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Hace poco, un periodista reconocido dijo que el oficio, en ocasiones (y lamentablemente), se veía como una lucha imposible de ganar, pero también imposible de ignorar. Que había que dar esa pelea. Y ahora, con los nuevos desafíos de la tecnología, pero también de seguridad, le pregunto por sus reflexiones recientes con respecto a la forma en la que espera superar este desafío, que es el de ejercer el periodismo bajo amenaza…
Sin seguridad, que es un derecho fundamental, no hay libertades. En la sociedad es así. De manera insistente lo hemos venido expresando en nuestra posición editorial, pero para hablar particularmente del caso del periodismo, la libertad de prensa es fundamental. Si se deterioran las condiciones de seguridad de una ciudad como la capital del Atlantico, se desata un clima de zozobra y se socavan de manera acelerada las garantías para el ejercicio periodístico.
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¿Cuál es el riesgo de esta situación?
La autocensura. ¿Quién informa a la ciudadanía acerca de lo que ocurre en los barrios con las masacres? Hemos tenido seis en los últimos meses en territorios urbanos, tres en Barranquilla y tres en Soledad. La autocensura amenaza claramente a una prensa que tiene que ser libre. Es así como la concebimos, sin restricciones, pero nosotros no tenemos ningún esquema de seguridad ni protección. No hay en ese sentido ningún tipo de articulación con las autoridades encargadas de ofrecer esas garantías. Como la situación se ha venido acelerando, desafortunadamente los periodistas a veces somos extremadamente temerarios: nos preocupa hacer nuestro trabajo y luego nos ocupamos de la seguridad, lo cual es un error. La semana pasada me reuní con el general Henry Sanabria, el director de la Policía. Fue varios días antes de que estos sujetos se metieran a la redacción a intimidarnos, así que le pedí unos momentos para conversar acerca de la situación de nuestra labor periodística y usé esas palabras: en general, no tenemos garantías para el ejercicio periodístico.
¿Y el director de la Policía le dio alguna solución? ¿Se concretó alguna respuesta que la dejara más tranquila?
Hablamos de que se tratarían de establecer unos mecanismos de seguridad, de protección, pero sucedieron los hechos de una manera muy precipitada. Esta conversación que te cuento fue el jueves pasado (23 de marzo), el sábado (25 de marzo) se conoció ese famoso video de alias el Negro Óber, que en realidad fueron dos, desde la cárcel de Palo Gordo, en Santander, donde exigió una entrevista de El Heraldo y otros medios de comunicación. No cuestionamos la labor de nuestros colegas periodistas, pero estos jefes criminales consideran que una forma de validarse, de adquirir incluso un carácter político, de hacerse cada vez más visibles, de ser escuchados, es que los medios de comunicación los entrevistemos. Es una forma de instrumentalizar a la prensa, de marcar agenda. El escenario ya era muy complejo. También se conoció la amenaza a Zona Cero y a nosotros nos ocurrió este incidente el pasado lunes (27 de marzo). Era una bola de nieve que iba creciendo a partir de esta situación de inseguridad determinada en la ciudad.
Le entiendo, entonces, que después de la conversación con el general Sanabria no hubo mucho tiempo de reaccionar...
Claro, no hubo tiempo. Es decir, se estaban construyendo estrategias. Nosotros no habíamos pedido un esquema de protección a la UNP, solo queríamos (o queremos) tratar de establecer una especie de vigilancia en las instalaciones, una ronda de policía, unas conversaciones con la redacción, sobre todo con la parte judicial, que es sobre la que descansa esa responsabilidad de los temas judiciales, que finalmente no se alcanzaron a concretar, más allá de esos primeros acercamientos. Cuando salió el video del Negro Óber, la Flip me llamó a preguntarme cómo valorábamos esto. Respondí que era desafortunado que este señor hiciera una exigencia tan absolutamente temeraria para que lo entrevistáramos. Les dije que no lo haríamos: es un criminal y las exigencias que hizo, además de las amenazas que lanzó contra fiscales, policías... Todo es inaceptable. Son hechos que ocurren en las audiencias, pero que no trascienden.
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¿En qué quedó con la Flip?
En volver a hablar. Cuando ellos me volvieron a llamar ya había pasado todo, les conté (se metieron unos hombres armados a la redacción buscando hablar conmigo para ofrecerme una entrevista con Digno Palomino. De aceptar, tendría que pagar una suma por “gastos de representación”. Uno de ellos dijo que era periodista del Congreso. Después comprobamos que los demás eran escoltas de la UNP. Estaban armados. Rechazamos la oferta) y se activaron las alarmas alrededor de este caso, que por donde se mire es absolutamente extraño: las consideraciones que hizo la persona que entró a la redacción, la forma en la que llegó, lo que pidió, las contradicciones que su solicitud planteó, en fin.
¿Cómo se enteró de que esos sujetos estaban buscándola? Hablemos de cómo ocurrió todo…
La joven que los atendió subió muy alterada a decirme que qué hacía, que había unos tipos armados buscando hablar conmigo. Que querían una entrevista para hacer llegar un mensaje del señor Digno Palomino. Le contesté que tranquila, que debíamos manejarlo con calma. Decidimos que bajaran dos personas más para escucharlos.
¿Qué pidieron?
Hicieron unos planteamientos y peticiones. Que querían hacerles llegar el mensaje al presidente Gustavo Petro y al comisionado de Paz, Danilo Rueda, de que Digno Palomino quería llegar a la “paz total”. Ahí entendimos que nos querían usar. Insisto, eso es intentar instrumentalizar a la prensa. El escenario de la “paz total” es una iniciativa muy bien intencionada, siempre he creído que la única solución al conflicto es la negociación, pero esta no es la forma. Estas organizaciones criminales están buscando adquirir algún tipo de carácter político para visibilizarse a través de los medios de comunicación y hacer llegar sus mensajes. La pregunta aquí es muy clara: ¿los medios de comunicación somos los interlocutores válidos para que estas personas busquen conversaciones con el Gobierno?
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Y esa es una pregunta que me imagino que hasta ahora no se ha contestado…
Claro, es muy necesario hacer esa reflexión. Es muy importante que entendamos lo que nos acabó de ocurrir. El señor que entró aquí a decir que era periodista del Congreso habló de congresistas con nombres propios, pero además de una contraprestación económica para entregarnos esta entrevista. ¿A qué acuerdo entonces llegan estas personas? ¿Cuál es el interés de estos terceros que están siendo los facilitadores de estas comunicaciones? Sin pedir una cita, sin nada. Creo que hay que entrar a hacer estas consideraciones en el marco de estas nuevas iniciativas de paz.
¿Qué les han dicho los de la Unidad de Protección con respecto a su seguridad y la de sus periodistas?
Que no tienen cómo brindarnos seguridad. Que no tienen carros ni gente. Y bueno, dime qué podemos hacer o cómo se contesta a eso. ¿Qué tenemos que seguir haciendo todos los días? Periodismo. No nos podemos esconder. Todos los días grabo mi editorial en video y hablo duro frente a este tema. ¿Para qué la gente busca al periodista? Para visibilizar su realidad, pero hay algunas realidades de unos sectores en medio de unas circunstancias que no están ni aclaradas, ni establecidas, ni acordadas. No hay protocolos, no hay mecanismos. Lo que sí hay son unas presiones indebidas. Eso no puede salir bien.
Su explicación con respecto a la decisión que tomó no es tan obvia. No acceder a recibir esa entrevista, y mucho menos entregando dinero, es un mensaje sobre las formas en las que cree que debería ejercerse el periodismo…
Algunos medios de comunicación habrían accedido, tal vez, pero no voy a cuestionarlos. Cada quien es dueño de su propio miedo y estamos en una circunstancia compleja y difícil en la que necesitaríamos unas formas de entender el momento, que sí creo que está cambiando mucho dentro del ejercicio periodístico. Son nuevos riesgos, pero también unos nuevos retos.
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También ha hablado sobre un límite en el periodismo, y es el de no hacer concesiones con personas que estén al margen de la ley, pero, ¿por qué? O cómo se les deberían dar estos espacios a personas que, sí, han cometido delitos, pero son sujetos de derechos que también tienen versiones de las realidades que atravesamos. Y no sugiero negociar con ellos, pero, ¿cuál es el límite ahí?
Las situaciones son muy complejas en los territorios, hay unas presiones muy grandes. No me puedo imaginar lo que pasa en Catatumbo, como pudo serlo el año pasado en Arauca, de donde tuvieron que irse varios periodistas. Nosotros tenemos un clima muy deteriorado, insisto, un clima de zozobra para el ejercicio periodístico que no ofrece garantías. En este momento el Estado no está protegiendo a las personas, intenta perseguir al crimen, pero no lo doblega. ¿Qué pasa ahí? La prensa queda expuesta y tiene que poner la cara. Vivimos con miedo, eso es un hecho absolutamente real y lo que conduce es a lo que antes hablábamos, a la autocensura. Y nosotros no podemos renunciar a informar, pero sí podemos tomar unas determinaciones claras frente a cómo hacerlo. El hecho de pagar por una entrevista en vez de buscarla es una decisión de cada medio. Nosotros particularmente no lo hacemos. Hay una redacción a la que tengo que ofrecerle garantías. ¿Qué caja de Pandora se puede abrir si empezamos a hacer un ejercicio de pago por información? ¿Qué tanto podrían presionarnos en el futuro si no pagamos? Lo primero que hay que hacer es preservar la seguridad, y te lo digo sinceramente, los clics no valen la vida de un periodista. Si no están dadas las condiciones, si no están dadas las garantías para el ejercicio libre del periodismo, la decisión es que no se cubre una manifestación o no se acude a un lugar donde nos vayan a dar una noticia: el riesgo que se corre es muy grande.
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Uno se pregunta por la persistencia y resistencia de los periodistas que, a pesar de las intimidaciones, siguen haciendo su trabajo. Unos dirán que por tercos, otros por valientes y otros por apasionados, pero, ¿cuál cree que es el valor o la condición más importante para sortear este tipo de situaciones como la que acaba de vivir?
Coherencia. Necesitamos una serie de valores para ejercer el periodismo y ante todo la pasión, la entrega, la devoción, el sacrificio, todos esos elementos que hemos venido tratando de construir, no siempre con el mejor acierto, durante tantos y tantos años de ejercicio periodístico en la redacción, cada vez más frágiles por distintos motivos. Pero lo que hay que ser es absolutamente coherente para poder entender los momentos del país. No estamos en 1998, año en el que Andrés Pastrana decretó la desmilitarización de territorios para hacer un proceso de paz. Ni es el mismo escenario de Juan Manuel Santos, que comenzó un proceso de paz con las FARC. No, tenemos que ser capaces de adaptarnos, pero sobre todo, de ser coherentes para no estar al vaivén de lo que los otros nos quieran imponer. Nosotros mismos tenemos que ser capaces de hacer las lecturas adecuadas para tratar de no imponer condiciones. Creo que nada que suene a autoritarismo es bueno y no todo vale. En el periosimo lo único que nos redime frente a tanta mediocridad es la coherencia y la credibilidad, el bien mayor de un medio de comunicación. A los muchachos de la redacción les digo que los tiempos cambian. Los invito a que seamos capaces de subirnos a ese tiempo, de entenderlo y de sacar lecciones importantes que les permitan a las futuras generaciones de periodistas seguir construyendo los espacios necesarios para ser garantes de la verdad, de la justicia y la libertad, los pilares de la democracia.