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Nataliya Gumenyuk es una periodista ucraniana especializada en política exterior e informes de conflictos. Además, fue la fundadora del Laboratorio de Periodismo de Interés Público y cofundadora y presidenta de la ONG de televisión pública, Hromadske. Además, ha sido corresponsal en más de 50 países y, a raíz de la guerra en Ucrania, cofundó The Reckoning Project, un medio especializado en documentar crímenes de guerra.
La periodista estará cerrando la versión número 12 del Festival Gabo, junto con Catalina Gómez Ángel, quien desde 2022 cubre la invasión rusa en Ucrania. El evento de cierre llamado “Experiencias narrando la guerra” tendrá lugar en el Gimnasio Moderno el domingo 6 de julio a las 6:00 p.m.
¿Cómo describiría su carrera en el periodismo?
Ha sido un camino inusual y desafiante. Desde joven, tuve interés en reportar conflictos y noticias internacionales, pero nunca imaginé tener que cubrir la guerra en mi propio país. En Ucrania, la última guerra militar había sido durante la Segunda Guerra Mundial, por lo que crecí en una sociedad que experimentó dictaduras y la caída de la Unión Soviética, pero no conflictos bélicos directos. Comencé mi carrera enfocándome en reportajes de conflictos en diferentes partes del mundo, especialmente durante la Primavera Árabe, donde me interesaban las historias humanas en situaciones críticas como protestas. Sin embargo, en 2014 todo cambió con la invasión y la ocupación de Crimea y partes del este de Ucrania. Esta situación marcó un punto crucial en mi carrera, ya que me vi involucrada en una situación que afectaba directamente a mi país y a mi comunidad.
¿Cuál ha sido su enfoque principal durante estos años?
A lo largo de los años, me he centrado en temas de derechos humanos y he estado comprometida con la cobertura de la guerra. En este contexto, me considero atípica: mi enfoque siempre ha sido hacia conflictos internacionales antes de la invasión a gran escala. El proceso de reconciliación que se intentó después de la invasión no fue genuino, ya que Rusia jugó un papel crucial que no reconoció oficialmente. Esta situación exacerbó la militarización y aumentó las tensiones en la región. Para mí, este momento ha sido un desafío enorme, pero también una oportunidad para aplicar todo lo que he aprendido y enseñado en mi carrera. Aunque la situación no es emocionante, es un recordatorio constante de los desafíos persistentes que enfrentamos como periodistas y como sociedad en un mundo en conflicto constante.
¿Cuál fue el detonante que la llevó a motivarse para cubrir guerras?
Mi interés comenzó con la percepción de la injusticia. No hay nada positivo en las guerras y los conflictos, pero también he notado que aunque muestran lo peor de las personas, también revelan lo mejor. Personalmente, siento una conexión con la injusticia cuando los derechos de las personas son violados. En Ucrania, desde 2014, hemos enfrentado una guerra y la ocupación de una parte del país. En la capital, es fácil ignorar estos hechos y seguir adelante con la vida cotidiana, como si el conflicto estuviera lejos. Sin embargo, me parece injusto que las personas en las regiones afectadas sean sacrificadas mientras buscamos una vida normal. A pesar de no ser originaria de las áreas en conflicto —soy de Ucrania central—, percibo la injusticia de la situación. No es justo que pidamos a estos ciudadanos que renuncien o sacrifiquen sus territorios. La guerra no discrimina por regiones o grupos étnicos; afecta a todos los ucranianos por igual. Creo firmemente que debemos ayudar a nuestros compatriotas en dificultades, ya que todos esperan ser salvados y apoyados por sus conciudadanos. La guerra también enseña que no somos solo individuos; en tiempos de crisis, la sociedad, el país y el estado son fundamentales. La solidaridad y la acción colectiva son necesarias para enfrentar estos desafíos.
¿Cómo ha vivido usted de primera mano la guerra? ¿La ha paralizado el miedo?
Mi experiencia estuvo marcada por lo que llamamos la guerra rusa contra Ucrania. Es una situación complicada y peligrosa, especialmente por los ataques con misiles que enfrentamos todos los ciudadanos ucranianos. Aunque vivo en la capital, que nunca ha sido ocupada, estuvo al borde de serlo durante los primeros meses de la guerra. Hubo una batalla intensa, pero los rusos no lograron ocuparla. En general, la guerra ha traído consigo riesgos significativos, como los ataques y la vida bajo ocupación. Esto se ha traducido en secuestros y otros crímenes contra civiles, lo que muestra lo peligrosa que puede ser la situación. Aunque las periodistas como yo enfrentan riesgos adicionales, tales como viajar a áreas más peligrosas, todos estamos conscientes de los peligros inherentes. Personalmente, he compartido la historia de colegas periodistas que han sufrido en primera persona. Uno de ellos fue capturado y torturado cuando su pueblo natal fue ocupado en las etapas iniciales del conflicto.
¿Ha tenido algún tipo de protección especial como periodista?
Lamentablemente, en las guerras modernas los periodistas son blancos especialmente vulnerables. Aunque antes existían ciertas normas que los protegían, en la actualidad los periodistas suelen ser blanco directo en los conflictos. Esta situación representa un desafío para los que trabajamos en zonas de conflicto. La realidad es que, a pesar de los riesgos, continuamos nuestro trabajo.
Usted estuvo involucrada en la creación del Laboratorio de periodismo de interés público, ¿cómo surgió eso?
Surgió de la necesidad de abordar los retos del periodismo independiente en Ucrania y más allá. Aunque tenemos medios independientes, también enfrentamos el dominio de prensa comercial sesgada políticamente, influida por diversos intereses financieros. Con el surgimiento de Internet, el modelo comercial tradicional de los medios ha mostrado fallas, favoreciendo a menudo los titulares sensacionalistas. En 2020, fundamos el laboratorio con colegas para repensar cómo hacer que estas historias críticas, pero impopulares, fueran accesibles y relevantes para el público. Nos centramos en utilizar métodos innovadores como la colaboración con sociólogos, grupos focales y experimentos diversos.
¿Cuál era el interés principal?
Nuestro objetivo es contar historias para todos, incluso para aquellos que no están de acuerdo con nosotros. Durante el primer año, enfrentamos el desafío adicional de la pandemia de COVID-19, lo que nos llevó a adaptar nuestra cobertura para abordar cuestiones como la confianza en las vacunas y las teorías de conspiración. Esta experiencia reforzó nuestra convicción en que el periodismo debe servir como un servicio público esencial, proporcionando información útil y necesaria en tiempos de crisis. En el contexto de la invasión a gran escala, hemos continuado nuestro trabajo investigando y documentando crímenes de guerra, así como evaluando la efectividad de la movilización civil. Nuestro objetivo es contribuir a la sociedad, demostrando que el periodismo no solo se trata de informar, sino también de servir, responsabilizar y fortalecer la comunidad.
Trabaja con otras áreas, ¿se podría hablar de un enfoque multidisciplinario?
En nuestro laboratorio de periodismo de interés público, inicialmente trabajamos con sociólogos debido a nuestras limitaciones presupuestarias. Reconocemos que los sociólogos son fundamentales para entender mejor las percepciones y opiniones del público, algo que los periodistas a veces no captan completamente. Sin embargo, estamos explorando la posibilidad de expandir nuestras colaboraciones. Actualmente, estamos interesados en involucrar a abogados y analistas en nuestro Proyecto de Reconciliación. Creemos que estas colaboraciones agregarán una perspectiva legal y analítica diferente, complementando nuestro enfoque periodístico y permitiéndonos abordar los problemas de manera más integral.
Por otro parte, también fue parte de la fundación canal de televisión independiente llamado Hromadske. ¿Cómo surgió?
Soy una de las cofundadoras y en cierto momento fui directora del canal. Hromadske surgió como una iniciativa durante un momento crucial en la historia de Ucrania: la Revolución de la Dignidad en 2014, que fue una respuesta a la brutalidad policial y la impunidad, llevando a protestas pacíficas y manifestaciones masivas que finalmente derrocaron al gobierno pro-ruso, cuyo presidente huyó a Rusia. Durante este período de cambios, la televisión y los medios estaban controlados por el gobierno, por lo que Hromadske se presentó como una alternativa en línea, principalmente a través de YouTube. Adoptamos principios de radiodifusión pública, neutralidad y buen periodismo. Durante los momentos más intensos de las protestas, Hromadske transmitía en vivo las 24 horas del día, los 7 días de la semana, durante meses. Esta cobertura continua atrajo a una audiencia amplia y comprometida. Aunque ya no dirijo el canal, estoy orgullosa de haber sido parte de su fundación y de su éxito continuo, especialmente en momentos de crisis.
¿Cómo fueron constantes? Fueron momentos difíciles que pudieron hacerlos retroceder con el proyecto...
Mantener la continuidad y superar las crisis recurrentes fue una tarea constante. Hubo momentos en los que la atención del público fluctuaba, lo cual es común en medios independientes. Sin embargo, cada crisis también representó una oportunidad para evaluar y mejorar nuestra estrategia. Recuerdo claramente los primeros días de hacer transmisiones en vivo por Internet, cuando otros canales de televisión nos miraban con escepticismo, considerando que no era profesional debido a la transmisión por internet. En aquel entonces, éramos pioneros en el uso de tecnología para la transmisión en vivo, algo que ahora es común en muchos medios. Para mí, la lección clave fue que, si bien la tecnología es importante y puede facilitar mucho, lo fundamental siempre fue hacer buen periodismo.
A propósito de las lecciones, ¿qué consejo les daría a los periodistas que cubren contextos de guerra?
Desde mi experiencia, la principal lección que puedo compartir es la importancia de valorar y apreciar las cosas simples y fundamentales en la vida. La guerra y los conflictos son devastadores para cualquier sociedad, pero también pueden enseñarnos lecciones profundas sobre la humanidad y la responsabilidad. Cuando atraviesas una crisis como esta, aprendes a apreciar verdaderamente lo que es importante y a no perder el tiempo en trivialidades. Comprendes el valor de la vida humana, la salud mental y la conexión con los demás. Personalmente, he aprendido a ser más organizada y a valorar mucho más a mi equipo y a las personas que me rodean. La guerra nos ha enseñado a ser más compasivos y solidarios. En Ucrania, por ejemplo, el riesgo constante de ataques con misiles ha generado una cultura de cuidado mutuo y amabilidad entre las personas. Aunque la guerra puede polarizar sociedades, también puede fortalecer los lazos comunitarios y hacernos más conscientes de nuestra interdependencia. En nuestra profesión, es crucial entender que el periodismo no es solo un trabajo con un horario de oficina; estamos conectados con nuestra sociedad y nuestras comunidades. La crisis no termina cuando llegamos a casa: seguimos siendo parte integral de nuestro país y de su evolución. Espero que podamos aprovechar estas experiencias y convertirlas en sabiduría colectiva.