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Sobre el suelo gris de la galería La Cometa se posaban dos mesas con tazas metálicas y sillas rojas que las acompañan. Ese es todo el mobiliario que había durante el ensayo de la obra La más fuerte, el día antes de su debut en el Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá 2022. Marcela Mar, la actriz protagónica y productora de la pieza, exclamó una de sus líneas y caminó con bolsas coloridas en sus brazos hacia una puerta, dando fin a la puesta en escena.
Detrás de ella quedaron la bailarina y coprotagonista de Mar, Luisa Hoyos, y la directora, Victoria Hernández. Las primeras presentaciones de esta obra, que combina el teatro, las artes visuales, la gastronomía y la danza contemporánea, se realizaron durante los primeros días del festival y ahora vuelven a escena los personajes de Amelia y María Clara.
La premisa general de la puesta en escena cuenta la historia de dos actrices que comparten una relación entre la amistad y la rivalidad, que en la versión de Victoria Hernández se encuentran el 24 de diciembre de 2019. En esta reescritura del original de August Strindberg, en 1888, se mantienen la estructura y la tensión que el dramaturgo sueco infundió en su narrativa.
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“Lo que quise fue hacer una versión mucho más contemporánea de ese texto y traerlo a la realidad de dos actrices contemporáneas. Aparece, entonces, este encuentro casual con una de ellas en un espacio haciendo un performance y llega la otra actriz, con la que no se ven hace mucho tiempo. Se juntan y vamos entendiendo que entre ellas hay una rivalidad, a pesar de que son amigas y se quieren. Cada una empieza a sacar lo más bonito de ella, pero también lo más oscuro”.
Entre los paralelos están ángeles y demonios, empatía y rivalidad, sororidad y competencia desleal, “todas esas cosas que nos son tan femeninas, tan propias de las relaciones entre mujeres, sobre todo cuando nos ponemos competitivas”.
Pero en medio de todos estos opuestos hay uno que marca La más fuerte de forma transversal: el silencio y la palabra. Pues el personaje de Amelia, interpretado por Luisa Hoyos, no musita una palabra en los 40 minutos que dura la obra. Y el silencio es locuaz, pues a través de este el personaje de Marcela Mar, María Clara, descubre un secreto. Según Hernández, el enfrentamiento posterior entre ambas mujeres desencadena una respuesta desde la danza y el diálogo, hasta que una de las dos se va y el desenlace queda abierto a la interpretación del público, “para que decida quién es la más fuerte”.
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En esta narrativa, la realidad y la ficción se funden frente a los ojos de la audiencia, que se topa con la fachada que enmascara la obra, un performance interpretado por Amelia, que termina con el encuentro, y una cena a cargo del chef Pedro Fernández, The Chef Is Back, y esposo de Mar. Para la actriz, la forma en la que su esposo realiza su trabajo “me ha inspirado mucho, porque él hace toda una puesta en escena en sus cenas, y desde que lo conocí sentí que nuestras artes se parecían”.
El performance funciona, entonces, como un catalizador para entremezclar el espacio en el que se presentan al ser parte de las artes visuales y, a través de él, integrar la danza contemporánea. El origen se dio por un interés por parte de Mar y Fernández en fusionar sus disciplinas, y, a la vez, reflejar diferentes aristas de la sororidad y las relaciones entre mujeres. Para la actriz, “Strindberg ha sido catalogado como uno de los grandes misóginos de la historia, y para mí, como productora, son importantes esos mensajes políticos que nos debemos las mujeres. Por eso me rodeé de un equipo de mujeres, justamente porque la sororidad no es un tema para hablar, sino para construir entre nosotras”.
Uno de los cambios que se presentaron en el proceso fue la decisión de Hernández de darle más fuerza al personaje silente, y así fue que Mar llegó a la idea de incorporar la danza contemporánea. “Teníamos que hacer que no fuera la danza por la danza, sino que fuera parte de un espacio real, porque la historia es realista, y que fuera parte del contexto real, que es una exposición de arte”.
Para la bailarina Luisa Hoyos, “todo está construido para ayudar a hacer crecer la obra y la fuerza que tiene el texto, que juega con las emociones del espectador, y a través de la danza y el performance se profundiza en eso”. El escenario en el que se desarrolla esta obra va más allá de las palabras y el movimiento, a través de elementos como una cinta de peligro y una jaula alambrada, que hacen alusión a otros temas como las relaciones, la transformación y la libertad, un concepto que para Hoyos está marcado en esta presentación, pues mientras hay momentos coreografiados y siguen un texto y estructura específicos, “en muchos momentos me permito improvisar y jugar con lo que está pasando en ese momento en la escena, es algo que permanece vivo todo el tiempo. Hay pequeños espacios de esa libertad de interpretación”.
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Con esta interpretación entra en escena lo que la directora se refirió como otro personaje: la música, cuyo propósito no era solo servir en los momentos dramáticos de la representación, sino generar una atmósfera en la que se pudiera desarrollar el performance en medio del realismo que Hernández quería aportar al texto. A cargo de la compositora María Linares, quien entró al equipo luego de haber contactado a Mar por redes sociales, el diseño sonoro de La más fuerte tuvo en cuenta el hecho de que no es un público que ve la función en un escenario, sino que es una “experiencia completa donde no existe esa distancia entre el escenario y la audiencia. Entonces, el sonido no era solamente música, sino que tenían que confluir los del ambiente y lo que está pasando, al mismo tiempo que los movimientos y la danza. La música no es un acompañante aquí, es un elemento artístico, al igual que la danza y la gastronomía”, dice Linares.
El proceso de la música se llevó a la distancia, y Linares tuvo que hacer mucho uso de su imaginación. En lo que respecta a la acústica, para la experiencia sonora cuenta que junto a la actriz y la directora determinaron los momentos musicales y los momentos sonoros que tendía la obra, “y sobre eso empecé a hacer la propuesta de la música y encontrar esa voz única que quiero ponerle a cada proyecto y yo debo estar muy alineada en esa visión que tiene el director o directora. Porque esto es una colaboración, estoy creando para la obra de alguien más”.
Esta propuesta, musical y teatral, en palabras de Victoria Hernández, refleja la idea de “no violentar el espacio, sino de sentirnos. Llegar y acomodarnos en este espacio como si fuéramos parte de él. Por eso traemos lo estrictamente necesario: dos sillas, dos mesas, la utilería que se usa, y ella sí define muy bien que está haciendo un performance a través de una luz, la cinta de peligro en el piso y la jaula”. La idea es mimetizarse en el espacio de una galería, de lo cotidiano, y por eso la directora afirma que no necesitan más para que el público descubra a la más fuerte.