Entre la teoría y la práctica de los NFT en el arte
Un abogado y tres artistas hablan de su experiencia con la nueva propuesta de los NFT para vender arte: dinámica, ventajas y desventajas con respecto a su sistema y a la venta a través de galerías.
Laura Camila Arévalo Domínguez
Dicen que este es un tema que solo se entiende al practicarlo: vender o comprar NFT. Un Non-Fungible Tokens, es, en español, un token no fungible o intercambiable, que representa algo único. Es decir, un certificado de autenticidad y propiedad que nadie puede modificar y que, además, queda en una base de datos, también inmodificable.
Antes de que comenzaran las cuarentenas a causa de la pandemia, los NFT ya se vendían y compraban, pero uno de los líos para entrar a este nuevo mundo de comercialización digital era que, para entenderlo, se necesitaba de alguien con una gran habilidad para explicarlo. Solía pasar que los que se animaban a hacerlo comenzaban por las frases “Ojalá se entienda lo que voy a decir” o “No es fácil de explicar, pero la idea es esta”.
Por suerte, son muchas las marketplace o tiendas web para vender o comprar NFT que se han popularizado y, por lo tanto, el número de personas que comenzaron a ejercer un papel activo en este mundo es mayor al de hace un par de años cuando, acostumbrados a comprar obras que llegaban a casa de forma física, esta oferta era más bien desconocida. Opensea, Nifty Gateway, Mintable, Rarible, entre otras, son algunas de las plataformas más usadas para este tipo de transacciones.
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De los NFT ya hemos hablado en este medio, pero este texto se enfocará en lo que ocurre con este sistema de compra y venta de arte: no solamente por la pandemia los artistas comenzaron a pensar en exponer sus obras digitalmente. Cuando Sylvia Barrero, cofundadora de Artrade.co, un canal de ventas digital con más de 350 autores plásticos, retomó su carrera como artista hace 10 años, se acercó a distintas galerías para buscar espacios y representación, pero ninguna le abrió la puerta. Después de muchos intentos, descubrió Instagram, las personas vieron su trabajo y le ofrecieron exponer en Londres.
Vender arte digitalmente se convirtió, entonces, en una forma de obtener autonomía o independencia. En una alternativa para aquellos que, a pesar de no acceder a las galerías, quieran vivir de su arte. Es justamente a lo que se dedica Artrade.co, una galería digital que vendía obras que se entregaban físicamente, pero que comenzó a explorar el mundo de los NFT. “Parte de lo que promovemos es la autogestión de los artistas. Que tengan suficientes herramientas para empoderarse y mostrar su trabajo sin depender de un intermediario. Nosotros (Artrade.co), a pesar de que somos un intermediario, nos mostramos como aliados. Hacemos trabajo de mercadeo, autogestión, autopromoción, etc. Nuestro fin es que todos los artistas tengan la posibilidad de vivir de lo que aman hacer”, explicó Barrero.
Comprar NFT de arte no es necesariamente adquirir una obra que llegará muy bien empacada a casa. Como ya se explicó, esto es más bien un código, un número que certifica que la obra que usted compró es solamente suya y que además es original. Puede ser una sola o también puede adquirir una pieza que el artista decidió vender en serie y que, además, usted probablemente podrá revender.
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¿Para qué comprar una foto a la que podría tomarle un pantallazo? Y aquí cabe aclarar que, efectivamente, algunas veces será posible comprar el archivo de, por ejemplo, una fotografía, e imprimirlo para tenerlo físicamente, pero otras veces no y, entonces, usted terminará pagando por algo que quedará guardado en una carpeta digital.
“Cuando uno va a un museo y ve un cuadro espectacular, compra la réplica, pero el cuadro sigue teniendo su valor original. Hay algo en el arte sobre ser el dueño, el propietario, sobre darle un valor a la autenticidad de la obra y apoyar al artista. Con la tecnología que hay ahora, que es blockchain, esto lo podemos llevar al mundo digital y de eso se trata un NFT. Es, básicamente asegurar que esa pieza no la replicarán 17 mil veces, sino que si el artista se la vende a alguien podemos probar que, en el mundo digital, ese alguien es el único dueño”, dice José Fernando Torres Varela, socio/partner en Lexia Abogados, quien sostiene que lo que se está abriendo es un mundo de posibilidades para empoderar a los artistas.
Nataly Ortegón, fotógrafa y criptoartista, coincide con Torres. Ella, que se enteró de los NFT por noticias, está convencida de que es un mundo muy nuevo y difícil de entender, pero no se cansa de recomendarlo. Con los dedos de las manos explica cada una de las posibilidades que ha conocido con esta forma de mercado (que para algunos ya es más bien conocida). Un ejemplo: existen coleccionistas de arte digital que lo ven como una oportunidad para que en el futuro, cuando el artista al que le compraron se valorice, ganen más dinero vendiendo su obra. Y esto, según ella, Torres y Barrero, es positivo, ya que entran al mercado secundario: su obra comienza a pasar por más ojos y más manos, lo cual les da más difusión, estatus y una ventaja que no tienen los artistas que venden sus creaciones a través de una galería: regalías. Si la obra se vende siete veces, ellos reciben un porcentaje por cada una de esas ventas, además de obtener trazabilidad: saben quién la tiene y a quién se la vende. Los movimientos de sus piezas los tienen desde el momento cero.
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Ortegón insiste en que esta forma de mercado es un apoyo directo a los artistas emergentes, quienes por falta de movimiento, difusión y por su poca experiencia, no son conocidos ni buscados por las galerías para ser representados.
La relación de los artistas con las galerías es muy importante a la hora de hablar de NFT. Joaquín Restrepo, escultor y artista plástico, también hace parte del grupo de colombianos que comenzaron a explorar este sistema para comercializar su obra pero, a diferencia de Ortegón, asegura que no todo resulta tan sencillo ni beneficioso.
Primero reconoce que, cuando un artista logra entrar a una galería, goza de una ventaja que todo creador agradece y, además, necesita: tiempo. En su caso, cuando este matrimonio se concretó, agradeció todas las horas que ahorró en cocteles, redes, visitas y demás movimientos para concretar las ventas de sus piezas. Mientras la galería se ocupaba de las relaciones públicas, él se encerraba en el taller.
Cuando Restrepo no está trabajando en obras que van para la galería, se ocupa de los NFT. Lo que descubrió con el segundo y novedoso sistema es que sí es más directo y está bajo su control, pero esto no es precisamente una ventaja: todo el trabajo queda a su cargo. Para montar un NFT en alguna tienda online se debe hacer una inversión que varía. “Hay unos gastos llamados gasolina, que es lo que cobran por hacer cualquier tipo de transacción o movimiento. Esa gasolina sube y baja según la hora del día y la cantidad de transacciones que se estén haciendo en ese momento. Puede ser una diferencia entre US$40 y US$200 para hacer cualquier cosa, y puedo decir que los artistas no estamos preparados para jugar a Wall Street”, le dijo a este medio en abril de este año.
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Y después vienen los pasos que, para él, son los más desgastantes: “El empoderamiento es un arma de doble filo. Cuando me meto a hacer NFT, quedo exhausto. Por un lado, debo hacer la obra, y por el otro, todo el trabajo de promoción: no es que suba el NFT y haga magia, no. Tengo que entrar a redes, conversar con todo el mundo, hacerle difusión, etc. El mundo digital es de comunidad, así que en la teoría suena muy lindo, pero en la práctica la cantidad de trabajo que tengo que invertir es inmensa”.
Sobre las galerías y los NFT, hay otro tema que entra en la discusión: los porcentajes que se lleva el artista y los que obtiene el galerista. José Torres sostiene que los NFT tienen el poder de eliminar las galerías del proceso de venta. Es decir, los artistas reciben el dinero directamente. Para él, es un incentivo para que muchas más personas se animen a dedicarse a ser artistas sin preocuparse por los obstáculos del estatus, la experiencia o la difusión de sus obras. “Democratiza el acceso a los canales de distribución para los artistas y los compradores”.
En este punto estuvieron de acuerdo Barrero y Ortegón, quienes también mencionaron lo inequitativa que puede llegar a ser una galería a la hora de pagarle a un artista por la venta final de su obra. “A veces se reparten la ganancia por mitades, pero en ocasiones, el artista jamás se entera del precio final que pagaron por la pieza, sino que solo recibe un porcentaje”, dijeron.
Por su parte, Restrepo lo ejemplificó con el caso de Uber y los taxis: “Cuando solo había taxis, algunos abusaban y entonces no te llevaban a donde querías o cobraban más de lo que debían por una carrera. Cuando Uber llegó, reguló, y entonces los taxistas que abusaban tuvieron que enderezarse. Entendieron que si no lo hacían, perdían el negocio. Bueno, pues esto es lo que creo que pasará con los NFT y las galerías: algunas entrarán al negocio, pero aún no, porque las galerías no son creadoras sino seguidoras de tendencias. Pero, además, las que abusaban, que no son todas, tendrán que comenzar a aterrizar sus porcentajes de ganancias con respecto a las ventas de los artistas que representan”.
Podría decirse que las plataformas de venta se están volviendo las nuevas galerías y cobran menos comisión, precisamente porque su inversión es menor. El artista, de antemano, es el que paga todo: Restrepo, por los primeros NFT, pagó 80 dólares por cada publicación.
Ortegón también explicó cómo fue que comenzó a hacer comunidad para vender sus piezas.
“Cuando entré a este mundo y ofrecí mi primera fotografía, nadie lo conocía, así que no la podían comprar: los NFT se comercializan en criptomonedas. Lo que necesitaba era que las personas conocieran de qué se trataba esto, tuvieran la forma de comprar y apoyaran mi trabajo. Cuando lo entendí, les ofrecí mi trabajo a personas que tenían criptomonedas y conseguí mi primera cliente. Después seguí subiendo obras: es importante tener una colección que te diga algo. Que lo que montes cuente una historia o hable de un concepto. Lo mágico de esto es que cuando los coleccionistas creen en tu trabajo y compran, más personas que confían en su criterio también pagan. La clienta, por ejemplo, me compró al valor que yo establecí, pero posteriormente, vendió la obra a un precio mayor. Así fue como entré al mercado secundario y comencé a darme a conocer. Lo valioso de esto es que cuando alguien te compra un NFT queda en su galería, así que todos los que visiten sus compras verán tu trabajo”.
Las cuatro fuentes tenidas en cuenta para este texto coincidieron en que los NFT son una herramienta, una nueva posibilidad para vender arte que, además, no necesariamente tendría que competir con las galerías o la posibilidad de adquirir obras físicas, sino más bien una alternativa que juega con nuestra necesidad humana de posesión y singularidad, como lo dijo Jorge Carrión en una columna en The New York Times: “Podría consolidar un nuevo tipo de coleccionismo que genera memoria y vínculo emocional con objetos culturales hechos de código y píxel. Era cuestión de tiempo que los ingenieros y los algoritmos encontraran el modo de satisfacer estas necesidades”.
Y a pesar de que ya es un mercado conocido para muchos de los artistas que han explorado el universo digital, sigue siendo una alternativa desconocida que aún genera dudas sobre el futuro del mercado artístico. La expectativa se impone.
Dicen que este es un tema que solo se entiende al practicarlo: vender o comprar NFT. Un Non-Fungible Tokens, es, en español, un token no fungible o intercambiable, que representa algo único. Es decir, un certificado de autenticidad y propiedad que nadie puede modificar y que, además, queda en una base de datos, también inmodificable.
Antes de que comenzaran las cuarentenas a causa de la pandemia, los NFT ya se vendían y compraban, pero uno de los líos para entrar a este nuevo mundo de comercialización digital era que, para entenderlo, se necesitaba de alguien con una gran habilidad para explicarlo. Solía pasar que los que se animaban a hacerlo comenzaban por las frases “Ojalá se entienda lo que voy a decir” o “No es fácil de explicar, pero la idea es esta”.
Por suerte, son muchas las marketplace o tiendas web para vender o comprar NFT que se han popularizado y, por lo tanto, el número de personas que comenzaron a ejercer un papel activo en este mundo es mayor al de hace un par de años cuando, acostumbrados a comprar obras que llegaban a casa de forma física, esta oferta era más bien desconocida. Opensea, Nifty Gateway, Mintable, Rarible, entre otras, son algunas de las plataformas más usadas para este tipo de transacciones.
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De los NFT ya hemos hablado en este medio, pero este texto se enfocará en lo que ocurre con este sistema de compra y venta de arte: no solamente por la pandemia los artistas comenzaron a pensar en exponer sus obras digitalmente. Cuando Sylvia Barrero, cofundadora de Artrade.co, un canal de ventas digital con más de 350 autores plásticos, retomó su carrera como artista hace 10 años, se acercó a distintas galerías para buscar espacios y representación, pero ninguna le abrió la puerta. Después de muchos intentos, descubrió Instagram, las personas vieron su trabajo y le ofrecieron exponer en Londres.
Vender arte digitalmente se convirtió, entonces, en una forma de obtener autonomía o independencia. En una alternativa para aquellos que, a pesar de no acceder a las galerías, quieran vivir de su arte. Es justamente a lo que se dedica Artrade.co, una galería digital que vendía obras que se entregaban físicamente, pero que comenzó a explorar el mundo de los NFT. “Parte de lo que promovemos es la autogestión de los artistas. Que tengan suficientes herramientas para empoderarse y mostrar su trabajo sin depender de un intermediario. Nosotros (Artrade.co), a pesar de que somos un intermediario, nos mostramos como aliados. Hacemos trabajo de mercadeo, autogestión, autopromoción, etc. Nuestro fin es que todos los artistas tengan la posibilidad de vivir de lo que aman hacer”, explicó Barrero.
Comprar NFT de arte no es necesariamente adquirir una obra que llegará muy bien empacada a casa. Como ya se explicó, esto es más bien un código, un número que certifica que la obra que usted compró es solamente suya y que además es original. Puede ser una sola o también puede adquirir una pieza que el artista decidió vender en serie y que, además, usted probablemente podrá revender.
Le invitamos a leer: Prevalecer por siglos, el legado de Tchaikovsky
¿Para qué comprar una foto a la que podría tomarle un pantallazo? Y aquí cabe aclarar que, efectivamente, algunas veces será posible comprar el archivo de, por ejemplo, una fotografía, e imprimirlo para tenerlo físicamente, pero otras veces no y, entonces, usted terminará pagando por algo que quedará guardado en una carpeta digital.
“Cuando uno va a un museo y ve un cuadro espectacular, compra la réplica, pero el cuadro sigue teniendo su valor original. Hay algo en el arte sobre ser el dueño, el propietario, sobre darle un valor a la autenticidad de la obra y apoyar al artista. Con la tecnología que hay ahora, que es blockchain, esto lo podemos llevar al mundo digital y de eso se trata un NFT. Es, básicamente asegurar que esa pieza no la replicarán 17 mil veces, sino que si el artista se la vende a alguien podemos probar que, en el mundo digital, ese alguien es el único dueño”, dice José Fernando Torres Varela, socio/partner en Lexia Abogados, quien sostiene que lo que se está abriendo es un mundo de posibilidades para empoderar a los artistas.
Nataly Ortegón, fotógrafa y criptoartista, coincide con Torres. Ella, que se enteró de los NFT por noticias, está convencida de que es un mundo muy nuevo y difícil de entender, pero no se cansa de recomendarlo. Con los dedos de las manos explica cada una de las posibilidades que ha conocido con esta forma de mercado (que para algunos ya es más bien conocida). Un ejemplo: existen coleccionistas de arte digital que lo ven como una oportunidad para que en el futuro, cuando el artista al que le compraron se valorice, ganen más dinero vendiendo su obra. Y esto, según ella, Torres y Barrero, es positivo, ya que entran al mercado secundario: su obra comienza a pasar por más ojos y más manos, lo cual les da más difusión, estatus y una ventaja que no tienen los artistas que venden sus creaciones a través de una galería: regalías. Si la obra se vende siete veces, ellos reciben un porcentaje por cada una de esas ventas, además de obtener trazabilidad: saben quién la tiene y a quién se la vende. Los movimientos de sus piezas los tienen desde el momento cero.
Le sugerimos: Historia de la literatura: “Atala, o los amores de dos salvajes en el desierto”
Ortegón insiste en que esta forma de mercado es un apoyo directo a los artistas emergentes, quienes por falta de movimiento, difusión y por su poca experiencia, no son conocidos ni buscados por las galerías para ser representados.
La relación de los artistas con las galerías es muy importante a la hora de hablar de NFT. Joaquín Restrepo, escultor y artista plástico, también hace parte del grupo de colombianos que comenzaron a explorar este sistema para comercializar su obra pero, a diferencia de Ortegón, asegura que no todo resulta tan sencillo ni beneficioso.
Primero reconoce que, cuando un artista logra entrar a una galería, goza de una ventaja que todo creador agradece y, además, necesita: tiempo. En su caso, cuando este matrimonio se concretó, agradeció todas las horas que ahorró en cocteles, redes, visitas y demás movimientos para concretar las ventas de sus piezas. Mientras la galería se ocupaba de las relaciones públicas, él se encerraba en el taller.
Cuando Restrepo no está trabajando en obras que van para la galería, se ocupa de los NFT. Lo que descubrió con el segundo y novedoso sistema es que sí es más directo y está bajo su control, pero esto no es precisamente una ventaja: todo el trabajo queda a su cargo. Para montar un NFT en alguna tienda online se debe hacer una inversión que varía. “Hay unos gastos llamados gasolina, que es lo que cobran por hacer cualquier tipo de transacción o movimiento. Esa gasolina sube y baja según la hora del día y la cantidad de transacciones que se estén haciendo en ese momento. Puede ser una diferencia entre US$40 y US$200 para hacer cualquier cosa, y puedo decir que los artistas no estamos preparados para jugar a Wall Street”, le dijo a este medio en abril de este año.
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Y después vienen los pasos que, para él, son los más desgastantes: “El empoderamiento es un arma de doble filo. Cuando me meto a hacer NFT, quedo exhausto. Por un lado, debo hacer la obra, y por el otro, todo el trabajo de promoción: no es que suba el NFT y haga magia, no. Tengo que entrar a redes, conversar con todo el mundo, hacerle difusión, etc. El mundo digital es de comunidad, así que en la teoría suena muy lindo, pero en la práctica la cantidad de trabajo que tengo que invertir es inmensa”.
Sobre las galerías y los NFT, hay otro tema que entra en la discusión: los porcentajes que se lleva el artista y los que obtiene el galerista. José Torres sostiene que los NFT tienen el poder de eliminar las galerías del proceso de venta. Es decir, los artistas reciben el dinero directamente. Para él, es un incentivo para que muchas más personas se animen a dedicarse a ser artistas sin preocuparse por los obstáculos del estatus, la experiencia o la difusión de sus obras. “Democratiza el acceso a los canales de distribución para los artistas y los compradores”.
En este punto estuvieron de acuerdo Barrero y Ortegón, quienes también mencionaron lo inequitativa que puede llegar a ser una galería a la hora de pagarle a un artista por la venta final de su obra. “A veces se reparten la ganancia por mitades, pero en ocasiones, el artista jamás se entera del precio final que pagaron por la pieza, sino que solo recibe un porcentaje”, dijeron.
Por su parte, Restrepo lo ejemplificó con el caso de Uber y los taxis: “Cuando solo había taxis, algunos abusaban y entonces no te llevaban a donde querías o cobraban más de lo que debían por una carrera. Cuando Uber llegó, reguló, y entonces los taxistas que abusaban tuvieron que enderezarse. Entendieron que si no lo hacían, perdían el negocio. Bueno, pues esto es lo que creo que pasará con los NFT y las galerías: algunas entrarán al negocio, pero aún no, porque las galerías no son creadoras sino seguidoras de tendencias. Pero, además, las que abusaban, que no son todas, tendrán que comenzar a aterrizar sus porcentajes de ganancias con respecto a las ventas de los artistas que representan”.
Podría decirse que las plataformas de venta se están volviendo las nuevas galerías y cobran menos comisión, precisamente porque su inversión es menor. El artista, de antemano, es el que paga todo: Restrepo, por los primeros NFT, pagó 80 dólares por cada publicación.
Ortegón también explicó cómo fue que comenzó a hacer comunidad para vender sus piezas.
“Cuando entré a este mundo y ofrecí mi primera fotografía, nadie lo conocía, así que no la podían comprar: los NFT se comercializan en criptomonedas. Lo que necesitaba era que las personas conocieran de qué se trataba esto, tuvieran la forma de comprar y apoyaran mi trabajo. Cuando lo entendí, les ofrecí mi trabajo a personas que tenían criptomonedas y conseguí mi primera cliente. Después seguí subiendo obras: es importante tener una colección que te diga algo. Que lo que montes cuente una historia o hable de un concepto. Lo mágico de esto es que cuando los coleccionistas creen en tu trabajo y compran, más personas que confían en su criterio también pagan. La clienta, por ejemplo, me compró al valor que yo establecí, pero posteriormente, vendió la obra a un precio mayor. Así fue como entré al mercado secundario y comencé a darme a conocer. Lo valioso de esto es que cuando alguien te compra un NFT queda en su galería, así que todos los que visiten sus compras verán tu trabajo”.
Las cuatro fuentes tenidas en cuenta para este texto coincidieron en que los NFT son una herramienta, una nueva posibilidad para vender arte que, además, no necesariamente tendría que competir con las galerías o la posibilidad de adquirir obras físicas, sino más bien una alternativa que juega con nuestra necesidad humana de posesión y singularidad, como lo dijo Jorge Carrión en una columna en The New York Times: “Podría consolidar un nuevo tipo de coleccionismo que genera memoria y vínculo emocional con objetos culturales hechos de código y píxel. Era cuestión de tiempo que los ingenieros y los algoritmos encontraran el modo de satisfacer estas necesidades”.
Y a pesar de que ya es un mercado conocido para muchos de los artistas que han explorado el universo digital, sigue siendo una alternativa desconocida que aún genera dudas sobre el futuro del mercado artístico. La expectativa se impone.