Escribir con hilo (Entre líneas)
Toc-Toc, decía ella. Toc-Toc, le empezaron a decir. Era como un llamado a la puerta, como un pálpito, como el sonido del tambor del bordado. Y le abrimos, y nos contó sus historias, y nos regaló sus recetas para convertir el hilo y la aguja en herramientas que curan. A esto Toc-Toc, o Daissy Romero Martín, le llamaba alquimia; porque las palabras y las puntadas que se saben dar con intención se convierten en algo más precioso que el oro.
A ella, maestra y bordadora, se le ocurrió en 2019 abrir un taller de Hombres Bordadores en la Unidad Permanente de Justicia de Puente Aranda, Bogotá, que complementaba el de Hombres Escritores que ya existía. Les dijo, como señaló en una entrevista, que podían intentar coser su pasado y cerrarlo con un nudo de remate: “coser nuestras alas, permitirnos abrirlas y volar”.
A cada uno le dio un “animal de poder” con el que se identificaran o se sintieran más cómodos retratándose en la tela. Esto les permitió empezar a reconciliarse con ese pasado y a ver que también tenían cualidades y cosas por las qué sentirse orgullosos. Estos 30 hombres y Toc-Toc se reunieron a bordar, aseguran, 6.936 horas en torno a un poemario escrito por Daniel León.
Le sugerimos leer: Alfonso Carvajal y el amor por la literatura en “Una novela posible”
En este, un hombre privado de su libertad intenta descifrar ese lapso entre una infancia de juegos con su hermano, el despertar en un psiquiátrico donde su familia parece rota y el ingreso por primera vez a una celda: “nunca imaginé que aquí/ enlazaríamos nuestros corazones, /por primera vez confiaríamos, /tejeríamos mundos posibles/ los pintaríamos de colores/ y en ellos ¡seríamos libres!”.
Estas escenas se materializan, es decir, cobran real vida con el volumen del bordado. Fueron ilustradas entre Romero y Andrés Escobar (tatuador, artista privado de la libertad en aquel entonces), y luego transformadas en hilo por los Hombres Bordadores. Alquimia.
Ese año, con el apoyo de la Secretaría de Seguridad de Bogotá se publicó y se expuso el libro bordado En Sueño, el diario secreto de León, que hoy es uno de los legados que dejó la profesora Toc-Toc, como el mensaje de que el “dolor podía ser luz para otros”, que el arte escrito o bordado “podía mostrarles tesoros ocultos a otras personas”.
En uno de sus correos, ella nos contó parte de esta experiencia: “(encontramos la inspiración) para que cada puntada evidenciara la excelencia, el compromiso y el amor por nuestras familias, por los seres que descubrimos ser y nunca imaginamos encontrar, (…) (entendimos) cuándo es necesario parar, aceptar, desbaratar y enmendar el error, teniendo la posibilidad de empezar nuevamente”.
Le sugerimos leer: “Entre acuarelas y lágrimas”: El sinsabor que deja el destierro
Para quienes intentamos crear con las manos, también creamos una vida más larga que la que se respira: la que se sigue contando, leyendo, bordando, dibujando. Ojalá que en estos tiempos de tantas pérdidas sepamos hacerles eco a esas voces, volverlas hebra, palabra que acompaña, aguja que remienda.
En memoria de la joven artista y maestra Daissy Romero (https://www.toctocestudio.com/). *@julianadelaurel
A ella, maestra y bordadora, se le ocurrió en 2019 abrir un taller de Hombres Bordadores en la Unidad Permanente de Justicia de Puente Aranda, Bogotá, que complementaba el de Hombres Escritores que ya existía. Les dijo, como señaló en una entrevista, que podían intentar coser su pasado y cerrarlo con un nudo de remate: “coser nuestras alas, permitirnos abrirlas y volar”.
A cada uno le dio un “animal de poder” con el que se identificaran o se sintieran más cómodos retratándose en la tela. Esto les permitió empezar a reconciliarse con ese pasado y a ver que también tenían cualidades y cosas por las qué sentirse orgullosos. Estos 30 hombres y Toc-Toc se reunieron a bordar, aseguran, 6.936 horas en torno a un poemario escrito por Daniel León.
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En este, un hombre privado de su libertad intenta descifrar ese lapso entre una infancia de juegos con su hermano, el despertar en un psiquiátrico donde su familia parece rota y el ingreso por primera vez a una celda: “nunca imaginé que aquí/ enlazaríamos nuestros corazones, /por primera vez confiaríamos, /tejeríamos mundos posibles/ los pintaríamos de colores/ y en ellos ¡seríamos libres!”.
Estas escenas se materializan, es decir, cobran real vida con el volumen del bordado. Fueron ilustradas entre Romero y Andrés Escobar (tatuador, artista privado de la libertad en aquel entonces), y luego transformadas en hilo por los Hombres Bordadores. Alquimia.
Ese año, con el apoyo de la Secretaría de Seguridad de Bogotá se publicó y se expuso el libro bordado En Sueño, el diario secreto de León, que hoy es uno de los legados que dejó la profesora Toc-Toc, como el mensaje de que el “dolor podía ser luz para otros”, que el arte escrito o bordado “podía mostrarles tesoros ocultos a otras personas”.
En uno de sus correos, ella nos contó parte de esta experiencia: “(encontramos la inspiración) para que cada puntada evidenciara la excelencia, el compromiso y el amor por nuestras familias, por los seres que descubrimos ser y nunca imaginamos encontrar, (…) (entendimos) cuándo es necesario parar, aceptar, desbaratar y enmendar el error, teniendo la posibilidad de empezar nuevamente”.
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Para quienes intentamos crear con las manos, también creamos una vida más larga que la que se respira: la que se sigue contando, leyendo, bordando, dibujando. Ojalá que en estos tiempos de tantas pérdidas sepamos hacerles eco a esas voces, volverlas hebra, palabra que acompaña, aguja que remienda.
En memoria de la joven artista y maestra Daissy Romero (https://www.toctocestudio.com/). *@julianadelaurel