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“El escritor de la ruptura, de la aventura poética y de la sensualidad extasiada, investigador de una humanidad fuera y debajo de la civilización reinante”, así califica la Academia Sueca la obra del nuevo Premio Nobel de Literatura, el francés Jean-Marie Le Clézio (Niza, 1940). En 45 años de oficio, Le Clézio, un gran viajero fascinado por los mundos primarios, ha escrito una cincuentena de libros cargados de una gran humanidad, señalan los medios franceses. “Como todos los premios literarios, (el Nobel) significa ganar tiempo, resurgir, tener más ganas de escribir”, ha declarado en la radio France Inter Le Clézio antes de saberse premiado.
El autor considera que el galardón es “una respuesta” y señala que “escribe para ser leído y ser respondido”. Le Clézio sonríe cuando se le insinúa que este premio le inscribirá con mayor presencia en la historia de la Literatura: “Todo eso es relativo, no hagamos de esto algo demasiado grande”.
En cuanto a su hipotético discurso de aceptación del premio, Le Clézio asegura que le gustaría que versara sobre las dificultades que tienen los jóvenes para que les publiquen, o las que tiene un autor que escribe en lengua criolla para traducir su pensamiento al francés y encontrar un editor fuera de su isla. “¿Por qué todo es tan difícil cuando uno vive lejos de un país grande, de un país con dinero?”, se preguntaba el Nobel minutos antes de saber que iba a ser premiado.
“Está bien escribir novelas, porque cambias de personalidad, te conviertes en otra persona. Es delicioso cambiar de personalidad totalmente; meterse en la piel de alguien de otra época, de otro sexo e identificarse completamente con esa persona”, añade el escritor al hilo de su nueva novela Ritournelle de la faim, (El estribillo del hambre) que se publica estos días en Francia.
Carrera fulgurante
El flamante Nobel recibió mucha atención con su primera novela, Le procès verbal, (El atestado, 1964). Por ella, con tan sólo 23 años, recibió el prestigioso premio Renaudot, una obra que definía su literatura existencialista, próxima a Georges Perec y Michel Butor, admirativa de Michel Foucault y Gilles Deleuze. Le Clézio se conjuró para intentar elevar las palabras “por encima del degenerado estado del discurso cotidiano” y restaurar el poder de éstas para invocar una realidad esencial, señala la Academia Sueca.
Su novela de debut fue la primera de una serie de descripciones de los tiempos crisis, que se incluyen en la colección de relatos La fiebre (1965) y El diluvio (1966), en las que señala los conflictos y el miedo reinantes en las principales ciudades occidentales. Incluso en esta primera etapa, Le Clézio destacó como un autor comprometido con la ecología, una orientación que se acentuó con obras como Terra amata (1967) y El libro de las huidas (1969).
Espaldarazo definitivo
En 1980 recibe un nuevo espaldarazo al ganar el premio de la Academia Francesa por Désert (Desierto), un evocador relato del contraste entre la grandiosidad de las culturas perdidas del norte de África y la mirada de los inmigrantes indeseados en Europa. La proximidad con el norte de África le viene de su esposa Jemia, de origen marroquí, con quien contrajo matrimonio en 1975.
A partir de ese momento, Le Clézio comienza a centrar su obra en el universo amerindio, una cultura en la que profundiza a partir de la traducción de obras como Las profecías de Chilam Balam o El sueño mexicano o el pensamiento interrumpido. La temática de sus obras cambia, se centra en viajes y en mundos desconocidos y comienza a tener un gran éxito de ventas. En 1994 una encuesta le señala como el mejor escritor francés vivo.
Con Le Clézio son ya 14 los escritores de nacionalidad francesa que obtienen el más alto galardón de las letras. Su nombre no estaba en las quinielas de los favoritos para el Nobel. A sus 68 años, el escritor recibirá un cheque de 10 millones de coronas suecas (1,02 millones de euros), el 10 de diciembre en Estocolmo.
Fernando González, un Nobel eternamente postergado
En el año 1955 el escritor antioqueño Fernando González Ochoa, autor de Viaje a pie y Mi Simón Bolívar, creador de tratados sobre sociología, historia, arte y epistemología, fue propuesto para el Nobel de Literatura por Jean Paul Sartre y Thornton Wilder.
Sin embargo, los candidatos colombianos por aquel entonces debían tener, por norma, el aval del Gobierno, y éste, influido por el clero, al que el antioqueño había criticado hasta la saciedad, se opuso rotundamente a esta postulación.
Dicen que González, a quien ya se le conocía como el filósofo de Otraparte, lloró. Luego explicó que su amargura se debía a la constatación de la condición humana de sus coterráneos, y no al hecho de que le hubieran negado el Nobel.