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Eugenio Barba: “El teatro fue una máscara para esconderme”

El pionero de la antropología teatral estará hasta el 29 de agosto en Bogotá compartiendo su experiencia e historia de vida, a través de conferencias, talleres, performances, entre otras actividades.

Danelys Vega Cardozo
25 de agosto de 2023 - 12:00 p. m.
 Eugenio Barba,  director del Odin Teatret.
Eugenio Barba, director del Odin Teatret.
Foto: El Espectador - Jose Vargas Esguerra

¿Cuál fue su primer acercamiento con el teatro?

En 1964, en Noruega. Soy italiano, pero emigré a ese país y durante muchos años trabajé allí como soldador mecánico. Después, estudié en Polonia. Más tarde, cuando regresé a Noruega, fundé una compañía de teatro aficionado con jóvenes rechazados de la escuela teatral: Odin Teatret. Para ese momento no había teatros de grupo, toda esa gran riqueza de expresiones teatrales que existen hoy.

¿Qué lo cautivó del teatro?

El teatro fue una máscara para esconderme. Soy italiano, pero soy bastante moreno, parezco casi turco. Así que en Noruega, que es un país de personas rubias, me distinguían de inmediato. Toda diferencia crea una doble reacción: interés o rechazo. Yo trabajé dos años como marinero en un barco mercantil y allí había mucho racismo contra los chinos, españoles, italianos y portugueses. También, en otros lugares, había gente muy interesada en lo extraño, en los extranjeros. Tuve siempre la sensación de que no era aceptado por quien era, como si mi apariencia creara una distancia o una situación falsa con la otra persona. Por eso imaginé que tenía que encontrar una solución y esa fue el teatro.

¿En qué momento dejó de sentirse rechazado?

Cuando construí mi refugio, mi teatro, con gente rechazada con la cual hemos realizado una cultura que es nuestra. Es decir, prácticas, costumbres, relaciones, comportamientos y, sobre todo, valores y criterios artesanales. La cultura no estaba basada en las ideologías, sino en la calidad y el empeño que tenía la persona para ser un buen artesano del teatro. Todo esto lo había adquirido a través de mi experiencia de seis años como soldador en un taller mecánico, en donde esa era la cultura, los valores y relaciones que encontraba a diario.

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¿Qué es ser un buen artesano del teatro?

Primero, aprendiendo mucho. Dar más de lo que tú sabes, ser un alquimista y descubrir montañas más altas para medir tus fuerzas, tus energías. Luego, esculpirlas a través de la técnica, que es un saber hacer; es un proceso autodidáctico en compañía de otras personas. Eso es ser un actor que asume la responsabilidad de su oficio exactamente como lo hace un doctor: intentando dar lo mejor que sabe cuando está frente a un paciente. Los espectadores son nuestros pacientes, los que tenemos que hacer vivir o resucitar una experiencia dentro del espectáculo para que su memoria y sus sentidos estéticos puedan ser impactados.

Si el actor no sabe hacer, ¿podría lograr conectarse con el espectador?

El oficio del actor es saber hacer, saber conectar con el espectador; si no lo logra, entonces ha fallado.

Usted es uno de los creadores de la antropología teatral. ¿Qué relación existe entre este estudio y un proceso introspectivo por parte del actor?

La antropología teatral se centra sobre algunos principios de comportamiento de actores y bailarines que son comunes en todas las tradiciones y épocas. El proceso de introspección es individual, entonces es relativo. Se puede decir que es un principio en donde, en cada cultura teatral, plataforma de teatro y danza, el actor sigue un proceso de introspección, que es distinto para cada persona y cada género espectacular que se práctica. Si eres cantante de ópera, tu introspección va a ser diferente a alguien que práctica danza moderna. Lo que la antropología teatral intenta indicar es que cuando el actor está frente a un espectador tiene, por un lado, su personalidad ―que es única ―, por otro, el género espectacular que realiza (teatro tradicional, creación colectiva, mimo, danza moderna, etc.). Pero todos ellos tienen algo en común: cuerpo-mente frente a un espectador y la manera cómo plasman ese comportamiento para que impacte los sentidos y la memoria del público.

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¿Qué le puede aportar la antropología teatral al teatro contemporáneo?

La antropología teatral es fundamental para los actores, como lo es para los doctores conocer la anatomía del ser humano. Si no conoces la anatomía escénica, cómo lo que haces tiene un impacto sobre los sentidos de los espectadores, entonces eres un actor que no es consciente de sus propias armas.

¿Qué pasa si el actor no es consciente de sus propias armas?

No es eficaz.

¿Por qué es importante que lo sea?

Porque es su oficio. El actor podría simplemente ser indiferente a todo eso, pero si escoge ser actor es porque quiere transmitir una calidad de energía, infundirla en su vivencia y en la de cada uno. Es por esa razón que el espectador mira teatro: para recibir diversión, entretenimiento, pero también reflexión, enigma, algo que a veces es incomprensible, pero que gratifica una parte de ti, así no sepas por qué.

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Entonces el teatro al igual que la medicina implica ser responsable con el otro…

Debería ser así. Cuando haces algo te debes empeñar por el espectador y ofrecer algo que tenga una cierta calidad. No puedes vender fruta demasiado madura o podrida.

¿Cree que desde la dirección teatral ha ofrecido esa calidad que mencionaba?

No lo sé. Sé que comencé hace 64 años y en todo ese tiempo muchos actores se quedaron conmigo. Es decir, ellos pasaron toda la vida a mi lado. Lo único que puedo decir es que nuestra relación de trabajo ha tenido un sentido para ellos y que los espectadores que nos siguieron durante tantos años regresaron a ver nuestros espectáculos porque tenían uno necesidad de hacerlo.

Hablaba del sentido, ¿cuál es el suyo?

Superar la discriminación que vivía a diario como extranjero. Así que el teatro me ha dado una identidad, una máscara que me permite vivir con cierta libertad interior y, sobre todo, crear una pequeña sociedad, un pequeño microcosmo, con personas que no solo son de mi grupo teatral, sino también de otros países, con quienes comparto una relación de amor. Es decir, de profundo respeto, amistad y fascinación recíproca por el trabajo que hacemos.

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¿Cuáles son los principales retos que enfrenta el teatro?

Toda nuestra sociedad está saturada de espectacularización. La televisión, el cine, el fútbol y los conciertos son los espectáculos que hoy impactan a los individuos. Antes el teatro era la única forma de espectáculo, pero desde la llegada del cinema eso cambió y se volvió en una forma minoritaria. Aquí está el reto: ¿cuál es el sentido de esa forma minoritaria? Cada persona que decide acercarse a este oficio tiene que inventarse su objetivo, construir su sabiduría artesanal.

¿Entonces en estos tiempos el teatro también es una forma de resistencia?

Depende contra quién quieres resistir. Depende de cómo organizas tu sistema de producción, porque el teatro nació como una empresa comercial y lo sigue siendo, y eso no es negativo, pues te permite autonomía artística. La mayoría de los teatros siguen un principio de ganancia económica como motivación fundamental, mientras otros se dan cuenta de esa importancia, pero prefieren seguir otros principios, otras visiones y necesidades.

¿Cuál principio sigue usted desde su teatro?

No morir jóvenes.

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Danelys Vega Cardozo

Por Danelys Vega Cardozo

Comunicadora social y periodista de la Universidad de La Sabana con énfasis en periodismo internacional y comunicación política, y un diplomado en comunicación y periodismo de moda. Perteneció al semillero de investigación Acción social y Comunidades, bajo el proyecto Educaré.danelys_vegadvega@elespectador.com

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