Xiomara Suescún: “Las culturas hablan de lo que somos y de lo que soñamos ser”
La directora del Centro Nacional de las Artes Delia Zapata Olivella explicó, en entrevista para El Espectador, cómo trabajan en la gestión cultural para ampliar la programación artística y facilitar el intercambio de conocimientos técnicos con teatros y escenarios en Colombia.
Diana Camila Eslava
Delia Zapata Olivella es el nombre del centro cultural más grande del país en reconocimiento a la bailarina, coreógrafa, investigadora y docente de danzas afrocolombianas e indígenas nacida en Lorica, en 1926, y fallecida en Bogotá, en 2001. Una figura clave en la difusión de las danzas folclóricas colombianas durante una época donde no era común reconocer la importancia de las artes ni de las riquezas de las tradiciones culturales de nuestro país. Zapata desafió las convenciones de su tiempo al ocupar espacios protagónicos como el Teatro Colón de Bogotá.
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Delia Zapata Olivella es el nombre del centro cultural más grande del país en reconocimiento a la bailarina, coreógrafa, investigadora y docente de danzas afrocolombianas e indígenas nacida en Lorica, en 1926, y fallecida en Bogotá, en 2001. Una figura clave en la difusión de las danzas folclóricas colombianas durante una época donde no era común reconocer la importancia de las artes ni de las riquezas de las tradiciones culturales de nuestro país. Zapata desafió las convenciones de su tiempo al ocupar espacios protagónicos como el Teatro Colón de Bogotá.
El Centro Nacional de las Artes Delia Zapata Olivella abrió hace poco más de un año y su enfoque principal, según su directora Xiomara Suescún, es el reconocimiento, la inclusión y el acceso a esa diversidad cultural, valores a los que la profesora Zapata dedicó su vida y su obra.
Aunque hablar de cultura en términos representativos para todas las expresiones sigue siendo una labor de construcción lenta, siempre será oportuno conocer los espacios y programas realizados por el sector público: pues promueven la transparencia y la participación de la ciudadanía a la vez que amplían los horizontes educativos que reflejan los matices de nuestra historia.
“Este sector”, dijo Suescún, “tiene un rol muy importante en un país tan afectado históricamente: suma a la sociedad, pero no solo de manera decorativa, como se percibe desde otros ámbitos. Hace parte de una visión de construcción de un mundo que, justamente, reúne todo lo intangible, lo que tiene un valor distinto, un valor simbólico que nos conecta como sociedad”.
En su primer año de trabajo, la directora del Centro Nacional de las Artes menciona que han progresado en la definición de su misión, desarrollado varias líneas curatoriales e iniciado conversaciones globales sobre temas relacionados con la cultura de la paz, la conexión entre las raíces ancestrales y el mundo contemporáneo. Este enfoque incluye una atención especial a la diversidad, abarcando comunidades LGBTQ+, personas con discapacidad y otros grupos diversos. También están promoviendo discusiones sobre la importancia de preservar la vida y el planeta, y destaca el evento que se presentará anualmente bautizado Encuentro del agua y de la tierra, diseñado para fomentar la conciencia sobre la sostenibilidad y la protección ambiental.
“Las iniciativas parten de darles participación y visibilidad a los proyectos artísticos y culturales de las regiones que traemos a Bogotá. Trabajamos en procesos de red que hacen que el Delia empiece a llegar también a los territorios de otra manera. El 21 de marzo cumplimos el primer año, instalamos la primera mesa de trabajo y se activó la Red Nacional de Teatros y Escenarios Culturales, que busca trabajar en alianzas, coproducciones y procesos de formación técnica. Queremos especializar y fortalecer los talentos nacionales y la relación interna en los modelos de trabajo. Se trata de un intercambio de experiencias y colaboraciones para que las infraestructuras teatrales de artes escénicas y artes vivas puedan robustecer su mirada desde la gestión”, expuso Suescún.
Según la vallecaucana, los gobiernos tienen una deuda pendiente con la comunicación entre las regiones: “Con la red, buscamos facilitar la movilidad y notificar nuestra programación artística con antelación, para que las regiones puedan recibir la información que les interesa. Trabajaremos en gobernanza y articulación con las regiones para identificar los vacíos y generar colaboración en los modelos de gestión y en las prácticas que estamos empezando a reconocer mutuamente”.
Desde Bogotá se está coordinando la restauración del Teatro Bolívar, en Popayán. En colaboración con el Ministerio de las Culturas, el Delia compartirá sus conocimientos técnicos: Rafael Vega, líder del equipo, viajó hasta las instalaciones del recinto para evaluar sus necesidades. Además, realizaron una visita al Tolima para inspeccionar un nuevo teatro en Armero Guayabal y considerar cómo pueden brindar asistencia técnica. Este esfuerzo se centra en intercambiar conocimientos y promover el diálogo, más que en proporcionar recursos económicos.
“No se trata solo de la selección de artistas, sino también de cómo se estructura y presenta toda la programación cultural y artística del lugar. Pensar en si lo haremos en festivales, encuentros, temporadas o franjas hace parte del trabajo y no es un asunto menor. Esos son los formatos en los que todo cobra vida. Nosotros tenemos un diferencial con muchos centros del mundo de este tipo y es que no programamos necesariamente por lo disciplinar, ni por los repertorios, sino por los temas. Esto se relaciona con la política cultural actual, con el reconocimiento de los territorios bioculturales, la paz, las poblaciones históricamente excluidas y las conversaciones globales”.
Para llevar todos los planes que el Centro Nacional de las Artes está realizando, el enfoque profesional de su directora ha sido determinante. “Mi trayectoria en este tema se orienta en buscar maneras de cerrar brechas en nuestro ecosistema artístico y cultural. Busco alternativas para que los proyectos de vida que integran este sector tengan dignidad y puedan sostenerse con lo que hacemos. Esa es mi motivación principal para trabajar en economías creativas: todas las iniciativas que contribuyan a la dignificación del trabajo en el sector cultural y a la consolidación de proyectos en el tiempo”.
Xiomara Suescún comenzó su carrera trabajando en el Centro de Industrias Culturales de la Universidad Icesi. Allí desarrolló la línea de investigación y gestión para el ecosistema del suroccidente colombiano. Después la invitó el gobierno local de Cali para diseñar y formular la política de economía creativa de la ciudad, marcando su primer ejercicio en la formulación de políticas públicas.
Aunque también es socióloga y politóloga, dice que escogió este camino porque cree firmemente que la cultura es un eje central en la transformación social de los territorios. “Si lo pensamos en un sentido más amplio, las culturas son el modo de vida, lo que nos hace diferentes, lo que nos genera apropiación, reconocimiento y arraigo al territorio al que pertenecemos. Unida a todas las expresiones y manifestaciones que se dan allí, las culturas hablan de lo que somos y de lo que soñamos ser; son valores intangibles. Ser consciente del poder que tienen las culturas y su aporte a la sociedad es fundamental”.
Suescún comenzó su trayectoria enfocándose en cómo la cultura puede transformar procesos de paz, especialmente en territorios afectados por conflictos armados y en aquellos que transitaban hacia el posconflicto. De esta manera, según dijo, fue que observó cómo las artes y las culturas desempeñan un papel crucial en la sanación y reconstrucción del tejido social.
“Luego me enfoqué en el sector cultural. Vi el impacto que tiene en la no violencia y en la disminución de riesgos. Por ejemplo, las escuelas de salsa en los barrios rescatan a los jóvenes, los ocupan y les proporcionan otras experiencias, alejándolos de las calles y de contextos violentos. En el norte del Cauca, las instituciones que acompañan a los jóvenes y a los niños en estos procesos culturales les permiten vivir otras experiencias y les amplían la mirada. Los efectos de trabajar por el sector cultural son difíciles de medir, percibir y valorar, pero que este rol tenga mejores condiciones para desarrollarse ha sido mi principal motivación”.