Jorge Boccanera: “Temo que nos convirtamos en una sociedad robotizada”
Presentamos una entrevista con el reconocido poeta y escritor argentino Jorge Boccanera, presente en la XVIII edición del Festival Internacional de Poesía en Pereira, Luna de Locos.
Jhonwi Hurtado
Exilio Un hombre enterrado en las arenas del exilio donde se hunden sin chistar mujeres rojas y tiendas de lentas humaredas, y una espada se empera y una silla en desuso. Un hombre enterrado allí donde Tarafa ofrece una copa de vino, por las llamas del sol que lo despedazaron. Y va a pique la mesa donde alguien escribió moriré tal vez muy lejos de mi idioma Y Artaud canta parado en un caballo blanco. Entonces, ese hombre es polvo de su voz.
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Exilio Un hombre enterrado en las arenas del exilio donde se hunden sin chistar mujeres rojas y tiendas de lentas humaredas, y una espada se empera y una silla en desuso. Un hombre enterrado allí donde Tarafa ofrece una copa de vino, por las llamas del sol que lo despedazaron. Y va a pique la mesa donde alguien escribió moriré tal vez muy lejos de mi idioma Y Artaud canta parado en un caballo blanco. Entonces, ese hombre es polvo de su voz.
Jorge Boccanera camina lento. Como buen argentino, el “este” o el “qué sé yo” es una constante en sus expresiones. Su cabello es blanco, ya no le cubre toda la cabeza, no usa sombrero y siempre su mirada refleja mesura. Mide sus palabras y mientras recuerda algún escritor o escritora con quien tuvo anécdotas, entre ellos destaca su amistad con Juan Gelman, Eduardo Galeano, Juan Rulfo, o con el colombiano Juan Manuel Roca, con quien compartió el festejo del famoso 5 – 0 entre Colombia y Argentina el 5 de septiembre de 1993: “Roca tuvo que ir por alguna razón que no recuerdo a pasar un día en Argentina, se fue al estadio y yo me quedé en un bar, luego de ese resultado, llegó y nos abrazamos”.
Caminamos por el centro de Pereira rumbo a una librería de viejo, observa diferentes pantallas y asevera: “ahora todo es inteligencia artificial, uno no puede hablar con una persona por más de cinco minutos sin que toque el tema, estamos metidos en la inmediatez”. El día anterior, dio una conferencia sobre la obra de su amigo Juan Manuel Roca, se para a amarrar el cordón de su zapato y me dice: “Ayer me escribieron algunos amigos que les gustó mi charla, al menos se dieron cuenta de que sí he leído a Roca, es que le hice un prólogo de un libro que le publicaron en Argentina. He prologado muchos libros. También mi mujer me escribió a decirme que yo me visto muy feo, que compre un pantalón, ¿vos sabés dónde puedo comprar uno?”.
Es hijo de María Agustina y Roberto. Ella, una mujer ama de casa con muchas inquietudes, que nació en la provincia de La Rioja, hija de una criolla y un griego. Roberto, hijo de italianos y cantante de tangos en el puerto. De ambos, Boccanera heredó eso intangible, es decir, la curiosidad por la vida la aprendió de doña María y el amor por la música y el ritmo, de don Roberto, que luego llevaría a sus poemas.
Nació en un puerto del Sur de Buenos Aires, a unos 700 kilómetros del centro de la capital argentina, en un puerto llamado Ingeniero White, puerto por donde, dice el poeta, pasaron Francis Drake, Darwin, Saint-Exupéry, el poeta italiano Dino Campana, entre otros.
Ese ambiente porteño que algunos le llamaban el país del viento, ese lugar de marineros, barcos gigantes, todos con banderas distintas, carga y descarga, el trajín de la gente de paso, o el trajín de la vida pasando, le generó preguntas y algunas respuestas: “una vez me enteré de un marinero que se quedó borracho y se fue su barco y se quedó a vivir ahí. Esa cosa azarosa de los destinos, y todas esas preguntas de esas lenguas, esa babel que había, me llevó a desplegar una curiosidad no dirigida por otros, la curiosidad la dirigía yo. Porque ahora hay una curiosidad dirigida por las redes, que es moda, consumo, etc. Y todos son iguales, y yo vengo de un mundo muy diverso, distinto, me gusta mucho la diversidad, y como dijo un poeta: moda es lo que pasa, nunca me interesaron las modas y eso se trasladó a mi escritura, nunca me interesó seguir una línea, un dogma”.
A los 11 años salió del Puerto y se fue a Buenos Aires, donde no perdió su amor por leer revistas de historietas, “las historietas me influenciaron a mí más que otras lecturas, aunque ya había empezado a leer a García Lorca, Whitman y Neruda, lo que más me influenció fueron las historias que reflejaban la cara curtida de la gente, la cara del pescador”. Tal vez por ello, a la par que se dedicó a hacer poesía, también escribió crónicas en diferentes países.
Jorge habla y pareciera dictar un texto, mira los libros que nos acompañan. Se quedó en silencio un momento, y le pregunto: ¿Cuáles eran y son esas curiosidades de Jorge Boccanera? Y responde: “esos destinos de la gente en un puerto, de dónde vienen, a dónde van, por qué se quedan en un lugar inhóspito, las calles de barro, en esos lugares nunca se hablaba de los antepasados, de los abuelos, había una nostalgia común. Eso te llena de preguntas, una curiosidad que me despertó la poesía”.
Cuando llegó a Buenos Aires, a mediados de la década del 60, se encontró con un territorio más barrial, una sociedad ambigüa que, por un lado, parecía estable, pero, por otro, tenía muchos problemas políticos, mucha represión, todo un ambiente de control. “No he visto en ningún país como en la dictadura argentina que hayan desaparecido tantos escritores, intelectuales, pensadores, historiadores, científicos”. Años después, esa misma dictadura, lo obligaría a exiliarse.
Boccanera expresó que al principio su poesía eran dibujos, historietas, pero de a poco las letras le ganaron espacio. Se empezó a interesar y a preocupar más por el ritmo de las palabras y por la respiración que debe tener la poesía. “Tú tienes que tener un ritmo, porque si no es todo narrado, la poesía ahora explica mucho, está llena de: ´pero´, ´aunque´, ´sin embargo´, ´porque´, y lo que tiene que primar es la imagen, aunque haya elementos descriptivos, enumerativos, lo que tiene que primar es el poema, sino, solo queda la idea. La gran poesía es aquella que quizá no te conmueve a la primera lectura, pero como tiene muchas lecturas, tú vas a volver y le verás otros sentidos. Me parece que esa es la que persiste”.
¿Cuáles fueron esas primeras búsquedas en su poesía?
Expresar lo que sentía en ese momento. Cuando uno es joven, escribe mucho sobre la muerte, paradójicamente; ahí saqué un libro en el 74, que se llama “Los espantapájaros suicidas”. Ahí estaba el tema social. En la poesía entran todos los temas; la poesía se divide en dos: buena o mala; no hay otra división. Lo que importa es el tiempo, así se hable del amor, se habla del tiempo, a veces, de lo efímero del tiempo.
Cuando hace alusión al tiempo, le pido que recuerde esa época del exilio.
Yo no había viajado mucho para ningún lado, era un muchacho de barrio, pero sí había empezado a militar políticamente; empezaron a desaparecer compañeros. El poeta Roberto Santoro, que no apareció nunca más, el poeta Juan Carlos Higa, que tenía ascendencia japonesa, y otros se habían ido del país y recibí amenazas. Era muy evidente que había listas que los mismos golpistas, la misma derecha, usaban para asustar y confundir. El miedo es un arma muy fuerte. Ese miedo al enemigo interno.
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Un mes antes del golpe de Estado en Argentina en marzo de 1976, Boccanera había ganado el premio Casa de las Américas. Al exiliarse, inicialmente decidió ir a Bolivia. Su amigo y escritor Eduardo Galeano, con quien trabajó como secretario de redacción en la revista Crisis, le hizo un encargo para la revista. El Premio Casa de las Américas le permitió tener visibilidad: “el premio me llegó en febrero y en marzo fue el golpe de Estado, ese premio me vino muy bien, era muy importante. Me permitió que, en las entrevistas, no hablara de poesía, sino de lo que estaba pasando en el país. Todos los exiliados teníamos esa consigna: no quedarnos callados”.
¿Qué recuerda de personajes como Galeano?
Bueno, esa hambre por Latinoamérica, por abrirse a lo latinoamericano y abrirse a sacar inéditos de Neruda, también de García Márquez, de él se adelantaron capítulos de novelas. Por eso te digo, la gente coleccionaba las revistas de Crisis, ahora no, ahora la gente funda editoriales en Argentina, que le ponen un nombre, saca cien ejemplares cada libro y a los autores les dice “autores de culto”, pero es esa cosa de los rótulos, Tarkovski es autor de culto, pero no cualquiera puede llamarse así.
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Tras regresar a Argentina, Boccanera se volvió un trotamundos, ya siendo reconocido nacional e internacionalmente, recorrió países y residió en algunos de ellos como en Costa Rica, mezclando su escritura poética con el periodismo, publicó libros de ambos géneros en México y Argentina
Lo observo con sus pies cruzados, dice que tiene más de 5 mil libros en su biblioteca y antes de comprar, ahora prefiere regalar. Se mira el pantalón y antes de continuar con la charla, vuelve a decirme: “no me dejés olvidar ir a una tienda para comprar un pantalón”
Jorge, volviendo a la poesía, ¿cuáles fueron esos primeros acercamientos con la poesía y literatura colombiana?
Al no tener biblioteca en casa, yo empecé a conocer a la poesía latinoamericana a través de algunas antologías, hubo algunas editoriales que se formaron muy interesantes en Argentina, que vendían libros chiquitos, en algunas de esas antologías conocí a poetas que no llegaban de otra forma: Silva, León de Greiff, Mutis sonaba mucho en los 70; era una época de muchas revistas culturales, ahora no hay, nosotros nos juntábamos un grupo y sacábamos revistas. La gente leía mucho, por ejemplo, la revista Crisis que fundó Eduardo Galeano, donde trabajó Gelman y luego yo en varias ocasiones, en la primera etapa de Galeano, vuelvo a decir, la gente la coleccionaba.
Boccanera es un hombre que ha recorrido muchos países, ha estado en muchos festivales, a sus 72 años, después de dos matrimonios, dos hijos y muchos libros, sigue con esperanzas y con expectativas, pero ¿cuáles son los temores de Jorge Boccanera?
Mis temores son muchos, pero el paso del tiempo siempre es un temor, te quita energía, uno traza muchos proyectos y después va viendo que de todos esos proyectos solo va a realizar unos. El otro temor es que la sociedad se convierta en una sociedad robotizada, con un alma de cables. Una sociedad sin solidaridad y con odio.