El señor de los jardines
Alberto Gómez Mejía preside la Fundación Jardín Botánico del Quindío desde 1985 y la Red Nacional de Jardines Botánicos desde 1996. Es una eminencia en el área de las ciencias ambientales y un creyente de la educación como camino de transformación. Su más reciente libro publicado en diciembre pasado es “Aves del corazón de los Andes de Quindío”.
Claudia Morales *Periodista @ClaMoralesM
Recorrer el Jardín Botánico del Quindío oyendo el relato y siguiendo los pasos de su fundador y presidente Alberto Gómez Mejía, es como estar subiendo unas escalas a un paraíso prometido. Por momentos, hacen falta más ojos y más oídos para no perder ningún dato que revela su memoria y para no dejar escapar la mirada de la riqueza del lugar. Es inspirador estar frente a un sabio que es capaz de compartir el conocimiento con humor y sencillez.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Recorrer el Jardín Botánico del Quindío oyendo el relato y siguiendo los pasos de su fundador y presidente Alberto Gómez Mejía, es como estar subiendo unas escalas a un paraíso prometido. Por momentos, hacen falta más ojos y más oídos para no perder ningún dato que revela su memoria y para no dejar escapar la mirada de la riqueza del lugar. Es inspirador estar frente a un sabio que es capaz de compartir el conocimiento con humor y sencillez.
Gómez Mejía tiene una hoja de vida merecedora de premios, todos ellos insuficientes ante la magnitud de lo que ha creado y aportado a Colombia. El más reciente fue el Doctorado honoris causa que en octubre de 2022 le entregó la Universidad del Quindío en reconocimiento a sus trabajos en conservación de la naturaleza, investigación científica y educación ambiental.
Le sugerimos leer: La magia y la ciencia de Alberto Durero (El teatro de la historia)
Además de haber fundado y de presidir el Jardín Botánico del Quindío (Km 3 vía Calarcá-Valle del Cauca) y la Red Nacional de Jardines Botánicos del país -21 en total-, el abogado que se convirtió en científico ha sido el principal recolector de casi todo lo que es posible ver en el jardín y es quien ha divulgado por el mundo la riqueza natural que tiene el departamento. Alberto Gómez ha escrito seis libros de temas ambientales, innumerables artículos en revistas nacionales e internacionales y es también docente. En esta entrevista para El Espectador habló de sus oficios, de su pasión por la educación y de su más reciente libro Aves del corazón de los Andes de Quindío.
En el libro Aves del corazón de los Andes de Quindío señala que el departamento tiene la mayor concentración de aves por kilómetro cuadrado en Colombia y quizás en el mundo. ¿Usted ha visto compromiso departamental, municipal, de entidades privadas y de la sociedad en general por proteger y fortalecer esa riqueza?
Lamentablemente, no. Y yo creo que el de las aves es el mayor potencial de desarrollo socioeconómico del Quindío. Si la gente supiera lo que tenemos y a través de la educación lo apropiara podríamos traer a los 70 millones de avistadores de aves que hay en el mundo. En Norteamérica hay 40 millones. Hay tres vuelos internacionales que llegan al aeropuerto El Edén y eso no lo aprovechan.
¿Eso ocurre por ignorancia?
Claro. Cuando uno ve a alguien, primero conoce, después quiere y luego protege. Con la naturaleza es igual. Cómo pretendemos que los colombianos protejan la naturaleza si no la conocen, a excepción de las etnias indígenas y las negritudes. Yo le pregunto a la gente aquí, ¿cuántas palmas tiene el Quindío? Y me dicen que la palma de cera y la de corozo. Pero no saben que acá hay 23 especies de las 265 que hay en Colombia, el 10 % de las palmas están en este pedacito que representa el 0,16 por ciento de todo el país.
Podría interesarle leer: Claudia Hakim anunció su retiro del Museo de Arte Moderno de Bogotá (MAMBO)
¿Ese nivel de ignorancia frente a lo que nos rodea puede resolverse si se aborda desde la primera infancia?
Brigitte Baptiste me contó que en Costa Rica son los niños los que le enseñan a los visitantes el nombre de las plantas, de los árboles, de las mariposas y de las aves porque aprenden desde el colegio. Aquí los niños no tienen idea de nada. En el Vaticano me invitaron a hablarles de este jardín que es mundialmente famoso y de la colección más grande de palmas que tenemos. Conocen más el Jardín Botánico en el mundo que acá.
En el libro no están todas las aves sobre las que investigó y la idea es que pronto sea publicado otro con la investigación completa. Mientras llega ese momento, ¿podría decirnos cuál es el ave que más lo sorprende por su belleza?
Qué pregunta tan difícil. Por su belleza me parece que es el Barranquero, momotus aequatorialis. Pero en Colombia tenemos muchas que son impresionantes y muchas que también están en peligro de extinción, como por ejemplo los paujiles. Le cuento una anécdota: el otro día hice una presentación de un libro en el Museo Quimbaya y la mitad del auditorio eran niños. Entonces dije, “levanten la mano los que sepan pintar una jirafa” y todos la levantaron. Luego les dije, “levanten la mano los que sepan pintar un paujil” y nadie la levantó. Colombia tiene más diversidad de especies de fauna silvestre que toda el África al sur del Sahara y pocos lo saben.
Volvemos a la ignorancia.
Nosotros somos náufragos. Haga de cuenta que montan a los 600 mil habitantes del Quindío en un barco en Buenaventura, arrancamos mar adentro y llegamos todos a una isla. ¿Qué isla es? No sabemos. ¿Cómo se formó? No sabemos. ¿Qué plantas y aves tiene? No sabemos. Eso somos los habitantes de este departamento.
Podría interesarle leer: Pintura que fue robada por la mafia regresa a sus dueños después de 50 años
Es un diagnóstico muy triste y por eso es pertinente hablar de su programa “socioecología del Quindío”. Por favor explíquenos de qué se trata.
Se trata de implementarlo en estudiantes de quinto de primaria a octavo grado. Esas son las edades del desapego, como pasa con los animales, y es el tiempo perfecto para hablarles de la naturaleza que nos rodea. Podemos enseñarles que en este jardín de 15 hectáreas han inventariado cerca de 500 especies de plantas, Inglaterra tiene 1.200. Aquí en este pedacito de tierra hay 14 especies de colibríes, Estados Unidos tiene 13. Todo el ‘cambio revolucionario’ del curriculum de los colegios que propongo es que destine una hora a la semana para estudiar ese tema. Si se aprueba en el Quindío y funciona se puede expandir a otros departamentos.
Desde el Jardín Botánico del Quindío ustedes hacen enormes aportes a la educación y a la investigación, pero a la par vemos la destrucción del Valle de Cocora en Salento y la inminente desaparición de la palma de cera. Eso de la mano de un turismo depredador. ¿Qué piensa?
Tiene toda la razón. Hay un concepto en ecología que se llama capacidad de carga y es cuántos humanos pueden estar en un sitio y eso lo aplican en todo el mundo. Si no hacen ese estudio todo colapsa y Salento ya es un ejemplo de eso.
En 1993, Peter Wyse Jackson, como máxima autoridad de la Organización Mundial de Jardines Botánicos (BGCI, por sus siglas en inglés), le propuso una política de colecciones botánicas nativas. ¿Cuáles son las principales y qué nos puede decir de su importancia?
Las colecciones más importantes de este jardín son palmas, lauráceas -familia del aguacate-, zamias y heliconias. El planeta tiene 200 especies de heliconias, Colombia tiene 100 y en este jardín hay 67.
Podría interesarle leer: Ivan Sciapeconi: “Recordar ya no es suficiente” para evitar un nuevo Holocausto
La colección de palmas que hay en el Jardín Botánico del Quindío, reconocida mundialmente, contiene casi el 85% de las especies que tiene toda Colombia, el tercer país del mundo en diversidad de esta familia. Usted recolectó los primeros ejemplares desde el comienzo de los años noventa. ¿Por qué es importante preservar las palmas?
¡Qué buena pregunta! Porque son el tercer grupo más usado por la humanidad y resulta que los únicos que usan las palmas en Colombia son los indígenas y las negritudes. La palma de vino, attalea butyracea, por ejemplo, tiene 36 usos. En Asia hay una palma de la cual también sacan un líquido que fermentan, pero allá los nativos se suben a la planta, le meten un tubo y lo sacan; en Colombia, como somos salvajes, tumbamos la palma y cuando está en el suelo sacan el líquido. Ese líquido es horrible, ¡no tomen esa porquería porque además destruyen las palmas!
Usted también ha estudiado los lepidópteros y aquí en el jardín hay un mariposario maravilloso. ¿Qué es lo que más le ha sorprendido de esos insectos?
Lo más asombroso y que la ciencia no ha logrado entender es la metamorfosis. Cómo un animalito que repta, que tiene garfios, que tiene boca, que mastica, que muerde, de un momento a otro se cuelga de las patas, empieza a convulsionar, se encierra en una cápsula que él mismo hace y se queda sin comer ni beber de 8 a 15 días. Y al final sale una mariposa a volar que no puede agredir a nadie. Eso es increíble, y tenga en cuenta esto: hay una relación de amor con algunas plantas que producen un néctar especialmente apetitoso para ciertas mariposas y además les brindan las hojas para que pongan los huevos ahí.
Le sugerimos leer: Alexander von Humboldt visto por la historiadora Andrea Wulf
¿Hay alguna mariposa que le parezca alucinante?
Sí, la Cristalina quindiana que se da en clima frío, es azul transparente y es muy coqueta. La forma que tiene el mariposario de este jardín es de esa mariposa. Le dejo este dato sobre las mariposas: de cada cinco mariposas del mundo hay una volando en Colombia. En este mariposario hay 1.500 ejemplares y 40 especies. Y en todo el bosque del jardín han inventariado 185 especies.
En 2017, usted fue designado miembro del Consejo asesor de la International Association of Botanic Gardens y presidió de 2002 a 2009 la Asociación Latinoamericana y del Caribe de Jardines Botánicos. Esto sólo por nombrar unas poquísimas de las muchas responsabilidades que ha tenido. ¿Cuál es el principal aprendizaje que ha logrado con el intercambio de experiencias y conocimiento en esas instituciones?
A.G.M.: El principal aprendizaje es que todo lo relacionado con los jardines botánicos es muy importante para tres cosas: conservación, investigación científica y educación y las tres se retroalimentan. Yo me siento feliz promocionando todos los jardines, pero lo triste es que también he observado que los jardines botánicos, con muy poquitas excepciones, pasan todas las penurias del mundo y fuera de eso los biólogos no encuentran trabajo sabiendo que aquí está todo por investigar. Nosotros tenemos en este jardín 214 de las 265 especies de palmas que hay en Colombia y nadie ha hecho estudios de fisiología vegetal aquí, entre muchas cosas, porque no tenemos recursos para pagarlos, es que ya es mucho cuento que tengamos plata para pagar la nómina.
Podría interesarle leer: La trayectoria de Alain Delon y el conflicto alrededor de su herencia
El 20 de octubre de 2022 usted leyó un bellísimo discurso con ocasión del otorgamiento del título de Doctor honoris causa por la Universidad del Quindío. Allí dijo: “He repetido sin cansancio durante muchos decenios que “lo único que está rotundamente prohibido es dejar de soñar”. ¿En qué está soñando en estos tiempos recientes?
En los últimos tiempos estoy empecinado en montar la fábrica de tierra, proyecto en el que me apoya muy poca gente. Se trata de hacer compost con microorganismos eficientes que actúan sobre la materia orgánica y la descomponen. El objetivo es hacer tierra fértil para que los campesinos la compren muy barata. Recuerde que a raíz de la guerra en Ucrania los productos agropecuarios se fueron por las nubes, entonces quienes quieran enriquecer sus suelos lo podrán lograr con esa idea. Con este sueño pasa como con todo lo que me he inventado: cuando empecé a hablar de hacer un mariposario todo el mundo me dijo que yo estaba loco. Pero mi sueño más rotundo es la educación y poder generar los materiales para lograrlo.
En ese mismo discurso afirmó: “Yo soy, de alguna manera, iconoclasta. Me encanta acribillar los falsos mitos”. ¿Cuál es el peor mito sobre las ciencias?
Lamentablemente, las religiones han contribuido a frenar el desarrollo científico. Esos mitos de que Dios subió a los cielos es muy raro porque cuando uno entiende cómo es el sistema solar sabe que no hay arriba ni abajo, y luego nos dicen que Dios bajó a los infiernos y resulta que el centro de la Tierra es una bola de hierro y níquel. Eso ha contribuido a impedir el desarrollo de la ciencia. Y ojo que no hemos hablado de la Inquisición.