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Hombres uniformados por un partido de fútbol. Algunos visten de negro y otros de blanco. Todos corren detrás de una pelota o casi todos, porque dos de ellos permanecen alrededor de su arco. Deben impedir que el equipo rival anote un gol. Y uno lo impide: el portero ataviado con una camiseta azul. Se trata de Robert Hatch o mejor dicho Sylvester Stallone. “¡Qué esperan! ¡Suban!”, grita. Él pertenece al equipo de los aliados, al igual que el brasilero Luis Fernández, interpretado por Pelé. Ahora, Hatch es arquero, antes fue un prófugo y mucho antes fingió ser también un fisioterapeuta de aquel equipo. Todos esos roles los desempeñó gracias al campo de Gensdorff en donde se encontraba como prisionero. El prisionero que debe defender su arco de las patadas y los cabezazos de los nazis, sus rivales.
Aquel partido ni siquiera se hubiera disputado si no fuera porque a Von Steiner, un oficial alemán, se le ocurrió retornar al pasado con ese encuentro, porque, antes de la Segunda Guerra Mundial, él había sido jugador de fútbol. Entonces, decidió que alemanes y prisioneros se enfrentaran en la cancha. Aquella en donde se escuchó la palabra ‘injusticia’ cuando el día del partido un gol de los aliados fue anulado por el árbitro. El parte de tranquilidad para los alemanes. El marcador los siguió favoreciendo a ellos. Pero el 10 del equipo de los prisioneros quiso ayudar a su selección, a pesar de haberse lesionado. Luis Fernández solicita entrar a la cancha y, de hecho, así lo hace. La gente aplaude, incluso oficiales nazis, mientras corre hacia el campo de juego. Sus pies funcionan a la perfección y le ayudan a hacer unas cuantas jugadas que le permiten anotar un gol. El marcador está empatado (4-4).
Fernández es el nuevo héroe de su equipo y despierta aplausos y caras efusivas en los soldados nazis. Los otros asistentes también se dejan contagiar y gritan en coro. El viento a favor, parece que se vuelve en contra porque el arbitro pita un penal en beneficio de los alemanes. Sin embargo, Hatch impide el gol con sus manos. Entonces, ocurre la victoria que no tiene nada que ver con goles y marcadores, sino con algo más profundo: la libertad. La libertad exterior que alcanzaron los aliados en la película Escape a la victoria, pero que no lograron todos los jugadores ucranianos del FC Start.
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Porque, en realidad, la cinta fue inspirada en el Partido de la Muerte, ese en donde se enfrentaron prisioneros de guerra ucranianos (FC Start) contra alemanes en 1942. Aquel del que salieron victoriosos los ucranianos en cuanto al marcador, a pesar de que el arbitraje estuviera a favor de sus adversarios. Pero fuera de la cancha todo fue distinto, porque un día varios jugadores fueron arrestados y más tarde torturados por la policía nazi. Otros fueron llevados a campos de concentración y de aquel lugar solo sobrevivieron tres de ellos, quienes se encargaron de difundir aquella historia que inspiró mucho tiempo después al cineasta John Huston a filmar su película Escape a la victoria.
Los tiempos de la Segunda Guerra Mundial también fueron recordados por Pelé no solo actuando como Luis Fernández en aquella cinta, sino también en las memorias que dejó consignadas en su libro Porque el fútbol importa. Allí se refirió a esos tiempos en que el fútbol debió ser suspendido debido a la guerra. Los tiempos en donde no se realizó ningún Mundial. Pero en 1950 todo cambió y se desarrolló la Copa Mundial de Fútbol en Brasil. Para ese entonces, Pelé tenía nueve años y pudo ver subcampeón a Brasil. Quién diría que, tiempo después, él participaría en tres victorias mundialistas de la selección de su país. “Para bien o para mal, dediqué la mayor parte de todas mis energías a las canchas de fútbol porque era un lugar donde no teníamos que pensar en la pobreza, en nuestros padres o en las viejas tragedias”.