Ensayo literario: del surrealismo al nadaísmo
La visión de una profesora titular de la Universidad Nacional de Colombia y una conexión que no se ha explorado ni planteado con André Breton.
María Dolores Jaramillo * / Especial para El Espectador
Los nadaístas se ocuparon de la recepción y difusión de la actualidad literaria y artística internacional. Y recibieron la influencia de las vanguardias de la modernidad y sus preocupaciones por la reevaluación de las tradiciones culturales, literarias y críticas, y la renovación de los modelos literarios preexistentes. La labor crítica desarrollada por Gonzalo Arango en la revista Cromos entre 1965 y 1966 es una importante contribución del nadaísmo al análisis y difusión de las vanguardias artísticas que impulsarían las transformaciones y modernización de la literatura colombiana, y la renovación de la poesía. Posiblemente las mayores influencias artísticas y filosóficas en los nadaístas fueron Arthur Rimbaud (1854 - 1891) y André Breton (1896 - 1966). (Recomendamos otro artículo de María Dolores Jaramillo sobre el poeta Eduardo Escobar).
Rimbaud los deslumbró con su libertad creativa, sus propuestas poéticas y una nueva escritura, y Breton les ofreció nuevos temas y caminos estéticos, nuevas formas de pensar y pintar, contrarias a la tradición milenaria. Rompieron. Blasfemaron. Injuriaron. Provocaron. Escandalizaron. Y los escritores y poetas antioqueños coincidieron muy pronto intelectual y emocionalmente con sus premisas renovadoras y sus actuaciones deslumbrantes. También quisieron cambiar la vida y transformar el mundo. Y se vieron impulsados por sus nuevos delineamientos filosóficos y estéticos.
Gonzalo Arango, en su elogioso “Homenaje a Breton”, de 1966, incluido en Reportajes, T.I, habla muy emocionado de uno de los poetas más lúcidos y más revolucionarios del siglo XX que les enseñó la riqueza y libertad de la imaginación y la importancia de la lucha contra la tradición cultural y el orden moral establecido.
Y dice Gonzalo Arango:
“En el terreno del arte y el pensamiento, equivale al descubrimiento de un nuevo mundo, del mundo deslumbrante de lo maravilloso. Abrió fronteras al conocimiento, nos abismó en los misterios del inconsciente y el sueño; nos restituyó al mundo prohibido, a la alucinación y la locura; nos participó del carácter desinteresado y espontáneo de la imaginación; liberó el arte de la tiranía estética y moral; nos dio en suma, una formidable lección de coraje, rebeldía y dignidad intelectual.
La obra de Breton y del surrealismo, cuya historia es inseparable de la suya, fue una audaz exploración en los territorios vedados a la razón. Sus descubrimientos inesperados enriquecieron prodigiosamente el conocimiento limitado que el hombre tenía de sí mismo. A su muerte deja, como herencia a la cultura, el movimiento literario más influyente de el siglo XX, en lo que toca a la actividad del espíritu.” (G. Arango. Reportajes, T.I, p.266).
“Breton borró una época con su genio, y revolucionó la suya. Fundó un estilo, un modo de ser y de sentir, de pensar y de escribir inconfundibles, de decir no, de decir sí. De liberación total del espíritu. Era implacable en la blasfemia, y espléndido en la creación. Escribía la historia del arte del porvenir al tiempo que cavaba una tumba para enterrar el arte del pasado.” (G. Arango. Reportajes, T.I, p. 267)
Los nadaístas también querían cambiar el mundo. Las normas de la parroquia. Las convenciones sociales. Las leyes morales. Las formas del amor. Las prisiones del trabajo. La irracionalidad de la vida. Y buscaban, lo mismo que Rimbaud y Breton, salvar su libertad de pensamiento, su libertad de decisión, su libertad creativa.
Compartieron su espíritu renovador y su ánimo destructivo. Sus amplias dudas y reservas frente a la razón humana. Su negación de los dioses. Sus reservas frente al matrimonio. Su rechazo a la guerra. A todo lo que se creía eterno. Su antipatía frente a la academia. Y defendieron, como los surrealistas, la libertad de la imaginación... La creación libre de normas y leyes... La libertad de compromisos... La libertad de dictámenes religiosos o políticos. La ironía. La irreverencia. Y unos y otros tuvieron períodos de cercanías y alejamientos con el Partido comunista.
Los nadaístas siguieron el ejemplo del Primer manifiesto del surrealismo de 1924, con su Primer manifiesto nadaísta de 1958. Buscaron también crear un movimiento de nuevos escritores, poetas y artistas, al que se sumaron muy pronto Norman Mejía, Pedro Alcántara, Álvaro Barrios, y todos los pichones que buscaban nuevos rumbos de expresión artística y comprensión de la vida. El surrealismo les mostró caminos, idearios, rebeldías, y las más atrevidas innovaciones. Gonzalo Arango, Jaime Jaramillo Escobar, Amílcar Osorio o Eduardo Escobar iniciaron temprano sus sorpresivos fuegos artificiales.
Escépticos e iconoclastas. Y anarquistas por ratos, como Rimbaud, Breton o Dalí, los nadaístas quisieron rehacer el mundo con grandes dosis de vitalidad, humor e ironía. Y abrieron las puertas e impulsaron las transformaciones estéticas de la literatura colombiana del siglo XX y XXI, y muchas reflexiones e ideas higiénicas y valientes sobre la verdad y las mentiras de la cultura, la política, la religión o los falsos mitos.
Los sucesivos manifiestos nadaístas, como los diferentes manifiestos surrealistas, testimonian muchísimas afinidades y propuestas artísticas transgresoras de significativa influencia en el arte del presente y del mañana.
A todos los escritores y pintores colombianos de las décadas del 20 al 60, grupo de escritores de Mito, cuadernícolas, nadaístas, posnadaístas, o desencantados, entre otros, el surrealismo les contagió sus furores. Algunos críticos señalan la recepción de las vanguardias solo en dos períodos: con Los Nuevos, hacia 1920, y con el grupo Mito alrededor de la década del 40. Pero siempre ignoran a los nadaístas que también leyeron e impulsaron sus cánones y pregones. Los poetas nadaístas encuentran muchos aspectos de interés y soporte en la teoría y filosofía poética del surrealismo y sus actitudes. Y sus claves esenciales para la renovación de la poesía las señala Gonzalo Arango en 1966 en la revista Cromos No. 2.560, con su bello homenaje a Breton, donde da prueba emocionada de coincidencias y afinidades. (G. Arango, Reportajes T.I, Homenaje a Breton, Medellín: Eafit-Otraparte, 2021, pp.266-276).
Y Gonzalo Arango ante la muerte de Breton dice estas palabras de admiración: “Hoy, 28 de luto de septiembre para el arte universal, día en que Breton se volvió difunto en París, he regresado a sus libros que tanto me han enseñado, que reverencio con fidelidad, que me deslumbraron con su magia poética y su rebelión fulminante.” (Homenaje a Breton, p.269)
Los destellos y marcas del surrealismo se extendieron también a otros muchos artistas y escritores colombianos, como el poeta y crítico Fernando Charry Lara. O a los pintores Armando Villegas y Enrique Grau, quienes en su pintura tienen muchas veces las improntas de la imaginación desbordada y el ensamblaje de temas y objetos incongruentes que formaron parte del surrealismo.
* Profesora titular de la Universidad Nacional de Colombia, donde trabajó 40 años como docente e investigadora. Tiene doctorado en literatura latinoamericana de la Universidad de la Sorbona, Francia.
Los nadaístas se ocuparon de la recepción y difusión de la actualidad literaria y artística internacional. Y recibieron la influencia de las vanguardias de la modernidad y sus preocupaciones por la reevaluación de las tradiciones culturales, literarias y críticas, y la renovación de los modelos literarios preexistentes. La labor crítica desarrollada por Gonzalo Arango en la revista Cromos entre 1965 y 1966 es una importante contribución del nadaísmo al análisis y difusión de las vanguardias artísticas que impulsarían las transformaciones y modernización de la literatura colombiana, y la renovación de la poesía. Posiblemente las mayores influencias artísticas y filosóficas en los nadaístas fueron Arthur Rimbaud (1854 - 1891) y André Breton (1896 - 1966). (Recomendamos otro artículo de María Dolores Jaramillo sobre el poeta Eduardo Escobar).
Rimbaud los deslumbró con su libertad creativa, sus propuestas poéticas y una nueva escritura, y Breton les ofreció nuevos temas y caminos estéticos, nuevas formas de pensar y pintar, contrarias a la tradición milenaria. Rompieron. Blasfemaron. Injuriaron. Provocaron. Escandalizaron. Y los escritores y poetas antioqueños coincidieron muy pronto intelectual y emocionalmente con sus premisas renovadoras y sus actuaciones deslumbrantes. También quisieron cambiar la vida y transformar el mundo. Y se vieron impulsados por sus nuevos delineamientos filosóficos y estéticos.
Gonzalo Arango, en su elogioso “Homenaje a Breton”, de 1966, incluido en Reportajes, T.I, habla muy emocionado de uno de los poetas más lúcidos y más revolucionarios del siglo XX que les enseñó la riqueza y libertad de la imaginación y la importancia de la lucha contra la tradición cultural y el orden moral establecido.
Y dice Gonzalo Arango:
“En el terreno del arte y el pensamiento, equivale al descubrimiento de un nuevo mundo, del mundo deslumbrante de lo maravilloso. Abrió fronteras al conocimiento, nos abismó en los misterios del inconsciente y el sueño; nos restituyó al mundo prohibido, a la alucinación y la locura; nos participó del carácter desinteresado y espontáneo de la imaginación; liberó el arte de la tiranía estética y moral; nos dio en suma, una formidable lección de coraje, rebeldía y dignidad intelectual.
La obra de Breton y del surrealismo, cuya historia es inseparable de la suya, fue una audaz exploración en los territorios vedados a la razón. Sus descubrimientos inesperados enriquecieron prodigiosamente el conocimiento limitado que el hombre tenía de sí mismo. A su muerte deja, como herencia a la cultura, el movimiento literario más influyente de el siglo XX, en lo que toca a la actividad del espíritu.” (G. Arango. Reportajes, T.I, p.266).
“Breton borró una época con su genio, y revolucionó la suya. Fundó un estilo, un modo de ser y de sentir, de pensar y de escribir inconfundibles, de decir no, de decir sí. De liberación total del espíritu. Era implacable en la blasfemia, y espléndido en la creación. Escribía la historia del arte del porvenir al tiempo que cavaba una tumba para enterrar el arte del pasado.” (G. Arango. Reportajes, T.I, p. 267)
Los nadaístas también querían cambiar el mundo. Las normas de la parroquia. Las convenciones sociales. Las leyes morales. Las formas del amor. Las prisiones del trabajo. La irracionalidad de la vida. Y buscaban, lo mismo que Rimbaud y Breton, salvar su libertad de pensamiento, su libertad de decisión, su libertad creativa.
Compartieron su espíritu renovador y su ánimo destructivo. Sus amplias dudas y reservas frente a la razón humana. Su negación de los dioses. Sus reservas frente al matrimonio. Su rechazo a la guerra. A todo lo que se creía eterno. Su antipatía frente a la academia. Y defendieron, como los surrealistas, la libertad de la imaginación... La creación libre de normas y leyes... La libertad de compromisos... La libertad de dictámenes religiosos o políticos. La ironía. La irreverencia. Y unos y otros tuvieron períodos de cercanías y alejamientos con el Partido comunista.
Los nadaístas siguieron el ejemplo del Primer manifiesto del surrealismo de 1924, con su Primer manifiesto nadaísta de 1958. Buscaron también crear un movimiento de nuevos escritores, poetas y artistas, al que se sumaron muy pronto Norman Mejía, Pedro Alcántara, Álvaro Barrios, y todos los pichones que buscaban nuevos rumbos de expresión artística y comprensión de la vida. El surrealismo les mostró caminos, idearios, rebeldías, y las más atrevidas innovaciones. Gonzalo Arango, Jaime Jaramillo Escobar, Amílcar Osorio o Eduardo Escobar iniciaron temprano sus sorpresivos fuegos artificiales.
Escépticos e iconoclastas. Y anarquistas por ratos, como Rimbaud, Breton o Dalí, los nadaístas quisieron rehacer el mundo con grandes dosis de vitalidad, humor e ironía. Y abrieron las puertas e impulsaron las transformaciones estéticas de la literatura colombiana del siglo XX y XXI, y muchas reflexiones e ideas higiénicas y valientes sobre la verdad y las mentiras de la cultura, la política, la religión o los falsos mitos.
Los sucesivos manifiestos nadaístas, como los diferentes manifiestos surrealistas, testimonian muchísimas afinidades y propuestas artísticas transgresoras de significativa influencia en el arte del presente y del mañana.
A todos los escritores y pintores colombianos de las décadas del 20 al 60, grupo de escritores de Mito, cuadernícolas, nadaístas, posnadaístas, o desencantados, entre otros, el surrealismo les contagió sus furores. Algunos críticos señalan la recepción de las vanguardias solo en dos períodos: con Los Nuevos, hacia 1920, y con el grupo Mito alrededor de la década del 40. Pero siempre ignoran a los nadaístas que también leyeron e impulsaron sus cánones y pregones. Los poetas nadaístas encuentran muchos aspectos de interés y soporte en la teoría y filosofía poética del surrealismo y sus actitudes. Y sus claves esenciales para la renovación de la poesía las señala Gonzalo Arango en 1966 en la revista Cromos No. 2.560, con su bello homenaje a Breton, donde da prueba emocionada de coincidencias y afinidades. (G. Arango, Reportajes T.I, Homenaje a Breton, Medellín: Eafit-Otraparte, 2021, pp.266-276).
Y Gonzalo Arango ante la muerte de Breton dice estas palabras de admiración: “Hoy, 28 de luto de septiembre para el arte universal, día en que Breton se volvió difunto en París, he regresado a sus libros que tanto me han enseñado, que reverencio con fidelidad, que me deslumbraron con su magia poética y su rebelión fulminante.” (Homenaje a Breton, p.269)
Los destellos y marcas del surrealismo se extendieron también a otros muchos artistas y escritores colombianos, como el poeta y crítico Fernando Charry Lara. O a los pintores Armando Villegas y Enrique Grau, quienes en su pintura tienen muchas veces las improntas de la imaginación desbordada y el ensamblaje de temas y objetos incongruentes que formaron parte del surrealismo.
* Profesora titular de la Universidad Nacional de Colombia, donde trabajó 40 años como docente e investigadora. Tiene doctorado en literatura latinoamericana de la Universidad de la Sorbona, Francia.