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                                                                                                                                  En homenaje a Johnny Pacheco: Un príncipe en Zaire

                                                                                                                                  Un texto para recordar a Johnny Pacheco, genio y figura estelar de la historia de la salsa, creador de la mítica Fania All Star, fallecido hoy en Nueva York.

                                                                                                                                  Sorayda Peguero

                                                                                                                                  La flauta fue el primer instrumento que acercó a Johnny Pacheco a la salsa.
                                                                                                                                  Foto: La Che Taller
                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!
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                                                                                                                                  La primera vez que Johnny Pacheco se subió a un avión tenía once años. Los Pacheco Kiniping partieron de la República Dominicana por una cuestión de supervivencia. El papá de la criatura, don Rafael Azarías Pacheco, era director de la orquesta favorita del dictador Trujillo. “Mi padre era el mejor clarinete de la República Dominicana, dirigía la orquesta Santa Cecilia, pero también era sastre, y cosía a mucha velocidad. Llevaba el ritmo con la puntada, y silbaba la melodía. Cuando llegaba a la solapa del saco, retardaba la puntada, y yo le preguntaba: ¿Qué ritmo estás cosiendo, papá? Y él me respondía: Un bolero”[1]. Cuando Trujillo propuso un nuevo nombre para su orquesta preferida, uno que lo ensalzaba con gran pompa, don Rafael pensó: “Trujillo que se vaya al infierno”. Contrariar un capricho del dictador era como jugarse la vida en la ruleta rusa. Unos años más tarde, el nombre del hijo menor de don Rafael le daba la vuelta al mundo ligado a la palabra “salsa”.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  La salsa se convirtió en una fiebre que llevaba a los jóvenes latinos de regreso a la pista. “Cuando nos presentábamos en Miami en los años sesenta y setenta, los jóvenes no iban a vernos –recordaba Celia Cruz–. A veces, esos bailes estaban medio vacíos. Decían: ‘¿Música de Celia Cruz y la Sonora Matancera? Ah, música vieja’. (…) Si decíamos que nuestra presentación era de salsa, el ochenta por ciento del público eran jóvenes”. En el documental Yo soy la salsa, Rubén Blades se refiere a Pacheco como una figura fundamental para sentar las bases del fenómeno salsero: “Hay que destacar su habilidad como productor para ayudar a crear lo que fue, sin duda, el centro de todo lo que tiene que ver con la historia de la música salsa, que fue la Fania, en Nueva York. Sin Pacheco habría que considerar qué hubiera ocurrido. No hubiera sido lo mismo, es decir, posiblemente no hubiera ocurrido (…). Es bien interesante que un dominicano tuviera tanto poder, tanta influencia para ayudar a que se formalizara el género salsa. No solo en la ciudad de Nueva York, en todas partes, porque de aquí surgió hacia todos lados”.

                                                                                                                                  Para bautizar su sello discográfico y la orquesta que reunió a todas sus estrellas, el dominicano se inspiró en el nombre de un son de Reinaldo Bolaños: Fanía. Con Fania Records y Fania All-Stars Pacheco quería crear, no una moda, sino una revolución musical que llevara por bandera el sincretismo que une lo africano, lo español y las expresiones más representativas de la cultura popular latinoamericana. La puesta de largo de Fania All-Stars se celebró con un recital el jueves 26 de agosto de 1971 en el Club Cheetah. En ese salón de baile neoyorkino con capacidad para unas mil doscientas personas, y que esa noche convocó más de dos mil, la historia de la música latina cambió radicalmente. “Lo que nosotros hicimos fue tomar la música cubana y ponerle acordes más progresivos, hacerle más énfasis al ritmo y destacar ciertos detalles, pero sin alterar su esencia –le explicaba Pacheco a Leonardo Padura en 1995–. Y como la palabra salsa, igual que ‘sabor’, o ‘azúcar’, por ejemplo, siempre ha estado ligada a esta música, no me pareció mal llamarla así”.

                                                                                                                                  No nos hemos olvidado del pájaro de acero que acaba de aterrizar en Zaire –hoy República Democrática del Congo–. Aeropuerto de Kinsasa. 1974. No hemos perdido de vista a la gente que grita: “¡Pacheco! ¡Pacheco! ¡Pacheco!”, ni a Celia Cruz, que de camino al hotel se sigue preguntado: “¿Cómo es posible que en África reciban a Pacheco como un príncipe?”. Pacheco dice que son sus parientes: su gran familia extendida. Él es el hijo que vuelve a la casa de sus ancestros con una paila de sabores bien mezclados, una vibrante ofrenda para la tierra que pisa bailando. A ella le debe su tumbao.

                                                                                                                                  [1]. Cita extraída de una entrevista de Armando López a Johnny Pacheco.

                                                                                                                                  La flauta fue el primer instrumento que acercó a Johnny Pacheco a la salsa.
                                                                                                                                  Foto: La Che Taller
                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!
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                                                                                                                                  La primera vez que Johnny Pacheco se subió a un avión tenía once años. Los Pacheco Kiniping partieron de la República Dominicana por una cuestión de supervivencia. El papá de la criatura, don Rafael Azarías Pacheco, era director de la orquesta favorita del dictador Trujillo. “Mi padre era el mejor clarinete de la República Dominicana, dirigía la orquesta Santa Cecilia, pero también era sastre, y cosía a mucha velocidad. Llevaba el ritmo con la puntada, y silbaba la melodía. Cuando llegaba a la solapa del saco, retardaba la puntada, y yo le preguntaba: ¿Qué ritmo estás cosiendo, papá? Y él me respondía: Un bolero”[1]. Cuando Trujillo propuso un nuevo nombre para su orquesta preferida, uno que lo ensalzaba con gran pompa, don Rafael pensó: “Trujillo que se vaya al infierno”. Contrariar un capricho del dictador era como jugarse la vida en la ruleta rusa. Unos años más tarde, el nombre del hijo menor de don Rafael le daba la vuelta al mundo ligado a la palabra “salsa”.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  La salsa se convirtió en una fiebre que llevaba a los jóvenes latinos de regreso a la pista. “Cuando nos presentábamos en Miami en los años sesenta y setenta, los jóvenes no iban a vernos –recordaba Celia Cruz–. A veces, esos bailes estaban medio vacíos. Decían: ‘¿Música de Celia Cruz y la Sonora Matancera? Ah, música vieja’. (…) Si decíamos que nuestra presentación era de salsa, el ochenta por ciento del público eran jóvenes”. En el documental Yo soy la salsa, Rubén Blades se refiere a Pacheco como una figura fundamental para sentar las bases del fenómeno salsero: “Hay que destacar su habilidad como productor para ayudar a crear lo que fue, sin duda, el centro de todo lo que tiene que ver con la historia de la música salsa, que fue la Fania, en Nueva York. Sin Pacheco habría que considerar qué hubiera ocurrido. No hubiera sido lo mismo, es decir, posiblemente no hubiera ocurrido (…). Es bien interesante que un dominicano tuviera tanto poder, tanta influencia para ayudar a que se formalizara el género salsa. No solo en la ciudad de Nueva York, en todas partes, porque de aquí surgió hacia todos lados”.

                                                                                                                                  Para bautizar su sello discográfico y la orquesta que reunió a todas sus estrellas, el dominicano se inspiró en el nombre de un son de Reinaldo Bolaños: Fanía. Con Fania Records y Fania All-Stars Pacheco quería crear, no una moda, sino una revolución musical que llevara por bandera el sincretismo que une lo africano, lo español y las expresiones más representativas de la cultura popular latinoamericana. La puesta de largo de Fania All-Stars se celebró con un recital el jueves 26 de agosto de 1971 en el Club Cheetah. En ese salón de baile neoyorkino con capacidad para unas mil doscientas personas, y que esa noche convocó más de dos mil, la historia de la música latina cambió radicalmente. “Lo que nosotros hicimos fue tomar la música cubana y ponerle acordes más progresivos, hacerle más énfasis al ritmo y destacar ciertos detalles, pero sin alterar su esencia –le explicaba Pacheco a Leonardo Padura en 1995–. Y como la palabra salsa, igual que ‘sabor’, o ‘azúcar’, por ejemplo, siempre ha estado ligada a esta música, no me pareció mal llamarla así”.

                                                                                                                                  No nos hemos olvidado del pájaro de acero que acaba de aterrizar en Zaire –hoy República Democrática del Congo–. Aeropuerto de Kinsasa. 1974. No hemos perdido de vista a la gente que grita: “¡Pacheco! ¡Pacheco! ¡Pacheco!”, ni a Celia Cruz, que de camino al hotel se sigue preguntado: “¿Cómo es posible que en África reciban a Pacheco como un príncipe?”. Pacheco dice que son sus parientes: su gran familia extendida. Él es el hijo que vuelve a la casa de sus ancestros con una paila de sabores bien mezclados, una vibrante ofrenda para la tierra que pisa bailando. A ella le debe su tumbao.

                                                                                                                                  [1]. Cita extraída de una entrevista de Armando López a Johnny Pacheco.

                                                                                                                                  Por Sorayda Peguero

                                                                                                                                  Ver todas las noticias
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