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"La virtud magnífica de los colombianos es la creatividad. Nacemos y crecemos con ella pero la mayoría se muere sin haberla ejercido por culpa de una educación dogmática, conformista y represiva que parece concebida aposta para tirarse la felicidad. ¿Son estas las cuentas que vamos a rendir sobre el embrión de patria que nos legaron los fundadores? Creo que no. Redimir y privilegiar nuestro poder creativo como una riqueza natural, invaluable y despilfarrada, debe ser la llave maestra para rescatar a Colombia de su propio infierno. Ya es hora de entender que este desastre cultural no se remedia ni con plomo ni con plata, sino con una educación para la paz, construida con amor sobre los escombros de un país enardecido donde nos levantamos temprano para seguirnos matándonos los unos a los otros. Una educación inconforme y reflexiva que nos incite a descubrir quiénes somos en una sociedad que se parezca más a la que merecemos. Que nos oriente desde la cuna en la identificación temprana de las vocaciones y las aptitudes congénitas para poder hacer toda la vida solo lo que nos guste, que es la receta mágica de la felicidad y la longevidad. En síntesis una legítima revolución de paz que canalice hacia la vida la inmensa energía creadora que durante casi dos siglos hemos usado para destruirnos y que reivindique y enaltezca el predominio de la imaginación”.