Entre gaitas y otros cuentos
Reseña literaria de la obra “Los Gaiteros Salvajes y otros cuentos” de Rafael Cantillo Castillo. El libro es un compendio de cuentos que une, entre otras cosas, la música con la literatura.
Víctor Ahumada
“La novela siempre gana por puntos, mientras que el cuento debe ganar por nocaut”. La frase anterior corresponde, como todos saben, al escritor argentino Julio Cortázar. Esta célebre frase, que con el correr del tiempo terminó por convertirse en lugar común, aún no deja de ser cierta. La novela (aunque también el ensayo) es el género que permite mayor libertad al momento de escribir: en ella los escritores pueden, sin pedir permiso a los críticos, hacer lo que les venga en gana.
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“La novela siempre gana por puntos, mientras que el cuento debe ganar por nocaut”. La frase anterior corresponde, como todos saben, al escritor argentino Julio Cortázar. Esta célebre frase, que con el correr del tiempo terminó por convertirse en lugar común, aún no deja de ser cierta. La novela (aunque también el ensayo) es el género que permite mayor libertad al momento de escribir: en ella los escritores pueden, sin pedir permiso a los críticos, hacer lo que les venga en gana.
En el cuento, sin embargo, salvo contadas excepciones, no suele ser así; pues el sustento primordial de este género, creo yo, sigue siendo el de contar y condensar, de la mejor manera posible, una situación específica. Es por ello que (con tu permiso, amigo lector) me permito traer a cuento al uruguayo Juan Carlos Onetti cuando en una entrevista para la RTVE, en 1977, cita a alguien más y dice que: “Un cuento no es más que una novela aliviada de ripios”. Frase que este servidor, por supuesto, suscribe.
Las líneas anteriores, debo decirlo, no tienen la más mínima intención de sentar definiciones sobre la novela o el cuento, eso hay que dejárselo a los teóricos de la literatura. Mi única pretensión, con ellas, es buscar una excusa para presentar el libro Los gaiteros salvajes y otros cuentos.
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I
Rafael Cantillo Castillo (nacido en Cartagena, Bolívar, en el año de 1982) es el autor de este libro cuyo título puede resultar bastante peculiar, se define como un “músico y tejedor que vive en Turbaco, Bolívar, frente a cuatro robles gigantescos y bajo una planta de flor del verano”. Se creerá, a partir de esta definición, que las letras no hacen parte de la vida de Cantillo, pero no es así; pues él es un egresado del programa de lingüística y literatura de la Universidad de Cartagena que se dedica la mayor parte del tiempo a trabajar como promotor de lectura y vendedor de libros. Notarán, pues, que vive entre libros. Y quien vive entre ellos, generalmente, también termina por escribirlos.
II
El libro Los gaiteros salvajes y otros cuentos, publicado por la editorial Cero Squema Editores en el año 2021, está dividido en tres partes: Los zorros, Los niños y Los hombres. En la primera parte de este libro, Los zorros, encontramos tres cuentos: El gallo por la mañana. Un café. Y las preocupaciones, Joaquín y El sarco. En la segunda, Los niños, los cuentos son: Santa Helena, Juan Gonzales y 8x8 cuarenta y ocho. Ya en la tercera parte, Los hombres, se reúnen cuentos como: La familia O’Conor, El señor que llevaba el niño en brazos y Los gaiteros salvajes.
El primer cuento de esta primera parte (El gallo por la mañana. Un café. Y las preocupaciones, que plantea una historia que se centra en la amistad entre una gallina y una zorra), podríamos situarlo a medio camino entre el divertimento (en el buen sentido) y la tradición de las fábulas samanieguescas.
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Otro de los cuentos llamativos de esta primera parte es El sarco: historia de cierto tono surrealista (en la que se hace referencia a sitios específicos que tocan la historia de Cartagena: Getsemaní, la ciudad vieja, las antiguas cárceles, el Reloj Público o el Camellón de los Mártires) en la que dos adolescentes, presos de cierta sustancia que les provoca alucinaciones, comenten un crimen.
En la segunda parte del libro, Los niños, me parece que se encuentran los cuentos mejor logrados de este libro. Santa Helena, el primero de ellos, es un cuento de terror, cuya trama gira en torno a una carrera ciclística, que da cuenta del buen manejo que tiene el autor al momento de mantener en vilo al lector hasta el final de la historia.
Juan Gonzales, el cuento que sigue en esa segunda parte, se podría calificar (si no desentona el adjetivo) de feroz. Este cuento plantea una situación que aparentemente se presenta como normal, pero cuyo giro logra desencajar al lector.
8x8 cuarenta y ocho, el último cuento de esta segunda parte, también es un divertimento. Sin embargo, a diferencia del que mencionamos algunas líneas arriba, aquí se muestra, a través de un argumento que podría parecer baladí, el duro drama que vive una madre junto a su hijo.
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Respecto a la tercera y última parte del libro, Los hombres, dos son los cuentos que suscitan mayor atención: La familia O’Conor y Los gaiteros salvajes. En el primero es, como lo indica su título, otro drama familiar. Aquí en este cuento el autor logra poner de manifiesto las condiciones en las que vive una familia que habita uno de los tantos barrios periféricos que no hacen parte de esa alharaca publicitaria con la que suelen vender a Cartagena las agencias turísticas.
El último cuento de esta tercera parte es el que (vuelvo a decir) le da el peculiar título a este libro: Los gaiteros salvajes. Es evidente que todo aquel que desconozca la importancia que tiene la gaita y sus músicos (Andrés Landero, Adolfo Pacheco, Lucho Bermúdez, Toño Fernández, entre otros) para los Montes de María, sentirá extrañeza. No ocurre así para el autor, pues en este último cuento lo que se ofrece es un homenaje a los hermanos Lara —Juan y José— (aunque también a Chesney Henry Baker, jazzista estadounidense), integrantes del famoso grupo Los Gaiteros de San Jacinto, que: “En el año 53 o en el 54 tuvieron la suerte de conocer a un escritor del Sinú que los puso a tocar con otros músicos de la región y los llevó a viajar por el interior de Colombia y por Centro América, y luego Europa. En esos viajes se ganaron el respeto y la admiración de todo el mundo, grabaron discos importantes y, a pesar de la fama y las mujeres, siempre se mantuvieron unidos como solo son unidos los hermanos que a la vez son músicos, hasta que en el 86, en agosto, se murió primero Juan. José moriría en el 98, en San Juan, esencialmente como se mueren los músicos: solo”.
A modo de epílogo, vemos, pues, que Cantillo nos ofrece un libro que se mueve entre gaitas (es decir, entre música) y otros cuentos; pues él sabe bien que la escritura y la música en algo se parecen, y que si Toño Fernández y los hermanos Lara vuelven a cantar las gaitas y tambores callarán a las balas y volverán a reinar en los Montes de María.