El libro que le canta la maternidad chocoana
Velia Vidal lanzó su más reciente libro en la reciente FILBo, Diez lunas para una espera, de Penguin Random House. En entrevista para El Espectador, la autora habló sobre las maternidades, las y los parteros, el canto, el baile y el cuerpo, entre otras cosas.
Diez lunas para una espera es, para mí, una lluvia de cantos de todas las mujeres que acaban de saber que en su vientre sagrado llevan el milagro de la vida, el cual se mantiene vivo en cada bundé, currulao y abozao que reposan en estas páginas. La selva del Chocó baila con cada canto, en cada ilustración a cargo de Natalia Rojas. Aunque estas historias hablan de la maternidad chocoana, cada una aporta al tejido universal de las mamás que empiezan a coexistir con un nuevo ser.
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Diez lunas para una espera es, para mí, una lluvia de cantos de todas las mujeres que acaban de saber que en su vientre sagrado llevan el milagro de la vida, el cual se mantiene vivo en cada bundé, currulao y abozao que reposan en estas páginas. La selva del Chocó baila con cada canto, en cada ilustración a cargo de Natalia Rojas. Aunque estas historias hablan de la maternidad chocoana, cada una aporta al tejido universal de las mamás que empiezan a coexistir con un nuevo ser.
Velia Vidal, escritora, gestora cultural y activista, nació en Bahía Solano, Chocó. Y así como el río Atrato viaja por esta selva, en la también autora de Aguas de estuario, 2020 (Laguna Libros), la sangre negra e indígena viajan a través de sus venas. La vida va hablando, va mostrando el rumbo de cada quien y el de Velia comenzó en el interés y la curiosidad por las letras, sus raíces, el arte y la cultura de su pueblo. Este mismo camino la llevó a estudiar Ciencias de la Comunicación Social en la Universidad de Antioquia, educación que fue nutriendo con un máster en promoción y producción de la Literatura Infantil y Juvenil en la Universidad Castilla-La Mancha, y luego con una certificación en estudios afrolatinoamericanos en el Centro de investigaciones afrolatinoamericanas en la Universidad de Harvard. Y en este andar, en el 2016, nació la fundación de Motete, una corporación educativa cultural que se dedica a fomentar la lectura en las comunidades afroindígenas, que complementa con FLECHO, la Fiesta de la Lectura en Chocó.
Empecemos hablando de la tradición de la partería en el Chocó…
Para nosotros, la partería es salvación. En un territorio en el que no teníamos, ni tenemos, acceso a médicos y hospitales, la partería se fortaleció en nuestra comunidad. Las y los parteros realizan el acompañamiento a la mujer que se encuentra embarazada, durante casi todos los 9 meses, hasta que dé a luz y un tiempo después de esto para poder enseñarle los primeros cuidados del bebé. Y este acto de traer una vida al mundo es un acto de salvación. Desde un inicio se ha tenido la intención por preservar esta tradición, logrando así que sea patrimonio de la humanidad. Esto nos permite también trabajar por el fomento de esta práctica llevándola al resto del país. Además, la partería está ligada totalmente al conocimiento de las plantas; saben qué dar para limpiar los miomas, ayudar a la fertilidad para que la mujer pueda quedar en embarazo, entre otros.
En su libro aparece constantemente el concepto de ancestralidad. Hablemos de esta.
Primero, considero que es una palabra que la han manoseado mucho. La cultura es dinámica y cambiante, es decir, hablar de ancestralidad no significa aceptar, valorar y legitimar deseable todo lo que viene del pasado. No podemos aceptar, en nombre de la ancestralidad, algunas prácticas misóginas, racistas. No necesariamente lo ancestral es lo deseable. Lo que creo que ocurre es que vivimos en unas épocas donde lo ancestral sí se consideraba como inferior y como indeseable. Además, lo ancestral no está solo ligado con los pueblos indígenas y afros, los mestizos y los blancos también tienen una ancestralidad, un pasado; al que, considero, que deberíamos tener la capacidad de mirarlo. Para mí, la tarea que tenemos es que todos podamos ver esa ancestralidad en cada oficio que hacemos. Hay que revisar esos aspectos de nuestra ancestralidad, de nuestra historia, que fueron descalificados y que fueron tratados de manera peyorativa, y que en el presente tienen un valor y cosas para aportarnos. Podemos llegar a tener el poder de revivir, revisar y restaurar lo que nos es útil en el presente.
El agua, que viaja por el cauce del río Atrato, es uno de los elementos que más acompaña los cantos, el entorno y la fauna de Diez lunas para una espera. ¿Cómo entiende el concepto de movimiento y de la fluidez?
Nuestro río es como una culebra, uno de los animales más importantes de nuestra cultura. Los ríos, por su parte, son determinantes. Somos una cultura de agua y de absoluto movimiento. El agua se mueve en todas las direcciones, como el mar y el río. Nuestra vida, en su máxima cotidianidad, está totalmente regida por el movimiento de las aguas. Nuestro cuerpo se mueve como las aguas exteriores e interiores. Esto nos va generando una danza permanente entre el cuerpo y la naturaleza.
La relación entre los poemas que reposan en estas páginas con la música. Hay un juego de ritmos y melodías en cada texto.
Todos están escritos para cantar los arrullos. De alguna manera, estos son los mismos que siempre se han utilizado para dormir a un bebé, pues crea una relación mucho más fuerte entre madre e hijo, y demás vínculos que empieza a tener este nuevo niño. Pues, aunque no tengo ni tuve la oportunidad de ser mamá, escribir este libro me ayudó a entender que la maternidad se puede ejercer, aun así no tengamos hijos. Esto no se da con el crecimiento de la panza.
Además, en el momento en que le cantas a un bebé, la musicalidad nos proporciona la posibilidad de jugar con las palabras, y esa es la gran magia del lenguaje y la literatura. La literatura es la posibilidad de jugar con el lenguaje, provocar imágenes. Y cuando juntamos música y palabras llevamos al máximo las posibilidades del lenguaje.
Relacionado con lo anterior, hablemos del juego y su importancia.
Para mí, el juego va de la mano de la imaginación, no puede existir una sin la otra. Hace poco hablaba sobre, eso, sobre la imaginación, y creo que nada de lo que hemos creado hasta el momento no ha sido imaginado antes. El juego no es más, que la provocación de la imaginación. El camino directo a la creación, es el juego. Por esto yo promuevo la poesía, la lectura en sí, porque te alimenta la posibilidad de imaginar. El juego está implícito en la literatura. La poesía es un juego de palabras.
Cada día vemos que se habla más de la mujer, los feminismos. Ahondamos en el tema de la feminidad, ¿qué es para usted?
Aún tenemos el reto de comprender qué es la feminidad. Hay que preguntarnos por la dimensión femenina, que está en todos, y en cada persona, como en la naturaleza, hay una carga femenina y otra masculina. Considero que estos conceptos los hemos contaminado, quizás, con las energías del poder. Y por esto, el tema de feminidad se asocia con menos fuerza, entonces terminamos asociando la sensibilidad a la fragilidad, cuando en este hay un verdadero acto de poder, el mostrarse vulnerable termina siendo un acto de grandeza. Lo que tenemos que lograr es separar el concepto de lo femino con la genitalidad de las mujeres y del concepto de mujer. Estamos en un momento en el que se está dando un cambio, este es un concepto muy extraño, muy difícil, pero el poder conversarlo, preguntárselo, ayuda a ir desmarañando esta madeja.
Siempre he pensado que la literatura infantil realmente es para todo público, que también es un vehículo para narrarles a nuestros hijos ciertos conceptos que solo se pueden conocer a través de los libros. ¿Qué piensa de esto y cómo ha sido este proceso de escritura infantil?
Creo que la literatura infantil, como toda literatura, tiene la posibilidad y casi la necesidad de interpelarnos, pero sin darnos lecciones. Después de leer Diez lunas para una espera, las personas que lo lean pueden preguntarse sobre la maternidad, cómo les gustaría vivir este proceso, pero no podemos buscar, por medio de la literatura infantil, dar lecciones, decirles a nuestros lectores cómo tratar un concepto, una situación o, como en este caso, una decisión. La literatura infantil, que no es moralizante, podemos jugar con un sin fin de nuevos conceptos, de poner en las ilustraciones distintas formas de familia. Así que también es un acercamiento, un espejo de quien nos lee.