Esculturas con neón: el arte que ilumina
A través de la creación, el ensamblaje y la mezcla de materiales, Christian Schrader canalizó sus reflexiones y emociones a través de distintos objetos.
Laura Camila Arévalo Domínguez
Comencemos con su relación con la publicidad y las artes plásticas, ¿cómo empezó su camino como artista?
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Comencemos con su relación con la publicidad y las artes plásticas, ¿cómo empezó su camino como artista?
Uno toma el camino de artista desde el nacimiento, uno nace siendo artista. Después va tomando otros caminos que a veces lo alejan del arte. Estudié diseño gráfico y eso me acercó al mundo de la publicidad. Por fortuna, entre mi carrera y el arte hay un tejido de estéticas y sentimientos. Llegué a las agencias de publicidad y ahí comenzó otra ruta. Fui director creativo de Leo Burnett durante muchos años, lo que me llevó al mundo de la creatividad, de la generación de ideas. El tiempo que estuve en la academia (33 años como decano de publicidad de la Universidad Jorge Tadeo Lozano), se lo robé al arte y por eso, cuando me retiré, me puse feliz porque mi tiempo se dedicaría a mi obra o a mis objetos. Pero hay creaciones mías desde el año 1975. Cuando regresé de Inglaterra comencé con la idea de meter gases en tubos y retorcerlos. Siempre he sido un artista.
Hablemos de 1979, que fue el año en el que comenzó a experimentar con el uso de gases nobles, como el neón y el argón, ¿por qué? Cómo fue esto…
Hay cosas en la vida que te gustan o que definitivamente no te gustan. A mí el neón siempre me gustó. Me encantaba, por ejemplo, Picadilly Circus, en Londres; o Radio City o las vallas de Las Vegas. El neón tiene una cierta atracción hacia mí y cuando lo trabajé descubrí que regalaba luz: te acercas a una obra de neón y quedas pintado de la luz del color. No pasa lo mismo con otras obras pictóricas que, claro, tienen la luz en el trazo, pero es diferente. Hay una alquimia entre el objeto de neón y el espectador. La obra me regala su color. Como si me iluminara.
Es una luz de vallas publicitarias o de vida nocturna...
Sí, siempre me fascinó. Mencionaría, además, que hay dos tipos de esculturas dentro de lo que hago. Una en la que está el neón solo: consigues un tubo de vidrio recto, haces el molde, después la forma, luego inyectas los gases... Y ahí la obra se defiende sola. El otro tipo parte de la manera en la que ensamblo el neón y el tubo de vidrio en otra forma: un gato, un hombre, una mujer... Y estas tienen una estructura. Entre otras cosas, pensé en que al neón había que protegerlo porque era muy frágil, así que con cartón prensado y resinas hago unas capas y voy moldeando la obra hasta que sale un gato, por ejemplo. Mezclo transparencias de frascos de vidrio: la luz del neón, a través de algunas transparencias, se convierte en espacio mágico. Son unos planetas muy extraños.
Otro aspecto es que las obras parecen tener cierta independencia con las luces de neón, como si de algún modo estuvieran vivas…
No las llamo obras de arte, sino objetos. Debajo de ellos hay todo un pensamiento del alma. Tengo otros pensamientos muy profundos. Para empezar, soy un habitante del planeta Tierra. No por coincidencia, nací un 22 de abril, el Día de la Tierra. Tengo ese sentimiento con el planeta muy adentro, así como lo tengo por los seres humanos. Cada una de mis obras tiene una razón de existencia que provino de mi alma. El gato rojo, por ejemplo, no salió porque sí: es un homenaje a una porcelana que estuvo toda la vida en mi casa. Soy hijo de un alemán, él nació en Hamburgo, mi mamá en Manizales y yo en Barranquilla. Sobre el piano de la casa siempre estuvo ese gato rojo que era una belleza. Mi obra es un homenaje a esa figura, que fue de la abuela de mi papá. Ese objeto. Y este es tan solo un ejemplo. Otro es el Guernica, de Picasso, que siempre me atrajo, así que profundice en esta obra, estudié el proceso, etc. La primera vez que lo vi me puse a llorar: esa obra estuvo impresa en mi mente durante mucho tiempo. Esa independencia que mencionas siempre estará ligada a las razones de existencia de las obras, razones que salieron de mi alma.
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¿Por qué prefiere decir que son objetos y no obras?
Porque para los demás son obras, para mí son objetos que hago con las manos. Son el producto de mis manos, pero es más un juego semiótico.
¿Cuáles son las diferencias entre una exposición y una retrospectiva?
Una retrospectiva es el punto de encuentro de unos caminos que uno pensaba que no iban a ningún lado. Uno descubre que los caminos que ha recorrido se juntan. John Lennon decía que la vida era el tiempo que transcurría mientras hacíamos cosas, y esas cosas son estos objetos que monté en Pintar con las manos.
¿Por qué la retrospectiva se llama “Pintar con las manos”?
Cuando Fernando Cuevas, el curador a quien agradezco tanto, vino a la casa para ultimar detalles, me preguntó si podía recorrerla. Le dije que sí. Después de un rato me preguntó por objetos que jamás se me hubiese ocurrido mostrar. Dijo: “Es que usted piensa con las manos”. De ahí salió el nombre. Tú puedes pensar con la mente, pero cuando lo haces, ese pensamiento debe llegar a las manos, que son las que dan las soluciones, las que accionan.
En sus obras reutiliza y ensambla envases de vidrio. Le quiero preguntar por esta frase: “Son ensambles en los cuales el espectador descubre esencias de vidas anteriores que aportan su forma y transparencia a la construcción de obras reencarnadas”…
Los frascos de las lociones son mágicos. Para mí son habitantes. Aquí tengo en la mano uno con forma humana. Es un torso. Puedo coger este frasco sobre una tenaza y hacer un caminante más. Cuando digo vidas reencarnadas es porque les doy la posibilidad a estos objetos de volver a existir.
“Abrazo”, una de las obras de la retrospectiva, fue hecha en pandemia. Hablemos del momento en el que la creó…
Siento nostalgia por ese momento. Tenía mascotas, y gracias a ellas podía salir a la calle, vestido de astronauta y con un montón de precauciones, pero salía. Por las calles mi esposa y yo nos encontrábamos con músicos fantásticos que les cantaban a los edificios. Siempre les hacíamos un aporte porque los admirábamos: estaban en la calle regalando arte. Las personas los saludaban desde la ventana, desde las casas en las que cada persona se preguntaba si íbamos a poder con esto o nos íbamos a morir. Era muy curioso. A mí me hacía mucha falta abrazar. En pandemia me traje un par de talleres de arte a la casa, y esa obra, que es un hombre abrazando al Sol, fue la expresión que creé y encontré para manifestar lo mucho que extrañaba ese gesto.
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