Veinticinco años sonriendo: entrevista a Pez Barcelona
José Sabaté, más conocido como Pez Barcelona, está conmemorando sus veinticinco años de vida artística con una exposición de su obra en Vertigo Contemporary, El Espectador habló con él sobre su trayectoria y sobre su universo artístico.
El elemento más característico de su obra es el pez, que también incorporó a su nombre artístico. ¿De dónde viene ese nombre artístico y por qué siempre aparecen peces representados en sus obras?
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El elemento más característico de su obra es el pez, que también incorporó a su nombre artístico. ¿De dónde viene ese nombre artístico y por qué siempre aparecen peces representados en sus obras?
El nombre de Pez viene de la inquietud de buscar un nombre para empezar a hacer grafiti por allá en el año 1999. Tuve otros nombres, pero hubo un momento en el que unos amigos me bautizaron “Pez” y fue cuando me vieron fumar, porque hacía un gesto con la boca parecido a un besugo, de ahí nació el nombre. Fue un apodo cariñoso y divertido. Me lo pusieron mis amigos y me gustó. Después de un año de estar buscando un nombre con las letras, tan usadas en el grafiti, decidí que quería dibujar un pez, por la sencilla razón de que esas tres letras (la p, la e y la z) no podían expresar nada; con el personaje podía expresar alegría, la picardía del personaje… eso me gustaba: un personaje que aparece sonriendo, que aparecía —de manera clandestina— por la ciudad y se reía, me gustaba que fuera un personaje simpático y que alegrara el momento a la gente que viera el grafiti.
Otro elemento característico de su trabajo es el color. Suele usar colores muy vivos y pintorescos. ¿Cómo escoge el color de un mural o de una obra?
Creo que aparte del personaje o del mensaje que uno busca, me gusta mucho llamar la atención; llamar la atención con un personaje que se ríe, en este caso llamar la atención con los colores: la vibración de los colores te cambia el estado del ánimo. Cada color te va a dar una sensación. En las casas ponemos colores tranquilos: blanco, color tierra… esa vibración. Entonces me gusta generar vibración con mi arte, me gusta generar una reacción. En el caso del pez que sonríe la reacción de que te da alegría. En el caso del color es eso: que te impacte visualmente.
¿Por qué comenzó a hacer grafiti?
Por varias razones. Hay un acto como de rebeldía: decir ‘voy a hacer algo que no se puede hacer, pero lo voy a hacer y voy a demostrar que no está tan mal hacerlo’. Entonces ese era un poco el reto. Y al decir que “no está tan mal”, me refiero en el sentido de que la gente ve algo visualmente agradable, pero está prohibido. Lo voy a hacer a cualquier costo: si me multan, me van a multar; si me pegan, me van a joder y si tengo que correr, si voy a pasar frío por las noches, pues voy a pasar frío; si voy a tener que mancharme las manos, me voy a manchar las manos, pero voy a hacer lo que sea por dejarme ver en la ciudad. Entonces era muy importante eso: que la gente viera y dijera ‘el pez ha estado aquí’. Un poco dejar mi huella. Me gustaba mucho el arte, me gustaba mucho el grafiti y creo que toda esa mezcla (el arte, el grafiti, el acto de rebeldía) se juntaron para decir quiero pintar en la calle. No quiero mis dibujos en una libreta, no quiero mis dibujos en un lienzo, no quiero mis dibujos en una galería, en un libro; los quiero en la calle. Que se haga público, que sea popular.
El grafiti es una expresión muy criticada. Primero porque constituye una intervención no controlada del espacio público; un espacio que es de todos, pero cuya regulación pasa por las directrices y los parámetros que establecen los gobiernos. Segundo porque muchos juzgan que esas intervenciones afean el espacio público. ¿Considera que sus intervenciones contribuyen a crear un espacio público más bello, más agradable?
Creo que sí, aunque no soy la persona para decirlo. Creo que hay para todos los gustos. Al final creo que a nadie le gusta ver una ciudad llena de publicidad, que también nos invade el espacio público. Y eso está cobrado y está pagado y está regulado de alguna manera. Obviamente, no se puede comparar con otro tipo de grafiti, pero si te tengo que dar una opinión creo que mis grafitis aportan más que quitan.
¿Qué papel juega la belleza en su obra?
Cuando escucho la palabra belleza veo un aspecto más humano, una belleza humana, la belleza de una persona, pero no creo que esa palabra sirva para definir lo que hago. Lo que hago es algo que se mueve más entre lo divertido, lo impactante, lo arriesgado, lo pícaro. Hay, entonces, más adjetivos en mi obra que no tienen que ver tanto con la belleza.
Usted ha dicho que su obra es una reflexión sobre la felicidad. ¿Por qué la felicidad es un tema central de su reflexión artística?
Creo que es importante dejar muy claro el tema en tu obra para dejar esa huella en la sociedad o en el mundo del arte, y yo quise dejar esa huella a través del discurso de la felicidad. Ciertos artistas han querido representar una época; otros han querido ser más activistas, más críticos; otros son más figurativos, otros son más abstractos… yo quiero que se me recuerde como aquella persona cuyo discurso era la felicidad.
Usted ha pintado en diversas ciudades y en varios continentes. ¿Cuál es el mural que recuerda con más cariño?
Es una pregunta complicada porque cada mural tiene su encanto. Recuerdo uno que fue muy emocional para mí: un mural que pintamos en un palafito en una pequeña población llamada Buenavista, cerca de Cartagena. Fue increíble pintar una casa de unas personas que cocinan con una ollita chiquita, que no tienen televisor, que viven en medio del mar donde no hay nada y poder regalarles un mural y tener una experiencia hermosa; compartir tres días con ellos, charlando de mil cosas, fue un momento muy lindo: poder regalarles mi arte y darles alegría y que se sintieran orgullosos y afortunados de tener una obra de arte en su pared, en su casa entera, gigante… Era muy raro que un español llegara allá a pintar, pero después todo fluyó como muy natural y fue hermoso. Quince días después, tristemente, la persona que organizó el proyecto se quitó la vida. Entre los grafiteros lo conocíamos como Notable. Desde aquí le mando un saludo hasta por allá en el cielo.
¿Cómo decide pasar de hacer murales a realizar obra en lienzo y en pequeños formatos para exponer en galerías?
Fue un proceso muy natural. Muy orgánico: yo venía de pintar grafiti en Barcelona, y compraba latas en una tienda en el centro que vendía también ropa, vendía tablas de skate, era una tienda con un concepto muy urbano y neurálgico al que también llegaban muchos extranjeros. Un día mi amigo me dice ‘oye, Pez, ¿por qué no haces una exposición aquí en mi tienda?’. Ya otros artistas lo habían hecho, y yo le dije ‘pero es que yo no pinto cuadros, solo pinto en la calle’. Él me dijo ‘píntalos porque tu trabajo gusta mucho y los venderás’. En aquel momento no tenía ningún interés en vender mi obra. Yo trabajaba como ingeniero informático y tenía mi sueldo, tenía mi vida… Vender mi obra no era un objetivo ni una motivación. Entonces dije: lo voy a hacer por el simple hecho de disfrutarlo y porque la gente pudiera llevarse una obra mía. Me fui para mi casa y me fui recogiendo muebles viejos: recogí una puerta de un armario, una parte de atrás de un mueble de madera, él me dio unas tablas de skate viejas… y en ellos dibujé las obras. Después de eso se fijó en mí una galerista que se llama Montserrat Bru, de Zum Zum Gallery en el barrio de Gracia, y ella fue la primera galería profesional que me dio la oportunidad, que creyó en mi trabajo. Era muy arriesgada, era muy bohemia… y creyó en mí. Dijo que mis peces eran alegres y que íbamos a hacer una exposición muy chévere y ella fue mi primera curadora. Fue la primera vez que entré a una galería entendiendo que no tenía tanta libertad, como cuando estás en la calle y tu expresión no tiene límites, sino que tenía que organizar mi trabajo de tal manera que tuviera una estructura y se viera agradable. Que aparte de hacer grafiti y de ser grafitero, también podía ser un artista que pudiera entrar a una galería a ofrecer su arte. Y que el grafiti pudo haber sido una lanzadera para que yo me hubiera convertido en artista, porque si nunca hubiera pintado grafiti, nunca hubiera interesado ser artista, estaría trabajando en un banco y sería ingeniero informático.
Está celebrando los veinticinco años de vida artística con una exposición en un nuevo espacio cultural en San Felipe, Vertigo Contemporary. ¿Cuál ha sido el mayor aprendizaje que le han dejado estos veinticinco años?
Creo que la perseverancia y enfocarme en trabajar un tema constante me ha servido mucho para que la gente pueda reconocer mi arte… Si tienes un objetivo en la vida, lo puedes llegar a conseguir con perseverancia, con pasión y con el buen hacer. Poder viajar y que te vean por todo el mundo, creo que ha sido la mejor experiencia que me ha dado la vida. Porque al llegar a otros mundos y al conocer otras maneras de pensar, de trabajar, de pintar todo eso te hace dar cuenta de que no los sabemos todo y de que hay muchas maneras de hacerlo todo y creo que lo bonito es poderte quedar con lo mejor de cada lugar donde he viajado. Entonces, después de haber viajado por todo el mundo, me siento afortunado de haber cumplido veinticinco años haciendo lo que me gusta con perseverancia… Desde el principio fue una obsesión que se convirtió en mi carrera. Si no hubiera sido una persona obsesiva, no me hubiera dedicado tanto y probablemente no sería lo que soy hoy.
¿Cuál es su mejor obra?
Mis dos hijos. Ese es el enfoque más sentimental. Es difícil decirlo… mi mejor obra es el pez sonriente.