Emily Dickinson: silencio, soledad y naturaleza (Plumas transgresoras)
La poeta estadounidense se consagró en la historia literaria de ese país por los más de dos mil poemas que escribió, la forma en la que se acercó a su contexto y sus temáticas.
Mónica Acebedo
“La turba dentro del corazón
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“La turba dentro del corazón
La policía no puede suprimir
La revuelta inicial
Se autoriza como paz
Incertificada por escena
O significada por sonido
Pero creciendo como un huracán
En un suelo congenio”.
(Traducción de Tania Ganitsky)
Emily Dickinson (1830-1886) fue una de las poetas más importantes de Estados Unidos de América. Escribió aproximadamente dos mil poemas, aunque la mayoría de ellos solo se publicaron después de su muerte. Su pluma se puede considerar transgresora y original por combinar en su obra diversas miradas de su contexto: la de la tradición puritana, la del Romanticismo americano, la del papel de la mujer, aquella del Modernismo e incluso una visión posmoderna de su realidad. En efecto, algunos de sus versos más delicados dialogan con la naturaleza y sus criaturas, al estilo de las mejores evocaciones idealistas y pasionales del Romanticismo; pero otros poemas son complejos, modernos y realistas; unos parecen rezumar un feminismo temprano; otros exponen sentimientos violentos y salvajes sobre la muerte o la guerra; unos cuantos exploran la existencia humana. Sobre la enigmática autora y su encasillamiento en los parámetros exclusivos de lo romántico, en su maravilloso libro Emily Dickinson y lo incompleto (Seix Barral, 2023), Tania Ganitsky afirmó: “Clasificarla como una poeta romántica lleva a asociar al sujeto poético que habla en los poemas con su persona biográfica, porque al distorsionar el Romanticismo entendimos el poema como la expresión directa de los sentimientos de las autoras y no como una experiencia de desapropiación y desdoblamiento, que fue la vía que tomó ella”.
Nació el 10 de diciembre de 1830 en Amherst, Massachusetts, en el seno de una familia de ancestros puritanos que habían llegado a Nueva Inglaterra en el siglo XVII. Su abuelo fue uno de los fundadores del Amherst College. Fue educada en los principios del puritanismo. Estudió Ciencias en Mount Holyoke Female Seminary. Pronto expresó su escepticismo ante ciertas actitudes puritanas respecto de la educación femenina. Se retiró del seminario, realizó unos viajes cortos a Filadelfia y Washington y después se recluyó en la casa de sus padres por el resto de su vida. Unos pocos poemas de su autoría fueron publicados en un diario local. El resto, ella misma los fue guardando en pequeños trozos de papel. Fue su hermana, Lavinia, quien después de su muerte, el 15 de mayo de 1886, encontró un cofre con mil ochocientos poemas, que presentó al mundo literario.
A pesar de su reclusión e introspección, mantuvo buenos amigos y amigas y una correspondencia asidua, de donde se ha extraído la gran mayoría de aspectos de su vida y gran parte de su obra. Escribió muchas cartas-poemas de amor a su cuñada Susan Gilbert: “Poseer una / Susan / mía propia / Es de por sí / una bienaventuranza. / Sea el que sea/ el Reino que yo / pierda por condena, Señor, / ¡Perpetúame / en este! Emily” […] “Susan, yo habría / salido / del Edén para abrirte / la puerta / si hubiera sabido / que tú estabas ahí” (Cartas de amor a Susan, Sabina Editorial).
Asimismo, fue fundamental el enfoque ambivalente en sus versos sobre la naturaleza: por una parte, presentó el mundo dentro de su propio hogar y, por otra, comparó los eventos de la naturaleza con la vida y el comportamiento de los seres humanos. “No se lo dije al jardín / todavía, no sea que me conquiste, / no tengo suficiente fuerza ahora / para decírselo a la abeja, / no lo mencionaré en las calles, / porque las tiendas me mirarían, / que alguien tan tímido, / tan ignorante tenga el descaro de morir.
“Las laderas de las montañas / no deben saberlo, dónde / yo tanto he jugado, ni decirlo / a los cariñosos bosques el día que me vaya, / ni susurrarlo en la mesa, / ni desprevenidamente en el camino / sugerir que dentro de un acertijo / alguien se encaminará hoy”.
El periodo de la guerra civil estadounidense, entre 1860 y 1865, fue el más productivo. Su correspondencia con Thomas Wentworth Higginson, crítico literario y abolicionista que lideró el primer batallón de afroamericanos, dio cuenta de esta época prolífica de la autora, su aversión hacia la guerra y sus sentimientos devastadores: “My Portion is Defeat -Today-” (Mi porción es la derrota -hoy-), es uno de sus poemas más icónicos.
La muerte también fue una constante en su temática. Algunas veces la presentó de forma angustiante, mientras que otras habló del final de la vida en un tono esperanzador. “Bueno es saber que se sostendrán las acciones / cuando yazgamos entre margaritas, / que el comercio continuará, / que el tráfico será tan animado. / Eso serena el alma y hace tranquila la partida: / saber que tan vivaces caballeros / dirigirán la grata escena”.
Adicionalmente su obra fue transgresora por aquellos versos fragmentados, breves; la puntuación original y el uso del guion en vez de comas; las letras mayúsculas en medio de oraciones; la métrica irregular y la rima libre. Todos estos son motivos y metáforas que algunos estudios atribuyen a la intención privada de sus poemas, mientras que otros los rescatan como propósito contundente del “yo” lírico: “Las pequeñas oraciones que inicié y nunca acabé – / los pequeños pozos que – cavé y nunca llené –”.
En síntesis, los poemas de Dickinson son de lectura obligatoria. Sus poemas son tan breves como profundos en la exploración de la existencia humana, del amor, de la naturaleza, de la muerte, de la guerra. Su estilo y temática la ubican entre las grandes poetas de la historia de la literatura del siglo XIX. Su obra ha sido analizada desde la perspectiva literaria, filosófica e histórica y ha servido de referente para muchas generaciones de poetas.