Guillermo Arriaga: “La venganza es una prisión”
En calidad de guionista y productor de “A cielo abierto”, la ópera prima de sus hijos Mariana y Santiago, el escritor mexicano cuenta los entresijos de esta historia presentada durante la Mostra de Venecia.
Janina Pérez
Vestido de negro, Guillermo Arriaga (Ciudad de México, 1958) recibe en un cubículo del mismo color. Estamos en la 80ª edición de la Mostra de Venecia, donde entre tanta negrura -la que nos tocó ese día- presenta una película bastante luminosa: A cielo abierto.
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Vestido de negro, Guillermo Arriaga (Ciudad de México, 1958) recibe en un cubículo del mismo color. Estamos en la 80ª edición de la Mostra de Venecia, donde entre tanta negrura -la que nos tocó ese día- presenta una película bastante luminosa: A cielo abierto.
Quien por lo general está en la primera línea de atención les cede los focos a sus hijos Mariana y Santiago. Fueron ellos quienes dirigieron un guion escrito por su padre. Lo hicieron suyo para convertirlo en su primer largometraje, el cual compitió en la sección Orizzonti del certamen italiano, y que después de su paso por salas de cine se alojará en la plataforma Netflix.
Se trata de una historia escrita por Arriaga hace muchos años, como parte de la trilogía compuesta por Amores perros y 21 gramos, ambas dirigidas por Alejandro González Iñárritu. Desde aquel entonces mucha agua ha corrido debajo del puente, tanto en lo personal como en lo laboral. Es sabido que Guillermo Arriaga incusionó en la dirección (The Burning Plain, 2008), se afianzó como productor (Desde allá, del venezolano Lorenzo Vigas) y continuó con su muy celebrada y prolífica labor de escritor (Extrañas es su novela más reciente).
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Hoy no es el mismo hombre de antaño, pero la esencia de su mapa de obsesiones es absolutamente reconocible en A cielo abierto. Un accidente como desencadenante de las acciones, luego la culpa, la venganza, el crecimiento como persona y la redención. Es una historia que se centra en dos hermanos adolescentes que no superan la muerte repentina del padre, y que con la creencia de que hallar al culpable será la solución para superar la pérdida, emprenden una travesía por el norte de México.
En calidad de guionista y productor, Guillermo Arriaga tras pasa a sus hijos parte del protagonismo, aunque el peso de su nombre y trayectoria podría ser suficiente para hacer girar las miradas en su dirección.
¿Qué tan difícil es sacar adelante un proyecto como “A cielo abierto”?
Me siento muy afortunado. Por una cadena de casualidades fui a dar con K&S. Un ingeniero amigo mío, Pablo Brown, que es dueño de una librería editorial llamada Eterna Cadencia, en Buenos Aires, me invitó a la Feria del Libro de esta ciudad. Como era época de pandemia, me dijo que no me podía llevar a Argentina, pero que me entrevistaría telemáticamente Emiliano Torres, el director de producción de la productora K&S (están detrás de grandes películas como Relatos salvajes, La cordillera, El Clan y La odisea de los giles, como también de series como El reino). Me entrevista Emiliano y en la conversación le cuento que estaba produciendo la película de Mariana y Santiago. Él se interesó de inmediato. Le mandé la obra escrita, la leyeron y me reuní en México con Matías Mosteirin, Leticia Cristi y Diego Copello; así fue como tuvimos la fortuna de contar con K&S, que es una de las productoras más serias con las que he trabajado en mi vida.
Se trata de un guion antiguo que estuvo en otras manos. ¿Cuándo lo retomó?
Lo conversé con mis hijos, les ofrecí reescribirlo con mi experiencia de ahora o dejarlo como lo había escrito en ese entonces. Ellos se inclinaron a dejarlo tal y como estaba; lo único que cambiaron, y tenían toda la razón, fue el final, pero el resto se quedó tal cual. Nos remitimos entonces al escrito original, que lo encontró mi hijo Santiago en una caja. Se lo enseñó a su hermana, me preguntaron si lo podían dirigir y les dije “¡claro!”.
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Se supone que “A cielo abierto” fue el guion no rodado de la trilogía a la que perteneció “Amores perros” y “21 gramos”.
Fue prácticamente el primer guion que escribí. Era parte de la trilogía, en aquel entonces lo había pensado así, pero ya se quedó como un ente autónomo, aparte de que lo tomaron mis hijos, así que lo olvidamos.
¿Cómo fue ver a sus hijos trabajando con el mapa de sus obsesiones?
Para empezar, en aquel tiempo tenía todavía reciente un accidente de carretera que había tenido unos años antes y acababa de ser papá. Junté las dos cosas y pensé qué pasaría si mis hijos de pronto perdieran a su padre. Esa es la génesis de A cielo abierto. Me da mucho gusto que ellos lo hayan tomado, porque han crecido a sabiendas de todo lo que me sucedió y además conocen muy bien el paisaje donde se desarrolla (la región de Coahuila). Desde muy pequeños los llevé a conocer el desierto, que es un lugar muy importante para mí.
Viendo la película da la sensación de que sus hijos respetaron mucho su guion.
Más bien fue al revés. Los respeté mucho. Como productor no interferí con sus decisiones, confié absolutamente en ellos; solo di mi opinión cuando se me acercaron a consultarme algo de la historia desde mi punto de vista como escritor, pero como productor mi trabajo fue el de no interferir, por lo menos en la filmación. En la preparación y posproducción tuvimos un diálogo más intenso. Se trata de su visión, de crear el material como ellos lo querían hacer. Entonces más bien fue a la inversa.
Uno de los aspectos de la historia es descubrir lo que puede haber detrás de un deseo de venganza, algo que también está muy presente en su obra. ¿Cómo ha cambiado el concepto de venganza a lo largo de su vida?
Siempre les dije a mis hijos que su calidad humana no dependía de la actividad humana de los demás. La venganza es una prisión, el que se quiere vengar vive prisionero de la sensación de querer vengarse. Aparte es una fantasía, porque cuando ya la tienes enfrente, es muy distinto de decir “voy a matar a alguien” a hacerlo. La venganza trae una espiral que no se detiene, y alguien tiene que parar, de lo contrario corre, corre, corre y te alcanza. Confucio decía: “En tu camino la venganza cava dos tumbas”, porque nunca sabes quién de la otra parte va a venir detrás de ti para vengarse de lo que tú hiciste, nunca sabes en qué momento te alcanza. Lo que he aprendido de la venganza es que puedes no perdonar a quien te ofendió u ocasionó un gran daño, pero tampoco significa que vas a vivir prisionero de esa persona. Simplemente sigue adelante, sin perdonar, pero sigue adelante.
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Romper con esa espiral implica perdonarse a uno mismo por haberse quedado estancado con la idea fija de la venganza.
Siempre pido que se busque una palabra que defina de qué se trata una historia. En el caso de A cielo abierto, Mariana y Santiago llegaron a la conclusión de que es una película de liberación. Todos terminan liberándose de un peso que los ahoga.
¿En qué etapa de su vida sintió, como artista y persona, esa sensación de liberación?
Fíjate que cargo con muy poco, no arrastro nada, ni traumas ni deudas. Simplemente me la paso muy bien. En mi trabajo es parte del proceso que, al enfrentarme a una historia, sienta que no puedo con ella en ese momento, que necesito otra o más experiencia de vida para poder aportarle o que estoy yendo por el camino equivocado. Solamente una vez decidí no publicar una novela por consejo de mi esposa. La historia les daba muchas ideas a los criminales, y ella sintió temor de que me pasara algo como lo que describía en ese relato. La escribí en 1993, cuando México todavía no se había sumergido en la vorágine del narco, así que preferí no darle ideas a nadie. Más que una liberación es, simplemente, decir: esta historia no se puede contar como la había pensado, por lo que es necesario encontrar otra manera para narrarla.
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Precisamente, “A cielo abierto” se desarrolla en los años 90 en México. Se puede decir que era prácticamente otro mundo. ¿Qué añora de esa época?
Era un mundo completamente distinto. Añoro la absoluta seguridad para andar por el país sin el menor temor. La única vez en esa época que me robaron, me abrieron el carro. Había dejado la cartera dentro, pero me dejaron dinero y las cosas que eran necesarias para poder volver. Ahorita se llevan todo...
En esta evolución quizá lo más preocupante sea la deshumanización de la sociedad. ¿A qué se debe esa deshumanización tan desaforada?
Estamos alineados. Se debe a que no hemos sabido construir un mundo alrededor nuestro, y a que un sistema económico ha creado unos abismos sociales muy grandes. A su vez, la respuesta a ese proceso económico también ha creado abismos sociales; el neoliberalismo produjo una brecha gigantesca entre los que poseen el capital y los que no. Supuestamente iba a haber un escurrimiento que no sucedió y se concentró mucho la riqueza en pocos. Las alternativas como (Hugo) Chávez o como Daniel Ortega han sido un absoluto fracaso; Chávez en lugar de crear un vínculo más fuerte en la sociedad, generó fue una diáspora.
¿No hay vuelta atrás?
Por supuesto que hay vuelta atrás. Esta no es una condena perpetua, es un momento de reflexión social y político que debemos hacer en conjunto. De estar condenados no hubiéramos superado la época de las Cruzadas o tantas otras cosas. Por eso pienso que todo esto se va a superar.