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                                                                                                                                "¡Este país... este país!"

                                                                                                                                El Espectador revela el homenaje inédito que, apenas unos días después de la muerte de la poeta, le hiciera uno de sus grandes amigos.

                                                                                                                                Luis I. Sandoval M.

                                                                                                                                Una de las últimas imágenes de María Mercedes Carranza en la Casa de Poesía Silva. / Archivo - El Espectador
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Le conté a ella, hace cuatro semanas, la muerte de él, acribillado por sicarios, en Cúcuta. No salía del asombro, un asombro sereno que, en el momento, percibí fatigado y profundamente triste. Eran cerca de las diez de la mañana. “¡Este país... este país!”, musitaba absorta al pie de la baranda mientras repasaba con los ojos y las manos Los Poemas Perseguidos de Tirso que acababa de entregarle. “¿Por qué lo mataron, Luis?”, indagaba mirándome por encima de sus gafas caídas sobre el rostro ancho de piel blanca, blanca... “No sé, no sé... Desde comienzos de los noventa, cuando dejó de ser maestro para ser alcalde en Tibú, cuando comenzó a escribir poemas como éste Colombia, un sueño de paz, cuando despegaba el movimiento de paz en el 93, por esos días un comandante de Brigada, coadyuvado por un ministro, lo denunció por ‘asimilar el ejército a la guerrilla’ (“Para que soldados y guerrilleros no sean el uno para el otro el tenebroso olfato de la muerte husmeando la vida temblorosa...”) y lo destituyeron y lo pusieron preso...”.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Otro día, en su oficina de directora, ya para despedirnos, me pregunta: “¿Conoce a Pushkin?, pues acabamos de editar la traducción de Rubén Flórez, ¡Mire, llévelo, es un poeta triste!”. Recordando el instante ahora tomo El habitante del otoño” y leo “Llegó la guerra, está por fin erguida / la enseña, con sonido de orgullo militar resuena, / veré sangre, la fiesta de venganza comenzada, / a mi lado las balas, irá con estrépito la muerte...” ( poema La guerra). Ese, pienso, es el país de la guerra interminable, de horrores sin fin, que la hundió en tristeza sin esperanza.

                                                                                                                                Un día de mayo de 1991, en la comisión primera de la Asamblea Constituyente se dan los últimos toques al proyecto de preámbulo de la nueva Constitución. María Mercedes Carranza, constituyente por la Alianza Democrática M19, insiste: “La felicidad de la gente es el objetivo último de la política, las instituciones deben estar para crearle condiciones a la felicidad de todos, la palabra felicidad debe estar en el preámbulo...”. Interviene una y otra vez, argumenta de mil formas, se levanta de su puesto, hace consideraciones al oído de otros constituyentes. Votación: perdió la felicidad. Por un momento fui confidente de su decepción en la banca de los asistentes hasta donde ella fue. “¡Este país...!”.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Revista Nueva Frontera, entre los 70 y los 80, dirigida por Carlos Lleras Restrepo. María Mercedes era jefa de Redacción. La visité varias veces para comentar ocurrencias sobre artículos, crónicas, informaciones aparecidos en las páginas de la revista. Alguna vez comentamos los chismes históricos contados por el director: “Que Belisario vivió en la casa de María Cano, a fines de los 40, en Bogotá”. Así fue, el propio expresidente Betancur nos hizo en el año 87 amplio relato al historiador Gonzalo Sánchez y a mí al respecto. Está inédito. Ella sabía que yo andaba con los movimientos sociales, buscando alternativas políticas, que era de los impulsores de las iniciativas ciudadanas de paz. Escuchaba, triste, como incrédula... Pero en abril de 2002 me dijo “yo quiero estar ahí”: preparábamos el Congreso Nacional de Paz y País. La amistad se había iniciado con los 70. Ella, bibliotecaria por entonces de la Universidad Distrital, acogía en su espacio las reuniones del naciente sindicato de trabajadores del cual era yo asesor. Tomamos té una tarde en la Calle de los Poetas, en La Concordia, estribación norte de La Candelaria, donde vivía, y recibí de sus manos Vainas y otros poemas, su primer libro, a los 28 años.

                                                                                                                                María Mercedes Carranza quería la felicidad, la suya, la de su hija, la de sus amigos, la de sus conciudadanos, la de su país. Instauró la función pública de la poesía. La recuerdo amistosa, social, democrática, tierna, firme, persistente, inspirada. La realidad contradecía en forma brutal sus sentimientos. No resistió la tristeza, la impotencia, la indiferencia. “Tenemos sentimientos y pasiones que queremos compartir para hacer la vida más vivible y hermosa”, consignó en otro escrito. Estoy persuadido de que su decisión fue un acto supremo de poesía, fue para expresar un sentimiento, fue para impresionarnos, fue para sacarnos de la indiferencia, fue para que la tomáramos en cuenta a ella, a la poesía, a la vida, fue para movernos a no dejar acabar “¡Este país... este país...!”.

                                                                                                                                Una de las últimas imágenes de María Mercedes Carranza en la Casa de Poesía Silva. / Archivo - El Espectador
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Le conté a ella, hace cuatro semanas, la muerte de él, acribillado por sicarios, en Cúcuta. No salía del asombro, un asombro sereno que, en el momento, percibí fatigado y profundamente triste. Eran cerca de las diez de la mañana. “¡Este país... este país!”, musitaba absorta al pie de la baranda mientras repasaba con los ojos y las manos Los Poemas Perseguidos de Tirso que acababa de entregarle. “¿Por qué lo mataron, Luis?”, indagaba mirándome por encima de sus gafas caídas sobre el rostro ancho de piel blanca, blanca... “No sé, no sé... Desde comienzos de los noventa, cuando dejó de ser maestro para ser alcalde en Tibú, cuando comenzó a escribir poemas como éste Colombia, un sueño de paz, cuando despegaba el movimiento de paz en el 93, por esos días un comandante de Brigada, coadyuvado por un ministro, lo denunció por ‘asimilar el ejército a la guerrilla’ (“Para que soldados y guerrilleros no sean el uno para el otro el tenebroso olfato de la muerte husmeando la vida temblorosa...”) y lo destituyeron y lo pusieron preso...”.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Otro día, en su oficina de directora, ya para despedirnos, me pregunta: “¿Conoce a Pushkin?, pues acabamos de editar la traducción de Rubén Flórez, ¡Mire, llévelo, es un poeta triste!”. Recordando el instante ahora tomo El habitante del otoño” y leo “Llegó la guerra, está por fin erguida / la enseña, con sonido de orgullo militar resuena, / veré sangre, la fiesta de venganza comenzada, / a mi lado las balas, irá con estrépito la muerte...” ( poema La guerra). Ese, pienso, es el país de la guerra interminable, de horrores sin fin, que la hundió en tristeza sin esperanza.

                                                                                                                                Un día de mayo de 1991, en la comisión primera de la Asamblea Constituyente se dan los últimos toques al proyecto de preámbulo de la nueva Constitución. María Mercedes Carranza, constituyente por la Alianza Democrática M19, insiste: “La felicidad de la gente es el objetivo último de la política, las instituciones deben estar para crearle condiciones a la felicidad de todos, la palabra felicidad debe estar en el preámbulo...”. Interviene una y otra vez, argumenta de mil formas, se levanta de su puesto, hace consideraciones al oído de otros constituyentes. Votación: perdió la felicidad. Por un momento fui confidente de su decepción en la banca de los asistentes hasta donde ella fue. “¡Este país...!”.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Revista Nueva Frontera, entre los 70 y los 80, dirigida por Carlos Lleras Restrepo. María Mercedes era jefa de Redacción. La visité varias veces para comentar ocurrencias sobre artículos, crónicas, informaciones aparecidos en las páginas de la revista. Alguna vez comentamos los chismes históricos contados por el director: “Que Belisario vivió en la casa de María Cano, a fines de los 40, en Bogotá”. Así fue, el propio expresidente Betancur nos hizo en el año 87 amplio relato al historiador Gonzalo Sánchez y a mí al respecto. Está inédito. Ella sabía que yo andaba con los movimientos sociales, buscando alternativas políticas, que era de los impulsores de las iniciativas ciudadanas de paz. Escuchaba, triste, como incrédula... Pero en abril de 2002 me dijo “yo quiero estar ahí”: preparábamos el Congreso Nacional de Paz y País. La amistad se había iniciado con los 70. Ella, bibliotecaria por entonces de la Universidad Distrital, acogía en su espacio las reuniones del naciente sindicato de trabajadores del cual era yo asesor. Tomamos té una tarde en la Calle de los Poetas, en La Concordia, estribación norte de La Candelaria, donde vivía, y recibí de sus manos Vainas y otros poemas, su primer libro, a los 28 años.

                                                                                                                                María Mercedes Carranza quería la felicidad, la suya, la de su hija, la de sus amigos, la de sus conciudadanos, la de su país. Instauró la función pública de la poesía. La recuerdo amistosa, social, democrática, tierna, firme, persistente, inspirada. La realidad contradecía en forma brutal sus sentimientos. No resistió la tristeza, la impotencia, la indiferencia. “Tenemos sentimientos y pasiones que queremos compartir para hacer la vida más vivible y hermosa”, consignó en otro escrito. Estoy persuadido de que su decisión fue un acto supremo de poesía, fue para expresar un sentimiento, fue para impresionarnos, fue para sacarnos de la indiferencia, fue para que la tomáramos en cuenta a ella, a la poesía, a la vida, fue para movernos a no dejar acabar “¡Este país... este país...!”.

                                                                                                                                Por Luis I. Sandoval M.

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