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                                                                                                                                “Entre acuarelas y lágrimas”: El sinsabor que deja el destierro

                                                                                                                                El escritor colombiano José Orlando Castañeda publicó su primera novela en septiembre de 2021 “Entre acuarelas y lágrimas”, por Talento Caligrama Editorial. Una historia que nos muestra las grietas que producen las partidas sin retorno. Un doloroso caminar causado por la inmigración.

                                                                                                                                Elena Chafyrtth/@lachafyrtths

                                                                                                                                En el centro de la imagen el libro “Entre acuarelas y lágrimas”. “Pues ojalá que los que se van no nos olviden, y los que se quedan no se cansen de esperar", son algunas de las palabras que aparecen en esta obra.
                                                                                                                                Foto: Elena Chafyrtth
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO

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                                                                                                                                Foto: Elena Chafyrtth
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Por su parte, Elvira había salido de Ecuador dos semanas después que su esposo. Se subió en un barco sin imaginarse que viviría el momento más duro de su vida. Lo primero que observó fue que el barco era muy pequeño para la cantidad de pasajeros que se encontraban allí. Tanto el capitán como los ayudantes del barco observaban atentos a las mujeres y elegían quién sería la “afortunada” para pasar la noche con uno de ellos. Las mujeres lloraban y temblaban de miedo mientras que los hombres las protegían y estaban atentos ante cualquier movimiento. Una noche, en medio de olas grandes, pesadas y ruidosas, el motor del barco se apagó lo que causó su hundimiento. La esposa de Manuel estaba destrozada. No solo había visto como muchos de sus compañeros se ahogaban en el mar, sino que además tuvo que pasar hambre, resistir y aguantar hasta que llegaran a salvarlos. La narración y el ritmo sutil del escritor José Orlando Castañeda nos lleva a comprender y al mismo tiempo abrazar el dolor, la angustia y el revés que sienten millones de personas al dejar su tierra y tratar de sobrevivir en un lugar prestado, un lugar que sería indiferente ante su propia pena. “Entonces lloró delante de todas, sin ocultar el rostro. Lloró por la humillación y la rabia de estar allí. Lloró como lloran los inmigrantes ante la frustración de sentirse ignorantes, atrasados, desplazados”.

                                                                                                                                El autor y abogado José Orlando Castañeda (foto) escribió “Entre acuarelas y lágrimas” en los Estados Unidos, donde se encuentra radicado desde hace varios años. Allí fue nombrado juez penal, lo que le permitió entender sobre los peligros a los que se enfrentan millones de inmigrantes.
                                                                                                                                Foto: José Orlando Castañeda/ Cortesía Elena Chafyrtth

                                                                                                                                Mientras Manuel trabajaba como vendedor ambulante con un puesto de flores en Estados Unidos e iba construyendo su vida en Port Chester, Elvira se fue a vivir a España. Allí trabajó de mesera, cocinera y niñera. Los años y la distancia los hicieron aferrarse a otros amores, a diferentes pruebas y diversas decisiones. Mientras ella se refugiaba en la literatura, y repasaba las frases del escritor Español Miguel de Unamuno en su libro Niebla: “Dice el escritor, y lo dice en latín, que, así como cada hombre tiene su alma, las mujeres todas no tienen sino una sola y una misma”, Manuel se sumergía en sus plantas y volvió a pintar para poder sanar. Aprendió a curar a la gente por medio de las hierbas y así le llegaban inmigrantes que se desahogaban contándole su vida.

                                                                                                                                Esta novela nos llevará a sacudir nuestra realidad y también nos llevará a preguntarnos, ¿qué tan empáticos hemos sido con el otro? Ante la mujer que nos pregunta alguna dirección y pasamos de largo sin prestarle atención, ante aquellas personas que se sienten abrumadas ante tanto ruido. Este es un relato que nos obliga a despojarnos de nuestro egocentrismo para así poder llegar a ser algún día más humano. Unas páginas que nos reconcilian con la persona que tenemos al lado y así mismo nos hacen renunciar a la indiferencia y, por medio de sus personajes, nos hace repensar en la fuerza y el poder que tienen una palabra de aliento, una sonrisa o un abrazo duradero.

                                                                                                                                Le recomendamos: 1984: el poder de la palabra para controlar la realidad

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                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Cada país, región o vecindario rechaza a los de afuera al percibir en ellos una amenaza a sus intereses. Sin embargo, todos nuestros países hispanoamericanos heredamos la misma historia de desigualdad y sufrimiento y todos sus habitantes tenemos las mismas ilusiones de progreso y de sacar a nuestras familias adelante. Las divisiones por líneas fronterizas, ya sea entre países, entre departamentos o entre barrios, son totalmente arbitrarias y destructivas. Nos debilitan. Lo opuesto, ofrecer ayuda al forastero, nos fortalece en el largo plazo. No olvidemos que las poblaciones de casi todos los países del hemisferio hemos sido en algún momento forasteros, inmigrantes en tierras ajenas. En el caso de Colombia, son millones los emigrantes repartidos por todo el mundo. Es cuestión de recordar el pasado y abrir los brazos al peregrino. Lo han hecho con nosotros y esperamos que lo sigan haciendo.

                                                                                                                                En las páginas de esta novela hay una frase que una vez leída se queda en el alma: “Pues ojalá que los que se van no nos olviden, y los que se quedan no se cansen de esperar. ¡Buen viaje, señorita!”. ¿Cree usted que una vez una persona está lejos de su país puede cumplir esta frase que en realidad es una promesa? ¿Cómo fue su experiencia personal al estar lejos de su país?

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                La gran mayoría de emigrantes partimos con la promesa de que nuestro viaje será de corta o mediana duración, pero pronto se atraviesa la realidad de los nuevos compromisos, nuevas ilusiones, nuevos caminos, y la urgencia de regresar se va transformando en un fuerte deseo de quedarse. Los años van pasando, el tiempo lo va alejando todo, hasta que la muerte se interpone para cortar de un tajo la esperanza del reencuentro. En Entre acuarelas y lágrimas, un personaje lamenta el fallecimiento de su madre antes de que él pudiera regresar a verla: “¿Sabe lo duro que es eso, Manuelito? Mi madre murió esperándome”. Esa es parte de la tristeza colectiva del emigrante. Se vive de los recuerdos, de las nostalgias, hasta que estas últimas también se esfuman.

                                                                                                                                Le puede interesar: El amor: “Una transacción de cambio”

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                                                                                                                                Por Elena Chafyrtth/@lachafyrtths

                                                                                                                                Temas recomendados:

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