Érika Diettes: ‘Me considero retratista. Capturo lo que no es tan evidente’
Diettes se define como una artista del duelo y no de la guerra. Decidió “no darle lugar a los victimarios” en su obra, a pesar de que sabe que es necesario hacerlo en algún formato. Una entrevista con la fotógrafa, de la serie Memorias conversadas.
Isabel López Giraldo
Érika, ¿quién es usted?
Soy una persona sensible, a veces un poco melancólica, con momentos de soledad muy profundos. Me considero retratista y esto tiene que ver con capturar lo que no es tan evidente, lo que no está enfrente, sino muy profundo.
Hábleme de sus orígenes.
Mis orígenes están en Santander, una tierra estrechamente vinculada a la fundación de la patria. Mi apellido Diettes tiene origen alemán. Guillermo Diettes, mi abuelo, fue músico, alguien sensible. Me reconozco muy parecida a mi abuela María Luisa Pérez.
Guillermo León Diettes Pérez, mi papá, nació en 1944. Fue alguien con mucho poder, pero muy sensible. Vivió con honor, rigor, disciplina, responsabilidad. Sintió mucho amor por la academia, por la palabra, por la historia, por las humanidades. Porque fue un hombre de letras, sintió un gusto profundo por el lenguaje. Estudió contaduría. Se formó como cadete de la Escuela General Santander. Estuvo en servicio activo en la época de Pablo Escobar, por lo mismo, vivió con una amenaza de muerte latente. Fundó la Academia de Historia Policial. Como se dedicó a la academia, dictó clases en la Escuela de Cadetes General Santander hasta el último día de su segundo derrame, cuando fui a recogerlo. Murió naturalmente el 5 de enero de 2020.
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Alejandro Gutiérrez, mi abuelo materno, fue joyero, relojero, alguien muy artesanal. Aura Villamizar, mi abuela, de origen santandereano, llegó muy joven a Bogotá. Tuvo ella un carácter muy fuerte. Magda Gutiérrez Villamizar, mi mamá, nació en Bogotá. Se casó a los diecisiete años. Mamá representa la fuerza vital, la alegría, la magia. Tiene una capacidad de transformar realidades. Su fortaleza física es de alguien que ama este plano terrenal. Es una sobreviviente, pues le dio cáncer linfático hace más de veinte años y tuvo trasplante de médula hace trece. Se ha sobrepuesto a mil cosas. Ante todo, su deseo de vivir es muy fuerte.
¿Cómo fue su infancia?
Mi infancia tiene que ver con lo bello, con la naturaleza, con el cuidado como eje central. Durante esta etapa en familia experimentamos muchos traslados regionales. Recuerdo haber vivido en la casa fiscal en Sincelejo, donde mi papá fue comandante del Departamento de Sucre. Mi papá ascendió cuando yo tenía quince años lo que hizo que, como familia, tuviéramos qué vivir con un esquema de seguridad muy importante. A mis diecisiete años él ya estaba retirado, aunque ese hecho no cambió las dinámicas familiares. Mi mamá nos enseñó que el hogar es donde estuviéramos todos. También nos transmitió disciplina siendo a la vez muy libertaria. Nos brindó un hogar en el que pudimos sentirnos tranquilas, amadas, seguras.
Podría interesarle leer la conversación completa con Érika Diettes en la página de Isabel López Giraldo: https://isalopezgiraldo.com/historias/regiones/erika-diettes/
¿Cómo fue su paso por la academia?
Mis hermanas y yo estudiamos en colegio de monjas, donde fuera que estuviéramos. Esto fue así por su disciplina y la formación en valores, más que por la religión. Siempre fui la nueva del salón. Llegaba cuando los años ya habían empezado. Desde siempre fui juiciosa, académicamente muy responsable, líder, monitora y representante del curso. Ocupé los primeros lugares.
En noveno grado vivíamos en los Estados Unidos, cuando mi papá fue nombrado agregado de la Policía ante la Embajada durante dos períodos. Al regreso a Colombia, mi papá fue nombrado subdirector de la Policía. Pocos meses después se retiró. Fue cuando decidió que quería regresar a Washington, lo que nos significó una gran experiencia. Regresamos al país habiendo cursado hasta once, pero sin graduarme, razón por la cual terminé validando mi bachillerato.
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Muy temprano se hizo evidente su vocación...
Viviendo en los Estados Unidos llegó a mi vida la fotografía y a mis diecisiete años fue mi opción de vida. La primera vez que entré a un laboratorio supe que era mi lugar y le dije a mi mamá que quería ser fotógrafa.
De alguna manera heredé el arte de mi abuelo materno, su capacidad manual. De él proviene la destreza de mi oficio. Y gran parte de mi creación artística, de la transformación de los espacios, de la capacidad de crear, las recibí de mi mamá.
Justo el año en que debía comenzar a estudiar abrieron la carrera de artes visuales en la Javeriana, lo que me convirtió en estudiante fundadora. Cursando primer semestre de artes visuales fui monitora de laboratorio de los de tercero de la Facultad de Comunicación Social y, cuando iba en quinto, decidí comenzar a estudiarla. De ahí mi doble titulación.
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¿Quién es su esposo?
Me casé a los veinticuatro años con Joseph Kaplan Rosenberg, de la comunidad judía. Nació en Patterson, New Jersey. Mi suegro es inmigrante de Rusia a Nueva York. Mi suegra, con familia alemana, nació en Colombia. Mi cuñado, el chef Daniel Kaplan, nació también en el país.
Érika, ¿quién es usted?
Soy una persona sensible, a veces un poco melancólica, con momentos de soledad muy profundos. Me considero retratista y esto tiene que ver con capturar lo que no es tan evidente, lo que no está enfrente, sino muy profundo.
Hábleme de sus orígenes.
Mis orígenes están en Santander, una tierra estrechamente vinculada a la fundación de la patria. Mi apellido Diettes tiene origen alemán. Guillermo Diettes, mi abuelo, fue músico, alguien sensible. Me reconozco muy parecida a mi abuela María Luisa Pérez.
Guillermo León Diettes Pérez, mi papá, nació en 1944. Fue alguien con mucho poder, pero muy sensible. Vivió con honor, rigor, disciplina, responsabilidad. Sintió mucho amor por la academia, por la palabra, por la historia, por las humanidades. Porque fue un hombre de letras, sintió un gusto profundo por el lenguaje. Estudió contaduría. Se formó como cadete de la Escuela General Santander. Estuvo en servicio activo en la época de Pablo Escobar, por lo mismo, vivió con una amenaza de muerte latente. Fundó la Academia de Historia Policial. Como se dedicó a la academia, dictó clases en la Escuela de Cadetes General Santander hasta el último día de su segundo derrame, cuando fui a recogerlo. Murió naturalmente el 5 de enero de 2020.
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Alejandro Gutiérrez, mi abuelo materno, fue joyero, relojero, alguien muy artesanal. Aura Villamizar, mi abuela, de origen santandereano, llegó muy joven a Bogotá. Tuvo ella un carácter muy fuerte. Magda Gutiérrez Villamizar, mi mamá, nació en Bogotá. Se casó a los diecisiete años. Mamá representa la fuerza vital, la alegría, la magia. Tiene una capacidad de transformar realidades. Su fortaleza física es de alguien que ama este plano terrenal. Es una sobreviviente, pues le dio cáncer linfático hace más de veinte años y tuvo trasplante de médula hace trece. Se ha sobrepuesto a mil cosas. Ante todo, su deseo de vivir es muy fuerte.
¿Cómo fue su infancia?
Mi infancia tiene que ver con lo bello, con la naturaleza, con el cuidado como eje central. Durante esta etapa en familia experimentamos muchos traslados regionales. Recuerdo haber vivido en la casa fiscal en Sincelejo, donde mi papá fue comandante del Departamento de Sucre. Mi papá ascendió cuando yo tenía quince años lo que hizo que, como familia, tuviéramos qué vivir con un esquema de seguridad muy importante. A mis diecisiete años él ya estaba retirado, aunque ese hecho no cambió las dinámicas familiares. Mi mamá nos enseñó que el hogar es donde estuviéramos todos. También nos transmitió disciplina siendo a la vez muy libertaria. Nos brindó un hogar en el que pudimos sentirnos tranquilas, amadas, seguras.
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¿Cómo fue su paso por la academia?
Mis hermanas y yo estudiamos en colegio de monjas, donde fuera que estuviéramos. Esto fue así por su disciplina y la formación en valores, más que por la religión. Siempre fui la nueva del salón. Llegaba cuando los años ya habían empezado. Desde siempre fui juiciosa, académicamente muy responsable, líder, monitora y representante del curso. Ocupé los primeros lugares.
En noveno grado vivíamos en los Estados Unidos, cuando mi papá fue nombrado agregado de la Policía ante la Embajada durante dos períodos. Al regreso a Colombia, mi papá fue nombrado subdirector de la Policía. Pocos meses después se retiró. Fue cuando decidió que quería regresar a Washington, lo que nos significó una gran experiencia. Regresamos al país habiendo cursado hasta once, pero sin graduarme, razón por la cual terminé validando mi bachillerato.
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Muy temprano se hizo evidente su vocación...
Viviendo en los Estados Unidos llegó a mi vida la fotografía y a mis diecisiete años fue mi opción de vida. La primera vez que entré a un laboratorio supe que era mi lugar y le dije a mi mamá que quería ser fotógrafa.
De alguna manera heredé el arte de mi abuelo materno, su capacidad manual. De él proviene la destreza de mi oficio. Y gran parte de mi creación artística, de la transformación de los espacios, de la capacidad de crear, las recibí de mi mamá.
Justo el año en que debía comenzar a estudiar abrieron la carrera de artes visuales en la Javeriana, lo que me convirtió en estudiante fundadora. Cursando primer semestre de artes visuales fui monitora de laboratorio de los de tercero de la Facultad de Comunicación Social y, cuando iba en quinto, decidí comenzar a estudiarla. De ahí mi doble titulación.
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¿Quién es su esposo?
Me casé a los veinticuatro años con Joseph Kaplan Rosenberg, de la comunidad judía. Nació en Patterson, New Jersey. Mi suegro es inmigrante de Rusia a Nueva York. Mi suegra, con familia alemana, nació en Colombia. Mi cuñado, el chef Daniel Kaplan, nació también en el país.