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¿Dónde ha visto que el arte haya logrado unir voces distintas y haya facilitado consensos? ¿Qué reflexiones pueden surgir a partir de ese ejemplo?
En el mundo de los artistas prevalece la crítica tanto en su pensamiento como en sus obras. Sin embargo, un artista, además de creador o creadora, es un sujeto y participa o no en las etapas de los grandes consensos. Creo que frente a la paz ha habido consensos del movimiento cultural, además de obras y proyectos verdaderamente transformadores, pero poco reconocidos.
Por ejemplo, Magdalenas por el Cauca es un proyecto maravilloso de reparación cultural realizado por dos artistas plásticos con las víctimas de la masacre de Trujillo, donde hubo una matanza espantosa. Con la comunidad, los integrantes de este proyecto realizaron varias acciones simbólicas estremecedoras.
Los artistas y los grupos de teatro han creado obras de dramaturgia nacional desde las cuales se podría relatar la historia del conflicto en Colombia. Uno de ellos fue y es la obra Guadalupe años sin cuenta de La Candelaria, que va a cumplir 50 años presentándose. Fue la obra más presentada en el siglo pasado y actualmente va mostrando la historia de las guerrillas liberales de los Llanos Orientales que antecedieron a la guerrilla de las FARC.
El proceso creativo es, en sí mismo, un camino: el arte se trata de hacerle preguntas a la realidad, a la sociedad y al estado. El arte y la cultura son un camino para los acuerdos. El teatro en particular tiene la virtud de mostrar los conflictos de manera presencial.
¿Qué podemos tomar del proceso creativo como ejemplo para escucharnos entre singularidades que viven en un mismo territorio y que quieren llegar a acuerdos?
De los procesos creativos debemos tomar varias cosas. Una, quizás la más importante, es la sensibilidad. Si esta no permea la sociedad es muy difícil que se aclimate cualquier proyecto social, cualquier acuerdo.
Otro asunto que nos enseña el arte es la posibilidad de crear en equipo. Son miles los ejemplos de los grupos de artistas que permanecen en el tiempo juntos. Los grupos de teatro que practican la creación colectiva han sido un paradigma que ha posibilitado verdaderos movimientos culturales a su alrededor. El teatro muestra las fuerzas en pugna y las contradicciones de la sociedad y, por eso, es tan motivador y transformador para el público. Puede que los espectadores al ver en vivo las contradicciones a través de los personajes comprendan y tramiten los desacuerdos. Porque si no se comprenden las causas y las razones del otro en disputa, es difícil convencerlo o convencerla para que lleguemos a un acuerdo. Es muy importante que se comprenda el papel transformador de la cultura. Muchos la ven como un adorno o, peor, como un negocio de emprendedores.
A pesar de la polarización, los partidos políticos y las ideas que no se comparten, ¿cuál sería el primer paso o la acción más urgente que deberíamos tomar como sociedad para fortalecer el tejido social?
El primer paso es abandonar esas ideas peregrinas de que debemos parecernos a los países llamados “desarrollados” y de que el valor humano está en ser emprendedores y buenos gestores. O la creencia de que el valor de la cultura y las artes está en lo que viene de afuera o del pasado. Eso es falso.
Bienvenido el mundo entero a nosotros y nosotras, pero la raíz ha de ser nuestra, como decía el poeta Martí. Occidente, con excepciones, está en una crisis sin precedentes. Tenemos que conocer lo que pasa en el mundo y en otras épocas, pero parados en un lugar del mundo. Tenemos que voltear la mirada hacia adentro y vernos de verdad en lo que somos aquí, pero también en el planeta. Somos futuro y podemos ayudar al mundo a defender la humanidad, a defender la naturaleza y a posicionar otros relatos.
El teatro, la actuación y la dramaturgia han sido capaces de proyectar emociones complejas, que reflejan y explican la condición humana: dual, dotada de la capacidad de actuar con bondad y compasión, pero también con egoísmo y crueldad. ¿Cuál es la gran enseñanza del teatro para que esta dualidad no se interponga al llegar a acuerdos?
Yo creo que el teatro en Colombia ha ayudado a mostrar quiénes y cómo somos esencialmente como nación. Y eso es un aporte invaluable. El teatro tiene la virtud de la presencia. Es un arte vivo y eso hace que sea verdaderamente transformador porque solo sucede cuando actores y espectadores comparten un espacio y una obra frente a frente. Nosotros y nosotras lo hemos vivido durante años frente al público. Una función es una ceremonia de encuentro en donde nos transformamos juntos. El arte nos hace verdaderamente humanos porque llega a otros terrenos distintos a la racionalidad política o científica. El arte llega a los sentimientos, a los afectos. Y más que decirle a la gente lo que tiene que hacer, le hace preguntas fundamentales sobre su vida, sobre el entorno, sobre el destino, sobre su tiempo.
Yo creo que sería ideal que hubiera grupos de teatro y de arte en todos los colegios, en todas las universidades y los barrios. Eso sería el comienzo de una revolución cultural. Las prácticas artísticas nos preparan para los cambios porque nos muestran mundos posibles. Con el arte podemos pintar una persona que vuela, un ave que habla, pero también una naturaleza que muere. Y eso, nos conmueve, nos moviliza, nos vuelve comunidad. Y, por lo tanto, nos prepara para la vida, nos prepara para los cambios.