargo, estos alicientes no han demostrado ser especialmente efectivos. Francia ofrece un respaldo sustancial a las familias, pero su tasa de fertilidad se mantuvo en apenas 1,83 en 2021. Algo que agrava el desafío es que los crecientes ingresos per cápita y los avances médicos han hecho subir la expectativa de vida, atenuando la “utilidad” histórica de tener más hijos como una suerte de póliza de seguro intergeneracional.
A fines del siglo XVIII, el clérigo y economista Thomas Malthus, preocupado por el rápido crecimiento de la población, estableció dos conjuntos de factores que podían estabilizarlo: “Controles positivos” que aumentan la mortalidad, como las guerras, el hambre y las enfermedades, y “controles preventivos” como el celibato, el control de la natalidad y las actitudes frente a la planificación familiar. Además de los avances en la medicina, el orden internacional basado en reglas que surgió después de la Segunda Guerra Mundial ayudó a disminuir los controles positivos sobre el crecimiento de la población. Pero Malthus no podría haber imaginado lo efectivos que serían los controles preventivos de los últimos 70 años.
Estos acontecimientos estuvieron alimentados por dos influencias fundamentales. Primera, los cambios en las estrategias de planificación familiar pueden afianzarse una vez que se instalan como normas sociales, como lo deja en claro el debate resurgente sobre el acceso al aborto en Estados Unidos. Segunda, y con consecuencias aún mayores, las tasas de fertilidad extremadamente bajas exhiben un efecto de persistencia y se vuelven cada vez más difíciles de revertir cuanto más perduran.
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A lo largo de la historia moderna la migración internacional de países de bajos ingresos y altas tasas de fertilidad a naciones con ingresos promedio más elevados y tasas de natalidad más bajas ha ayudado a proteger a estos últimos de los vientos de frente demográficos. Según el informe “WPP2022”, el crecimiento demográfico en los países de altos ingresos entre 2000 y 2020 fue impulsado principalmente por la migración internacional, con flujos netos (80,5 de millones) que superaron el equilibrio de nacimientos nativos por sobre las muertes (66,2 millones) en más del 20 %.
Asimismo, la migración internacional se convertirá en el único motor de crecimiento demográfico en estas economías en las próximas décadas. Eso significa que habrá un aumento de las poblaciones nacidas en el exterior en los países de altos ingresos, que representaban más del 14,7 % de su población total en 2020 -con ratios más elevados para algunas de las economías más grandes, entre ellas Estados Unidos (15,3 %) y Alemania (18,8 %).
A pesar de las estrictas políticas inmigratorias que han promovido muchos gobiernos en los últimos años, la migración internacional ha ayudado a los países de altos ingresos a sustentar el crecimiento económico y aliviar la carga de solventar a sus crecientes poblaciones de personas mayores, manteniendo las pensiones estatales en un sendero sustentable. En un momento de aumento de las tensiones geopolíticas y ante el riesgo de fragmentación global, es más importante que nunca reconocer la relación mutuamente beneficial que existe entre los países con tasas de fertilidad bajas y altas.
Aun así, facilitar la migración no puede ser la única solución de largo plazo. Si la fertilidad global efectivamente cae por debajo de la tasa de reemplazo en los próximos 30 años, las consecuencias para todo el planeta pueden ser sombrías. Nuestros hijos deben ser el futuro, pero van a crecer en un mundo geriátrico.
Desde 2011 las ventas de pañales para adultos en Japón han superado a las de pañales para niños, lo que refleja una caída en la tasa de fertilidad del país (los nacimientos con vida por mujer) de 3,66 en 1950 a alrededor de 1,5 a comienzos de los años 1990. Desde entonces la fertilidad japonesa se ha mantenido atascada muy por debajo de la “tasa de reemplazo” (2,1), y representaba apenas 1,3 en 2021.
Pero Japón no es el único país geriátrico. Las tasas de fertilidad también han caído por debajo de la tasa de reemplazo en todos los países de la Eurozona, y son sorprendentemente bajas en Hong Kong, Macao, Singapur, Corea del Sur y Taiwán -las cinco economías más ricas del este de Asia, dejando de lado China-. Las tasas de fertilidad en 2021 de 0,81 y 1,38 de Corea del Sur y Hong Kong, respectivamente, están entre las más bajas del mundo.
Asimismo, China probablemente registre una caída absoluta de su población en 2023. Si bien en 2016 el gobierno puso fin a su política de un solo hijo vigente desde hacía 35 años, la tasa de fertilidad de China se mantuvo en solo 1,16 en 2021, por debajo del registro de 6,3 apenas en 1968. Las Naciones Unidas han revisado a la baja su proyección del tamaño de la población en edad laboral de China (personas entre 15 y 64 años) en 2100 en la sorprendente cifra de 201 millones, de 579 millones a 378 millones. Esta tendencia plantea un gran problema para la economía china. “Hoy, 100 chinos en edad laboral solventan a 20 jubilados”, escribió recientemente la historiadora de Oxford Rana Mitter en The Spectator. “Si las tendencias continúan, para comienzos del siglo próximo 100 trabajadores tendrán que solventar a 120 jubilados”.
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Por su parte, la tasa de fertilidad en Estados Unidos se ha reducido a menos de la mitad desde 1960, con una caída de 3,7 a 1,66 en 2021. E incluso India, una potencia entre los mercados emergentes, está experimentando una caída demográfica, con tasas de fertilidad de 2,03 en 2021 y 2,05 el año antes, la primera vez que el país había caído por debajo de la tasa de reemplazo.
Según el informe “Perspectivas de la población mundial 2022”, de las Naciones Unidas (“WPP2022”), la tasa de fertilidad global, que se mantuvo en un 2,3 general en 2021, alcanzará el punto crítico demográfico de 2,1 en 2050, debido a una caída sincronizada a nivel global de las tasas de natalidad, incluso en África y América Latina.
La caída de las tasas de fertilidad ya ha hecho subir la distribución etaria de la población en muchas economías. Según el informe “WPP2022”, “a escala mundial, las personas de 65 años o más superaron a los niños de menos de cinco años por primera vez en 2018”. A mediados de este siglo habrá el doble de ciudadanos mayores que de gente de menos de cinco años, y más o menos la misma cantidad que el total de personas de menos de 12 años.
Las consecuencias serán inmensas, particularmente en las economías de altos ingresos. Además de sobrecargar los sistemas de pensiones y de atención médica, las bajas tasas de natalidad -a falta de más inmigración- achicarán la población en edad de trabajar, reduciendo a su vez el consumo de los hogares y el crecimiento económico. Una cantidad menor de trabajadores también derivará en una inflación salarial, que podrían agudizar la incertidumbre y la volatilidad en la economía global. Históricamente, el crecimiento de la producción per cápita ha representado alrededor de la mitad del crecimiento económico anual promedio a nivel mundial, y la otra mitad surge del crecimiento demográfico. Pero el envejecimiento de la población amenaza con desestabilizar este equilibrio.
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A medida que las bajas tasas de fertilidad se vuelven cada vez más arraigadas, muchos países pueden adoptar políticas agresivas a favor de la natalidad. Siguiendo el modelo de comportamiento de los hogares y planificación familiar del economista y premio Nobel Gary Becker -que sugiere que la demanda de hijos responde a cambios en el precio del “hijo marginal”-, esas políticas tienden a enfatizar los incentivos financieros, como licencias de maternidad pagas, “bonos” para las parejas que tienen hijos, subsidios mensuales para las madres que se toman licencias para criar a un tercer hijo y deducciones impositivas personales para cubrir los gastos del cuidado infantil.
Sin embargo, estos alicientes no han demostrado ser especialmente efectivos. Francia ofrece un respaldo sustancial a las familias, pero su tasa de fertilidad se mantuvo en apenas 1,83 en 2021. Algo que agrava el desafío es que los crecientes ingresos per cápita y los avances médicos han hecho subir la expectativa de vida, atenuando la “utilidad” histórica de tener más hijos como una suerte de póliza de seguro intergeneracional.
A fines del siglo XVIII, el clérigo y economista Thomas Malthus, preocupado por el rápido crecimiento de la población, estableció dos conjuntos de factores que podían estabilizarlo: “Controles positivos” que aumentan la mortalidad, como las guerras, el hambre y las enfermedades, y “controles preventivos” como el celibato, el control de la natalidad y las actitudes frente a la planificación familiar. Además de los avances en la medicina, el orden internacional basado en reglas que surgió después de la Segunda Guerra Mundial ayudó a disminuir los controles positivos sobre el crecimiento de la población. Pero Malthus no podría haber imaginado lo efectivos que serían los controles preventivos de los últimos 70 años.
Estos acontecimientos estuvieron alimentados por dos influencias fundamentales. Primera, los cambios en las estrategias de planificación familiar pueden afianzarse una vez que se instalan como normas sociales, como lo deja en claro el debate resurgente sobre el acceso al aborto en Estados Unidos. Segunda, y con consecuencias aún mayores, las tasas de fertilidad extremadamente bajas exhiben un efecto de persistencia y se vuelven cada vez más difíciles de revertir cuanto más perduran.
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A lo largo de la historia moderna la migración internacional de países de bajos ingresos y altas tasas de fertilidad a naciones con ingresos promedio más elevados y tasas de natalidad más bajas ha ayudado a proteger a estos últimos de los vientos de frente demográficos. Según el informe “WPP2022”, el crecimiento demográfico en los países de altos ingresos entre 2000 y 2020 fue impulsado principalmente por la migración internacional, con flujos netos (80,5 de millones) que superaron el equilibrio de nacimientos nativos por sobre las muertes (66,2 millones) en más del 20 %.
Asimismo, la migración internacional se convertirá en el único motor de crecimiento demográfico en estas economías en las próximas décadas. Eso significa que habrá un aumento de las poblaciones nacidas en el exterior en los países de altos ingresos, que representaban más del 14,7 % de su población total en 2020 -con ratios más elevados para algunas de las economías más grandes, entre ellas Estados Unidos (15,3 %) y Alemania (18,8 %).
A pesar de las estrictas políticas inmigratorias que han promovido muchos gobiernos en los últimos años, la migración internacional ha ayudado a los países de altos ingresos a sustentar el crecimiento económico y aliviar la carga de solventar a sus crecientes poblaciones de personas mayores, manteniendo las pensiones estatales en un sendero sustentable. En un momento de aumento de las tensiones geopolíticas y ante el riesgo de fragmentación global, es más importante que nunca reconocer la relación mutuamente beneficial que existe entre los países con tasas de fertilidad bajas y altas.
Aun así, facilitar la migración no puede ser la única solución de largo plazo. Si la fertilidad global efectivamente cae por debajo de la tasa de reemplazo en los próximos 30 años, las consecuencias para todo el planeta pueden ser sombrías. Nuestros hijos deben ser el futuro, pero van a crecer en un mundo geriátrico.