Epitafio a Ernesto Cardenal
El pasado 1° de marzo murió un poeta, un teólogo, un revolucionario y un contemplativo. Ernesto Cardenal tuvo muchas caras y todas ellas mostraron preocupación, valentía y un espíritu sosegado.
Juliana Vargas / @Jvargasleal
Es el 4 de abril de 1954. Un grupo de nicaragüenses revolucionarios se preparan para secuestrar al presidente Anastasio Somoza García y a sus hijos Luis y Tachito. También tienen planeado ejecutarlos y, cómo no, si Somoza mató a traición a Augusto Sandino, héroe que luchó contra la ocupación estadounidense; cómo no ejecutarlos, si el presidente ahora no es más que un dictador títere que aumenta las arcas de su familia mientras se apodera de todo un país.
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Es el 4 de abril de 1954. Un grupo de nicaragüenses revolucionarios se preparan para secuestrar al presidente Anastasio Somoza García y a sus hijos Luis y Tachito. También tienen planeado ejecutarlos y, cómo no, si Somoza mató a traición a Augusto Sandino, héroe que luchó contra la ocupación estadounidense; cómo no ejecutarlos, si el presidente ahora no es más que un dictador títere que aumenta las arcas de su familia mientras se apodera de todo un país.
Ahora estamos en el año de 1967. Un sacerdote trapista, vestido con una túnica y un escapulario a la manera de San Benito, dicta clase de poesía a un grupo de campesinos del archipiélago de Solentiname. Los exhorta a conocer a Dios, claro, pero a través de una interpretación libre y revolucionaria del Evangelio.
Ya estamos a 19 de julio de 1979. Un nuevo ministro de Cultura ha sido nombrado por el nuevo gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional.
27 de julio de 2009. Un poeta obtiene el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda de manos de la presidenta de Chile, Michelle Bachelet.
2012. Este mismo escritor recibe el premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.
1° de marzo de 2020. Muere una de las figuras más paradójicas, eclécticas y carismáticas de la historia de Nicaragua.
Esta fue la vida del poeta, sacerdote y revolucionario Ernesto Cardenal, si dividimos una vida en hechos. Pero esta vida también se puede dividir en objetos, porque todas las cosas pueden expresarse en poesía, como bien sabía Cardenal. Unas son descritas de forma sencilla y directa, como la sensación de pérdida. “Al perderte yo a ti tú y yo hemos perdido: / yo porque tú eras lo que yo más amaba / y tú porque yo era el que te amaba más / Pero de nosotros dos tú pierdes más que yo: / porque yo podré amar a otras como te amaba a ti / pero a ti no te amarán como te amaba yo”. En cambio, otras cosas escapan a la vista llana. Deben ser expresadas con fe, como un hombre bienaventurado que “no sigue las consignas del Partido ni asiste a sus mítines / ni se sienta a la mesa con los gangsters / ni con los generales en el Consejo de Guerra (…) ni escucha sus radios / ni cree en sus slogans / Será como un árbol plantado junto a una fuente”.
La vida de Ernesto Cardenal también puede dividirse en luchas libertadoras, en denuncias proféticas, en el ejercicio titánico de integrar todos los géneros literarios en uno. En tierras que tienen el color del cielo, “la verdad es / que estamos en el cielo y no lo sabemos”. Pero también se puede dividir en tierras cuya noche es oscura “y no se veía. La noche de las tentaciones. / Cada uno tenía su tentación. / La tentación del falso amanecer que aún no podía ser. / El yacer en una cama en plena noche soñando que es el amanecer”.
La vida de Cardenal se puede dividir en mil teologías de la liberación, en la consciencia de que la realidad latinoamericana no es conforme a la voluntad de Dios; en el intento de acabar con el pecado social de negar la felicidad de indígenas, afrodescendientes y pobres; en un ruego. “Escucha mis palabras, oh Señor / Oye mis gemidos / Escucha mi protesta / Porque no eres tú un Dios amigo de los dictadores (…) tú me salvarás de sus planes (…) Castígalos, oh Dios”.
O, simplemente, la vida de Cardenal se puede dividir en cotidianidades. En cotidianidades que supieron de su fugacidad, pero también de su poder para tocar los corazones de los perdidos, de los curiosos, de los que ya se habían rendido y de los que se colgaban las ametralladoras. En cotidianidades que, al final, supieron de la poesía que llevaban dentro.
Como latas de cerveza vacías y colillas
De cigarros apagados, han sido mis días.
Como figuras que pasan por una pantalla de televisión
Y desaparecen, así ha sido mi vida.
Como los automóviles que pasaban rápidos por las carreteras
Con risas de muchachas y música de radios…
Y la belleza pasó rápida, como el modelo de los autos
Y las canciones de las radios que pasan de moda.
Y no ha quedado nada de aquellos días, nada,
Más que latas vacías y colillas apagadas,
Risas en fotos marchitas, boletos rotos,
Y el aserrín con que al amanecer barrieron los bares.