Encontrarse en lo común (Letras de Feria)
¿Qué tienen en común las redes sociales, María Mercedes Carranza, Olga Tokarczuk y la Feria Internacional del Libro de Bogotá? Una reflexión sobre los vínculos entre la vida y la literatura.
Camila Eslava
A pesar del agobio y de que por temporadas las noticias mediáticas, las fake news o la vida de Will Smith me obligan a sustraerme de las redes sociales, siempre encuentro motivos para regresar.
Me llama la atención la idea de la red, de las conexiones, de la posibilidad de entablar una conversación no alrededor de un nombre, sino de un tema en común. Lo común, el punto de encuentro en un mundo que se ha dedicado a hablar de sí mismo termina siendo contradictoriamente inusual. Así pues, conversar con la gente, reconocerse en los otros, hacer preguntas, descubrir o brindar recomendaciones sobre algún tema de interés se vuelve, a mi modo de ver, razón suficiente para intentar navegar en los mares de la virtualidad.
Esta idea la terminé de advertir leyendo a la escritora polaca Olga Tokarczuk. El mundo que ha intentado representar en su literatura es una unidad conformada por fragmentos que, vistos en perspectiva, describen la complejidad de su realidad y no una sola cara o versión o una sola verdad que, ciertamente, no existe. Lo contrario a lo común, en palabras de Tokarczuk, sería “el contemporáneo coro compuesto por solistas, compitiendo por llamar la atención, todos viajando por rutas similares, ahogándose unos a otros. Sabemos todo lo que hay que saber sobre ellos, podemos identificarnos con ellos y experimentar sus vidas como si fueran nuestras. Y, sin embargo, notablemente a menudo, la experiencia lectora es incompleta y decepcionante, ya que resulta que expresar un —yo— autoritario difícilmente garantiza la universalidad”.
Sin pretenderme influencer, en mis redes de vez en cuando pongo la cara y hago videos para un puñado de interesadas —interesadas porque en su mayoría son mujeres— que siempre me ofrecen una respuesta, opinión o un comentario y alimentan una conversación en distintos caminos.
Por estos días hablamos de literatura, del valor de la lectura, de algunos títulos en concreto, incluso alguien preguntó por consejos para “cogerle” amor a la lectura. Su problema, dijo, era que siempre se quedaba dormida. Allí mismo es donde le encuentro toda la gracia y todo el sentido a este invento (las redes). Tal vez el formato lo permite, pero es bueno ver que, en ese mar de frases prefabricadas y modelos a seguir, también hay un lugar para otro tipo de preocupaciones.
En esa misma ronda de confesiones y otras revelaciones, hablé con una mujer sobre María Mercedes Carranza. Me dijo que, aunque siempre escuchó su nombre, nunca se tomó el tiempo de leerla.
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María Mercedes Carranza, pienso ahora, fue una de las primeras escritoras colombianas en prestarle atención a los puntos de encuentro, pues quiso reconocer entre las gentes y en las caras de las gentes su mismo dolor. El tiempo en el que vivió la atravesó como a una mariposa de una rara colección y supo, en cuanto pudo, resistir a Colombia y a su crueldad con poesía.
Nació el 24 de mayo de 1945 y decidió despedirse del mundo material el 11 de julio de 2003. Más allá de su trabajo, nos regaló una obra que conecta de forma permanente su presente con el nuestro. Creo que no existe un colombiano que no conozca la violencia, un lugar común para nosotros.
En esta tierra, comunes son los asesinatos y las fosas. Comunes las masacres, las violaciones y las desapariciones. Cargamos un dolor compartido que la obra de María Mercedes Carranza logró captar más allá de los recuentos de la historia. Habló del amor, del miedo, de lo cotidiano; es decir, de los espacios comunes que pasan desapercibidos por la costumbre de los días. Habló de la impotencia y retrató entre sus versos la trascendencia de la violencia en nuestro país. Quizás, una de las cosas que más hay que destacar de María Mercedes Carranza es su rebeldía y obstinación por encontrar su voz, ese intento auténtico de crear algo nuevo en un ambiente que parecía difícil de cambiar. Su voz fue más allá de una posición social o un apellido, su voz poetizó la vida sin rodeos, con precisión, con estilo propio.
De su libro “Hola Soledad” (1985 – 1987)
“Lector: va a ser mi amigo, casi íntimo, por el tiempo que dure su lectura de estos poemas. Por eso me creo en la obligación de decirle que cada verso fue escrito para usted, con el ánimo de entregarle unas palabras, que, de alguna manera, le ayuden a vivir así sea por estos minutos, lo lleven a alentar vicisitudes y sospechas y a ver y sentir zonas mal iluminadas de su realidad. Para algo de todo eso me sirvió escribirlas”.
Por estos días de feria el nombre de la poeta colombiana vuelve a resonar por la edición especial perteneciente al proyecto de Biblioteca de Escritoras colombianas, y el libro titulado “El oficio de vivir”, que recoge 46 de sus poemas seleccionados por su hija, Melibea Garavito Carranza.
La feria del libro es otro espacio para pensar la vida desde el arte y la literatura, tal como lo intentó María Mercedes Carranza en su trabajo como promotora de la cultura. Tanto creyó en la literatura, especialmente en la poesía, que dedicó la mayoría de sus esfuerzos a promocionarla, a abrir espacios para conocer sus antecesores y las voces de su tiempo. Nos enseñó que cualquier lugar es un buen lugar para hablar de la poesía. Que no hay una forma o una regla para escribir o sentir la poesía. En su obra se destacan los libros “Vainas y otros poemas”, “Tengo miedo”, “Maneras de desamor”, “Hola, soledad” y “El canto de las moscas”.
Al escribir este texto conformado por fragmentos aparentemente distintos, vi una serie de vínculos, como dijo Tokarczuk, que seguro se han venido tejiendo desde antes y desde siempre. Esa es la literatura, ese es su valor, narrar el oficio de vivir más allá de los datos y la información. Estas escritoras nos demostraron que es posible resistir dentro del sistema creando y uniendo historias que nos recuerden el sabor de nuestra propia humanidad. Importante también sería reconsiderar la idea del espacio como lugar de enunciación, de formulación de las ideas. Pese a su mala fama, las redes sociales también pueden ser un lugar para pensarnos y encontrarnos.
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“El mundo es un tejido que tejemos diariamente en los grandes telares de informaciones, debates, películas, libros, chismes, pequeñas anécdotas. Hoy, el alcance de estos telares es enorme: gracias a Internet, casi todos pueden participar en el proceso asumiendo la responsabilidad o no, con amor u odio, para bien o para mal. Cuando una historia cambia, también lo hace el mundo. En este sentido, el mundo está hecho de palabras”.
(Olga Tokarczuk. Fragmentos tomados de su discurso de aceptación del Nobel de Literatura 7 diciembre de 2019).
Sobre María Mercedes Carranza en la FILBo 2022:
El miércoles 27 de abril a las 5:00 P.M, en el salón Ecopetrol de Corferias, tendrá lugar el evento “Versos y fuegos de lo cotidiano” donde se presentará el libro “El oficio de vivir” de María Mercedes Carranza, junto a los libros de otras destacadas poetas colombianas: Emilia Ayarza con su libro “Acá empieza el fuego”, Meira Deimar y “Ninguna voz repetirá la mía”, y Maruja Vieira con “El nombre de antes”. El evento está a cargo de la escritora Camila Charry.
A pesar del agobio y de que por temporadas las noticias mediáticas, las fake news o la vida de Will Smith me obligan a sustraerme de las redes sociales, siempre encuentro motivos para regresar.
Me llama la atención la idea de la red, de las conexiones, de la posibilidad de entablar una conversación no alrededor de un nombre, sino de un tema en común. Lo común, el punto de encuentro en un mundo que se ha dedicado a hablar de sí mismo termina siendo contradictoriamente inusual. Así pues, conversar con la gente, reconocerse en los otros, hacer preguntas, descubrir o brindar recomendaciones sobre algún tema de interés se vuelve, a mi modo de ver, razón suficiente para intentar navegar en los mares de la virtualidad.
Esta idea la terminé de advertir leyendo a la escritora polaca Olga Tokarczuk. El mundo que ha intentado representar en su literatura es una unidad conformada por fragmentos que, vistos en perspectiva, describen la complejidad de su realidad y no una sola cara o versión o una sola verdad que, ciertamente, no existe. Lo contrario a lo común, en palabras de Tokarczuk, sería “el contemporáneo coro compuesto por solistas, compitiendo por llamar la atención, todos viajando por rutas similares, ahogándose unos a otros. Sabemos todo lo que hay que saber sobre ellos, podemos identificarnos con ellos y experimentar sus vidas como si fueran nuestras. Y, sin embargo, notablemente a menudo, la experiencia lectora es incompleta y decepcionante, ya que resulta que expresar un —yo— autoritario difícilmente garantiza la universalidad”.
Sin pretenderme influencer, en mis redes de vez en cuando pongo la cara y hago videos para un puñado de interesadas —interesadas porque en su mayoría son mujeres— que siempre me ofrecen una respuesta, opinión o un comentario y alimentan una conversación en distintos caminos.
Por estos días hablamos de literatura, del valor de la lectura, de algunos títulos en concreto, incluso alguien preguntó por consejos para “cogerle” amor a la lectura. Su problema, dijo, era que siempre se quedaba dormida. Allí mismo es donde le encuentro toda la gracia y todo el sentido a este invento (las redes). Tal vez el formato lo permite, pero es bueno ver que, en ese mar de frases prefabricadas y modelos a seguir, también hay un lugar para otro tipo de preocupaciones.
En esa misma ronda de confesiones y otras revelaciones, hablé con una mujer sobre María Mercedes Carranza. Me dijo que, aunque siempre escuchó su nombre, nunca se tomó el tiempo de leerla.
Podría interesarle leer: Afonso Cruz: “Se hace camino al andar”
María Mercedes Carranza, pienso ahora, fue una de las primeras escritoras colombianas en prestarle atención a los puntos de encuentro, pues quiso reconocer entre las gentes y en las caras de las gentes su mismo dolor. El tiempo en el que vivió la atravesó como a una mariposa de una rara colección y supo, en cuanto pudo, resistir a Colombia y a su crueldad con poesía.
Nació el 24 de mayo de 1945 y decidió despedirse del mundo material el 11 de julio de 2003. Más allá de su trabajo, nos regaló una obra que conecta de forma permanente su presente con el nuestro. Creo que no existe un colombiano que no conozca la violencia, un lugar común para nosotros.
En esta tierra, comunes son los asesinatos y las fosas. Comunes las masacres, las violaciones y las desapariciones. Cargamos un dolor compartido que la obra de María Mercedes Carranza logró captar más allá de los recuentos de la historia. Habló del amor, del miedo, de lo cotidiano; es decir, de los espacios comunes que pasan desapercibidos por la costumbre de los días. Habló de la impotencia y retrató entre sus versos la trascendencia de la violencia en nuestro país. Quizás, una de las cosas que más hay que destacar de María Mercedes Carranza es su rebeldía y obstinación por encontrar su voz, ese intento auténtico de crear algo nuevo en un ambiente que parecía difícil de cambiar. Su voz fue más allá de una posición social o un apellido, su voz poetizó la vida sin rodeos, con precisión, con estilo propio.
De su libro “Hola Soledad” (1985 – 1987)
“Lector: va a ser mi amigo, casi íntimo, por el tiempo que dure su lectura de estos poemas. Por eso me creo en la obligación de decirle que cada verso fue escrito para usted, con el ánimo de entregarle unas palabras, que, de alguna manera, le ayuden a vivir así sea por estos minutos, lo lleven a alentar vicisitudes y sospechas y a ver y sentir zonas mal iluminadas de su realidad. Para algo de todo eso me sirvió escribirlas”.
Por estos días de feria el nombre de la poeta colombiana vuelve a resonar por la edición especial perteneciente al proyecto de Biblioteca de Escritoras colombianas, y el libro titulado “El oficio de vivir”, que recoge 46 de sus poemas seleccionados por su hija, Melibea Garavito Carranza.
La feria del libro es otro espacio para pensar la vida desde el arte y la literatura, tal como lo intentó María Mercedes Carranza en su trabajo como promotora de la cultura. Tanto creyó en la literatura, especialmente en la poesía, que dedicó la mayoría de sus esfuerzos a promocionarla, a abrir espacios para conocer sus antecesores y las voces de su tiempo. Nos enseñó que cualquier lugar es un buen lugar para hablar de la poesía. Que no hay una forma o una regla para escribir o sentir la poesía. En su obra se destacan los libros “Vainas y otros poemas”, “Tengo miedo”, “Maneras de desamor”, “Hola, soledad” y “El canto de las moscas”.
Al escribir este texto conformado por fragmentos aparentemente distintos, vi una serie de vínculos, como dijo Tokarczuk, que seguro se han venido tejiendo desde antes y desde siempre. Esa es la literatura, ese es su valor, narrar el oficio de vivir más allá de los datos y la información. Estas escritoras nos demostraron que es posible resistir dentro del sistema creando y uniendo historias que nos recuerden el sabor de nuestra propia humanidad. Importante también sería reconsiderar la idea del espacio como lugar de enunciación, de formulación de las ideas. Pese a su mala fama, las redes sociales también pueden ser un lugar para pensarnos y encontrarnos.
Podría interesarle leer: Los escritores y los micrófonos (Letras de feria)
“El mundo es un tejido que tejemos diariamente en los grandes telares de informaciones, debates, películas, libros, chismes, pequeñas anécdotas. Hoy, el alcance de estos telares es enorme: gracias a Internet, casi todos pueden participar en el proceso asumiendo la responsabilidad o no, con amor u odio, para bien o para mal. Cuando una historia cambia, también lo hace el mundo. En este sentido, el mundo está hecho de palabras”.
(Olga Tokarczuk. Fragmentos tomados de su discurso de aceptación del Nobel de Literatura 7 diciembre de 2019).
Sobre María Mercedes Carranza en la FILBo 2022:
El miércoles 27 de abril a las 5:00 P.M, en el salón Ecopetrol de Corferias, tendrá lugar el evento “Versos y fuegos de lo cotidiano” donde se presentará el libro “El oficio de vivir” de María Mercedes Carranza, junto a los libros de otras destacadas poetas colombianas: Emilia Ayarza con su libro “Acá empieza el fuego”, Meira Deimar y “Ninguna voz repetirá la mía”, y Maruja Vieira con “El nombre de antes”. El evento está a cargo de la escritora Camila Charry.