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Etgar Keret, uno de los escritores más populares en Israel, habla en su último libro de la ansiedad que suscita en su país lo sufrido en el Holocausto: “hay ahora una especie de concurso de eurovisión del sufrimiento a ver quién sufrió más, quién tiene un historial de mayor dolor”, asegura. Bajo el título de Avería en los confines de la galaxia, libro editado en español por Siruela, Keret reúne un conjunto de relatos cortos, cotidianos y surrealistas, en los que habla de la ansiedad y la soledad, así como de la incomunicación, y de cómo las personas escapan del temor a sentirse solas.
Galardonado con el Sapir Prize y el National Jewish Book Award, este libro incluye también una historia paralela en la que Keret introdujo un componente autobiográfico, como hijo que es de supervivientes del Holocausto. Se trata del intercambio de correos entre el dueño de una “sala de escape”, en la que hay que resolver unos enigmas para poder salir, y un cliente que quiere acudir con su madre a ese establecimiento justo en la conmemoración del Día del Holocausto en Israel, jornada en la que los locales permanecen cerrados. El cliente defiende que su madre olvidaría así los malos recuerdos que le trae cada año esta conmemoración y el director insiste en que los lugares de ocio deben permanecer cerrados en esas fechas de duelo. Entre los personajes se da una intercambio de mensajería en el que ambos recuerdan historias personales.
“Hay una parte de mi propia historia en esta estructura, pues mis padres fueron sobrevivientes del Holocausto y tengo muy presente la tristeza que había en el Día Nacional de Recuerdo del Holocausto, un día triste porque se centra en el recuerdo. No hay nada que hacer, no hay ocio, la televisión solo habla de eso y no hay ninguna forma de escapar a ese recuerdo, que para mis padres era una especie de tortura”. Con esta historia, el autor ha querido representar, según dice, “el pensamiento colectivo en Israel acerca de este tema. Un sentimiento que gira entorno a la ansiedad. Persiste la idea de que siempre han sido víctimas, desde la época de la Inquisición española, pasando por los pogromos en Europa del Este y acabando con la Segunda Guerra Mundial, siempre como el pueblo atacado, como el pueblo víctima”. Y, al igual que hacen sus personajes en el intercambio de correos, el autor afirma que en la sociedad israelí existe una especie “de concurso de eurovisión del sufrimiento para ver quién sufrió más, qué familia tiene más heridas, quién tiene un historial de mayor dolor”.
A Etgar Keret la tradición del cuento le viene de familia porque para sus padres, niños judíos en tiempos de guerra, los cuentos “eran casi un arma, una herramienta muy útil”. “Mi padre decía que si podías imaginar la situación, eso podía acabar por ser real. Era una especie de mecanismo de defensa, incluso de arma para luchar contra la realidad que les rodeaba”. Y sus abuelos maternos, cada noche en el gueto, contaban a la madre del escritor un cuento a la hora de irse a la cama. Por eso, el hecho de contar un cuento es compartir y repartir amor", sostiene Keret. Unos cuentos que, a pesar del sentimiento de soledad e incomunicación que les une, no están exentos de humor: “El humor es como el airbag de un coche: si estás en un lugar triste o delicado, puede aparecer como el cojín hinchable que ayuda a suavizar la situación, sobre todo en temas como la muerte o las relaciones familiares complicadas”.
La familia es otro de los ingredientes de sus relatos porque, asegura, es su “ancla”. Su familia lo tiene amarrado al suelo y a la realidad, y es la que le impide volar “como un globo sin control”. Y muchas de sus historias tratan del miedo y de la ansiedad de perder esa piedra angular.
El autor israelí reconoce que aunque la época actual con la pandemia es mala para la humanidad y la sociedad en su conjunto, para él, y para otros artistas, está siendo “un momento muy inspirador”. Durante el confinamiento de la primavera pasada, cuando todo estaba “paralizado y congelado”, Keret aprovechó “para excavar e indagar hacia dentro”: “Me siento afortunado de ser escritor en estos tiempos porque mi habitación está cerrada, pero mi mente está abierta”.