El cine de Almodóvar, la vida de Almodóvar
El próximo 20 de octubre se estrenará el corto “Extraña forma de vida”, de Pedro Almodóvar, en la plataforma MUBI. El director habló para El Espectador de la película y su percepción acerca de la forma de consumir y hacer cine actualmente.
Laura Camila Arévalo Domínguez
Se siente más libre escribiendo que viviendo. No cree que sea tan valiente al despertarse. No se le ocurre arrojarse a una aventura cualquiera un martes por la tarde. Escribiendo vive. Viviendo, piensa. Y a veces piensa mucho. Tanto, que no actúa. En cambio, las historias que va creando en su cabeza se acompañan de una insensatez máxima. A pesar de la certeza de los peligros, los personajes que salen de su pluma se avientan. No hay temor a la muerte, pero mucho menos a la vida. La historia manda. Así lo arañe por dentro, la historia manda. Y por eso ha terminado creando personajes dedicados a Dios y a las drogas. Al amor y a la prostitución. Al anhelo y a la tragedia. No los juzga. No hay maldad ni bondad. Hay humanidad. Se divierte tanto y se olvida de ataduras. Las cadenas de su vida real, en las que hay que dejar de tomar para no ser alcohólico, o de fumar para no morirse de cáncer, o de acostarse con cualquiera para no enfermarse de sida o de vergüenza, no existen: ha sido monja, puta, madre, padre, esposa, cantante, travesti, mujer, hombre, homosexual, heterosexual, pistolero y asesino.
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Se siente más libre escribiendo que viviendo. No cree que sea tan valiente al despertarse. No se le ocurre arrojarse a una aventura cualquiera un martes por la tarde. Escribiendo vive. Viviendo, piensa. Y a veces piensa mucho. Tanto, que no actúa. En cambio, las historias que va creando en su cabeza se acompañan de una insensatez máxima. A pesar de la certeza de los peligros, los personajes que salen de su pluma se avientan. No hay temor a la muerte, pero mucho menos a la vida. La historia manda. Así lo arañe por dentro, la historia manda. Y por eso ha terminado creando personajes dedicados a Dios y a las drogas. Al amor y a la prostitución. Al anhelo y a la tragedia. No los juzga. No hay maldad ni bondad. Hay humanidad. Se divierte tanto y se olvida de ataduras. Las cadenas de su vida real, en las que hay que dejar de tomar para no ser alcohólico, o de fumar para no morirse de cáncer, o de acostarse con cualquiera para no enfermarse de sida o de vergüenza, no existen: ha sido monja, puta, madre, padre, esposa, cantante, travesti, mujer, hombre, homosexual, heterosexual, pistolero y asesino.
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El único tema sobre el que no se ha atrevido a escribir ha sido la pederastia. A pesar de que viene de una educación religiosa, en la que ha visto tantísimos casos por los que varios niños han sufrido, se siente incapaz de trabajar con un actor menor de 10 años para que actúe una escena con esa carga. Dice que si algún día se anima, mostraría el problema sugiriendo el acto. No se atreve a ser explícito con ese tipo de violencia. Y acepta su pudor, que antes ha superado con otro tipo de dolores. De resto, se ha atrevido con todo.
En sus películas habla de él. Además de la más obvia, Dolor y gloria, que podría ser su película más autobiográfica, Almodóvar ha vivido en todos las épocas, diálogos y decorados de sus filmes. Ha estado en cada color. En los labios, las uñas y los vestidos rojos. En los estampados de leopardo. En cada golpe. En cada beso.
Todo esto le asusta. A pesar de que en la escritura de los personajes manda la libertad, le atemoriza lastimar a quienes lo rodean: lo que va saliendo de su memoria ha ocurrido en esa vida que ha tenido que menguar por temor a incomodar, por inseguridades o por alargar la existencia. “No quiero herir a las personas que conozco o que amo, pero para escribir necesito sentirme libre, así padezca esa libertad”, dice.
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El director de cine español habló para El Espectador sobre su más reciente cortometraje, Extraña forma de vida. También sobre el cine y las nuevas formas de consumirlo. Sobre sus métodos para crear y producir. Sobre cómo lo concibe. Y sobre la vida. Contó que ya tiene dos guiones listos para una película en inglés y otra en español. Que sus tres años siguientes ya están cubiertos y que espera que la vida lo sorprenda, pero que lo sorprenda “bien”.
Los protagonistas de este corto, que se enmarca en el género western (así Almodóvar haga lo que quiera con los géneros, los mezcle y termine creando casi que uno propio), son Pedro Pascal e Ethan Hawke. Cuando tuvo listos sus personajes pensó en ellos, los llamó, les envió el guion y ellos aceptaron. Así de fácil. Y así de difícil: un par de extranjeros en Madrid que no se conocían y debían interpretar a una pareja de pastores que alguna vez tuvieron una aventura amorosa, pero que ahora, 25 años después, se encontraban por un drama mayor.
El sheriff, interpretado por Hawke, fue pensado como un tipo “anglo”, estricto, férreo e impenetrable que se fue endureciendo en el plano sentimental a lo largo de su vida. Sobre todo, después de que se convirtió en la autoridad de su pueblo. Para él, lo más importante son el honor, el deber. Las emociones resultan casi que debilitándolo, así que las reduce o las ignora.
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El pistolero, padre de un hijo que se convirtió en un adulto problemático, fue interpretado por Pascal, quien debió encarnar a un hombre de aspecto muy masculino y turbulento, pero de gestos dulces y cálidos. Opuesto al hermetismo del sheriff, Pascal debía representar la aceptación de los sentimientos y el deseo. La defensa del impulso y la aventura.
Entre estos dos hombres que se aman hay diversas contradicciones que los separan. Hay códigos morales y concepciones de la vida que los distancian. Almodóvar lo explicó con el género de la película, pero también con la intención de su historia: “El western desarrolla cuestiones tradicionales: la ética, la posesión de una tierra y el sentido del honor, pero curiosamente este sentido no lo establece la justicia. Cada uno tiene su propia definición de lo que es honrado o no, y en muchas películas la justicia la ejercen los forajidos. Además de esto, en el corto estoy hablando del deseo de los hombres y lo narro, principalmente, con interpretación y diálogo”.
Hay una escena que pudo ser más explícita. Almodóvar ya ha demostrado que no les teme a los colores, sonidos y texturas del sexo. De como se ve el sexo. Pero en Extraña forma de vida, lo único que se desnudó fue la mirada. Los silencios fueron ocupados por la respiración y los gestos de dos hombres que tenían mucho recuerdo adentro.
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Además de acción hay conversación. Momentos en los que, a pesar de la ley y los mandatos, el amor los desborda. Uno de ellos lo evitaría todo. Después de haberse dejado vencer por el deseo, lo negaría todo. Y después de haberse dejado menguar por el amor, lo olvidaría todo. El otro querría vivirlo. El otro preferiría quedarse con la carga de la nostalgia, pero no de la duda, y entonces intenta persuadirlo para obtener más.
La película se llama Extraña forma de vida por esa elección de vivir a costa de uno mismo. Por esa decisión de darle la espalda a lo que anhela el corazón y pide el cuerpo. El título está inspirado en la canción de Caetano Veloso, que canta en falsete y con un tinte casi que femenino, una letra cargada de la melancolía propia de la historia escrita por el director español.
La letra de la canción habla de una desconexión entre lo que se desea y lo que se hace. De un sufrimiento a causa de ignorar, justamente, lo que se sufre…
Sí, cuando le habla al corazón directamente. Le he dado mi propio significado al título, pero cuando habla de un corazón independiente, en efecto, habla del dolor. En este caso no me enfoco en el dolor de estos dos amantes, pero supongo que la ausencia, el hecho de que los dos vivan en lados opuestos de un desierto es doloroso. El hecho de haberse despedido después de tener una relación tan vibrante durante el tiempo en que fueron pistoleros a sueldo tuvo que ser puro padecimiento.
La relación de esta canción y su historia se cruzan por el dolor de ese amor contrariado e imposible...
Sí. Súmale que en esas circunstancias se sufre absolutamente de silencio. No son personajes que se guíen por el corazón. O no como uno quisiera. Sobre todo uno de ellos. A pesar de lo mucho que se aman, terminan definiendo sus destinos por asuntos más grandes. A mí me parece que les va muy bien a estos dos personajes esta canción.
Lo vi sobre todo en el sheriff. Me parece que es el personaje que encarna ese abandono de la emoción y el deseo…
Exacto. Él lo ignora. Si fuera posible decir que no hizo nada y jamás se enamoró, lo haría. Esa es su actitud muy masculina con respecto al deseo homosexual. Él cree que pierde el control, pero no es cierto. Todo le ocurrió porque el deseo está dentro de él.
En este corto hay una masculinidad reforzada. Son dos hombres muy masculinos que se aman, pero que no pueden estar juntos. Por qué crear esta historia en un género “western”...
El western es un género americano. Se inventó con el inicio del cine. Hollywood está en un país mucho más joven, y creo que crearon la épica americana con los primeros colonos y además una estética para hablar de esos personajes y aventuras. Es un género que, además de americano, es absolutamente masculino. Ha dado decenas de obras maestras, pero a mi modo de ver había una zona inexplorada en este género, que era el deseo entre los hombres. Al escribir, decidí que esa zona era la que quería desarrollar. No me estaba inventando un género, pero sí podía hablar de un aspecto de los personajes que, hasta ahora, no he visto en ningún western. Lo más cercano ha sido Secreto en la montaña, de Ang Lee. Me aprovecho entonces de que es un tema poco tratado para hacerlo como quisiera.
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***
Almodóvar cree que el cine predice el futuro. Dice que su tesis, que no es matemática, se ha comprobado en su vida. Prefiere creer que, a pesar de que el cine habla del pasado sobre un guion que se escribió en un tiempo anterior, logra anunciar lo que pasará. Nunca había tirado cosas contra la pared hasta después de rodar Mujeres al borde de un ataque de nervios. No es una tesis demostrable para el mundo en general, no dice que tenga cualidades premonitorias, pero se convenció de que el cine nos refleja como seres humanos que pueden sufrir y reírse el mismo día sobre la comedia o la tragedia en la que se convierte la vida. “Es una teoría caprichosa que tiene más sentido lírico que realista”, afirma.
Hablando del futuro, no solo de su vida, sino del cine, asegura estar pendiente de lo que pasará con las negociaciones entre los estudios y el sindicato de actores. “Hay una enorme incógnita que tiene que ver con la inteligencia artificial y con las posibilidades que esto da, tanto en el mundo de la creación como en el mundo de la interpretación. El cine que vemos ha cambiado, tanto el modo de hacerlo y de verlo. Creo que hay que poner la cuenta a cero y tratar de regular todo lo que tiene que ver con las nuevas tecnologías. En España no hacemos cine como se hace en Hollywood, pero estoy muy pendiente de ver qué decisiones toman, porque va a ser determinante”.
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Tiene una preocupación: la resistencia de volver a las salas. Pensó que, como él y después de pandemia, todos regresarían en masa. Pero no pasó. No con el cine de autor. “En general, en los mercados que conozco (el americano, español, francés, inglés e italiano), desde 2019 no nos hemos recuperado. Este cine pequeño en términos de presupuesto, pero ambicioso en todos los demás aspectos, este cine que hago, el que depende de los cinéfilos que salían a la calle y entraban a la sala, está sufriendo mucho. En España, el cine de autor ha perdido el 70 % de su asistencia. En Francia no tanto, pero por lo menos el 50 %”.
Él es un creador de mundos. No piensa en géneros, sino en curiosidades humanas que ocurrirían entre risas y llanto, entre suspensos y contemplaciones. Así creó su universo, el universo Almodóvar. Es un cinéfilo. En ocasiones va a las salas de cine a ver películas que ni le gustan. El ritual ocurre cada semana, pero pensó que no estaba solo. Ahora le preocupa que los demás, sobre todo los jóvenes, se estén perdiendo de la posibilidad de salirse de este mundo, a veces tan sórdido o plano, para entrar en otro. Ver una película en un televisor jamás será lo mismo que verla en una sala de cine. Su espacio natural no es ese. Él lo sabe y se asusta con una situación que cada día lo sobrepasa, pero en la que no dejará de insistir: “No haré otro tipo de películas. Las hice, las hago y las seguiré haciendo pensando en las grandes pantallas. Ahí las veré. Ahí insistiré para que los demás las vean”.
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“Quiero creer que habrá un joven que descubra la capacidad de hipnosis que tiene una película vista en una gran pantalla, que es mucho más grande que el salón de su casa, y que después contagie a sus compañeros y vuelvan y descubran lo que es el cine. No pierdo esa esperanza porque el efecto es incomparable. No quiero pensar que se perderán del gran placer que descubrí hace tanto y que disfrutaré hasta que me muera. Este tipo de éxtasis que espero que recuperen cuanto antes”.
Pedro Almódovar elige la saturación de los colores. Sus personajes son intensos. Sabe que para cada regla hay una excepción: si el western es masculino, si contiene a tantos hombres bufando como toros, también habrá espacio para manos gruesas sobre manos gruesas, como en la vida. Ya había escrito sobre monjas drogadictas, por qué no habría de pensar en pistoleros homosexuales.
En este corto uno de ellos le dice al otro: “Por tus contradicciones”, y brinda. Y él otro lo sigue, a pesar de que sabe que son justamente sus contradicciones las que lo hacen humano. Mientras se miran, suenan las cucharas chocándose junto a los platos. Comen con apetito, como anunciando lo que viene. También chocan sus copas. Se escucha cómo el vino recorre sus gargantas. Van provocando una embriaguez menor a la que llegarán cuando, finalmente, uno de los dos decida retomar lo que no terminaron: “Extraño destino el nuestro”, se dicen.