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¿Cómo llegó al mundo de la ópera?
Yo llegué a esto siendo muy niña, por el gusto de escuchar cantantes líricos. Escuché a dos cantantes que fueron mi inspiración: María Callas e Yma Sumac, que me terminó de enamorar porque es algo diferente. María Callas es la perfección de la belleza, pero Yma es algo más terrenal y diría que es más poderosa que cualquier otra. Creo que es la cantante más poderosa que ha pisado la tierra y se sentía esa energía, esa esencia. La escuché, por cuestiones del destino, en el equipo que había en la casa de mis abuelos: había vinilos de varios géneros y fueron la puerta que me introdujo en el mundo de la música, para que se convirtiera en mi sueño. Escuchándolas a ellas fue que me interesé por la lírica y a los nueve años empecé a imitar esas sonoridades, esos griticos, pero luego fui entendiendo que iba más allá. Afortunadamente, mi voz supo colocarse desde muy joven desde la imitación y la búsqueda física y personal, sin saber lo que estaba haciendo, y por eso cuando crecí y estudié teatro, empecé a encontrar en mi voz esas referencias a algo que le sumaba a mi experiencia teatral y siempre me ponían a cantar. A veces me sentía mal porque yo quería solo actuar, pero siempre la voz me llamó y me dijo “es por este lado”. Como ya tenía la voz colocada, empecé a trabajar en bares en Cali, tenía bandas de rock, blues y hasta jazz, y siempre, por alguna razón, tenía que hacer agudos o la voz me llevaba a hacer agudos y la gente que sabía empezó a decirme: “Váyase por lo lírico, porque usted puede cantar ópera”. Así entré al conservatorio, ahí encontré el camino y soy muy feliz cantando ópera.
¿Cómo fue su formación en el conservatorio?
Diría que es algo de la suerte. Como uno nace con texturas diferentes, preciso nací con la que deseaba tener para el repertorio. Antes de entrar al conservatorio, siempre averiguaba los repertorios, escuchaba a las grandes sopranos de la historia y siempre en repertorios que quería, que eran de coloratura, y empezaba a cantar. Al entrar al conservatorio, el maestro Hans Mogollón y otros de mis profesores se daban cuenta de esa textura y me acentuaron mucho más en el repertorio, en los estilos, y vamos con ese proceso, todos los días aprendiendo más de los maestros de información vocal o de los otros pianistas. Me han ayudado mucho en la disciplina, encontrar el estilo y respetar también la partitura, cada cosita que la partitura dice, porque las coloraturas, como están escritas en la partitura, tienen demasiados detalles, que si uno se salta alguna cosa, ya no está haciendo lo que es. Entonces ese cuidado sí lo da realmente la academia, sí lo da el proceso de estudios en el conservatorio, porque te enseña a comprender cada cosita que te da el compositor, el porqué, el para qué, y uno ya puede entonces a interpretar correctamente la pieza.
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El año pasado interpretó a la Reina de la Noche en “La flauta mágica”, de Mozart. ¿Hay algún otro papel soñado para usted?
Sí, quisiera ser Lakmé. Es espectacular, le tengo miedo al francés y la pronunciación, pero en eso se va trabajando. Ya tengo planes para entrar a estudiar francés e ir adelantando esas cuestiones de la pronunciación, tengo ya un poco más de abonado el camino hacia el alemán, que me parece, incluso con toda su dificultad, más sencillo que el francés; al francés le tengo más respeto. Mi sueño era, y sigue siendo, la Reina, yo amo a la Reina, pero Lakmé es como la contraparte, es una mujer más que ingenua, es una princesa inocente y enamoradiza, espero y aspiro que me den la oportunidad de interpretarla.
¿Qué es lo más desafiante de estudiar y trabajar en esta área?
La disciplina, la parte teórica, lo académico con las partituras, el estilo, la lectura... Hay mucha práctica aquí, de fondo, hay gente que nace con más facilidades para la lectura de las partituras. Nací con la facilidad de los agudos, pero acá no tengo ese oído absoluto o ese oído relativo tan bien dado. Antes era muy distraída y soñadora, me ha costado mucho trabajo encaminarme, más que todo domar mi cerebro y concentrarme en lo que hay que hacer. Interviene el silencio, interviene la paz y esto es un trabajo absolutamente cerebral. Eso ha sido el reto, el estudio, encontrar el método de estudio que me disfruto y ha sido prueba y ensayo y descartar, porque cuando uno va un poquito más distraído en la vida, le toca forzarse más. Con el paso de los años, encontré un método que me funciona y lo implemento todos los días, pero recuerdo aquellos primeros momentos cuando no sabía cómo estudiar y realmente sufrí, pero la recompensa es tener ahorita más paz en eso.
¿Cómo es su proceso de estudio?
Si es un aria, que uno tiene para presentaciones o un recital, toca ir viendo la partitura, remontarse a todo lo que está diciendo, en la tonalidad. Siempre empiezo en la tonalidad de cada obra, empiezo a hacer escalitas para calentar el oído, para calentar la voz, con la escalita en la tonalidad dada, la tonalidad que está en la partitura y de ahí arranco yo a estudiar, desde las primeras notas. Me ayudo mucho con el piano. De ahí empiezo a determinar los intervalos, todavía uso mucho los intervalos, desde que empecé; a mí los intervalos me ayudaron mucho para poder dejar ese temor y poder encontrar el camino. Pienso que los intervalos son las vocales para empezar a hablar el lenguaje musical. Luego doy un paso con el solfeo, empiezo a solfear con las notitas, o a veces incluso no con las notitas, si tengo mucho afán con un “la la la”, y ya empiezo a meter las notitas. Es más fácil solfear con notas, pero luego como hay que meter el texto, con un “la la la” a veces es más fácil. Cuando ya empiezo a notar el texto, de dónde están las apoyaturas, de dónde está lo que dice, si hay un piano y toca disminuir la voz, cuando es fuerte, entender por qué es fuerte, qué palabra estoy cantando en ese momento y encontrar allí la interpretación, es como un paso a paso.
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¿Qué es lo que más la ha marcado de todo este proceso, de incursionar en el mundo de la ópera?
Lo que más me ha marcado es entender que cuando haces algo de corazón, cuando lo sueñas con toda la alma el universo va brindando las oportunidades, pero hay que cuidar mucho el corazón, porque es un mundo muy difícil a veces. En la parte profesional se encuentra gente ya muy formada en cuanto a profesión, mente y alma, pero a veces cuando uno está estudiando, siempre hay gente que no le gusta y que no quisiera que los demás avanzaran. Entonces no dejarse contaminar de eso, sino fortalecerse y conservar como el brillo de tu corazón. Es necesario entender cuál es el camino de uno y desviarse, porque se necesita para la música como carrera profesional tener un norte.
Hablemos sobre la fusión que usted hace entre la música del pacífico y el canto lírico, ¿cómo llegó a esta intersección entre los dos géneros?
Tengo un matrimonio adicional con el canto lírico, que a veces me exige más. Lo lírico es lo que a mí me mueve, la voz, cuando empiezas a estudiar el canto lírico, cuando entrenas tu voz, siempre va a escucharse más hacia lo lírico, hacia lo ópera. Yo empecé en la música popular, la música del rock, del pop, y dejé todo eso atrás por mi canto lírico. Pero hace años, cuando llegué a Cali, me enamoré perdidamente de la marimba de chonta, no la había visto, simplemente la escuché y me enamoré. Con los años empecé a componer. Escuchaba música del Pacífico porque me enamoré de Cali, cuando Cali me abrió las puertas, empecé a conocer el valle del Cauca y el Pacífico, y dije: “esto es el paraíso”. Cuando empecé a componer, componía currulaos, con ese saborcito, es la música que salía del alma. Pero no la cantaba como las cantadoras del Pacífico, con toda esa magia, con todo ese poder, lo cantaba a mi estilo, a lo lírico. No sonaba mal y pensé en darle una forma a esto, un mensaje, invitamos a la marimba de Chonta que venga a darle luz y hacer esta fusión. En el conservatorio se dio la oportunidad porque allí estaban los músicos, allí estaban mis compañeros, yo les comenté que estaba haciendo esta música y suena muy loco, pero a mí me gusta. Entonces me dieron su apoyo y fuimos presentando en la universidad las canciones. Empecé a hacer sus arreglos, les pasaba los papeles de las canciones, luego les fuimos dando más forma, hasta que ya empezaron a sonar bien y empezamos a grabar. Las presentábamos en inauguraciones en Cali, en algunas fiestas y así empezamos. A la gente le gustó, nos apoyó mucho, les gustó que la marimba y la voz de una soprano combinan muy bonito, se resaltan la una a la otra, tanto que ahorita tengo mi marimba de chonta, se llama Marímbara, ya la compré, es mi compañera, estoy aprendiendo a tocarla. Y vienen más canciones. Quiero que sea una música que dé felicidad, la felicidad que a mí me da hacerla, interpretarla, que la gente también la tenga en su corazón porque es necesario, es necesario que aquí en Colombia se conozca la música del pacífico, se deje de tener miedo a la ópera, al canto lírico y que puedan ver que estas dos cosas tan maravillosas se pudieron combinar, estos dos géneros pudieron dar un punto que la gente lo acepte y disfrute porque es felicidad.
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¿Qué es lo que más le gusta de la marimba de Chonta?
Me gusta que suena como una voz, es como si el instrumento cantara, la marimba no suena, sino canta. Cuando tocan la marimba en un recinto cerrado el marimbero siempre se deja llevar y toca y en un momento te das cuenta de que el sonido de la marimba está resonando, él pega contra el techo y los armónicos van sonando. Es parecido a un nuevo sonido, el armónico, pero un color único, un color que la marimba sinfónica no tiene. La marimba de Chonta tiene magia.
¿Cómo ve el panorama de la ópera en Colombia?
Lo veo esperanzador, siento que hay mucha oportunidad. A los directores, a los productores, a los cantantes no nos va a tocar fácil. Nos ha tocado trabajar, pero si hay un camino que nos estamos forjando, hay que hacerlo con mucho amor, con calidad, tenemos que seguir estudiando, seguir trabajando por hacer las cosas bien y muy unidos. Siento que hay mucha gente que está muy abierta, muy como curiosa y lo acepta con mucho cariño, les gusta, lo disfrutan y ese es realmente el punto que necesitamos, que la gente abra sus corazones. Creo que este es el momento de la unión, entre todos los que somos músicos de lo que es la ópera, para que nos abramos camino y le dejemos el camino abierto a las generaciones que vienen. Nosotros tenemos que dejar aquí la ópera implantada y que Colombia haga ópera de calidad, para ir y volver y seguir haciéndola aquí, y a Europa y a Norteamérica, a donde nos llamen. Ya es hora de que Colombia resalte en todo y por todo.