En Bogotá sí se baila
Este fin de semana, cerca de los cerros de Bogotá, se escucha el sonido de la música folclórica que marca el paso de aquellos que escogieron la danza como una forma de vida. Se trata del Festival “Bogotá Ciudad de Folclor”. Directores de las agrupaciones participantes hablaron para El Espectador y contaron cómo llegaron hasta aquí.
Samuel Sosa Velandia
“Cinco, seis, siete y…” su majestad, la cumbia, entra al escenario. Luego el bambuco toma su lugar. Después el litoral Pacífico, con su tradicional currulao, entra al son del compás. Y así, sucesivamente, sobre el escenario al aire libre de La Media Torta van apareciendo las danzas folclóricas interpretadas por jóvenes y viejos.
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“Cinco, seis, siete y…” su majestad, la cumbia, entra al escenario. Luego el bambuco toma su lugar. Después el litoral Pacífico, con su tradicional currulao, entra al son del compás. Y así, sucesivamente, sobre el escenario al aire libre de La Media Torta van apareciendo las danzas folclóricas interpretadas por jóvenes y viejos.
Bajo el nombre de “Bogotá Ciudad de Folclor” se desarrolla este festival, en el que diferentes academias de danza de la capital se encuentran para presentar sus trabajos: piezas de baile que cuentan una historia en la que no se necesitan las palabras, sino de los sonidos y el movimiento de los cuerpos. No fue un camino fácil. No todos lograron llegar hasta aquí.
Los directores y sus bailarines fueron evaluados por un comité de jurados compuesto por tres expertos y conocedores de la danza, quienes decidieron cuáles serían las agrupaciones que recibirían las becas de circulación, otorgadas por la Secretaría de Cultura de Bogotá, y que tendrían además la posibilidad de ser parte de la edición número 12 de este evento, que propicia la conversación sobre la apropiación de la danza como Patrimonio Cultural Intangible del país.
Cada historia de los territorios ya fue contada por los sonidos y los bailes, incluso antes que cualquier libro. Por eso, para Adriana Quintero, directora de Corporeus Danza, este es un ejercicio de memoria. “El folclor es parte del trasegar de la vida en los diferentes territorios de nuestro país, y por eso es que en mi academia buscamos ir más que solo a enseñar un tipo de baile. De nada sirve que hagan algo sin conocer su historia. Ahí es cuando la pedagogía tiene que nacer”, dijo Quintero, quien, con sus bailarines, resultó ganadora de una de las becas de la convocatoria.
Fue la segunda puntuación más alta en la línea de participación de estas nuevas propuestas del folclor colombiano que involucran otras técnicas de danza. Esta fue novedad dentro del Festival “Bogotá Ciudad de Folclor”, que por mucho tiempo estuvo entre las miradas más tradicionales que se han negado a aceptar la transformación de las costumbres. Afirmó Quintero que por esa razón había decidido no participar, pero que al ver este cambio sintió que era momento de llevar su trabajo a ese escenario.
“El color de nuestras voces”, así se llama la obra que presentaron ayer en La Media Torta. Una pieza en la que exaltaron la historia del amarillo, el azul y el rojo de nuestra bandera. “No es una protesta, pero sí es un grito del alma por el sufrimiento del campesino en nuestro país. Por eso empezamos con el rojo, el de la sangre y la historia que no se quiere contar, pero que no podemos permitir olvidar. El azul de nuestro mar y los pescadores, y el amarillo, por la alegría que, no podemos negar, nos caracteriza”, explicó la artista, que encontró la forma de fusionar el folclor con el jazz, la danza contemporánea y lo urbano.
Para Edwin Avella y su Corporación Colombiana Ballet Folklórico Iroko, también es la primera vez. Como su nombre lo indica, fueron escogidos en la línea de folclor colombiano de espectáculo y ballet folclórico. Se decidieron por bailar con la cumbia. Su propuesta, que se presenta hoy, es un homenaje a ese ritmo del Caribe colombiano.
“Quisimos darles protagonismo a las canciones más distintivas a nivel internacional y que todos conocemos como colombianos: La pollera colorá, Yo me llamo cumbia, Colombia tierra querida y El pescador. Estas son canciones que nos demuestran que este es un género conocido en el mundo, pero que tiene una casa y una madre: Colombia”. Avella señaló que llevar el baile en su cuerpo implica ponerse sobre la piel símbolos culturales y patrios. Un asunto que, para él, debe ser consciente y respetuoso.
“Llevamos el mapa, el escudo y la bandera de Colombia al escenario, como también la atarraya y otros elementos de los pescadores, que dotan de sentido, pero sobre todo de pasión, lo que somos y lo que tenemos”.
En esa misma línea de participación, Colombia Danza Internacional fue seleccionada. “Tambores de mi tierra” fue como bautizaron su obra, en la que cada danza representó a los cuatro elementos de la naturaleza. Paola Beltrán es la directora de esta academia. Ella ha evidenciado con el paso de los años la evolución y transformación del festival, del que no solo destacó el reconocimiento económico, sino la posibilidad de llevar su arte hasta escenarios como La Media Torta o el teatro Jorge Eliécer Gaitán.
“En Bogotá hay muchas compañías, pero se desconoce su trabajo, y así es más difícil mantenerlas, por eso hay que aprovechar estos escenarios que nos permiten visibilizarnos”, reconoció. Aseguró ser consciente de que aún faltan espacios, apoyos e intereses por la danza, sobre todo la folclórica. No desconoció lo que se ha hecho, pero sí cuestionó la forma.
“Hay convocatorias, pero no son suficientes ante lo que cuesta la cultura y lo que conlleva tener un lugar como este. Mucho de lo que logramos es por trámites propios, hasta las entidades se sorprenden al ver la trayectoria que hemos cosechado. Además, algunas de estas convocatorias no están hechas para todos: acceder es un trámite de muchos requisitos que hace más lento todo”, señaló la directora.
A su voz se unió Adriana Quintero, quien al igual que Beltrán y Avella han viajado por el mundo con sus agrupaciones, representando la cultura de nuestro país, lo que parece aún no ser razón suficiente para recibir apoyo. “Quisiera que alguien respaldara esa bandera que llevamos por tantos países. Siento que a veces se queda corto el soporte y nos dejan solos. Pero también hemos descubierto que hay un presupuesto y unas opciones que debemos aprovechar, siendo conscientes de que nos pertenecen. Siempre voy a pelear por el gremio, porque siento que falta más”.
A pesar de las condiciones, o de lo que pueda suceder, los tres manifestaron que seguirán danzando. Ya lograron superar la pandemia, un capítulo difícil en sus historias y que retó a sus convicciones y sus pasiones.
“El arte sana, salva, ayuda y hace la paz. Esa es una realidad, una que a veces el país no quiere creer, pero hay muchos testimonios y evidencias. Solo hay que detenerse a observar”, concluyó Quintero.